domingo, 16 de noviembre de 2014

AQUÍ TUVIMOS UN 15-M

Hoy se habla mucho en política de la ola de populismo que recorre Europa a raíz de la crisis económica y las penurias sufridas por la población con las políticas económicas restrictivas y austeras aplicadas por los gobiernos. Algunos de los movimientos que capitalizan este nuevo fenómeno han surgido sobre todo en Italia, Alemania, Francia o España. Pero el que quizá tenga mayor proyección y fuerza nacional sea el que se congrega en torno a Syriza en Grecia, del que se dice que tiene grandes posibilidades de formar gobierno en las próximas elecciones.

En el uso de este término, utilizado para denominar a estos movimientos políticos emergentes, hay un obvio interés oculto, como en casi todo, no exento de connotaciones peyorativas. Sin embargo, quien lo utiliza, denota estar mostrando al mismo tiempo las propias debilidades de no haber sabido dar la respuesta adecuada para atender las demandas de la población.

Los grandes partidos europeos y los medios de comunicación afines, lejos de analizar el fenómeno con cierta imparcialidad y rigor, promueven el discurso de la descalificación (del cual no habrían de escaparse ni los propios interpelantes) con el ánimo de desacreditar aquellos movimientos sociales o políticos que pretenden ofrecer otra alternativa. No entro en su peligrosidad o no, los tiempos ya le escaman a uno y no sabe dónde está realmente el peligro, si en lo antiguo o en lo nuevo. Lo cierto es que los grandes partidos, más allá de la autocrítica, se afanan por convencer a la ciudadanía del mal que tales movimientos traerán cuando no han sabido procurar ninguna solución, o han dado soluciones penosas.

En España aconteció en mayo de 2011, no conocido en Europa, un movimiento social de enorme fuerza, el 15-M, que aglutinó muchas de las inquietudes y demandas de la sociedad española. Allí se escuchó lo que la gente decía en su casa, en el bar o a los amigos respecto a la situación que se vivía. Después la incompetencia de unos gobernantes desbordados por la crisis económica, y su inexplicable respuesta a la crisis centrada en atender antes a los poderes económicos que a las necesidades de la población, no hizo más que alimentarlo.

De aquel movimiento, de repercusión internacional, lo más lamentable es que los grandes partidos desoyeron las proclamas que salían de las gargantas de las miles y miles de personas que protagonizaron una de las mayores convulsiones sociales que se han vivido en nuestro país en decenios. Toda España fue un clamor durante mucho tiempo y ninguna de aquellas demandas fue atendida por los partidos, y menos por el gobierno de la nación. Se habla del populismo como de un movimiento que explota el malestar de la gente, y no falta algo de verdad en ello, pero no olvidemos que es parte del fracaso de los que para sí se arrogan la atribución de ser los ‘legítimos’ aspirantes a la gobernabilidad de España.

Varios son los movimientos políticos emergentes surgidos: Ganemos, Equo, Podemos y otras plataformas ciudadanas. Podemos es el que está mostrando una relevancia mayor en el panorama político, hasta el punto de estar causando un terremoto político nunca visto en la democracia. No obstante, la diferencia entre los nacientes partidos europeos y el fenómeno político emergente español está en que en nuestro país tuvimos el 15-M, y en Europa no.

El arranque de estos movimientos políticos en España tendríamos que entenderlo también como el paso adelante de amplios sectores de la sociedad que piensan que los partidos tradicionales están agotados y consideran necesario salir a la escena política. Lo malo quizá no sea la aparición de estos movimientos, sino la incapacidad de los que teniéndolo todo a su alcance (poder e instrumentos de poder) no han sabido estar a la altura de las circunstancias.

Ninguno de los dos partidos que han gobernado desde aquel mayo de 2011 ha sabido (en el poder o en la oposición) hacer suyas las peticiones de la gente que desgarró sus gargantas en la calle. Acaso pensaron que como en otras cosas las demandas de aquel movimiento se diluirían con el tiempo. Pero no ha sido así. Después, acabada la acampada del 15-M, como consecuencia de la política de recortes y austeridad del Partido Popular las manifestaciones continuaron, surgieron mareas de todos los colores, gente que dijo basta a los desahucios, que no calló ante los recortes en sanidad, en educación o ante las consecuencias de los desmanes de los bancos y la elevación de los índices de pobreza.

En España tuvimos un 15-M, y eso no se puede obviar, aunque los oídos de las élites políticas prefirieran cerrarse y así, creyendo no escuchar el rumor de las palabras que cruzaron el cielo de aquellos días, pensaron que nadie más las escucharía y que nunca bajarían a la tierra.