martes, 28 de octubre de 2014

HA TERMINADO EL SIMULACRO

Es lo que viene a decir Antonio Muñoz Molina en el final de su Todo lo que era sólido. Ahora, cuando se nos agita la conciencia y se nos parte el alma al comprobar que España se ha colmado tanto de corrupción con tramas corruptas, partidos con doble caja de contabilidad, saqueos de cajas de ahorro, abuso de las instituciones, dinero público perdido en falsos expedientes de regulación de empleo, cursos de formación no celebrados…, pensamos que el simulacro de ostentación en el que hemos vivido ha terminado.

Ha terminado ese simulacro donde las cosas nos las componían de otra manera a cómo eran realmente, haciéndonos tener una interesada y tergiversada visión de la vida. Ha terminado el simulacro que nos hizo vivir en un país que no se correspondía con la realidad: dinero fácil, desprecio al estudio, desvergüenza política, soez manera de convivir…, donde se acallaba la voz de personas nobles y de valía por descarados que se encaramaban a la cúspide de la política, a los púlpitos de la grosería, al escenario de la plaza pública para lanzar soflamas de confusión y anatemas contra los que se atrevían a decir lo contrario de lo su discurso oficial imponía. Ha terminado el simulacro de una vida inventada, que estaba llena de tipos codiciosos que se aprovechaban de las instituciones, de destructores de las cosas bien hechas, del trabajo honrado de maestros, médicos, trabajadores sociales o gentes laboriosas de los mil campos de la actividad productiva.

España se ha hartado de corrupción, de políticos arribistas y escaladores, de mediocres de medio pelo que propagan el mensaje de que cualquiera sirve para cualquier cargo de responsabilidad aunque no tenga capacidad ni competencia. España es un país que se desangra por los ríos de desvergüenza que arramblan con la ética pública, con los valores que mejor sostienen la credibilidad de un pueblo, con las ilusiones de las gentes.

Está en las manos de todos a quienes nos repugna esto que vemos cada día no volver a consentir que tipos de pelo engominado, piel de cordero y palabrería biensonante, pero vacía de verdad, nos arrastren a su limpio lodazal de apariencia inmaculada, abonado con mil trampas verbales de prestidigitador que enmascaran sus maléficas intenciones, sus deseos y ansias de poder, como veladura que nos oculta sus verdaderas intenciones de aprovechar posiciones privilegiadas en beneficio propio. Y también acabar con el simulacro de grandes escenificaciones cegadoras que enturbian la vista distorsionando la realidad para que sólo veamos lo que les interesa a ellos: un mundo ficticio de irrealidades que esconden la depravación y la golfería. Ese simulacro de los salvadores de patrias con las manos manchadas debe terminar.

Ahora es el momento de los ciudadanos que viven sólo en la honradez, el sacrificio y la honestidad. Tenemos un país por hacer, instituciones por regenerar, decencia pública por apuntalar, educación por construir, convivencia por reparar, pobreza por erradicar…, y ésta es una tarea que a nosotros sólo nos corresponde, no la dejemos en sus manos.

lunes, 13 de octubre de 2014

LA ESCRITURA Y SUS PARONES

Hace unas cuantas noches estuve viendo la tan celebrada película de Emilio Martínez Lázaro, Ocho apellidos vascos. Casi siempre veo las películas o leo las novelas cuando ya ha pasado el fulgor del momento en que todo el mundo está hablando de ellas. No lo hago con ninguna intención, sólo que tengo mis tiempos, cuando toca, toca, no me dejo llevar por las modas ni las tertulias de salón. Viendo la película (me reí bastante, todo hay que decirlo) no tuve por menos que pensar en una novela que tengo en proceso de gestación, la que me hará entrar en contacto con la realidad vasca que acompaña al encuentro con el Euskadi profundo.

Para los que no somos de allí, el encuentro con estas tierras provoca cuando las pisas una especie de hormigueo en la barriga. Confieso que es la sensación que he sentido las varias veces en que he estado por allí. Puede que en ello haya mucho de tópicos y absurdos prejuicios, como suele ocurrir con otros muchos lugares, pero el fenómeno de ETA y sus derivaciones los hemos tenido, si no lo están todavía, circulando por los circuitos y enlaces de nuestras neuronas.

Por estos derroteros anda esa historia que llevo macerando desde hace más de tres años, aunque ya quisiera yo que anduviera con más diligencia. Sin embargo, se han cruzado otros proyectos, haciendo bueno eso de que los planes no salen siempre como uno los ha previsto, y desde hace más de un año duerme en el archivo del ordenador. Primero fue la preparación de la edición de La renta del dolor, y últimamente la revisión de la otra historia que tengo concluida, la que se desarrolla en el trascurso de una noche. Con el trasfondo sórdido de la trata de blancas, la novela nos traslada a ese precipicio que se abre cuando todo nuestro mundo, plagado de referencias estables, se derrumba por una quiebra interior o una situación límite que nos descubre el lado de lo desconocido. En una época en que las incertidumbres nos acucian, en que la desvergüenza política y la corrupción nos desmontan el artificio de vida y de valores que creíamos consistentes, la mirada inocente de un joven en el trasiego de esa noche convulsa quizá nos aporte un rayo de luz ante el abismo que se nos abre cada día en este país.

Escribir es ese ejercicio mágico donde uno se aísla y quiere quedarse consigo mismo. Quizá los parones en la escritura formen parte del mismo proceso creativo.