jueves, 17 de diciembre de 2015

QUIEN NO TE CONOZCA, QUE TE VOTE*


Probablemente estemos ante las elecciones generales que más interés han suscitado en la democracia tras las celebradas en junio de 1977 (78,88% de participación) y octubre de 1982 (79,9). Las de 1977 significaron el hito de volver a ejercer el voto tras cuarenta años de dictadura; las de 1982, la esperanza por impulsar una democracia que no terminaba de arrancar. Luego vinieron procesos electorales menos atrayentes, acaso porque cierta apatía se adueñó del votante en la misma proporción en que desde la política el sistema se acomodaba para que resultara útil y ventajoso para los partidos mayoritarios.

Las elecciones que se celebrarán en unos días vienen precedidas por una crisis económica de enorme calado y la penosa travesía para la mayor parte de la población, que ha sufrido las consecuencias de medidas restrictivas en todos los órdenes: económicas, civiles y de libertades. El panorama político ha cambiado sustancialmente: todo indica que el bipartidismo se ha roto y que vienen a sumarse a él nuevos partidos con una fuerza sin precedentes desde los tiempos en que el PCE fue una tercera fuerza de cierta entidad.

Ahora el ciudadano ya no mirará sólo a dos opciones políticas, desde hace meses las encuestas hablan de cuatro partidos con posibilidades para convertirse en fuerzas con gran representación parlamentaria, y ninguna con entidad suficiente para formar gobierno sin mirar a las demás. Estas opciones, al tiempo que hacen más rica la democracia, provocan también más quebraderos de cabeza para el votante. La simplicidad de dos opciones, que provocaba un ejercicio de decisión casi maniqueo, va a pasar a la historia, al menos en las próximas elecciones. Ante esta nueva realidad el votante habrá de pensárselo mejor, y quizás por ello el último barómetro preelectoral del CIS arroja un alto porcentaje de indecisos: 41,6%.

Los llamados viejos partidos arrastran el lastre de haber sido los grandes artífices de una política que en más de treinta años de alternancia no ha dejado el mejor país que cabría pensar. La desilusión es tan generalizada, está tan imbricada en nuestras sensibilidades, que costará vencer el escepticismo que se ha apoderado de la gente. Aún recuerdo cuando celebraba el día de la Constitución con mis alumnos y recibía de ellos una sonrisa al ensalzar el texto constitucional. Hoy, cuando la Constitución es motivo de debate, hay quien piensa que está agotada o que necesita una transformación en sus planteamientos, más acorde con la realidad política y social de nuestro tiempo. Y lo que se reprocha a estos viejos partidos es que la dejaran agotarse sin haberle dado la posibilidad de adaptarse a los nuevos tiempos, y que sólo decidieran cambiarla de urgencia cuando les convino (art. 135), como si fuera patrimonio de ellos y no de todo el país.

Pero la crisis los ha dejado al descubierto, aflorando la corrupción y las mórbidas prácticas de hacer política, o la insolencia de acomodarse a un régimen de ‘turnismo’ propio de la Restauración del siglo XIX, engolfados en la política de dos enemigos que se necesitan y retroalimentan para sostener su posición excluyente frente al poder. Pero ha llegado el tiempo en que se agregan nuevos partidos que traen ideas nuevas (y el beneplácito de la duda, a tenor de una hoja de servicios todavía incólume), que los viejos quieren hacer suyas también, lo que me suscita la pregunta de por qué no se las arrogaron cuando eran un clamor entre la ciudadanía. Quizás ahí perdieron gran parte de la credibilidad que ahora buscan denodadamente.

Esta campaña electoral ya no es de dos, sino de cuatro o cinco opciones. Todas se afanan por llegar al votante con propuestas que lo convenzan y con promesas de que endulzarán el futuro. Lamento mostrar mi recelo ante todo ello, la experiencia nos dice que luego no querrán o no serán capaces de cumplirlas. Frente a este discurso fácil me hubiera gustado escuchar en la campaña otras palabras que hablaran más de ética de la cosa pública y menos de promesas de mundos irreales. La ciudadanía no se merece que le mientan, que ahora le hablen del mundo nuevo que no llegará, que sea ‘ilusionada’ con relatos que sólo sirven para una campaña electoral, o que cuando ha sido humillada ahora vengan a ofrecerle lo que saben que no les darán cuando gobiernen.

¿Por qué no se le dice que las dificultades seguirán, que hay poderes oligarcas superiores que los maniatarán, que Europa sigue pidiendo más reforma laboral y más restricciones tras el 20-D (España sigue bajo la lupa de Europa y es considerada como un ‘deudor eterno’, en palabras de Draghi), y que el próximo gobierno que salga de las elecciones tendrá que ocuparse de esto? Pero nadie dice nada, ni si se va a tener la dignidad y la fuerza suficientes para hacer frente a ello. Cualquier reforma impuesta desde Europa, el recorte de salarios o el recorte de inversiones nos afectará a todos, ¿por qué no se dice en campaña electoral lo que pasará entonces? Rajoy ya nos mintió una vez y no cumplió su programa electoral.

Cada vez soy más desconfiado con las promesas de los partidos en campaña electoral. Será porque mi conciencia siempre me impuso que no hay que engañar a la gente, algo que no soporto en los que se dedican a la política y que creo que lo sostuve cuando me correspondió. Así que le he pedido prestado al egabrense Juan Valera, buen amigo de Pedro Antonio de Alarcón, el título de uno de sus cuentos: “Quien no te conozca, que te compre”, para remedarlo en el título de este artículo. Los votantes habremos de afinar bastante el sentido de nuestro voto, y quizás los partidos se hayan ganado a pulso que prejuzguemos algo así como: “quien no te conozca, que te vote”.

* Artículo publicado en el periódico Ideal de Granada, 16/12/2015.

jueves, 3 de diciembre de 2015

MI ENTREVISTA EN DIARIO JAÉN*

“Escribir es una vía de escape, pero que atrapa”

Nacido en Noalejo y granadino de adopción, Antonio Lara Ramos, inspector de Educación, presentará hoy en Jaén su novela, La noche que no tenía final, una historia de emoción y realidad.

Hoy presenta en Jaén su segunda novela, La noche que no tenía final. Para quien no la haya podido hojear, ¿qué encontrará entre sus páginas?
Una historia que atrae y engancha bastante; una realidad que cualquiera de nosotros podríamos tener que afrontar en cualquier momento. Es una historia de solidaridades, de grandes problemas que encontramos en nuestro entorno más próximo.

El telón de fondo es la explotación sexual de la mujer, ¿no?
Efectivamente, por eso lo decía. A lo hora de construir esta historia que podría parecer menor, la de un chico que se tiene que bajar de un tren en una ciudad desconocida y afrontar la incertidumbre, subyace el asunto de la trata de blancas. Este es un chico como cualquiera de nosotros y, en un momento determinado, se enfrenta a una situación incierta. Durante una noche, se transforma para ayudar a una chica que le pide desesperadamente ayuda, tras escaparse de un club nocturno.

Lanzó esta novela en mayo, ¿cómo ha sido el camino hasta ahora, qué impresiones ha recogido de los lectores?
Estoy muy satisfecho por la acogida y los lectores me transmiten aquellos detalles que les han enganchado. Recuerdo que, en una de las presentaciones, un asistente al final del acto se levantó y se presentó como un gran lector desanimado con todo lo que leía últimamente. Me preguntó directamente que si le garantizaba que esta novela le emocionaría. Yo le dije que sí porque creo en ello y, al cabo del tiempo, me escribió para contarme que efectivamente le había despertado estas emociones que buscaba. El lector debe sentirse partícipe de lo que lee.

Nació en Noalejo pero ha pasado prácticamente toda su vida en Granada. ¿Ha mantenido relación con su tierra, a la que acude ahora con su libro?
Sí, desde lo personal, por familiares que conservo en Noalejo y Jaén, a lo profesional, ya que he trabajado en la Delegación de Educación como inspector durante un par de años.

Y es un compañero el que lo acompaña hoy en la presentación de su novela en Jaén.
Así es, José Gómez Marfil, compañero y escritor que será el presentador del acto.

Su primera novela la publicó en 2008 y se llamaba La renta del dolor. ¿Cómo ha crecido como escritor de ficción a lo largo de estos siete años?
Siento que he evolucionado ya que la tarea de la escritura es un aprendizaje continuo. Aunque ya tenía una trayectoria amplia en cuanto a obras de investigación histórica y ensayos sobre educación, me surgió el reto de afrontar la literatura, este registro. Y desde aquella novela, llega esta y una que vendrá después, que ya tengo entre las tripas del ordenador, ya que esto es un gusanillo que te atrapa y no te deja, creo que he aprendido y evolucionado. Es una necesidad de contar historias, una forma de decir cosas que no puedes de viva voz y una vía de escape.

¿Y esa novela que está en las tripas del ordenador de qué va?
Son procesos muy largos, ojalá que pudiera dedicarle todo el tiempo para sacar una novela al año. Es una historia ambientada en los años finales de ETA, en el País Vasco. Ese es el contexto con el que he tenido bastante contacto en los últimos años.

* La entrevista en la web de Diario Jaén:
http://www.diariojaen.es/cultura/item/83772-escribir-es-una-via-de-escape-pero-que-atrapa