jueves, 28 de enero de 2010

‘CASA DE AIRE’, DE FRANCISCO CENAMOR

Granada de nuevo nos ha brindado otra gran noche para recrearnos en la poesía. Esta vez con Francisco Cenamor, el poeta que se gana la vida como actor… y bien que lo hace. Su rostro nos resulta conocido y familiar gracias a la pequeña pantalla, al cine y al teatro. Pero es a través de sus libros de poesía cómo Cenamor se nos hace verdaderamente familiar para los que tenemos la suerte de escucharlo y de leerlo, ya que por medio de sus versos comparte su visión más íntima del mundo, la percepción que tiene de las cosas y esa ternura y humanidad que pone ante todo lo que le rodea.

Anoche se presentó en la Fundación Andaluza de la Prensa su libro de poemas Casa de aire (Madrid, Amargord Ediciones, 2009). El poeta granadino Miguel Ángel Contreras le hizo los honores y nos lo mostró para toda Granada.
Casa de aire, como nos revela su autor, es una mirada tierna e inocente sobre el ser humano. Ese acercamiento fraternal a las personas que es fácil percibirlo en la lectura de sus poemas.
El libro se estructura en tres partes. La primera es la fotografía, ‘Casa de aire’ la titula, son imágenes de la calle. La segunda, el cortometraje, con la gente como protagonista de ahí su nombre: ‘Ríos de gente’, donde se reflejan pequeños momentos poéticos que suceden en la vida de las personas, en la vida cotidiana. La tercera es el teatro, intitulada ‘Última función’, algo tan unido a la vida del actor Cenamor.
Gracias a este acto pudimos acercarnos más al perfil humano de Francisco Cenamor. Comprobamos in situ cómo en este poemario se recoge esencialmente todo lo que su autor es y representa, disolviendo su “yo” individual en otro “yo” colectivo. Lo que le sirve para realizar en sus poemas una verdadera exposición fotográfica sobre la cotidianeidad de las distintas figuras que en ellos aparecen (una mujer que sufre la violencia y el desencanto de la vida, por ejemplo), con imágenes que, a imitación de los fotogramas de los cortos cinematográficos, ofrecen la mirada sensible de un poeta que es capaz de retratar la cotidianeidad. Su oficio de actor nos aporta la visión del teatro como escenificación de la vida en la que todos los componentes de una obra pasan a ser el fondo y la figura en una interacción con el espectador.
Con Casa de aire ya disponemos de otra excusa perfecta para recrearnos en la poesía. Granada, anoche lo pudo comprobar.

lunes, 25 de enero de 2010

¿FRENAZO AL NEOLIBERALISMO?, SÓLO UN ESPEJISMO

El neoliberalismo nos abocó a la terrible crisis económica que estamos padeciendo. El gran capital escondió las orejas aguardando que pasara la tormenta. No ha pasado aún, aunque parece que amina.
Otra vez está aquí asomando los bigotes, si es que alguna vez no lo estuvo. Ni siquiera guarda la compostura, tampoco cree que tenga obligación, el mundo es suyo. Atrás ha quedado la época de hace tan sólo algunos meses en que los erarios públicos engordaron sus bolsillos. Ya se permite la licencia de repartirse bonos multimillonarios. No siente el menor empacho.
La derecha domina los grandes países desarrollados. Europa lo está, incluido el Reino Unido que lo va a estar pronto, según todos los indicios, ya se encargó Tony Blair de dejar un rejón de muerte a su sucesor, Gordon Brown, quien tampoco ha hecho muchos méritos para aguantar en el poder. España es la excepción, pero las encuestas presionan. Los países emergentes –Brasil y China– están a lo suyo.
Barack Obama que no es un chico de izquierdas, aunque en su país lo parezca, al menos dista mucho de ser como su antecesor. Propone proyectos esperanzadores: una reforma sanitaria pública, por ejemplo, en el país de la tiranía de lo privado. Sin embargo, está sufriendo algunos reveses. El gran capital neoliberal no va a perder oportunidad, ya recibió todo lo que necesitaba para no hundirse, es hora de volver a lo suyo.
La semana pasada Obama, su partido, perdía un escaño en Massachusetts para el Senado. Un revés importante para tener la mayoría suficiente que le permita sacar adelante sus proyectos. La derecha neoliberal se frota las manos. Lo curioso, según dicen las malas lenguas, es que esta pérdida es debida a que los electores de Massachusetts no han perdonado a la candidata demócrata, Martha Coakley, una metedura de pata cuando confundió en la campaña a la legendaria figura del equipo de béisbol de Boston, Curt Schilling, con un jugador de los Yankees de Nueva York, el eterno rival.
Vamos… para echarse a llorar. Que el resultado de una elección dependa de que unos cuantos miles de tipos cambien su voto por semejante estúpida ofensa es para tirar piedras hacia arriba y recibirlas con la cabeza.
Parecía que se había frenado algo la vorágine neoliberal con el triunfo de Obama. Que los Estados occidentales después de la lamentable situación a que nos había llevado la codicia de unos cuantos intervendrían más. No ha sido más que un espejismo.
¿Quién había dudado de que aquí el que realmente manda es el gran capital?
Ahora Obama quiere meter en cintura al Tribunal Supremo. La decisión de este alto tribunal de permitir a las empresas gastar cuanto quieran en las campañas políticas es otro triunfo del neoliberalismo. La derecha se frota las manos con las sustanciosas sumas de dinero que grandes empresas donarán a sus arcas en futuras elecciones.
El gran capital no ceja en buscar la fórmula que devuelva a sus secuaces al poder.
Se dice que la fortuna parece no acompañar a las políticas de Obama últimamente. Y quién dijo que lo iba a tener fácil, o ¿es que alguien había creído que lo dejarían caminar por un sendero de rosas?Estamos en la era del neoliberalismo que arrancó en la década de los ochenta y se consolidó con la caída del Muro de Berlín. Como mínimo nos quedan dos o tres décadas más con su compañía, si antes no ha destrozado el planeta o somos capaces de imprimir un cambio de rumbo.

lunes, 18 de enero de 2010

HAITÍ: ESPECTÁCULO GARANTIZADO

En el post-terremoto de Haití estamos descubriendo todas las miserias humanas, las mismas que desataríamos nosotros si nos ocurriera lo mismo.
Vivimos en la zona de mayor prosperidad del mundo, pero si tuviéramos la desgracia de padecer una catástrofe de las dimensiones que asola al país caribeño, seguro que nos conduciríamos con la misma desesperación y violencia que observamos para conseguir cualquier cosa que garantizara nuestra supervivencia y la de nuestra familia.
Las televisiones de todo el mundo se pasean entre las ruinas de este país mostrándonos el sufrimiento de otros. Es un ‘Gran Hermano’ a lo grande, eso sí, no de la holgazanería, la desvergüenza y el mal gusto sino del padecimiento humano.
La obligación de un periodista es la información de lo que acontece. Está claro que si no se mantiene viva la noticia en los medios de comunicación, la catástrofe pasaría a un segundo plano, como otros muchos conflictos repartidos por el planeta. Rápidamente dejaría de suscitar el interés de nuestras preocupaciones. Quizás nos han educado para ello: para que sintamos sólo cuando lo pretenden, pero no para que tengamos conciencia de que las desgracias ajenas existen aunque no se vean por la televisión.
El espectáculo está garantizado en Haití. Cualquier hecho por insignificante que sea alcanza una inusitada notoriedad en las televisiones. Nos muestran imágenes de muertos, niños abandonados, exhaustos ancianos inclinados en una silla de ruedas a las puertas de un asilo, personas atrapadas entre un amasijo de hormigón e hierros retorcidos, actos pillaje, vandalismo… en fin, de todo.
Así pues, el espectáculo está garantizado para descubrir el rostro de una persona que ha vivido cinco días bajo tierra sin poder alimentarse ni beber agua. Para apreciar la capa de polvo blanquecino que cubre la piel del recién rescatado. O para descubrir cómo es el rostro de la desesperación y el hambre.
No sabría decir si cabe que se seleccionaran las imágenes que aparecen en la pantalla del televisor o en la portada de un periódico o, por el contrario, que se emitan todas sin limitación alguna. O si es mejor dejar de mostrar tan gratuitamente ese maremágnum de imágenes que curiosean en el sufrimiento y el dolor ajeno, liberando a nuestros ojos y nuestras conciencias de un espectáculo que sólo representa la desolación más absoluta.
Pero estoy convencido de que algunas imágenes que se están emitiendo se me antoja que están cargadas de una dosis de morbosidad que a buen seguro en nuestro mundo desarrollado serían censuradas (léase guerra de Irak) o, al menos, susceptibles de reprobación si ocurrieran en Madrid o Londres (léase atentados terroristas).
Tomadas en un país sumido en una catástrofe cebada sobre la miseria del subdesarrollo parece que en tal caso se tiene patente de corso y vía libre para su emisión.
Lo dicho: Haití, espectáculo garantizado.

*Foto: Gorka Lejarcegi

miércoles, 6 de enero de 2010

STORYTELLING

El mundo ya no funciona con los principios e ideas de la Ilustración y el empirismo, la realidad puede que no sea lo que es. Esta afirmación tan categórica es probable que tenga visos de un pesimismo que contrasta con el optimismo que se nos quiere proyectar desde distintos ámbitos del poder político y económico.
Los grandes medios políticos, sociales y económicos crean sus propias realidades, nos cuentan historias, y ésas son las que nos toca analizar y estudiar.
En la política aquello que se hace visible es lo que vale; el marketing publicitario nos crea historias apelando a nuestros sentimientos y emociones para que consumamos; las religiones e iglesias que tanto proliferan nos crean una realidad ajustada a sus creencias, intereses y ritos; las noticias válidas son las que transmiten los medios de comunicación, las que para nosotros pueden ser importantes, si están fuera de su circuito, ni se oyen ni trascienden –dicho de otro modo: no son noticia–.
En la guerra de Irak nos hicieron creer realidades que habían sido creadas en un despacho. Los que morían lo hacían por razones que eran diferentes a las que nuestro análisis nos conducía. El resto del mundo vivíamos historias que no se ajustaban a la realidad creada a través de una poderosa maquinaria de propaganda del Estado y de los medios de comunicación que actuaban como voceros del poder. Finalmente –esto es lo lamentable– su trabajo concluía teniendo éxito y condicionando la visión de muchos millones de personas. Esa masa informe de población fácilmente impresionable y manipulable.
Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes (Península, 2008) es la obra de Christian Salmon sobre la que me he detenido últimamente, interesado en encontrar explicaciones que conecten con la educación que se está impartiendo a nuestros jóvenes. La educación en nuestras escuelas no puede volver la espalda a lo que ocurre en el mundo y las realidades que se analizan en ella tienen que estar dotadas del suficiente sentido crítico para desentrañar lo que nos viene de fuera.
“Somos los actores de la historia”, nos cuenta Salmon que le dijo Bush con cierto desaire al periodista Ron Suskind. Y le dijo más: “Ahora somos un imperio, cuando actuamos creamos nuestra propia realidad”.
Me preocupa el futuro que estamos dejando a las generaciones jóvenes. Y me preocupa más cuando éstas quedan huérfanas de recursos y capacidades intelectuales para afrontarlo.Como dice el prologuista de Storytelling, Miguel Roig, la lectura de esta obra “no es una lectura optimista”. Quizá debamos desenfocar nuestra mirada a esa realidad, para así “ver sin mirar” y descubrir matices que nos iluminen en el conocimiento de la realidad que nos circunda.