miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA EDUCACIÓN QUE PUDO SER

La educación que pudo ser. Reflexiones desde el pupitre (Editorial Zumaya, 2010) es el título del libro que acabo de publicar.

La educación siempre puede ser de otra manera si son otros los presupuestos que nos guían, aunque partamos de los mismos principios. Éste es el sentido del título. Un título que está lleno de esperanza, precisamente porque añora una educación que, aunque podría haber sido, puede serlo ahora. Si bien para ello deberíamos reconducir lo que en otro momento nuestra soberbia política o intelectual, o acaso nuestra incompetencia, no nos dejó hacer.

En la base de esta reflexión desde el pupitre está el estado de nuestro sistema educativo y lo que le impide progresar. Más allá de cualquier pretensión inabarcable, he querido centrar esta reflexión en la visión integral de un conjunto de elementos que se consideran claves para un cambio educativo óptimo.

En los ocho capítulos de que consta abordo distintas visiones de la educación de hoy. Es así como hablo de las claves de la evolución del mundo actual, de las reformas educativas y la obsesión reformista que muchas veces nos invade, de la imagen negativa sobre la educación, de los problemas de la escuela, de la búsqueda de la mejora, del profesorado, de los medios de comunicación o de las familias.

Educar en nuestros días, por su complejidad, requiere la participación y la conjunción de las voluntades de todos los sectores sociales. El desinterés o la falta de colaboración en esta responsabilidad social debilitan notablemente la labor que la escuela ha de cumplir como agente educativo.

En esta reflexión sobre la educación y el sistema educativo incluso aventuro que, si no se produce un esperado cambio en los sectores implicados, la situación actual del sistema educativo es de agotamiento e incapacidad para promover la mejora.

Ante tal tesitura, ahora más que nunca, se hace necesario alcanzar un pacto educativo que saque a la educación y a la escuela de los vaivenes políticos y los intereses de grupo y particulares que tanto la condicionan.

La educación que pudo ser es un libro que invita a la reflexión y al debate. Su lectura estoy convencido que no dejará indiferente a nadie.

lunes, 13 de diciembre de 2010

EL NOBEL LIU XIAOBO

Unas entradas más atrás hablábamos de Mario Vargas Llosa al hilo de la concesión del Nobel de Literatura. Hoy nos referimos a otro premio Nobel, Liu Xiaobo, que no pudo acompañar al primero en la ceremonia de entrega de los premios en Estocolmo.
Levantarán muros altos y kilométricos, ensamblarán una valla frente a su casa para ocultarla a la vista de la prensa, lo podrán retener no once años sino once veces once, pero no podrán eliminar de la faz de la Tierra la libertad.
El gobierno ¿comunista? chino cree como otros muchos antes que será eterno y lo dominará todo, incluso los adentros de las personas. Matarán, encarcelarán, deportarán… pero no conseguirán ese absurdo absoluto que pretenden: uniformar a toda la población bajo unas ideas que sólo unos cuantos creen.
Alguna vez escribí algo titulado así: “La limpieza étnica nunca ha funcionado”. Se podrá practicar la intolerancia, llevar la intransigencia a límites extremos, pretender exterminar a los pueblos, pero siempre renacerán las ideas, las identidades, las personas…
China está cavando su propia fosa. Quizá algunos de nosotros no lo veremos, pero caerá. Como cayó el imperio romano, y parecía eterno. Como cayó el imperio de Genghis Khan, tan aferrado a sus estepas. Como cayó la URSS, y parecía imposible.
Arnold J. Toynbee escribió, en su magna obra Estudio de la historia, cómo las civilizaciones pasan por fases de surgimiento, crecimiento, decadencia y disolución. Y sólo cuando fuerzas nuevas aparecen, dicha sociedad en decadencia se transforma y puede sobrevivir, pero ya sobre ideas nuevas y patrones diferentes.
A la actual China la derribará la libertad… la falta de libertad. Y le sucederá una nación más libre.
El desarrollo económico sin libertad la asfixiará socialmente y tambaleará su política. Sólo a un pueblo sumido en la miseria y la incultura se le puede dominar, pero no a un pueblo que progresa materialmente en un mundo donde las ideas no tienen fronteras.
Las palabras de Vargas Llosa, en su discurso de agradecimiento, que hablan de la libertad que hemos conquistando “en la larga hazaña de la civilización” frente a los que pretenden arrebatárnosla, fueron lo suficientemente elocuentes para recordad que un compañero de galardón no pudo acudir porque la intransigencia tiene muchas caras… y esta vez se disfrazó con la de la política.
Las autoridades chinas han impedido a Liu Xiaobo recoger físicamente como individuo libre el Premio Nobel de la Paz, pero su espíritu estuvo en la ceremonia para vergüenza y oprobio de los que se lo han impedido.
Por cierto, a Guillermo Fariñas le han impedido en Cuba viajar a Estrasburgo a recoger el premio Sajarov del Parlamento Europeo a la libertad de conciencia. ¡Qué deplorable decisión!

sábado, 11 de diciembre de 2010

EL CENTRO JOSÉ GUERRERO O EL DESPROPÓSITO DE SU CIERRE

La crisis económica se está convirtiendo en la coartada perfecta para muchas decisiones que están acabando con prestaciones sociales, poder adquisitivo de los ciudadanos o actividades culturales.
No sé si el cierre del Centro José Guerrero de Granada es consecuencia de la crisis o de decisiones políticas erróneas y desafortunadas. Pero lo cierto es que todo indica que tiene los días contados si un milagro no lo remedia. Y a estas alturas de vida creemos poco en los milagros. Un ejemplo próximo lo tenemos en el Chillida-Leku de San Sebastián, que hace unos días cerró sus puertas. El arte está perdiendo la partida frente a una mentalidad utilitarista y economicista.
Sería al inicio de los años ochenta cuando el expresionismo abstracto se me presentó como una nueva dimensión de la pintura no apreciada hasta entonces. Fue en 1981 en la exposición ‘Romper el Cerco’ del entonces pupilo de José Guerrero, el pintor Juan Vida, celebrada en la galería Avellano de Granada. Era un tiempo en que, cursando los estudios de Historia, la asignatura de Arte había puesto frente a mí la pintura de todas las épocas, con la misma celeridad que si hubiera recorrido a paso ligero las salas de una pinacoteca donde se suceden todos los estilos artísticos. Algo así como me ocurrió una tarde en que apuraba el final de mi visita al Louvre.
Aquella exposición en el Avellano, con el expresionismo abstracto como telón de fondo, quería contribuir a que esa Granada del arranque de los ochenta, afanada en sacudirse la herencia del franquismo, fuese mucho más que un remedo de movida madrileña o un rescoldo de cultura a la sombra de la Alhambra. El impulso de la cultura de aquella ciudad tenía un germen de gran potencialidad, entre otras, con la poesía de la ‘nueva sentimentalidad’ y una apertura artística vinculada a la creación de algunos proyectos culturales más contemporáneos para la ciudad.
Granada aspiraba no solo a ser la ciudad que albergaba lo mejor del arte musulmán, o valiosos edificios con el renacimiento y el barroco entremezclados, o espacios urbanos donde convivían lo judío, lo árabe y lo cristiano, sino a ser una ciudad que ofreciera asimismo el arte de ahora, el más moderno, el arte de vanguardia y contemporáneo.
El legado de José Guerrero representaba mucho de esto. Y que se pudiera asentar en Granada, un notable exponente de que esta ciudad era capaz de conjugar su inestimable legado artístico y cultural de siglos con la expresión artística más reciente. Así que la donación de la obra del artista a la Diputación de Granada por parte de la viuda supuso un excelente privilegio para esta ciudad.
No fueron pocos los debates que se suscitaron en torno al edificio que albergaría la obra de Guerrero. Las instalaciones del antiguo periódico ‘Patria’ y su remodelación con un aire moderno, funcional y atrevido, en un entorno dominado por arte musulmán, renacimiento y barroco, fueron objeto de toda clase de opiniones. La ciudad se sentía viva en aquel año 2000.
Durante diez años el edificio de la calle Oficios ha albergado el Centro José Guerrero, pero nuevos pensamientos donde la cultura parece que ha pasado a un segundo plano quieren acabar con ello.
Con este cierre, una parte significativa del patrimonio cultural de la ciudad sucumbe sin remisión. De consumarse la salida de la obra de José Guerrero habremos asestado un ‘hachazo’ a la cultura granadina que amputará una de sus principales señas de identidad.
¿Tendrá que irse de nuevo la obra de Guerrero a Nueva York o a París para que sea reconocida en su ciudad?
Más de uno se va a cubrir de gloria con semejante despropósito.

*Artículo publicado en el periódico Ideal, 11/12/2010.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

AQUEL PASADO QUE NO CESA*

La Guerra Civil es una herida demasiado profunda como para que haya tenido ocasión para cicatrizar. Aquellos tiempos han dejado demasiadas secuelas, no sólo en muertes sin sentido o en injustas represalias, sino en la memoria individual y colectiva. Y ésta, que es como la de un elefante, ya me dirán cuándo llegará a olvidar.
Aquella guerra (también, su antes y su después) es un tema recurrente, no ya para la historiografía, de todo punto lógico, sino para la literatura, el cine, el arte, el periodismo y otras manifestaciones civiles, institucionales o culturales. La proliferación de novelas que tienen como fondo la guerra se prodiga sobremanera. Sin ir más lejos y acudiendo a lo más reciente: Riña de gatos de Eduardo Mendoza o Inés y la alegría de Almudena Grandes. Ambas son un buen exponente de la plena actualidad del tema. La mirada de los españoles no deja de fijarse en aquel tiempo, quizá como síntoma de indispensable terapia colectiva. No es bueno guardar para sí ni el dolor ni los traumas.
En el campo de la Historia se ha abierto en los últimos años una lucha enconada, cuando no iracunda, en un enfrentamiento dialéctico entre ‘bandos’: los que muestran una visión más próxima a la República (Ángel Viñas, Santos Juliá) y los que en una línea revisionista se postulan en la defensa del golpe de Estado del 36 y del régimen fascista que se instaló con él (Pío Moa o César Vidal). La objetividad en el estudio histórico no existe, pero el estudio riguroso y documentado sí, puede ser la diferencia entre ambas visiones. Esta línea revisionista que ha venido alimentada desde la extrema derecha, noqueada durante dos décadas tras el fracaso del 23-F, desde hace tiempo se está dejando oír no sin cierta estridencia. Existen algunos medios de comunicación creados, entre otros objetivos, para tal fin.
La lectura de La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina me ha devuelto a la reflexión sobre todo lo que significó aquella guerra para los españoles de entonces (nuestros abuelos y nuestros padres, no otros), que vieron cómo se convulsionaba toda su vida: su cotidianidad, sus ilusiones más inmediatas, sus anhelos más próximos o sus proyectos de vida. Y a la vista de la pasión con que hoy se viven aquellos hechos, tendrá que pasar mucho tiempo antes de que los españoles alcancemos a verlos con perspectiva histórica. Que no significa otra cosa que quedar en la memoria colectiva con el mismo impacto para el presente que tienen las guerras carlistas para los españoles de este arranque del siglo XXI.
La lectura de esta novela nos alerta sobre algunas de las actitudes y formas de proceder que proliferaron en la España republicana. La obra nos sumerge en el Madrid de los meses anteriores y posteriores al inicio de la guerra. Casi siempre los momentos próximos a los hechos históricos suelen mostrar las verdaderas razones que movilizan nuestra actuación y el alcance de nuestras reacciones, antes de que el curso de los acontecimientos contamine las trayectorias ideológicas y las estrategias a seguir. Al producirse la sublevación cada cual se manifestó en su originalidad, como pillado por sorpresa. Unos revelaron su cobardía y otros su egoísmo, mientras que algunos se sumieron en su debilidad y otros en la ausencia de escrúpulos.
Una de las claves (obviamente, hay muchas más) de la derrota de la República la desvelan esos primeros meses de la guerra: la enorme fragmentación ideológica entre las fuerzas que la defendían y esa estúpida intransigencia que mostraron entre ellas. El Madrid de ese tiempo, como ocurrió en otras muchas ciudades y pueblos de España, fue dominado por un crisol ideológico donde cada uno hizo la guerra por su cuenta. Anarquistas, socialistas, ugetistas, cenetistas, comunistas, libertarios… todo el mundo dividido y todos en posesión de la ‘verdad’ y la solución al conflicto.
Los que se sublevaron mostraron firmeza en la acción, mientras que los que quisieron defender la República se sumieron en la confusión y en inoportunos y, a veces, estúpidos proyectos de acción ideológica. No obstante, en lo que coincidieron fue en sacar a relucir la ‘bestia’, pero a diferencia de los sublevados una bestia de múltiples cabezas que pugnaban entre sí. Aquel horror en que se convirtieron los primeros días de la contienda en el Madrid republicano parecían no tener fin. La caza del enemigo se erigió en la principal premisa de actuación, todo se dejó a la suerte que cada cual buscó.
Me contaba un familiar ya desaparecido, hombre de fuerte convicción comunista (vaya la aclaración por delante) que algunos milicianos republicanos se condujeron con la misma crueldad que soportaron muchas gentes de los pueblos arrasados por las razias que perpetraron los fascistas en sus incursiones en el frente republicano. Esa actitud republicana, casi guiada por el instinto más que por la directriz gubernamental, la justificaban bajo estúpidas razones de defensa de la causa, limpieza de los enemigos de la República, razón ideológica o de praxis de cualquier otro tipo.
Una guerra, donde la confianza en los ‘nuestros’ no existía, no se podía ganar con aquella locura miliciana que se extendió por doquier en la España republicana. Se gastaron las energías en una desbaratada depuración del enemigo interior, en una obsesiva persecución sobre cualquiera que levantara una mínima sospecha, aunque fuera de los ‘nuestros’.
La Guerra Civil está de actualidad, y lo seguirá por mucho tiempo.

*Artículo publicado en el periódico Ideal, 30/11/2010.

lunes, 29 de noviembre de 2010

37 MAGNÍFICOS CIUDADANOS, 37

La crisis económica está subvirtiendo las ideas.
En política decidimos todos (al menos, votamos), en economía solo unos cuantos.
Citar a los 37 empresarios más poderosos de España a una reunión por parte del Gobierno de España, ¿es como citarse con el enemigo?, ¿no son ellos parte de ‘los mercados’ que tanto está especulando a nuestras espaldas para hacer tambalear la economía del país? A lo mejor es que debe funcionar la máxima: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”.
Supongo que ninguno de estos 37 formará parte de esos que están extendiendo el bulo de que la economía española tiene que ser intervenida por la Unión Europea, como antes la griega y ahora la irlandesa. Si no, ¡menudo panorama!
No sé si esta reunión habrá sido idea del equipo de asesores económicos que rodea al presidente Zapatero, solo espero que esta vez hayan acertado. Y que no sea otra estrategia fallida más de las que han marcado la dirección de la política económica en los últimos dos años.
En la situación económica actual, resentida ya la situación social y afectada la política, hablar hay que hablar, acaso más que nunca, pero con muchos, no solo con 37 ciudadanos.
La situación económica actual es una locura que tiene a todos los gobiernos con la lengua fuera, al ritmo que le marcan los que nos sumieron en la crisis: los mercados. No existe tregua para nadie. Y menos para los ciudadanos que suelen llevarse la peor parte.
Estos 37 ciudadanos le piden al presidente del Gobierno que no le tiemble el pulso a la hora de adoptar medidas de ajuste y medidas estructurales en la economía. ¿Y qué le piden el resto de los ciudadanos españoles?, porque estos tendrán bastante qué decir. Al fin y al cabo sobre ellos recaerán tales ajustes.
Las fuerzas económicas se han impuesto a las fuerzas políticas. Y con descaro. ¿Acaso no ha sido siempre así?
Es posible que para acabar con la crisis no quede otra alternativa que hacer uso de las mismas reglas en que se basa la economía de mercado en la que estamos instalados. ¿O es que alguien piensa que hay otra forma de hacerlo sin subvertir el actual modelo económico?
Si alguien lo piensa que escuche las sabias palabras del economista José Luis Sampedro en unas entrevistas que circulan por internet (youtube) donde habla de que el modelo económico de crecimiento que hemos tenido en las últimas décadas está agotado. El planeta no puede soportarlo más.
La crisis económica está subvirtiendo las ideas. Las ideas de una izquierda que está atrapada por el pegajoso mercado. Una izquierda que desde hace mucho tiempo para sobrevivir tuvo que cambiar muchos de sus postulados. Y hasta de sus principios.
A ver qué dicen los 37 de aquí y los otros muchos ‘37’ que hay por el resto de países sumidos en la crisis, porque los gobiernos parecen decir poco (al menos los ánimos del G-20, que con el estallido de la crisis financiera habló de controlar los mercados, parecen haberse desinflado).
Y mientras todo esto ocurre, nuestro país adolece de contar con una clase política capaz de ejercer la alta política: esa que obliga a alcanzar acuerdos entre partidos para impulsar medidas de urgencia ante graves situaciones del país. En Alemania los partidos han sabido unir fuerzas en situaciones que el país lo demandaba. Aquí solo parece que importa llegar al poder a toda costa, sin tener en cuenta el sufrimiento de una población atacada por la fiereza de una crisis económica.
El Partido Popular nos quiere hacer creer que sería capaz de resolver la actual situación de crisis si accediera al poder, pero quiere confundirnos. Esta crisis no se superará hasta que no se ponga un poco de orden en la economía mundial de mercado. Y esto se ve difícil.
El tendero de mi barrio ya me lo decía: “El capital es el capital… y es el que manda”.

domingo, 14 de noviembre de 2010

LA CULTURA DE LA CALIDAD Y DE LA EVALUACIÓN: UN DEBATE PENDIENTE*

Los sistemas de control de calidad están a la orden del día en todos los ámbitos de la actividad humana. En productos que se venden y servicios que se prestan, alimentos que comemos, juguetes para nuestros hijos, ropas que vestimos o en sistemas de transporte que utilizamos.
El ciudadano ‘cliente’ se ha acostumbrado a ello y exige la calidad en los servicios que le prestan y en los productos que consume.
En los servicios públicos es también una realidad. La cultura de control de la calidad en educación o sanidad la estamos experimentando desde hace ya algunos años.
Invitado por el Ateneo de Granada tuve ocasión de formar parte de una mesa redonda con el tema: “La cultura de la calidad y de la evaluación: un debate pendiente”.
En la mesa intervinieron también: Juan Calatrava (Las trampas de la excelencia), Juan Irigoyen (La calidad: infancia, vocación y primeras experiencias), Jesús Ambel (Cultura de calidad y subjetividad) y Sergio Hinojosa (moderador).
Mi intervención versó sobre las connotaciones que los sistemas de control de calidad tienen en el ámbito educativo. Su título: “La calidad en la educación: una pretensión contradictoria”.
La calidad en la educación es un principio asumido en las leyes educativas que se han sucedido en los años de democracia. Si bien, estamos frente a un discurso que ha perdido valor por haberse convertido en un argumento recurrente, que ha terminado por no convencer.
No obstante, cabría preguntarse en dónde se establece el techo de la calidad. Ya que hemos asistido en los últimos veinte años a un discurso reiterativo de frecuentes peticiones de inversiones y recursos para la educación en pro de alcanzar esa calidad que nunca llega. Una petición que es como la rueda de una noria que da vueltas sin fin siguiendo una órbita que siempre le lleva al mismo punto. No nos extraña que este discurso de la calidad se haya desvirtuado sobremanera.
La calidad de la educación se enmarca en el paradigma de la eficacia, tecnocrático y de los estándares. Medida y control sobre todos los elementos del sistema como instrumento para controlar la organización y para justificar su puesta en ejecución.
Los discursos políticos reproducen el papel que se le asigna a la educación en la sociedad del conocimiento: la de ser el centro de la economía. Así lo decía el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, no hace mucho: “Mi objetivo es colocar a la educación en el centro de la economía”.
Asimismo lo había dicho expresado el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a poco de iniciar su mandato en enero de 2009: “La nación que nos supere en educación nos superará como competidor económico”.
En Andalucía, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, hacía un alegato a favor de la educación diciendo: “Si me permiten un juego de palabras de todas las políticas, la educación es la política”. Y añadía: “De la calidad de la educación depende el futuro de Andalucía”.
La educación en términos de productividad asociada a la economía, ésa es la visión que desde la política se tiene de la educación, con matices según el color ideológico de quien lo dice, introduciendo consideraciones sobre la equidad o la igualdad de oportunidades.
Sin embargo, existe un lado perverso en este discurso de la calidad: la condición de ciudadano se debilita frente a la dimensión de cliente. Algo que en educación es, si cabe, aún más grave.
La cultura de la calidad es sinónimo de mayor eficacia y de más competitividad. Al tiempo que promueve el control en el uso del capital humano como herramienta de trabajo, lejos de su consideración como persona.
En estos parámetros se desenvuelve la educación de nuestros días. No nos viene mal una reflexión en este sentido.

* El acto tuvo lugar el jueves 11/11/2010, en el Salón Rojo de la Facultad de Derecho (Universidad de Granada).

viernes, 12 de noviembre de 2010

EL COMPROMISO DOCENTE

El profesorado es, si no la clave, una de las claves en la calidad de la educación. En ello coinciden autores e informes internacionales cuando se refieren al papel que desempeña el docente en la educación.
El compromiso docente en la educación ha sido la temática sobre la que ha versado el Primer Congreso Nacional sobre el Compromiso Docente (Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de Granada, 9-11 de noviembre, 2010).
El filósofo Emilio Lledó vino a decir (XXIV Semana Monográfica de la Educación de la Fundación Santillana, noviembre, 2009) que el profesorado de hoy se mueve entre la épica y la lírica. La épica de un trabajo que se ha complicado más que nunca y la lírica de la vocación del enseñante. Lo único que puede dar autoridad y prestigio a la profesión docente es “el amor a lo que se enseña y el amor a los que se enseña”.
El congreso ha tratado de generar un debate sobre la situación del sistema educativo español, el papel del profesorado en la escuela y la realización de propuestas alternativas acerca de la formación del docente y su trabajo en el aula.

lunes, 8 de noviembre de 2010

MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

La reciente visita del Papa Benedicto XVI a Santiago de Compostela y a Barcelona no ha dejado indiferente a nadie.
Todas las cosas buenas que la Iglesia Católica pueda estar haciendo en el mundo se ven sórdidamente eclipsadas por la mentalidad retrógrada de la jerarquía eclesiástica.
Y es que el reino del Vaticano parece no ser de este mundo. De un mundo del siglo XXI en el que muchos de los postulados de la Iglesia y de las ideas que defiende su jerarquía están más cercanos al concilio de Trento que a lo que la sociedad actual demanda.
A Benedicto XVI le faltó decir en la rueda de prensa a bordo del avión que lo trasladaba a España, así como en sus discursos ‘pastorales’, que “Mi reino no es de este mundo”, como dijera Jesús a Pilato (Juan 18, 36). Porque ésa es la impresión que se percibe a tenor del grado de desconexión que la Iglesia exhibe con respecto a la sociedad donde se incardina.
Y es que le pierde esa aspiración universal de fe que entra en colisión con los derechos y las libertades públicas de la sociedad civil, como si sus creencias y dogmas tuvieran que ser asumidas por toda la ciudadanía.
La Iglesia cada vez está más alejada de la sociedad civil. Ratzinger otra vez se ha postulado en contra de muchos católicos cuando habla de un modelo de familia ‘natural’, de la función de la mujer en la sociedad o de prácticas sexuales. Conquistas asumidas y practicadas por muchos católicos que son homosexuales, utilizan el preservativo, abortan o trabajan fuera del hogar y comparten las tareas de éste.
Y no le ha bastado con insistir en su pensamiento retrógrado, sino que ha insinuado la existencia de un anticlericalismo en la España actual al referirse al laicismo de la sociedad española, por otra parte amparado por la Constitución.
La alusión a la España de los años treinta ha sido un deplorable ejercicio de burda insidia. Es como confundir el laicismo con una patata, y perdonen el ejemplo. Ser laico no significa ser anticlerical.
Identificarse como laico no está reñido con respetar las confesiones religiosas que pueda haber en un país. Eso sí, solo en la medida que no pretendan imponer su doctrina, su moral y sus reglas religiosas a la fuerza a quien no quiere pertenecer a ninguna de ellas.
Si ser laico es ser anticlerical, como parece deducirse de lo expresado por el ex cardenal Ratzinger, es tratar de confundir innecesariamente las atrocidades que se cometieron en la antesala y en la sala de la guerra civil con la quema de iglesias y asesinatos de religiosos (una barbaridad injustificable), con una postura civil que en la actualidad no aspira a ningún ejercicio de agresividad, tan solo a no pretender que un dogma religioso y no civil, sea el que sea, condicione nuestras vidas.
Y si hablamos de los años treinta... también lo podemos hacer del espurio papel que ejerció la Iglesia tan apegada a regímenes fascistas y dictatoriales.
Si no cambia, mucho me temo que la Iglesia actual, al menos su jerarquía, camina haciendo realidad un cada vez mayor distanciamiento con la sociedad actual y el mundo que la rodea.

martes, 2 de noviembre de 2010

LA DECENCIA EN LA COSA PÚBLICA*

Me preocupan los datos que ha proporcionado el barómetro de septiembre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La clase política y los partidos políticos siguen siendo parte del problema que tiene España en este momento, al menos ésa es la percepción de los ciudadanos entrevistados por el CIS, que sitúan a ambos como el tercer problema más importante en nuestro país. Por delante están el desempleo y la crisis económica, cosa obvia a tenor de la dimensión con que afectan a las familias y a la sociedad española.
Que la clase política sea un problema es una cuestión que puede resultar extraña. Los ciudadanos han respondido a la pregunta: ¿cuál cree usted que es el principal problema que existe en España? Tiene sentido la respuesta que alude a los dos que ocupan los primeros puestos, como lo tendrían las drogas, el terrorismo o la inseguridad ciudadana, porque se trata de productos o acciones susceptibles de agredirnos de manera directa. No creo que la clase política sea un virus que vaya provocando alergias o enfermedades. Otra cosa distinta es que hablemos de la gestión pública, que puede ser buena o mala, según las consecuencias que tenga para la vida social y económica de un país o de una ciudad. Pero no todos los políticos gobiernan y no todos los partidos políticos ganan unas elecciones y tienen posibilidad de gobernar.
A otra pregunta que recoge la encuesta (¿cuál es el problema que a usted personalmente le afecta más?) los ciudadanos sitúan a la clase política y los partidos políticos en cuarto lugar, ya que ahora las pensiones ocupan el tercero. Y las pensiones sí son un factor que afecta directamente a las personas porque de su cobro, en mayor o menor cuantía, depende el nivel adquisitivo de una persona y su calidad de vida. Ser político o ser una organización política, en sí mismo, es difícil que constituyan un problema que perturbe directamente a los ciudadanos. El político no va a casa de nadie a dejar desempleado a un hijo o a sisar en la cartera para que alguien no pueda comprar la bombona de butano.
¿Dónde radica, entonces, ese malestar de los ciudadanos hacia la llamada clase política y los partidos políticos para considerarlos como un problema?
En tiempos difíciles como los que nos han tocado vivir es lógico que la percepción del ciudadano sea negativa hacia los que considera que pueden hacer algo más por mejorar la situación social y económica. La personalización de la autoría de los problemas es algo que se comprende. El ciudadano cuando culpa a alguien de los problemas de un país o los que le afligen en su entorno próximo es natural que se acuerde del presidente del Gobierno o del ministro de turno, del presidente de su comunidad autónoma o del consejero del ramo y, en su caso, del alcalde. A ellos responsabiliza, pero no todos los que se dedican a la política ostentan estos cargos ejecutivos, u otros legislativos. Ni todos los políticos son iguales, como tampoco lo son todos los jueces o todos los profesores.
Esta negativa percepción ciudadana creo que hay que buscarla en otros aspectos que nada tienen que ver con la gestión pública y que probablemente sean más preocupantes que los derivados de ésta. Pues a una mala gestión se pone remedio en una democracia cambiando de opción política, pero a determinadas prácticas que abochornan al ciudadano y desacreditan a la política resulta más difícil cambiarlas en unas elecciones. Vivimos tiempos en que la imagen es una poderosa arma, y esa imagen se construye cada día. Es así como a la clase política le benefician muy poco las conductas poco éticas, las peleas parlamentarias y extraparlamentarias, así como sembrar de obstáculos proyectos de interés general, la corrupción, las mentiras, el uso de la política en provecho propio, hacer de ella una profesión o pulular de cargo en cargo como si para todos se estuviese capacitado. Todo esto es lo que al ciudadano le abochorna, lo que le hace sentir vergüenza ajena y por lo que cuando puede muestra su malestar.
La cosa pública es un servicio a la sociedad no un servicio a lo personal. Y en política se dan sobradas muestras de que lo personal prevalece sobre el interés general. La actitud ética de la persona, como le dice Savater a Amador, es ante todo una perspectiva personal (uno hace para bien suyo, se pone de acuerdo con uno mismo); por el contrario, la actitud política tiene que ver con los demás, con buscar el acuerdo con ellos, con volcarse hacia los demás. Demasiadas veces se confunde una cosa con otra. Estar en política es estar con los demás, es mostrarse en un escaparate público que no puede tener recovecos, porque la transparencia es una condición sin reservas.
Me preocupa la opinión ciudadana que refleja el CIS porque todo ese malestar está abriendo una fractura entre la clase política y la ciudadanía, entre los partidos políticos y los ciudadanos, de consecuencias imprevisibles. Por lo pronto, dicho malestar se puede trasladar al Estado y a las instituciones donde están los políticos gobernando. Y llegado el caso, la imagen del Estado y las instituciones públicas podría resentirse, lo que iría en detrimento de nuestra salud democrática.
La decencia en la cosa pública hay que demostrarla cada día y en cada acción.

* Artículo publicado en el periódico Ideal, 2/11/2010.

viernes, 29 de octubre de 2010

RAFAEL ALBERTI, LA IMAGEN FRÍVOLA

En estos días hemos sabido que la Fundación Rafael Alberti, justo al cumplirse el undécimo aniversario de la muerte del poeta (28/10/1999), ha sido clausurada. Quizá sea una más de las consecuencias de esta crisis económica que se está llevando sueños e ilusiones.
Todavía tengo el recuerdo del poeta de la Generación del 27 subido en la tribuna de la plaza Bibarrambla, en Granada, acompañado entre otros por Matilde Cantos, aquel domingo 24 de febrero de 1980, reivindicando con su voz melódica y cadenciosa la autonomía para Andalucía en los sones de aquella ‘Balada del que nunca fue a Granada’.
Desde hace un tiempo me asalta una duda acerca de la imagen que Antonio Muñoz Molina nos ha trasladado de Rafael Alberti en su novela La noche de los tiempos.
Muñoz Molina hace en la novela una incursión en la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura cuando Ignacio Abel, el protagonista, emprende la desesperada búsqueda del profesor Roosman por el Madrid turbulento y enloquecido de los primeros días de la guerra civil. En esa búsqueda del viejo profesor alemán, que le había dado clase al arquitecto Abel en la Alemania de Weimar, acude a la Alianza de Intelectuales para que le ayudaran a encontrar a Roosman.
En las veces que va al encuentro con José Bergamín en el palacio Heredia Spínola, sede de la Alianza, se encontrará con Rafael Alberti.
En el primer encuentro, Ignacio Abel, entre el ajetreo de personas que cargan unos bultos, observa la figura de un “hombre rubio y algo carnoso, muy sonriente, que le era familiar, aunque no llegaba a identificarlo, quizás porque ahora iba vestido de miliciano, con un mono azul impoluto y un correaje brillante, con una cámara fotográfica en bandolera en vez de fusil”. Y cuando acompañado por Bergamín llega a su altura el texto dice: “Al pasar a su lado olió a brillantina y colonia”.
Muñoz Molina en todo este pasaje de la novela nos ha estado haciendo una cruda descripción de ese Madrid plagado de miedo y ejecuciones sumarias, de ciudadanos amedrentados por la arbitrariedad de quienes se arrogan el control de los individuos, la limpieza de los elementos enemigos y la defensa de la República: los milicianos que brotan de todas la organizaciones políticas y sindicales leales al orden democrático establecido.
En otro momento de su entrada en el palacio le alcanza una visión: “En un salón cercano ya estaba ensayando la orquestina para el baile de disfraces que el poeta Alberti y su mujer llevaban organizando varios días, en homenaje a los escritores franceses de visita en Madrid, aprovechando la abundancia innumerable de trajes de gala y de carnaval hallados en los armarios de los marqueses fugitivos”.
En estas dos aproximaciones a la imagen de Alberti aflora una percepción del poeta que contrasta con la atmósfera que el novelista nos hace sentir de un Madrid tumultuoso, de delaciones y personas sacadas de sus casas a horas intempestivas de la noche para darles el ‘último paseo’.
Madrid se presenta oscuro y con la pesadumbre del miedo y la angustia de sus gentes. Una ciudad que empieza a dejarse a su suerte como la vida de sus ciudadanos a la que le deparan las acciones arbitrarias y violentas de los grupos de milicianos y las sucesivas agresiones aéreas de las tropas sublevadas.
¿A qué obedece esta imagen de frivolidad que Muñoz Molina parece plasmar en su novela acerca de Rafael Alberti?
Imagen que no es compensada en toda la novela con valor alguno que resalte al poeta.

lunes, 18 de octubre de 2010

EL NOBEL MARIO VARGAS LLOSA

Pocas veces tiene uno la sensación de que la entrega de un galardón o un premio hace honor a los méritos y merecimientos del premiado. Pues bien, una de ellas es ésta en la que se ha concedido el Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa. Su obra literaria simplemente lo avala.
La capacidad narrativa, la capacidad de imaginar y la riqueza en el uso del lenguaje son elementos que caracterizan su obra. Una obra extensa como corresponde a alguien que ha disfrutado, como bien ha reconocido, con el oficio de escritor.
Algo que se percibe cuando se le oye hablar. Lo hace con tanta pasión y prodigalidad en el verbo, enmarcado todo por esa sonrisa natural que le acompaña, que hasta entusiasma escucharlo.
La densa narrativa que escarba en el primitivismo de la naturaleza humana de La guerra del fin del mundo, la filigrana magistral que pasea con vértigo en el despertar a la vida de Los cachorros o el retrato sórdido de una sociedad que la dictadura es capaz de resquebrajar de Conversación en la catedral, no son más que tres botones de muestra de una fecunda obra. Porque hay más y más obras donde Vargas Llosa se mueve como un maestro de la palabra y de la recreación para poner a prueba la inteligencia del lector.
La fiesta del Chivo me sirvió para captar las sensaciones que a su regreso le provocaban la antigua casa, los espacios y lugares urbanos, y la ciudad entera a Urania Cabral. Conocer la visión de esta mujer que regresaba tras años de ausencia es lo que necesitaba para saber y para determinar cuáles podrían haber sido las emociones que sentiría Matilde Santos cuando se encontrara con Granada, tras un exilio de treinta años, en La renta del dolor.
Necesitaba captar las emociones que se despiertan en una persona cuando una larga ausencia te hace recobrar el contacto con tantas experiencias vividas, casi todas engarzadas en la niñez y la juventud. Las etapas de la vida en que los espacios urbanos alcanzan toda su viveza, marcando nuestra personalidad, al tiempo que transmiten y modelan nuestras percepciones.
Él ha sabido retratar mejor que nadie (excúseme el autor de El otoño del patriarca, García Márquez) el poder despótico y tiránico que ha subyugado a América Latina durante décadas. Hasta el punto de haber llegado al compromiso personal contra estos regímenes que han masacrado a pueblos enteros.
Después de tanta espera le ha llegado un reconocimiento que probablemente no hacía falta para valorar su obra, pero que una vez llegado no está de más.
La larga espera no le ha privado seguir exhibiendo y prodigándose no sólo en su obra narrativa sino en una presencia permanente en la prensa diaria, como buen hombre de su tiempo que sigue y siente los acontecimientos de la actualidad.
Enhorabuena al maestro del que a buen seguro seguiré aprendiendo en este oficio de escribidor.

sábado, 16 de octubre de 2010

LA CLASE POLÍTICA, ¿UN PROBLEMA PARA LOS CIUDADANOS?

El barómetro de septiembre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha mostrado unos datos preocupantes: la clase política y los partidos políticos siguen siendo parte del problema que tiene España en este momento. Al menos, ésa es la percepción de los ciudadanos entrevistados por el CIS, que sitúan a ambos como el tercer problema más importante en nuestro país, después del desempleo y la crisis económica.
Esto tiene muchas interpretaciones, pero hay una que a mí personalmente me preocupa sobremanera: la imagen que se está trasladando desde el interior de los partidos políticos a la sociedad.
Esa imagen se construye cada día y en absoluto le benefician conductas poco éticas y maniobras que la ciudadanía no termina de comprender, más allá de la corrupción, la mentira o los bochornosos espectáculos que se derivan de la crispación. Me refiero al uso de la política en provecho propio, a hacer de ella una profesión, a pulular de puesto en puesto como si para todo se sirviera…
Todo esto es lo que al ciudadano le sonroja, siente vergüenza ajena y cuando puede muestra su malestar.
Vivimos un tiempo en que las historias o los relatos establecen las coordenadas para el éxito o el fracaso. Construir una ‘verdad’, construir una ‘historia’, reforzada por la imagen, puede resultar a corto plazo muy rentable políticamente. Pero habremos engañado al ciudadano porque le habremos hecho creer en una historia carente de principios éticos y morales. Ése camino no me gusta porque se inicia con la mentira.
El desaliento del ciudadano ante los asuntos públicos es un síntoma de la sociedad actual. Ante ellos adopta dos actitudes: el distanciamiento o la rebelión. La primera es la más frecuente (dejar hacer a los otros), la segunda se produce casi siempre como una reacción ante lo imperdonable (pero ocurre muy poco).
Desde la política se ha acostumbrado al ciudadano a dárselo todo hecho: ‘no es necesario que pienses para eso estamos los demás’, es como si lo sumergiéramos en el ‘mundo feliz’ de Aldous Huxley. Pero a diferencia de los ‘alfa-más’ o las ‘beta-más’ cuando las cosas van mal el ciudadano de hoy, que no tiene subyugada aún su libertad, se rebela.
Prodigar desde la política decisiones que son incomprensibles para la opinión pública resulta contraproducente. Que se pueda hacer no significa que la ciudadanía lo acepte. Me preocupa enormemente esa opinión ciudadana que dice que la clase política y los partidos políticos son un problema para esta sociedad. La fractura que se está abriendo entre la clase política y la ciudadanía, entre los partidos políticos y los ciudadanos, es de consecuencias imprevisibles.
Y me preocupa más porque este malestar es fácil que se traslade al Estado y a las instituciones donde están los políticos gobernando, y éstas ya no serán vistas por la población de la misma manera. Es posible hasta que se desacrediten porque se confundan con los que están al frente de ellas. Pero las instituciones no son patrimonio de ningún partido político.
Si a esto no ponen remedio los partidos políticos, si no penen más decencia en sus formas de proceder internamente, es probable que terminemos lamentándolo todos.

domingo, 10 de octubre de 2010

A RASTRAS CON LA DIGNIDAD HUMANA

Los historiadores solemos pasar de puntillas por acontecimientos de la vida diaria como si obsesionados por la mejor y más certera explicación de los hechos quisiéramos encontrar las razones que los explican en reflexivos y complejos análisis.
La fotografía que encabeza esta entrada me impactó cuando la vi en EL País (6/10/2010), no porque se trate de una imagen que muestra una escena espeluznante a las que ya estamos habituados, sino porque en mi caso coincidió con la lectura de las últimas páginas de La noche de los tiempos, la novela de Antonio Muñoz Molina ya aludida en una entrada anterior.
La imagen testimonia un hecho macabro: un grupo de jóvenes y de niños somalíes arrastran el cadáver de un casco azul de la Unión Africana. En Somalia las tropas de la ONU tratan de ‘poner orden’ en el caos dominado por la lucha entre las tropas gubernamentales y los grupos islamistas.
Muñoz Molina nos relata en su novela cómo los niños solían jugar por las mañanas con los cadáveres que los milicianos habían fusilado por la noche junto a la Residencia de Estudiantes, en las proximidades de la Ciudad Universitaria o en cualquier otro ‘paredón de la muerte’ improvisado que las milicias madrileñas tenían a bien utilizar en sus arbitrarias y e injustas ejecuciones.
Era corriente que los niños y los menos niños profanasen los cadáveres de los desgraciados que habían sido presa de la irracionalidad y el desatino de quienes provistos de una pistola o un fusil, en una situación de paranoia generalizada, se creían los salvadores de la República.
Jugaban con ellos como si de monigotes de trapo se trataran: les ponían cigarrillos en la boca, los disfrazaban con atuendos o marcaban sus rostros. En actos más inhumanos les cortaban las orejas o los testículos para metérselos en la boca, y arrastraban sus cuerpos inertes. Un testimonio de las bajas pasiones que ‘atesora’ el hombre y que la guerra es capaz de desatar en su manifestación más cruel.
Éste es el valor que a veces representa el ser humano para otros humanos. Esas bajas pasiones que anidan en cada uno de nosotros es la medida exacta que sirve para igualarnos unos a otros. Hasta donde seamos capaces de controlarlas será el punto donde podamos establecer la diferencia. Hasta donde alcance nuestra condición ética estará el límite que marque el respeto por la dignidad de los demás, aunque estén muertos.
Y no sólo en este extremo del mundo que es para nosotros Somalia.
Los que creen que los hombres somos tan diferentes, que existen las razas, que las culturas nos distinguen, que la educación nos diferencia… Denme una guerra y demostré lo contrario.
Es posible que arrastrar el cadáver del enemigo sea suficiente para explicar hasta dónde somos capaces de llegar.
Hasta es probable que con ello encontremos razones de peso que expliquen mejor cómo discurren los acontecimientos en las sociedades humanas que un sesudo análisis que se debate entre las causas políticas, ideológicas, económicas y sociales, o las razones estructurales o coyunturales. La naturaleza humana es capaz de mover montañas, más que las razones geoestratégicas que fundamentan el estallido de un conflicto bélico.
Instantáneas como ésta no sólo muestran las consecuencias que se derivan de los conflictos bélicos, sino que son parte de las causas que los generan.
Es como si no hubiera pasado el tiempo desde aquel otro donde los niños jugaban con los cadáveres, aún no retirados por el camión del Ayuntamiento, que amanecían por los rincones de un Madrid en guerra. Es como si el hombre fuera el mismo en cualquier tiempo y en cualquier parte del planeta.

jueves, 23 de septiembre de 2010

EL ‘CORREBOUS’ O LA RAZÓN PRÁCTICA

Este verano, ya finiquitado, no pretendía ofuscarme con los espectáculos que tienen a los animales como objeto de maltrato a lo largo y ancho del territorio nacional. Esa estúpida forma de entender la tradición.
Pero el Parlamento de Cataluña me ha encendido la mecha. En una votación ‘gloriosa’ sus señorías (último pleno de la legislatura) han blindado una fiesta ‘popular’ donde es flagrante el maltrato animal: el ‘correbous’.
En semejantes fiestas, un toro tiene que sufrir el acoso del fuego en la punta de su cornamenta, al tiempo que el acoso de una turba de individuos enloquecidos por la euforia y el divertimento. Según los lugares, incluso puede terminar en el mar.
A finales de julio este mismo Parlamento prohibía las corridas de toros en Cataluña por su crueldad y maltrato de estos animales.
Hay quienes han interpretado ambas votaciones como un ejercicio de doble moral. Al referirse a esta última piensan que está mediatizada por la inminencia de dos procesos electorales: autonómicos y municipales. En la prohibición de las corridas de toros consideran que se hizo por su connotación españolista. Pero esto se lo dejo a otros que juzgarán esta doble moral e hipocresía.
Es posible que sus señorías se hayan amparado para la votación del ‘correbous’ en la razón práctica.
La incongruencia de los que han votado de manera distinta en una y otra votación los desacredita como representantes de la ciudadanía, porque con su actitud demuestran (había libertad de voto) una variabilidad de criterio alarmante. Y eso en un representante político demuestra su poca fiabilidad.
Es probable que estos señores parlamentarios con las corridas de toros quisieran subirse al ‘olimpo’ de lo civilizado. Ahora con esto del ‘correbous’ se han dado un batacazo en el lodazal de la barbarie.
Algunos lo justifican diciendo que en estas fiestas el toro no muere, como si las villanías a que lo someten no contaran. Esto demuestra que la España supersticiosa y primitiva todavía no la hemos desterrado del todo.
Me gustaría rematar estas palabras como lo hiciera en una ocasión el genial José Antonio Labordeta (fallecido el domingo 19), siendo diputado en el Congreso.
Este insigne personaje, ejemplo de coherencia e integridad en su vida, durante una intervención en el Congreso, en la que algunas voces interrumpían su discurso, recriminó la actitud de los presentes y, ante la persistencia de éstos, concluyó, haciendo honor a su estilo directo y sin ambages, con un genial: ¡A la mierda!

sábado, 18 de septiembre de 2010

CUANDO SE RENUNCIA A LOS PRINCIPIOS

Francia expulsaba de su territorio nacional hace unos días a varios grupos de gitanos rumanos y búlgaros. Algo que suena a deportación, por muchos exabruptos desairados que Sarkozy lanzara en el Consejo Europeo del pasado jueves a los cuatro vientos y quisiera enmascararlo reivindicando el papel de Francia en la construcción europea y en los principios que la sustentan. Del que no dudamos.
La práctica de expulsiones colectivas son contrarias al derecho comunitario, a los valores europeos y a los principios donde se sustenta. En estas posiciones se ha movido el PSOE siempre. Incomprensiblemente (o, tal vez, comprensiblemente) José Luis Rodríguez Zapatero ha querido justificar a Sarkozy en estas decisiones políticas. Y no ha sido el único, todos los presidentes de los países cerraron filas en su derredor y quisieron matar al mensajero, la comisaria de Justicia, Viviane Reding. ¿Por qué?, ¿quizá de esta manera se defendían ellos ante previsibles errores futuros de gobierno?
Hablando de unanimidad, y de velado corporativismo, estamos deseando que también se tenga para adoptar otras decisiones importantes en materia económica o política. Que sirvan para fortalecer a la Unión Europea y que realmente sirva para recuperar e impulsar el peso perdido por Europa en el concierto internacional.
La conveniencia política ha triunfado por encima de los principios. Y esto es un error, sobre todo cuando el partido socialista los ha defendido en materia de inmigración siempre. ¿Por qué esta salida de tono del presidente Zapatero?
La conveniencia política no puede hacernos renunciar de nuestros principios. Ése no es el camino. Por encima de ello quedan la dignidad y la defensa de los derechos humanos.
Esta anuencia que ha mostrado Zapatero en asunto de tanta sensibilidad social es más extraña si cabe cuando viene a coincidir con tipos como Berlusconi, sabiendo cómo se las gasta en estos asuntos.
La impresión es que Berlusconi es ‘coherente’ con sus ‘principios’ (la política de deportaciones no es ajena a su forma de gobernar), Zapatero no sabemos dónde se sitúa. Estaría bien que se definiera. En estos temas no valen los atajos.

domingo, 5 de septiembre de 2010

CUESTIÓN DE FE, CUESTIÓN DE CIENCIA

El científico británico Stephen Hawking parece sostener en su nuevo libro, El Gran Diseño, (según se ha adelantado, pues no está todavía a la venta) que la física moderna excluye la posibilidad de que Dios crease el universo. Que éste es una consecuencia de las leyes de la física.
Anteriormente, en su obra Una breve historia del tiempo, mantuvo dudas al respecto. Compatibilizaba la existencia de un Dios creador y visión científica en la creación del universo. Ahora ya se ha liberado de un prejuicio religioso, que tampoco le hacía ningún favor.
Está bien superar estadios del conocimiento científico que nos descubran cada vez más la verdad de nuestros orígenes. Y en esa carrera conviene dejar a un lado las interferencias divinas. En la propia Iglesia, por ejemplo, hace tiempo que se superó el dilema sobre la existencia de Dios, estableciendo que se trata de una cuestión de fe y no de demostración científica.
La historia de la humanidad nos revela que cuando el hombre no ha sabido encontrar una respuesta racional o científica a los fenómenos naturales y emocionales recurría siempre a explicarlos según los ‘designios divinos’, que como ya se sabe son inescrutables. Tanto lo son que sirven de comodín para explicar todo lo que no entendemos.
Está bien que la ciencia y la religión sigan caminos paralelos. Como dos líneas paralelas que nunca se juntan. Ciencia y religión son como el agua y el aceite, imposibles de mezclar. Como deberían serlo política y religión.
Hay creencias en este mundo que son una cuestión de fe, un ámbito de la persona que cada cual debe gestionar. Pero la ciencia corresponde al espacio público y sólo desde ella debemos buscar las explicaciones a los fenómenos naturales que nos rodean.
Es muy sano investigar científicamente el universo sin la interferencia divina, nos iluminará más y nos confundirá menos.
Mi admiración por la figura científica de Stephen Hawking siempre ha sido grande, sobre todo cuando aprecias su capacidad de superación a pesar de su estado físico (un cerebro encerrado en un cuerpo inservible).
Aún me asalta una duda: después de esta afirmación acerca de la ausencia de Dios como artífice de la creación del universo no sé cómo se lo van a tomar los defensores de las tesis del creacionismo.

sábado, 28 de agosto de 2010

NO LA HE ABANDONADO

No, queridos amigos, no he abandonado la literatura. Esta sequía de dos meses en que no hay entrada alguna de literatura no significa que me hubiera olvidado de ella. ¡Cómo olvidarse de uno mismo!
Estos dos meses de verano han estado ocupados en la lectura y la escritura. La noche de los tiempos (Muñoz Molina, 2009) ha ido rellenado los huecos temporales en que la fatiga mental me impedía avanzar en las palabras escritas.
Mi nueva novela (permitid que no desvele aún el nombre de la misma) necesitaba la penúltima revisión (ya sabéis los que os dedicáis a esto que siempre nos queda una última lectura, aun cuando la encontremos expuesta en las librerías).
La ‘noche’ de mi novela y la ‘noche de los tiempos’ quizá tengan algo en común: ambas se amparan en el significado, bien sea astronómico o bien sea figurado, de la noche.
El trasnoche algo movido en que transcurre mi novela me obsesionaba y me sigue obsesionando. La noche es el tiempo cósmico más diáfano y transparente. Es el momento de nuestro ciclo vital que permite vernos a nosotros mismos, lo que realmente somos. Es cuando mejor nos conocemos y cuando mejor indagamos en nuestro interior. Las aventuras oníricas son capaces de reproducir todo aquello que la luz cegadora del día nos oculta. En la vigilia de la noche alcanzamos la visión más nítida de las preocupaciones, los miedos o los amores que conforman nuestra existencia. El día impide mirarnos hacia dentro, la oscuridad de la noche encierra toda la clarividencia para observarnos y reencontrarnos con nosotros mismos.
En La noche de los tiempos he ido descubriendo el valor de lo personal frente a los acontecimientos históricos que nos rodean, he ido descubriendo que al final de cada camino siempre estamos nosotros mismos, y que todo lo demás por muy importante y trascendente que parezca es aleatorio, es tangencial. Todos encerramos un universo inabarcable, el de las alegrías y las decepciones, el de los grandes proyectos de vida y los pequeños episodios cotidianos que nos gratifican. Un universo que esconde una realidad implacable que nos persigue: la del tiempo que se agota. Atrás quedarán ilusiones inacabadas, no iniciadas y, acaso, sólo soñadas.
Cada vez quedan menos proyectos por imaginar, menos tiempo para hacer. Habrá cosas que ya no podremos hacer nunca más, que sólo las imaginaremos o recordaremos porque corresponderán a otro tiempo de nosotros mismos. Serán nuestros tiempos, y muchos quedarán en el recuerdo.
Pero aún me quedan proyectos por hacer, aunque no sean todos los que yo quisiera.
La educación, mi otra gran pasión, ha ocupado muchas horas de escritura y reflexión en estos meses de estío. El ensayo La educación que pudo ser (al menos como se intitula ahora) es una mirada reflexiva a lo que representa esta magna construcción humana que sustenta la vida en sociedad. La educación es una representación de las grandes posibilidades que tiene el ser humano para hacerse a sí mismo.
Un ensayo que quiero ya terminar y que pronto quede para esa penúltima revisión. Me empuja el deseo de expresar tantas sensaciones vividas, de hablar de la educación que pudo ser, también de la que puede ser, de manifestar que a veces no somos leales con nosotros mismos ni con los que tenemos la obligación de educar. En fin, hablar de tantas cosas que uno vive a diario.
No, no he abandonado la literatura. Tan sólo que el verano me ha servido para recordar que todavía me quedan proyectos por hacer, a pesar del tiempo que se agota.

martes, 24 de agosto de 2010

MÁS QUE UNA CUESTIÓN DE CROMOSOMAS

No nos consuela saber que Adolf Hitler tenía cromosomas judíos y africanos. Este hecho no va a cambiar la historia, en todo caso la va a explicar mejor.
La noticia es que según muestras de saliva tomadas a 39 familiares de Hitler se ha advertido que tienen un cromosoma muy poco frecuente en Europa, pero habitual en habitantes originarios de Marruecos, Argelia y Túnez, así como en judíos.
Descubrir ahora esto no remedia el dolor que causó su régimen. Cuando un régimen lleva a cabo las atrocidades que cometió el nazismo en Alemania y en Europa, o los comunistas ‘jemeres rojos’ en Camboya o las dictaduras latinoamericas en Chile y Argentina, por poner sólo algunos ejemplos, no ha lugar al consuelo así que pasen muchos siglos.
La autoría de las crueldades contra los pueblos no es sólo la obra de un dictador sino la de muchas personas que se congregan en torno a él. Esos que tienen las mismas pretensiones y, si me apuran, más que su líder. Como las guerras las alientan los intereses de muchos individuos que guían la mano que firma la declaración de guerra.
Lo importante no es saber si este u otro dictador tenía cromosomas judíos o de una ‘rana peluda’, lo importante es que de vez en cuando se nos cuelan tipos de estos, que alcanzan el poder y se aposentan en él durante muchos años. Y es así como perdurarán mientras dure la anestesia que inocularon a la sociedad.
Quizás sea interesante saber que muchos de los que abominan de otros seres humanos lo hacen por rechazo congénito o porque no quieren reconocer en lo abominado lo que ellos son. En nuestra historia hubo un tiempo que los más intransigentes con las causas religiosas eran los conversos, esos que abominaban y pretendían extirpar lo que antes habían sido.
No estemos tan seguros que en nuestras sociedades ‘modernas y cultas’ se puedan colar individuos de esa calaña. Cuando vemos a nuestro alrededor la facilidad con que se manipula a la gente, cómo muchos jóvenes caen presa de las ideas más vulgares, de religiones y sectas que hasta ser descubiertas han exprimido intelectos y bolsillos, ¿quién nos dice que políticamente no podría colarse alguno de estos dictadores?
Me preocupa con qué facilidad en política se cuelan individuos que sólo vienen a servirse a ellos mismos, y son capaces de perdurar años y años, decenios y decenios, sin que nadie les llame la atención…
Nuestro silencio será cómplice de ello.

domingo, 22 de agosto de 2010

LIBERTAD, LA PALABRA

Nunca una palabra ha sido tan anhelada, tan valorada, tan perseguida, tan arrastrada, tan ultrajada, tan masacrada… Sí, la palabra `libertad'. Porque las palabras lo contienen todo de nosotros, son el reflejo de nosotros mismos y el vehículo donde pasean nuestros sentimientos y nuestras emociones.
Hubo un tiempo en que en este país luchamos por la libertad, hasta que la palabra se hizo realidad y pasó del deseo al sentimiento, de la reivindicación a la conquista. Hoy en nuestro país esta palabra sigue tan viva como cuando se cantaba aquella ‘libertad, libertad sin ira libertad’.
Con la prohibición de las corridas de toros en Cataluña se ha despertado un sentimiento de defensa de la libertad que parecía adormilado. Se ha escuchado mucho, se ha vuelto a recurrir a la palabra para justificar argumentos en defensa de las corridas de toros.
Pero también la utilizan los que defienden el toro de cuerda, el toro embolado, el toro de fuego o el toro lanceado. Y todos la aderezan con ese término comodín: ‘tradición’. Como si en la tradición pudiera entrar cualquier cosa.
Los pueblos subyugados la reclaman, las personas sometidas en su relación de pareja, también. Tres cuartos de la población mundial no disfrutan de ella, y el resto, mejor que no nos descuidemos.

Sin embargo, existen otros usos interesados. La esgrime quien lanza una guerra sobre un país con la excusa de llevarla a sus habitantes. La vindican los extremistas que siembran terror y violencia. Los terroristas se la ponen en la boca y en los escritos. La reclaman los poderes económicos y financieros para el mercado.
En España la hemos visto 'graficada' encabezando manifestaciones contra el aborto, el terrorismo, contra asignaturas que dicen que adoctrinan o en defensa de la familia. La utiliza la izquierda y la derecha, y la enarbola la COPE para decir ‘somos libres’. Supongo que los demás también lo seremos.
A todo el mundo se le llena la boca con la palabra libertad. Ahora lo que hace falta es que se comprenda el auténtico sentido de esta palabra. A la libertad le han salido muchos defensores, que en otras circunstancias no darían tregua para que muchos la disfrutáramos.
Ésta es la grandeza de una palabra que a todos parece hacer bien, pero que no todos utilizan con franqueza. No obstante, lo bueno de ella es que en cualquiera de sus usos siempre se le sacará brillo, porque su significado, lo que expresa, está por encima de partidismos. Acaso lo que se han abonado recientemente a ella, utilizándola con desparpajo, tal vez se les pegue algo de los sentimientos que encierra y les haga ser mejores personas.

La lucha por la libertad siempre es buena, aun cuando la tengamos conquistada, por todo lo que significa para el espíritu humano y…

“Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.”
Miguel Hernández

lunes, 16 de agosto de 2010

PEDIR PERDÓN

Pedir perdón es uno de los gestos que más ennoblece al ser humano. ¡Pero qué difícil resulta consumarlo!
Japón ha pedido perdón por las atrocidades que cometieron sus soldados en el transcurso de la II Guerra Mundial en territorios continentales de Asia.
Bienvenida sea, aunque venga con tanto retraso. Si bien es verdad que no es la primera vez en los últimos tiempos que desde este país han pedido perdón por la misma causa.
No es fácil pedir perdón. Diría que entra dentro del capítulo de excepciones.
La petición de perdón tiene un paso previo: el arrepentimiento. Éste es el que le otorga carta de naturaleza a la anterior. Ahora bien, saber si realmente se ha producido el arrepentimiento es más difícil de averiguar.
En una entrada anterior de este blog, titulada “No me arrepiento. Volvería a hacerlo”, abordábamos algo al respecto con motivo de las declaraciones de Tony Blair ante la ‘comisión de la verdad’ que investiga la intervención militar de Reino Unido en la guerra de Irak. No se arrepentía de su decisión, a pesar de las consecuencias que ésta tuvo; por tanto, es obvio que no pidiera perdón.
Hace unos días con motivo del 65 aniversario del lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki el único militar vivo de los que intervinieron en el lanzamiento que viajaba a bordo del avión de combate B-29 'Enola Gay', Theodore Van Kirk, declaró que lo “volvería a hacer” si las circunstancias actuales fueran las de entonces. “Era la forma más humana de acabar la guerra”, añadió y se quedó tan conforme. Está claro que tampoco se arrepentía.
Nuestra guerra civil y la posterior postguerra trajeron muerte, miseria y destrucción. Pues todavía no se ha escuchado a nadie pedir perdón. Incluso hay algunos sectores de la extrema derecha española que están reescribiendo la historia para justificar el golpe de Estado del 18 de julio del 36. A esta peligrosa espiral nos está llevando la mala gestión de la ‘memoria histórica’.
Podríamos citar muchos ejemplos más. Como podríamos citar muchas situaciones de la vida diaria donde la palabra ‘perdón’ parece no existir en el vocabulario de las personas.
Ahora Japón pide perdón por el sufrimiento que llevó a tanta gente. Los dirigentes actuales quieren lavar la memoria de su país. Está bien que los hijos reconozcan las atrocidades de sus padres, pero habría estado mejor que los padres hubieran hecho su acto de compunción.
A los agraviados, vivos o muertos, al menos les quedará una brizna de alivio y consuelo. Suponemos que, al menos, su memoria se serenará.

lunes, 9 de agosto de 2010

EL ENVIADO

Ahora que la ONU ha creado una comisión internacional para investigar el asalto del Ejército israelí a la flotilla humanitaria me viene a la mente un dato: Tony Blair es el enviado del Cuartero para Oriente Medio, conformado por la ONU, la Unión Europea, la Federación de Rusia y Estados Unidos.
Sí, ése que fue primer ministro de Gran Bretaña. El que recibe suculentas remuneraciones por sus conferencias y ofertas millonarias por publicar libros. Uno de los artífices de una guerra injusta, irracional y que ha causado centenares de miles de muertos.
Lleva tres años como comisionado y, salvo error u omisión, ha pasado desapercibido. Hace unas semanas se dio una vuelta por España para dejarse ver, sólo eso. ¿Qué ha hecho este señor en estos tres años?, seguramente preocuparse por sus conferencias y sus libros.
El conflicto palestino-israelí está embarrancado. El que fuera ministro de Asuntos Exteriores israelí, Shlomo Ben Ami, y en la actualidad vicepresidente del Centro Internacional Toledo por la Paz, ha hablado del proceso de paz en un artículo publicado en El País (9/8/2010), “El proceso fantasma de paz en Oriente Próximo” (toda una declaración de intenciones), calificándolo como “uno de los engaños más espectaculares de la historia diplomática moderna”.
A la vista de la experiencia que tenemos de décadas de conflicto es obvio que la solución no está ni en el lado de Israel ni en el de Palestina. Han demostrado su incapacidad (o quizá su inconveniencia) para ponerse de acuerdo en cincuenta años. “Atrapados entre lo posible y lo necesario, israelíes y palestinos simplemente aprendieron a vivir sin una solución”, viene a decir Ben Ami en su artículo. Es probable que así se encuentren más cómodos. Es parte de la naturaleza humana acomodarse a las circunstancias y hacer de ellas un medio de vida.
La solución tiene que venir de fuera, de la intervención decidida de los grandes países, si es que sus intereses lo permiten. Y en el Cuartero para Oriente Medio están todos los que tiene que estar. El problema es el comisionado.
Con mediadores como Tony Blair es fácil comprender el estancamiento en que ha entrado el proceso de paz en Oriente Próximo o la difícil situación que está generando el bloqueo sobre Gaza que ejerce Israel. En esta tesitura, ambos se eternizarán sine die.

jueves, 29 de julio de 2010

LIBERTAD PARA CUBA, PERO NO DE LA MANO DE ESTE SEÑOR

En este foro hemos pedido libertad para Cuba porque estamos convencidos de que este país lo necesita desde hace tiempo. Pero no de la mano de José María Aznar.
No es precisamente la persona adecuada para lanzar soflamas libertarias. Ha dado sobradas pruebas de su desprecio por la libertad de los demás.
Este señor metió a España en el desatino de la guerra de Irak. Cada vez estoy más convencido que lo hizo por pura razón megalómana, que lo embriagó durante su etapa de gobernante.
Se me antoja que en cuestiones de libertad y de dictaduras no tiene las ideas muy claras; o quizá sí las tenga demasiado claras.
En octubre de 1998 el juez Baltasar Garzón dictó un auto de detención de Augusto Pinochet. Fue el momento en que la Justicia pudo ajustar cuentas con este dictador sanguinario.
El Gobierno de Aznar tuvo una actitud sospechosamente laxa, con una Fiscalía General del Estado poco colaboradora.
Tipo oportunista donde los haya, cuando fue presidente del Gobierno llevó a cabo una política exterior con Cuba agresiva y sin sentido, que no condujo a nada, más que a bravuconadas ‘perejilistas’. No favoreció una política sensata que impulsara la posibilidad de dar pasos para acabar con el régimen castrista.
Se puso bravucón y enardeció el estúpido orgullo del dictador. ¡Muy inteligente por su parte! No le faltó más que invadir la isla al alba, como la de Perejil, quizá buscando esa obsesión suya por pasar a toda costa a la posteridad.
¿No será que por a causa de esa frustración se metió en la aventura de Irak? Ahí tenía asegurado el paso a la historia, al menos por apoyar una guerra que ha dejado un reguero de cientos de miles de muertos. Y entretanto el Tribunal Penal Internacional sin pronunciarse.
Su benevolencia con el dictador chileno contrasta con la virulencia hacia el dictador cubano. Algo no cuadra en este proceder, ¿no será que le van las dictaduras, pero las de derechas?
Un consejo a los presos liberados cubanos: ¡Apártense de este señor, no os conviene como aliado para la causa de la libertad para Cuba!

jueves, 8 de julio de 2010

LA ENCOMIENDA DEL MINISTRO

“Os encomendamos seguid en la custodia de los valores por la educación y la formación”. Ésta es la encomienda que el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, nos trasladó a quienes habíamos recibido la Encomienda de Alfonso X el Sabio.
Me vais a perdonad, queridos lectores de este blog, esta subida de vanidad, pero quería contaros que el pasado día 7 de julio tuve la honor de recibir la mencionada Encomienda en el solemne salón Goya del Ministerio de Educación.
Dicho esto, también quiero trasladaros que me encontré a un gran ministro de Educación, no porque me impusiera semejante distinción, sino porque sus palabras en el acto desvelaron su capacidad y clarividente visión de la educación. Ya demostrada en el tiempo que viene ejerciendo su labor al frente de este departamento.
Desde que fue nombrado ministro, Ángel Gabilondo se impuso como tarea principal llegar a un pacto educativo. Hasta el momento no lo ha conseguido. “Todo se andará” me dijo al oído entre tanto anudaba la cinta de la medalla a mi cuello.
Ha habido ya un primer fracaso. No sé si llegaremos a otro. En el mundo de la educación, que debería concitar todos los acuerdos posibles, existen muchos intereses particulares. Hay muchos sectores políticos y sociales que no están dispuestos a llegar a un pacto. La escuela es lo que menos les importa, aunque ninguno lo diga, como es obvio.
“Además de muchas competencias, mucha dedicación, mucho conocimiento y muchos valores también hace falta mucha buena gente”, dijo en algún momento de su discurso el ministro. “Ustedes están encomendados a proseguir siendo buena gente”, se refirió a nosotros, los encomendados.
Éste es el mejor ministro para el pacto, porque por su capacidad, inteligencia y talante reúne las condiciones para ello. Pero, ojalá me equivoque, no lo van a dejar. Ni los unos ni los otros.
Estoy convencido de que si no se consigue un pacto por la educación no será por su incompetencia, sino por la incompetencia de otros.
En sus palabras nos hizo saber que se nos llena la boca de términos grandilocuentes: equidad, inclusión, igualdad de oportunidades, retos sociales y económicos, de calidad de la educación… pero que ese discurso lo llevamos diciendo muchos años sin que hasta ahora hayamos pasado a la acción. “Esto ya nos lo sabemos… ahora necesitamos buena gente en acción trabajando por ello”, vino a decirnos.
Durante su intervención me asaltó un mal presagio: una persona de su capacidad no sé si va a durar mucho en el mundo de la política, es demasiado inteligente, y esto provoca repelús a su alrededor.
Seguramente porque él, como ‘hombre bueno’, desentona en el actual panorama político que se extiende a lo largo y ancho de nuestro país.
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martes, 29 de junio de 2010

ME SIENTO UN POCO ESTROPEADO

‘Me siento un poco estropeado’, decía Fariñas en el mes de marzo. ¡Hombre, cómo para no estarlo!
Y es que hay cosas que le hacen a uno hervir la sangre.
Ya parecía que nos habíamos olvidado de este tipo que las imágenes no muestran huesudo y con rostro abotagado, el tal Guillermo Fariñas. Ese que se está dejando morir porque pide la liberación de los presos políticos de las cárceles cubanas. Por lo menos los que están enfermos
Se dice que puede fallecer en cualquier momento. Y mientras el régimen cubano sigue a lo suyo.
En Israel cuando se produce una matanza por parte de su ejército, recordemos la de la ‘flotilla humanitaria’, el comunicado oficial de su gobierno dice siempre que los abatidos son terroristas.
En Cuba, cuando alguien diside, se dice que es un delincuente.
Estoy intuyendo que no me dejarán entrar en Cuba. Es la segunda entrada que hago sobre ese hermoso país, mejor dicho, sobre los que lo gobiernan.
Los comportamientos de estos tienen ya poca credibilidad. La dictadura en Cuba es un hecho, y las dictaduras nos repugnan a los españoles (no sé si a todos) porque padecimos una hasta hace relativamente poco tiempo histórico.
La muerte por ejecución es un asesinato de Estado. Hace unos días un pelotón de fusilamiento en Utah perpetró uno de ellos. La muerte por inanición voluntaria de alguien que reclama justicia y libertad porque no existe es otro asesinato de Estado.
Definitivamente no me dejarán entrar en la isla, al menos mientras los Castro estén en el poder.
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* Guillermo Fariñas abandonaba el 8 de julio la huelga de hambre tras 134 días. 52 presos políticos serán liberados. Orlando Zapata tuvo menos suerte. Nos alegramos de esta grata noticia, aunque la libertad y la democracia todavía están lejos de llegar a Cuba. Que sea pronto.

domingo, 20 de junio de 2010

SARAMAGO

Hace poco más de cuatro meses leí Caín, su última novela, y me pareció que el errar por el mundo del hermano de Abel, como castigo divino, tenía mucho que ver con el trasiego de la obra literaria de su autor, casi de manera obsesiva, en busca de esa verdad y esa justicia perseguida para el ser humano a lo largo de su vida.
Saramago echó la culpa a Dios de muchos de los males del mundo. Es como si hubiera experimentado la reacción del creyente que ante tanta crueldad y dolor que rodea a los hombres acabara pidiendo cuentas a Dios por todos los males que asolan al mundo.
Para Saramago, Dios ha debido existir, pues lo ha perseguido a través de su obra literaria, incluso le ha increpado y demandado.
¿Pero por qué pedirle cuentas a algo que no existe?
¿Acaso porque ese Dios es una parte importante de la naturaleza humana?
¿O porque en ese Dios se encierran muchos de los males del mundo y de la humanidad?
Ahora me asalta otra duda: ¿cuál habrá sido el dios de Saramago?
En mi anterior entrada de este blog recordaba a la figura de Matilde Cantos y su compromiso social y político. Saramago ha sido un hombre y un escritor comprometido. Ha ejercido también durante su vida ese valor humano, tan poco frecuente, que es el compromiso con su tiempo, con la justicia social, con los demás…
Él decía que no escribía para agradar ni tampoco para desagradar, escribía para desasosegar. Probablemente para desasosegar tanto dolor causado por el sufrimiento y la injusticia con que se ha cargado este mundo y que aguijonea sin remisión las conciencias.
También dijo: "Yo no escribo por amor, sino por desasosiego; escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo". Y el mundo lo construimos nosotros, los humanos. Dios es sólo una excusa.
José Saramago ha muerto casi sin hacer ruido, con esa pose relajada y de hombre tranquilo que siempre llegó hasta nosotros.

*Foto Pedro Walter

jueves, 17 de junio de 2010

MATILDE CANTOS, EL HOMENAJE

La presentación de Matilde Cantos, el compromiso social, su biografía, más que la presentación de un libro se diría que fue un acto de homenaje a Matilde Cantos Fernández (1898-1987).
Un acto cargado de emociones y reconocimiento hacia esta granadina, una condición de origen de la que estaba muy orgullosa y de la que ejerció allí donde estuvo en su dilatada e intensa vida.
Su trayectoria vital la hizo ser protagonista en algunos de los grandes acontecimientos de la historia de España del siglo XX: vida política activa durante la II República y la guerra civil; padeció la crueldad de tener que salir al exilio; vivió exiliada en México durante treinta años; y a su vuelta a España (a su Granada natal) colaboró en la conquista de la democracia y de la autonomía para Andalucía.
Para quienes no la conozcáis os diré que la figura de Matilde representa (según vamos a ir relatando) la lucha de la mujer por su emancipación. Probablemente la gran revolución del siglo XX, como lo había sido la industrial en el siglo XIX, haya sido la revolución de la mujer, la de su emancipación como miembro de la sociedad. Una gran transformación social, con repercusiones en todos los ámbitos, sobre todo en las sociedades occidentales, pues no olvidamos que hoy día queda mucho por hacer en otros puntos del planeta.
La vida personal de Matilde fue un ejemplo de esa emancipación tanto en lo personal como en su aportación a la emancipación de otras mujeres de la sociedad donde vivía. Matilde rompió con muchas convicciones sociales en las primeras décadas del siglo XX que a ella le limitaban sus posibilidades de desarrollo personal. Unas convicciones que establecían para la mujer un papel social muy definido y acotado: esposa sumisa y ama de casa.
La vida de Matilde Cantos es una vida que representa el compromiso, un compromiso entendido en una doble dirección: político y social.
Compromiso político con unas ideas: las del socialismo, las que entroncaban con la mejor pedagogía ‘pablista’ (de Pablo Iglesias). Asimismo, compromiso con la lucha por la libertad.
Y compromiso social, porque trabajó para los demás, para los más desfavorecidos de la sociedad (cuando ella, hija única de una familia de la burguesía granadina, lo tenía todo). En su faceta de trabajadora social desplegó su actividad en la España republicana, durante la guerra civil y, en su etapa de exilio, en México (seguro que muchos ciudadanos de este país la recordarán).
También fue mujer que desarrolló su capacidad intelectual a través de sus escritos. Son muchos los artículos que publicó en las revistas mexicanas Población y Confidencias. Ambas contienen muchos escritos sobre temas sociales y temas de mujer. Hasta el punto que cabría considerar a Matilde como una de las pioneras en los estudios de mujer en nuestro país.
Exiliados como Matilde Cantos coadyuvaron a alcanzar la democracia que ahora disfrutamos. Nos facilitaron la transición a esta democracia porque fueron desprendidos, se sacrificaron en lo personal, y porque con su generosidad y la ausencia de rencor hacia sus verdugos, hacia esos que les empujaron una mañana fría de febrero del 39 fuera de su país para que ya no pudieran volver hasta que la dictadura agonizó pasados treinta, treinta y cinco y hasta cuarenta años, hicieron posible que no volviéramos a la confrontación y a la brutalidad de aquellos años de la guerra civil. Exiliados como Matilde se sacrificaron para que ahora nosotros tengamos un sistema de libertades y derechos que está sustentado sobre las privaciones de muchos. No lo olvidemos y no los olvidemos a ellos.
El acto estuvo amparado por la Delegación de Gobierno de la Junta de Andalucía en Granada. Sin embargo, la presencia de la delegada tuvo más de presencia de una amiga y alumna de Matilde, a la que le unía y le une el mismo compromiso social, que la de ostentación del cargo de delegada de Gobierno.
Y eso fue bueno para transmitir a los asistentes emociones y sentimientos que de otro modo hubiera sido difícil conseguir desde el formalismo institucional.
En el acto de homenaje a Matilde Cantos estuvieron muchos socialistas y personas de bien que quisieron rendir este modesto homenaje a quien tuvo una vida de compromiso social y político. Porque solo apelando a su condición de ser humano, como ella decía, tenía razones suficientes para ayudar y preocuparse de los demás, de los más necesitados, sin esperar nada a cambio.

Algunas noticias relacionadas con este acto:
http://www.ideal.es/granada/v/20100616/cultura/comprometida-matilde-cantos-20100616.html

sábado, 12 de junio de 2010

¡ES EL MERCADO, ESTÚPIDO!*

‘Es la economía, estúpido’. En esta frase se dice que se encerró gran parte de la derrota de George Bush, padre, en las elecciones de 1992, y aupó al modesto gobernador de Arkansas, Bill Clinton, a la Casa Blanca.
Esa misma construcción gramatical cabría utilizarla ahora para referirnos a una de las claves fundamentales sobre la que gravita el mundo de hoy: ‘es el mercado, estúpido’. No tenerlo presente sería de estúpidos.
La crisis económica en la que estamos sumidos ha desestabilizado economías y gobiernos, y está marcando como nunca las políticas no sólo económicas de los gobiernos.
Los mercados se han convertido en auténticos tótems venerados de la sociedad postmoderna.
Son los dioses de la Grecia clásica y a ellos ofrendamos toda clase de sacrificios (ajustes presupuestarios, rebaja de sueldos, recortes en los gastos…) para calmar su ira. La consigna principal es que es necesario recuperar la confianza de los mercados.
Los gobiernos están perdiendo la batalla, que muy bien puede ser la guerra, si no la han perdido ya. El control de los mercados sería la única solución a los problemas económicos actuales y venideros. Pero esto se me antoja harto difícil.
La impresión más común es que el mercado de hoy día es incontrolable. Los gobiernos se muestran incapaces para intervenir en él, van a remolque, y sólo les queda adoptar medidas que lo satisfagan.
El mercado está globalizado, el poder político no. En esto parece radicar la insalvable diferencia en la toma de decisiones cuando son apremiantes, rápidas y urgentes.
Hace unos días Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, decía algo así como que Europa avanza hacia el declive. Según él, la crisis de la eurozona no ha hecho más que empezar.
En todas las disputas y tensiones que ha generado la crisis se ha destacado la responsabilidad de los mercados como parte de la razón teórica, mas todas las miradas se han dirigido al poder político como fundamento de la razón práctica.
No está lejano el espíritu capitalista, y más el que nos ha invadido en los últimos años, de ese amor al lucro que Aristóteles definía en la moral a Eudemo como vergonzoso sentimiento “que arrastra a los hombres a ganar sin respeto a nada y a tomar más en cuenta el provecho que se saca que la vergüenza de que uno puede cubrirse”.
Como ha escrito recientemente Alain Touraine, sociólogo galardonado hace unos días con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, la defensa mundial contra los ataques de especuladores y agitadores obliga a “devolver al trabajo la parte del producto social que le ha quitado el capital”, así como a restablecer el vínculo entre la función financiera y las funciones de producción.
Ahora pensamos que es el turno del poder político, quien debe arbitrar las medidas que conduzcan a humanizar los mercados. Si no le ponemos a estos alguna brida nos la volverán a jugar. Tiempo al tiempo.
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* Este texto ha servido de base para un artículo publicado, con el mismo título, en Ideal, 15 de junio de 2010.

domingo, 6 de junio de 2010

ESTÁN QUEDANDO EN EVIDENCIA

Están quedando en evidencia frente al poder ciudadano.
Los gobiernos políticos del mundo y las organizaciones políticas supranacionales están quedando en evidencia frente al empuje de la ciudadanía del mundo.
Lo que no son capaces de resolver, o acaso no quieran resolver, las potencias internacionales lo van a conseguir un grupo de civiles cuya única arma es la fuerza de la razón humanitaria y la defensa de una libertad no condicionada.
Parece que valen de poco las razones políticas, diplomáticas o geoestratégicas para convencer a Israel que el uso tan desmedido (obsérvese el eufemismo) que está haciendo de la fuerza física y militar, muros inclusive, no le conducirá nunca a preservar esa seguridad tan ansiada que utiliza como argumento. Porque su método tiene como base la violencia, la misma que con semejante torpeza está sembrado por doquier.
La ‘flotilla de la libertad’, un grupo de ciudadanos impulsados por la valentía y el coraje que emana de la rebeldía ante las situaciones injustas que depara Israel en esta parte del mundo, ha propiciado un paso de gigante para impulsar probablemente el desmantelamiento de la represión que ejerce Israel sobre la franja de Gaza.
El episodio perpetrado por la Marina israelí en el Mavi Mármara es un atentado contra la libertad internacional. Su osadía en este caso ha sobrepasado todos los límites, quizá impulsada por la tibieza con que los organismos internacionales condenan sus acciones violentas en esta parte del planeta.
Esta acción militar sobre un barco cargado de civiles y ayuda humanitaria cabría calificarla de un acto de piratería, como el que perpetran los piratas somalíes sobre indefensos pesqueros.
En tal caso, ¿no creen que sería pertinente la intervención de los tribunales de justicia nacionales e internacionales?
Frente a las razones de las armas están las razones humanitarias. ¿Cederá Israel ante la fuerza de la razón y las razones humanitarias?
Por lo pronto, los gobiernos del mundo están perdiendo credibilidad ante el poder ciudadano.
El poder de la ciudadanía frente a la inoperancia que están demostrando los gobiernos los está dejando en evidencia.
Al Mavi Mármara le ha sucedido el Rachel Corrie. ¿Será el principio de la travesía ininterrumpida de una flota en la que nunca se ponga el sol?
Quizá inauguremos el periodo de la talasocracia de los ciudadanos de todo el mundo que no están dispuestos a soportar ni una injusticia más.