martes, 30 de mayo de 2023

OCHENTA AÑOS ES MUCHO TIEMPO*

 


En el viaje a Nueva York y Cuba (1929-1930), Federico García Lorca dio un giro a su creación literaria, de allí surgió Poeta en Nueva York, pero también el “teatro del porvenir”, como denominó a las dos obras que empezara a escribir en este viaje: El público y Así que pasen cinco años, que junto a la inconclusa Comedia sin título representan el denominado “teatro de lo imposible” de influencia surrealista. Federico no las vio estrenarse, la intolerancia, disfrazada de fusilamiento, no lo permitió.

Cuarenta años para el franquismo, cuarenta años para ETA. Ochenta años de intolerancia y terrorismo presente en nuestro siglo XX, sembrándolo de dolor y muerte. Un siglo tan convulso que algún día los historiadores tendremos que analizarlo desde otra perspectiva, más global, lejos del ruido y la polémica de barra de bar y campañas electorales, sin periodos históricos estancos, con un análisis que explique por qué el terror fue ese denominador común que tanto condicionó la vida. La historia es un continuo, sin fragmentaciones inconexas, como diría Marc Bloch. Y habremos de auxiliarnos de una visión sociológica y antropológica de nuestra realidad histórica que alumbre razones reveladoras sobre lo que ronda por la cabeza de quienes habitamos este territorio acotado por aguas oceánicas y una elevación montañosa pirenaica, que nos aisló demasiado, para pesadumbre de la Generación del 98, de la vieja Europa.

Durante cuarenta años la dictadura franquista, ‘vigía de Occidente’, utilizó el terror para reprimir a los españoles y cerrar el camino a la democracia; los siguientes cuarenta años, ETA esgrimió también terror para someter al pueblo vasco y sabotear el normal desarrollo de la democracia. Dos momentos históricos que causaron innumerables víctimas, que aún claman justicia. La Transición trató de facilitar el salto de la dictadura a la democracia, no le vamos a restar méritos, pero dejó pendientes demasiadas cuentas. La compasión y el perdón nunca llegaron para los que fueron represaliados o asesinados. La misma compasión y petición de perdón que demandamos hoy a ETA.

Jugar con el dolor de las víctimas es una crueldad. Esta campaña electoral ha levantado demasiada polvareda en torno a ETA. Banalizar el terrorismo es ruin y miserable; utilizarlo para mantener viva una polémica impostada a costa del sufrimiento de las víctimas, una canallada. Sobre todo por quienes diferencian entre unas víctimas de otras, entre las de ETA y las sepultadas por el franquismo en las cunetas.

Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE), levantó la voz por la inclusión de terroristas en las listas electorales de EH Bildu (Ideal, 15/05/2023): “El salto cualitativo ha sido incluir a pistoleros. Y lo hacen para premiarles ante su público.” Al día siguiente los siete etarras inscritos fueron retirados de las listas. Días después, Ordóñez, que imaginamos sabe más de sufrimiento terrorista que tantos políticos de lengua suelta, manifestó en unas declaraciones en El País (21/05/2023): “El partido de mi hermano nos ha utilizado”, al tiempo que reprochaba a Isabel Ayuso que faltara al respeto de los asesinados manifestando que ETA seguía viva y, asimismo, solicitando la ilegalización de Bildu. A lo que se ve, poco le importan a Ayuso los esfuerzos que realizan, quienes sufrieron el terror y el sometimiento de los terroristas, por allanar el camino de la convivencia en Euskadi.

Este griterío indecente de una clase política mindundi y fullera, que prefiere el relato populista y catastrofista, aunque sea a costa de transmitir angustia y desesperación a la ciudadanía, no es humano. Demasiadas opiniones nauseabundas en la vida política española que, aparte de generar confusión y desinformación, buscan hurgar en los instintos más primarios del animal que llevamos dentro. Muchas veces he escrito sobre la debilidad y el resquebrajamiento de nuestra democracia, de cómo fue usurpada por una clase política que la utilizó a su antojo e interés propio, y que se engolfó en la corrupción en el tránsito entre centurias, hasta abochornarnos. Esa realidad se muestra ahora de otro modo: a través de los relatos perversos para afianzar una mentira.

Políticos que, sin haber vivido la dictadura, se lanzan osadamente a interpretar la historia de España con discursos que utilizan el dolor de las víctimas para fines reprobables, sin importarles el sufrimiento de los demás, sabedores de que su mejor táctica es remover las entrañas de los que cándidamente quedan atrapados por sus argumentos pueriles y desvergonzados.

La historia de España del siglo XX está atravesada por el terrorismo como constante diacrónica, esa cizalla que se prestó a seccionar cualquier intento de convivencia pacífica. El terror y la intolerancia marcaron el devenir histórico de una centuria en la que muchos nos sentimos sojuzgados. Con la represión franquista y las acciones criminales de ETA, la democracia y la convivencia, o no existieron o estuvieron continuamente amenazadas.

El primer intento de poner en escena Así que pasen cinco años fue en mayo de 1936, bajo la dirección de Pura Ucelay, pero los acontecimientos políticos del momento lo pospusieron. En agosto, la muerte de Lorca, no solo sepultó al poeta, también el estreno de esta obra hasta 1975, a iniciativa del Liceo Francés de Madrid; y en 1978, de modo profesional, bajo la dirección de Miguel Narros.

Así que pasen ochenta años es posible que la historia nos proporcione un análisis más certero del “misterio sobre el tiempo que lo destruye todo”, como definía Lorca el tema de su obra: “Sobre la misma columna, / abrazados sueño y tiempo, /cruza el gemido del niño, / la lengua rota del viejo.”

* Artículo publicado en Ideal, 29/05/2023

** Ilustración tomada de la web del IES Pilar Lorengar (Zaragoza)

 

lunes, 15 de mayo de 2023

CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA, MEMORIA DEMOCRÁTICA Y EDUCACIÓN *

 


Agotados los impulsos iniciales que despertaron tanta ilusión en los años siguientes a la conquista de derechos y libertades del 77, vimos debilitarse nuestra democracia hasta trocarse en un manojo de dudas e incertidumbres, cuando no de desánimo, en los albores del siglo XXI. Mancillada por el Estado cuando combatió a ETA con terrorismo, cuando las instituciones y partidos se anegaron de corrupción y manipulación bajo la óptica de sus intereses, con poderes judiciales no renovados, sin respeto al orden constitucional, solo para sostener la connivencia que favoreciera ventajas propias, hubo de ser, como crepúsculo de las sombras, reivindicada aquel 15 de mayo de 2011.

La gran prueba de fuego del terrorismo de ETA y el enorme dolor causado durante cuatro décadas, aun cuando cesara la lucha armada, pronto fueron utilizados para ensuciar el triunfo de la democracia sobre el terror. El pasado terrorista y las víctimas se convirtieron en arma arrojadiza de disputas soeces, y sirvió para enredar antes que sentirnos aliviados por su desaparición, curiosamente por quienes no han sido capaces de condenar otro terrorismo: el practicado por el franquismo.

Formar ciudadanos democráticos entre las nuevas generaciones es sentar las bases para superar estos lastres que han mermado la democracia en España. Siempre se demandó un esfuerzo individual y colectivo para fortalecerla, pero la debilitamos hasta convertirla en un constructo que perdió el favor de la ciudadanía. Esa sensación de déficit democrático existe aún e impele a una tarea de deconstrucción de tanto desatino, para lo cual hay que pensar en una nueva ciudadanía democrática, que incorpore la memoria de su pasado, que nos es más que el estudio de la historia. Este es un objetivo del sistema educativo, otra cosa es que le dejen alcanzarlo.

Las últimas leyes educativas (LOE, LOMCE y LOMLOE) han recogido el principio de ciudadanía democrática como parte de la formación de las nuevas generaciones. Leyes educativas que emanaron de gobiernos socialistas y populares. La LOMCE decía en su preámbulo: “La Recomendación (2002)12 del Comité de Ministros del Consejo de Europa a los Estados miembros sobre la Educación para la Ciudadanía Democrática…, señala que la educación para la ciudadanía democrática es esencial para promover una sociedad libre, tolerante y justa y que contribuye a defender los valores y principios de la libertad, el pluralismo, los derechos humanos y el imperio de la ley”, fundamentos de la democracia, y como parte de la formación de una ciudadanía activa y comprometida. ¿Quién se va a negar a recoger en el espíritu y en la letra de las grandes leyes palabras tan encomiables como ciudadanía democrática?

La nueva ley educativa (LOMLOE) pretende reforzar esta ciudadanía democrática. Así en Geografía e Historia una de las competencias específicas habla de “analizar de forma crítica planteamientos históricos y geográficos explicando la construcción de los sistemas democráticos y los principios constitucionales que rigen la vida en comunidad”, asumiendo los deberes y derechos  de nuestro marco de convivencia, promoviendo la participación ciudadana y la cohesión social, con la garantía de la Constitución como modelo de convivencia.

Los saberes básicos relativos al compromiso cívico cuentan, entre ellos, nociones sobre dignidad humana y derechos universales, respeto y aceptación del otro, multiculturalidad, igualdad de género, seguridad y prevención de los riesgos en redes sociales, convivencia cívica y cultura democrática, etc. Como también lo hace Educación en Valores Cívicos y Éticos, al referirse a sociedad, justicia y democracia, al hablar de diálogo, argumentación, resolución pacífica de conflictos, empatía con los demás, Estado de derecho y valores constitucionales, o memoria democrática y participación democrática. Un arsenal curricular que quizá no sea suficiente para alcanzar la ansiada ciudadanía democrática, pues hay muchos agentes externos a la escuela que deberían hacer suyo todo esto.

En el contexto de la ciudadanía democrática cabe situar la memoria democrática como factor de conocimiento de la historia y construcción del presente. La memoria democrática es un concepto amplio, proyectado más allá de la memoria histórica que ha servido, lamentablemente, para la confrontación política, como si recuperar los restos de un ser querido fusilado fuera un acto deshonesto donde se revuelven rencores y venganzas. Así se ha querido vender por una parte de la clase política, sin el más mínimo sentimiento de compasión y empatía hacia el dolor ajeno, y sin comprender que el dolor es un sentimiento personal donde se conjugan miedos, temores y el latir de una vida derrotada próxima a la desesperación.

La memoria democrática es un paso para suscitar en las generaciones jóvenes el sentimiento de una convivencia pacífica, respetuosa, democrática y comprometida con el bien común, teniendo la historia como referente, en su tarea de investigación y comprensión crítica de conceptos como poder, justicia, democracia, memoria democrática o derechos humanos.

“Recordar a veces nos cura el presente”, escribe el poeta Paco Beltrán en Días de asfalto (Esdrújula Ediciones, 2020). Sin el recuerdo no somos nada, acaso un estado natural inerte, casi vegetativo, sin horizonte hacia dónde mirar. Necesitamos recurrir a la historia, a las experiencias de otros que, aun siendo dolorosas, nos alumbren el camino a seguir. El pasado no es nuestro enemigo, al contrario, es nuestro aliado para curar heridas y reparar el daño causado por la injusticia.

La ciudadanía democrática y la memoria democrática, orientadas desde una concepción transversal del currículo, son la vía para la recepción de valores y la recuperación de la fe en la democracia, depositando en ello la esperanza de esa renovada ciudadanía democrática que evite la comisión de tantos errores que han empañado nuestra historia reciente.

*Artículo publicado en Ideal, 14/05/2023

 

jueves, 4 de mayo de 2023

GRANADA Y SUS CULTURILLAS*

 


Granada es una ciudad cultural por antonomasia. La cultura ha sido eje vertebrador de la vida de esta ciudad desde siglos. El primer tercio del siglo XX tuvo un momento de esplendor con la llamada Edad de Plata de la cultura granadina, donde se concentraron eminentes personajes, como Federico García Lorca, Manuel de Falla, Hermenegildo Lanz, Gabriel Morcillo o Manuel Ángeles Ortiz, algunos de ellos miembros del Ateneo de Granada.

El erial cultural que supuso la dictadura tuvo, no obstante, algunas aportaciones importantes: la creación en 1952 del Festival Internacional de Música y Danza, auspiciado por Antonio Gallego Burín, entonces Director General de Bellas Artes, o la aparición entre la generación del 50 de los poetas Rafael Guillén o Pepe Ladrón de Guevara. Antes de la democracia se abrieron paso Poesía 70 y otras revistas; y con ella llegó la Feria del Libro y notables iniciativas en los ochenta que impulsaron la cultura y la irrupción del movimiento poético de la ‘Otra sentimentalidad’.

El siglo XXI impulsaba nuevos proyectos: la creación del Centro José Guerrero con el legado del pintor en 2000; o el festival de la canción de autor ‘Abril para vivir’ en 2001. Posteriormente, el Festival Internacional de Poesía (FIP), 2004, y el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada ‘Federico García Lorca’, brillante idea para ensalzar un poco más la figura de nuestro poeta más universal.

Pero Granada tiene también sus miserias culturales, donde, como tierra del ‘chavico’, a veces pululan la mediocridad, las envidias, las zancadillas… Siempre se ha hablado de tribus culturales en esta ciudad que se disputan su proximidad al poder para obtener prebendas, subvenciones, publicación de obras, encargos... No falta quien ha medrado hasta convertirse en arribista de pro.

En la edición de este año el FIP y la Feria del Libro han coincidido en el tiempo cada una con una actividad relevante: clausura del FIP e inauguración de la Feria del Libro. Lo lamentable es que esta coincidencia (viernes 21 de abril, casi misma hora) haya jugado en contra de los intereses de Granada y los granadinos. Se ha producido una contraprogramación inexplicable. El FIP, a las 19 h., clausurando el festival con Joan Manuel Serrat en el Palacio de Carlos V; la Feria del Libro, a las 19:30 h., inauguración y pregón a cargo de Juan Vida en el Paseo del Salón. ¿Acaso no había horas en el día para no hacerlas coincidir?

En la organización de estos eventos suelen estar todas las instituciones que tienen el peso de la gestión en Granada: Ayuntamiento, Universidad, Consejería de Cultura y Diputación Provincial. Es una colaboración entre organismos oficiales que engrandece la cultura en Granada, un signo de sensatez, independientemente del color político que esté al frente de tales organismos. ¿Estas instituciones patrocinadoras no han sido capaces de advertir esta coincidencia y evitar tal dislate?

No sé si esto forma parte de esa culturilla provinciana y cateta que a veces exhibimos en la ciudad. Los muchos granadinos que deseaban asistir a ambos eventos, tan notables en el panorama cultural de la primavera granadina, se han sentido defraudados.

Granada aspira a la capitalidad cultural en 2031. La previsión es que en 2025 se presente la candidatura, casi a la vuelta de la esquina con la premura en que corren las cosas en este tiempo. No cabe duda que debemos cuidar las formas, y estas se cuidan no incurriendo en una contraprogramación de actos que por sí solos debieran haberse celebrado en tiempos distintos. Y en la candidatura de Granada estos dos eventos  culturales formarán parte del dossier informativo que se presente para justificar sus aspiraciones.

En una época en que Granada aspira a tanto, con el revés de la no concesión de la agencia de la inteligencia artificial (AESIA), no podemos dar una imagen pueblerina a la hora de organizar eventos culturales. Es el momento de fortalecer las bases culturales de la ciudad, poner en marcha iniciativas y equipamientos que trasladen la idea de excelencia que pretendemos ofrecer de nuestra ciudad. Generar espacios e imagen, vender Granada con inteligencia humana, la que es capaz de conjugar la sensibilidad con las emociones, esa que se transmite con la cultura que engrandece al ser humano, que lo humaniza, alejándolo del embrutecimiento que provoca una sociedad que mira solo a lo superfluo y no a los valores que ennoblecen a la ciudadanía.

Granada tiene que despertar y alentar proyectos e ideas que la lleven a alcanzar esa ansiada capitalidad cultural, no quedarse en meras propuestas que levanten una transitoria polvareda, para quedar olvidadas tras la espuma de su anuncio. Habría que apostar por proyectos de calado, potenciar y cuidar los que ya se tienen: Festival de Música y Danza, Feria del Libro, Festival Internacional de Poesía, Premio Federico García Lorca, jazz o el tango; e incorporar otras iniciativas culturales relacionadas con el flamenco, el rock, la interculturalidad o el cine.

No se puede ir con el lastre de un provincianismo inadmisible, con las cuitas personales, sin altura de miras en la programación de actos culturales. Hoy vemos propuestas en el ámbito de la ciencia que apuestan fuerte por Granada, la cultura no puede verse ahora lesionada por la ausencia de coordinación entre instituciones y entre gestores de los eventos.

Federico García Lorca sufrió en sus carnes la miseria que a veces atraviesa esta ciudad. Nos aliviaremos, entretanto, con estos versos de su Baladilla de los tres ríos: “Por el agua de Granada / sólo reman los suspiros”.

*Artículo publicado en Ideal, 03/05/2023

** Ilustración: Palacio-Carlos-V-©-Festival Internacional de Música y Danza de Granada_José-Albornoz