miércoles, 21 de mayo de 2014

MATILDE CANTOS: UNA MUJER DEL 36

Llevo varios meses trasladando La renta del dolor a cada sitio donde hay un lector, sean lugares grandes o pequeños, haya muchos o pocos lectores, sin desdeñar a ni uno solo. Me merece el mismo respeto el lector en un club de lectura de un pueblo pequeño como los lectores de grandes bibliotecas o los visitantes de una feria del libro. La difusión de una novela es una labor ardua, sobre todo si lo tienes que hacer tú prácticamente solo. Al final, el esfuerzo siempre es gratificante, a pesar de esa vocación improvisada de feriante y comercial de medio pelo.

En estos meses (todavía espero continuar más tiempo) se han organizado actos de presentación, visitado bibliotecas, clubes de lectura…, y en todos ellos he sentido el interés y la simpatía de muchos lectores hacia la novela y hacia Matilde Santos.

Hace unos días me comentaba un librero las imposiciones de las grandes editoriales para que los libros que editan tengan lugar preferente en el escaparate o a la entrada del local, en montones de libros apilados, bien visibles nada más entrar en la librería para que casi el cliente se tope con ellos. En nuestro caso, los que nos movemos más modestamente, intentamos que nuestra obra no quede incrustada en un estante entre libros mostrando sólo el lomo. Igual que deseamos que se hagan eco los medios de comunicación en sus páginas o suplementos de cultura; pero esto es difícil, también las grandes editoriales marcan la pauta.

Por eso resulta acaso más gratificante cuando uno se encuentra con la reseña de tu novela en un espacio virtual que no conocías: Mujeres de novela. Este es el título de un blog dedicado a glosar a mujeres, algo parecido a lo que hizo Márgara Seoane (el seudónimo de Matilde Cantos) en México, en su serie de artículos en la revista Confidencias en la década de los cuarenta del siglo XX. Son varias las referencias, bajo el título “Matilde Cantos: una mujer del 36”, las que ofrece este blog sobre La renta del dolor.

Aquí os dejo el enlace:

jueves, 15 de mayo de 2014

HACER CARRERA EN POLÍTICA

Me ha llamado la atención una de las variables que se manejan acerca del asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León, que tiene que ver con el deseo de una de las supuestas actoras de su muerte, Montserrat Triana: “Quería hacer carrera profesional y política bajo el paraguas de Carrasco” (El País, 14/05/14).

Los que hemos hecho carrera profesional a nuestra costa, con el esfuerzo de años, oposiciones de todo tipo, con sinsabores e ingratitudes en el camino, y la constancia como premisa para alcanzar los sueños, sin haber tenido ese ‘padrino o madrina’ que te diera un empujón, no alcanzamos a comprender eso de hacer carrera profesional y política bajo el paraguas de un dirigente político, aunque sabemos que ocurre igual que la lluvia moja el campo.

Esto de hacer carrera política es una práctica común en el seno de los partidos políticos (hay quien se eterniza), donde el mérito y la capacidad brillan por su ausencia. Y lo conozco bien, pues de ello me beneficié en una etapa corta de mi vida. Lo cual no es óbice para que antes, durante y después de ella haya mostrado siempre un rechazo frontal a tales prácticas. Siempre me asaltó el pudor suficiente para sentirme avergonzado y no encontrar la explicación para justificar el modo en que había accedido a ser un alto cargo cuando miraba a la cara a los demás. Así que, antes de sentirme grandilocuente por el cargo alcanzado, pensaba que mi obligación debía ser la de redoblar mis empeños como servidor público, así como estar el tiempo indispensable para aportar algo bueno y retirarme a mi actividad laboral en cuanto pudiera. Y creo que en ello siempre fui coherente, aunque me empujaran a retirarme antes de haber aportado todo lo que hubiera querido.

Parte del mal de la política arranca no tanto en esa pretensión de querer hacer carrera política como en las formas en que ello se cuece en el seno de los partidos, sobre todo en el caso de los jóvenes que aún no se han labrado un porvenir. Hacer carrera política bajo el halo protector de un alto dirigente es someterse a una servidumbre personal y política de incalificable alcance. Con ello se estimulan casi siempre las más indecentes prácticas clientelares y se propicia un terreno abonado para que cundan las decisiones caprichosas, la arbitrariedad, el amiguismo o las decisiones despóticas.

Montserrat Triana quería hacer carrera política, como muchos jóvenes que se acercan a la política, sin haberse labrado una carrera profesional al margen de la política. Una carrera profesional que le diera la independencia y solidez de criterio para afrontar el reto que requiere el servicio público, y que ayuda a no caer tanto en la servidumbre y la tiranía arbitraria del que te aúpa al puesto. Pero estamos ante una práctica que no es más que la reproducción de un modelo enquistado en la organización de los partidos y que propicia en los escogidos menor compromiso público y mayor compromiso y servidumbre con quien los ha colocado allí.

Hacer carrera política de este modo puede frustrar a quien considerándose capacitado para una labor es apartado por capricho o aversión por líderes que sólo buscan rodearse de quienes mejor le sirven para mantenerse en su posición.

¡Pobre política!

*Foto de Mauricio Peña

sábado, 3 de mayo de 2014

LA JUSTICIA UNIVERSAL

Escucho noticias que me producen especial alarma: decenas de narcotraficantes han salido de prisión o están a punto de hacerlo. Y se dice que es la consecuencia de la nueva ley sobre la justicia universal. Los que somos de a pie, esto de liberar a tales tipos nos cuesta trabajo entenderlo, se ve que no somos tan listos como los que gobiernan.

Este país nuestro me produce tanto estupor como nunca hubiera imaginado. No sé si con los años me he vuelto más cascarrabias o acaso más perspicaz y escéptico, pero me abruma saber que vivo en un país donde hay una indecente falta de ética y vergüenza por doquier. Aunque sospecho que es un mal extendido allí por donde habita todo animal humano.

He visto en elecciones municipales cómo se organizaban los prohombres de un pueblo para gobernar el ayuntamiento, y luego decidir juiciosas recalificaciones de terrenos con la modificación de los planes de urbanismo. Con el poder central ocurre lo mismo, los lazos entre el poder político y el poder económico (tan antiguos como el hombre) empujan para que haya ministros o ministras vinculados a las grandes corporaciones económicas o con espesas ramificaciones hacia grupos religiosos o ideológicos. Lo que lleva a preguntarnos si no será que nuestros gobiernos tienen como principal finalidad prestar servicio, antes que a la sociedad y a los ciudadanos, a esos poderes oligárquicos.

La reforma de la ley del Poder Judicial, promovida con inusitada urgencia tras le imputación del ex presidente chino Hu Jintao y otros ministros por la Audiencia Nacional, limita las acciones de los jueces para perseguir delitos en ámbitos transnacionales. Zapatero lo hizo en 2009 y Rajoy lo ha rematado ahora en favor tal vez de las relaciones internacionales, pero eso no significa que aquí tengamos que estar de acuerdo. Con esta medida legislativa pueden quedar impunes genocidios en distintos puntos del planeta, torturas, crímenes, imputación de dictadores…

Limitar la acción de la Justicia (menuda aberración) deja a los jueces españoles sin la posibilidad de pedir responsabilidades penales a quienes han cometido crímenes o han atentado contra los derechos humanos, pero también a los grandes narcotraficantes que estando cerca de España en aguas internacionales pueden hacer sus operaciones de narcotráfico sin que nadie pueda actuar sobre ellos. Con esta medida, la justicia en el mundo se ha visto resentida. La justicia si no es universal, entonces no es justicia.

¿Estamos ante los gobernantes contra su pueblo?, ¿a quién sirven nuestros gobernantes?, ¿qué tipos son los que nos gobiernan?, ¿son de confianza?

A este país le falta un rearme ético y moral de órdago, empezando por sus dirigentes. Y no va a llegar, aunque pareciera que con la crisis podría haber llegado. Las estructuras de poder siguen intactas, en los gobiernos y en los partidos políticos. Todos ellos saben que no tienen más que aguantar un poco más, que cuando pase el temporal volverá al statu quo que les interesa.