viernes, 31 de mayo de 2013

A PLENO SOL, ALEJANDRO PEDREGOSA

Mi estancia en Madrid de estos días me ha deparado gratas sorpresas. Hace dos años, cuando el 15-M estaba en plena ebullición en la Puerta del Sol, muchos no sentimos gratamente expectantes al observar aquel potente movimiento social que cuestionaba muchas de las bases de una democracia que hasta entonces se había mostrado (aunque quizá habría que hablar mejor de los que la dirigían) como un instrumento ineficaz para dar respuesta a las necesidades sociales y democráticas de la gente. Después de dos años, el movimiento parece haber languidecido, aunque sus ideas y reivindicaciones siguen vivas. Me preguntaba entonces (en una entrada en este blog) si el movimiento sería flor de un día. Pasado el tiempo, acaso la respuesta tenga que ser afirmativa; sin embargo, aquel espíritu de rebeldía e indignación que inoculó el movimiento en la sociedad española no cayó en terreno baldío. Hoy conocemos otros movimientos (STOP desahucios, distintas mareas) que son dignos herederos de las reflexiones y las ideas que surgieron durante las asambleas de los días de acampada.

La casualidad ha querido que mi estancia de estos días en Madrid haya coincidido con la presentación de la novela de Alejandro Pedregosa, A pleno sol, un pretendido homenaje al espíritu de aquel movimiento. A la presentación de esta novela esperaba asistir en las próximas semanas, cuando se celebre en Granada, pero este viaje la ha adelantado. El lugar: Casa del Libro, en la Gran Vía. Por cierto, curioseando por las estanterías de esta imponente librería (entre tanto Pepo Pedregosa firmaba ejemplares a los asistentes) me encontré con alguno de mis libros de educación. Bonita sorpresa.

Tras el acto, en un encuentro más lúdico con algunos asistentes, tuve la ocasión de conocer al poeta y editor Miguel Ángel Arcas y al ilustrador Luis Doyague. En el curso de la conversación intercambiamos opiniones acerca de cuál será la correlación de fuerzas en el futuro entre el libro digital y el libro tradicional, ahora que las nuevas generaciones de niños y jóvenes están siendo educados en clave digital en el acceso al conocimiento.

Antes de este viaje a Madrid ya me había leído A pleno sol. Es una excelente y entretenida novela negra, escrita por alguien que maneja tan bien el curso de la historia como las palabras. La acampada del 15-M configura gran parte del escenario en el que se desenvuelve la novela, pero antes de pensar que se trata de un relato acerca de ese movimiento social debo decir que la entiendo como una historia que contrasta realidades humanas distintas en un momento histórico como el que acontece en el Madrid de mayo de dos mil once.

Pepo nos presenta una atrayente historia en torno a la desaparición de una joven, Daniela, miembro activo de la acampada, plena de intriga, misterio y claves para comprender un poco más al individuo. Sabe mantener la tensión y el interés en cada uno de los capítulos con gran destreza creativa. Pero la novela tiene más cosas. Me interesa la manera en que el autor retrata ese componente social, alejado (o quizá no) del discurso efervescente de ideas y cuestionamiento del sistema que se está produciendo en la Puerta del Sol, y que tiene que ver con la provecta hipocresía que envuelve las vidas (nuestras vidas) de la gente, siempre tan cerca de nosotros. Gente que oculta sus miserias bajo una apariencia de honestidad (tío Fermín), de embrutecimiento (inspector Núñez), de pusilanimidad (Lorenzo). Como siempre, en este juego de la comedia humana, hay víctimas individuales: Daniela o Vigo, y también víctimas colectivas (toda la sociedad que se hace más decrépita y miserable), donde podríamos incluirnos todos, incluso los que acamparon por un mes en Sol.

El personaje de Chucho (protagonista de esta historia) me parece entrañable. Jubilado, de vuelta de todo, parece que aún le queda un minúsculo resquicio en su vida para ejercer la capacidad de asombro. Acudir a un anciano como protagonista de una novela no es algo extraño para mí. Matilde Santos, septuagenaria, ya lo es en La renta del dolor. Y por ahí anda, envuelto en su abrigo ajado, Jerónimo Cienfuegos, al que espero y deseo que pronto conozcáis.

Pepo Pedregosa, en un momento de su intervención, afirmó que el mundo antes que de los poderosos (los que parecen controlarlo) le pertenece a los soñadores, a todos los que persiguen (perseguimos) un sueño, nuestros sueños en la vida. Según el autor de A pleno Sol el sueño de cada uno termina convirtiéndose en el auténtico motor vital de cada individuo y, por simple agregación y conexión, en el sueño colectivo de las sociedades. Con esta reflexión quiero quedarme.

jueves, 23 de mayo de 2013

VERGONZOSO ESPECTÁCULO EN EL RELEVO DEL DEFENSOR DEL PUEBLO ANDALUZ

La regeneración democrática en nuestro país parece que es una necesidad pregonada. La corrupción es la punta del iceberg que nos está escandalizando cada día, y el funcionamiento de los partidos políticos y sus maneras de proceder en la vida pública y en el manejo de las instituciones a veces desborda los límites del decoro y la vergüenza.

Es difícil que los partidos políticos se pongan de acuerdo sobre algo, los intereses de los que los controlan van por otro camino. Sobradas pruebas tenemos de ello. Y si acaso se ponen de acuerdo es porque intuyen una amenaza, o ven peligrar sus privilegios como élite social. Si, por el contrario, son los derechos de los ciudadanos los menoscabados, entonces resulta difícil que se pongan de acuerdo para encontrar soluciones conjuntas. La política española, desgraciadamente, está ‘montada’ en términos de confrontación continua. Se ve que se saca buen rédito político de ello. Difícil es que la política se ejerza como lo que se espera de ella: instrumento que, a pesar de las divergencias legítimas, puede y debe encontrar cauces para el entendimiento.

La sociedad española está demandando desde hace bastante años que se firmen pactos en los resortes más importantes de nuestra democracia (educación, sanidad, atención social…) que afectan a los aspectos fundamentales de la vida de los ciudadanos. Aquí, en esta tribuna abierta, hemos postulado por un pacto por la educación, a sabiendas de la resistencia que existe en la esfera política para alcanzarlo.

Por eso nos ha llamado la atención la prontitud con la que los partidos en Andalucía han llegado a un acuerdo para desalojar a José Chamizo como Defensor del Pueblo. Se diría que se ha obrado un milagro cuando tanto se resisten otros pactos tan anunciados. El asunto ha levantando bastante polvareda nacional. Y no es porque, tal vez, no haya llegado el momento del relevo de Chamizo (algo que es sano para cualquier institución, incluso para el que ostenta el cargo), sino por las razones que parecen estar detrás de este relevo. El motivo principal parece descansar en las declaraciones que realizó Chamizo (que no sentaron nada bien en la esfera política) acerca del descontento de los ciudadanos respecto a sus políticos (dijo algo así como que “la gente está de ustedes hasta el gorro”). Y claro, aquí Chamizo tocó donde no debía, y a lo que se ve mostró una inadmisible deslealtad para los que lo pusieron en el cargo. Pues bien, de ser esto cierto, de ser esas declaraciones la razón principal del relevo (algo que no me extrañaría, porque en política asustan las voces discrepantes), mañana mismo tendrían que estar presentado su dimisión los que se han reunido (PSOE, PP e IU) para acordar este relevo, empezando por la consejera de Presidencia Susana Díaz.

Como también debería ver qué hace el presidente del Parlamento de Andalucía, Manuel Gracia (de larga trayectoria ya en la política, quizá por eso haya perdido visión de la realidad), que sobre este asunto ha manifestado que el Defensor del Pueblo Andaluz “no puede ser el paño de lágrimas de todo lo que provoque algún tipo de queja”, porque no está entre sus competencias atender a las cuestiones que no afecten a derechos fundamentales. Indígnate. Tantos años en política han debido fortalecer su soberbia y debilitar la sensibilidad ante los miles de ciudadanos que no tienen otro sitio en el que expresar sus quejas, más que en la Oficina del Defensor del Pueblo Andaluz.

El menosprecio de la política ejecutiva y legislativa hacia los organismos consultivos es una realidad. Estos organismos, lamentablemente, están (así los quieren ver) en el organigrama de las instituciones del Estado, o de la Junta de Andalucía, para justificar la pluralidad y el espíritu de la democracia, pero siempre que sean controlados por el poder ejecutivo, dispongan de la menor autonomía posible y se sometan a los dictados del mismo. Los malos políticos, los que buscan estar en política para provecho personal, no tienen respeto alguno a las instituciones, las desean manipulables y puestas al servicio de intereses propios y partidistas.

Pretender que la institución del Defensor del Pueblo Andaluz se convierta en un satélite del gobierno de turno, o del parlamento de turno, me parece una desvergüenza, aparte de una manera de deslegitimizar la democracia, así como una ofensa para los ciudadanos. Intentarlo siquiera es no respetar a los ciudadanos que tienen en esta institución una vía para la defensa de sus derechos, la vía que no siempre encuentran en el poder ejecutivo, en el judicial ni en el legislativo. La independencia de esta institución es parte de la salud de nuestra democracia.

Vergonzoso el espectáculo que se ha dado desde Andalucía en este asunto del Defensor del Pueblo. A más de uno, y a más de una, se les tendría que estar cayendo la cara de vergüenza.

martes, 21 de mayo de 2013

LUZ DE AGOSTO

No sé si nuestro tiempo se parecerá más o menos al que refleja William Faulkner en su novela Luz de agosto, que escribiera en 1931-32. Pero tengo la ligera sospecha que existen demasiadas similitudes que hacen pensar en una semejanza todavía desmedida.

Faulkner nos habla en esta obra de una tierra difícil y salvaje, donde existen el fanatismo religioso, los prejuicios raciales, las actitudes despóticas, la intransigencia, esa que facilita una existencia imbuida en la soledad, la desconfianza, el miedo, el embrutecimiento. A esta tierra es la que viene el hijo de Lena Grove, acaso para su desgracia, y que ni siquiera su nacimiento parece alumbrar un reflejo de esperanza en la piel coriácea de esa sociedad encanallada. Algunos personajes se debaten entre el fanatismo religioso, que se afanan en imponer a los demás, y las estrictas normas de existencia para materializarlo, en una lucha perversa que busca la represión del sexo bajo el prisma de un puritanismo exacerbado en las costumbres. Mujeres, hombres, blancos, negros, a todos les rozan alguna de las múltiples ramas plagadas de espinas que dan forma a la intransigencia, al desprecio, al odio, a la desconsideración, a la locura… A todos, sin exclusión, les repercute para su desgracia.

El mundo de nuestros días sigue teniendo mucho de faulkneriano. Vivimos un rebrote del fanatismo religioso que diezma conciencias y vidas, que aparta a los que no siguen las confesiones y los dogmas. Convivimos con la intransigencia en política, que ataca con saña las ideas contrarias, que busca la destrucción del pensamiento del otro. Nos rodea la insolidaridad en la economía entre clases y sociedades, entre individuos y países, entre élites y el común de los ciudadanos. Extremismos, radicalismos, posturas intransigentes, todo está presente.

La lectura de esta novela me ha hecho pensar en todo esto que me abomina. Pero también me ha hecho pensar que, afortunadamente, en nuestra sociedad hay una respuesta ciudadana para combatir injusticias e indecencias. Se están movilizando muchas fuerzas sociales para dar respuesta solidaria a los problemas de la gente: a los desahucios, a los engaños de los bancos, a la precariedad en que viven miles de familias, a la raquítica democracia existente. Una respuesta más fuerte y sincera que la que proviene de los que ejercen la obligación de darla: los representantes políticos.

Vargas Llosa escribía no hace tanto, en un artículo al respecto de esta novela (extraña coincidencia mientras yo la leía), que la literatura no documenta la realidad, la transforma y adultera para completarla, añadiéndole aquello que en la vida vivida sólo se experimenta gracias al sueño, los deseos y a la fantasía. Y es así que los sueños, los deseos y la fantasía de la gente es la luz que nos está iluminando el oscuro panorama. Es lo que está haciendo cambiar las cosas que afean la vida en la sociedad, los vicios y las desvergüenzas que nos han traído a esta situación. Se está abriendo una ventana a otra manera de ver el mundo, a un cambio en la manera de hacer política, a otra forma de entender la democracia.

La única duda que me queda es: cuando volvamos a una situación de menos privaciones económicas, ¿se volverá a los viejos vicios?, ¿habremos aprendido algo?

martes, 14 de mayo de 2013

SER JOVEN, SER MAYOR

Ser joven parece que es uno de los grandes anhelos de las sociedades modernas, a las que se les vende el mito y, de camino, unas excelentes técnicas de cirugía estética. El mito de la eterna juventud ha existido desde siempre, muchas veces asociado a la intermediación del diablo. La excelente novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, quizá sea la obra que mejor lo representa en lo literario. Pero no faltan ejemplos: leyendas orientales, la figura de Preste Juan o la leyenda de la fuente de la eterna juventud en la América prehispánica que tanto buscó obsesivamente Ponce de León. El mito de la juventud es un principio casi existencial en la historia de la humanidad.

Últimamente se ha vendido lo de ser joven (a veces de forma grosera) como un gran valor de nuestra sociedad. En política ha sido uno de los grandes reclamos para ganar votos. Y en algunos casos el aval perfecto para trepar en ella, con el beneplácito de los que la dirigen, que suelen ser mucho más mayores, pero a los que les queda bien en el discurso eso de hablar de renovación y de la fuerza de la juventud, aunque a ellos no haya quien los menee, a pesar de cumplir más y más años ahí situados. En este ‘engolfamiento’ social, el valor de la juventud parece haber estado por encima del valor de la experiencia, de la sabiduría, del mérito y de la capacidad. Nombrar ministras con treinta años parecía de lo más progresista, tener jóvenes en puestos ejecutivos de empresas era como una garantía de fabricar mejores productos. Para la publicidad el filón de ser joven no se ha terminado todavía. A ellos (niños y jóvenes) se dirige probablemente el noventa por ciento de la publicidad. Son el reclamo perfecto para venderles productos a ellos, y también a los demás que identifican el producto con su anhelo personal no confesado de querer ser joven como los del anuncio.

Ahora, con la crisis, parece que esto de ser joven se ha vuelto una temeridad (a la alta tasa de desempleo de jóvenes me remito). Aunque por el camino también nos hemos dejado el valor de ser mayor, obviamente algo más desacreditado que lo de ser joven, aunque siempre teníamos por ahí un ‘viajito’ del Imserso para dar la impresión que nos preocupaban nuestros mayores. Y qué decir si hablamos del mercado laboral. Sabemos que este no parece hacer distingos, ni se apiada de nadie. Los jóvenes tienen limitado su acceso, y los que acceden lo hacen de manera muy precaria (tanto en tiempo de trabajo como en remuneración económica). Pero tampoco lo tienen mejor los que se montan en cincuenta o más años, y no digamos los de sesenta o más. Está claro que tratándose de mirar el balance comercial, los beneficios son los beneficios.

En la Comunidad Autónoma de Madrid las autoridades sanitarias han decidido quitarse de en medio a un puñado grande de médicos. No porque no estén preparados, sino porque son muy mayores (más de 65 años) y resultan muy gravosos para el presupuesto. Aquí parece que el beneficio también es el beneficio, aunque se trate de un ente público. A lo que se ve, no vale de nada la experiencia, ni el buen hacer, ni la sabiduría de estos médicos, muchos jefes de unidades especiales, que por su edad todavía les queda algo de vida laboral activa. Ni causa estupor prescindir de la aplicación del mejor conocimiento en un hospital, ni que personas que lo atesoran se vayan a su casa porque resultan gravosos para el presupuesto sanitario, aunque sea a costa de aminorar la calidad sanitaria.
Estas son algunas de las cosas que pasan en este país. Seguro que en esto tiene que ver también la intermediación del diablo.

lunes, 6 de mayo de 2013

COMPETENCIA Y ÉXITO ESCOLAR

El currículo escolar en nuestro sistema educativo se sustenta en la formación de ocho competencias básicas. Es frecuente que se hable abiertamente, desde sectores de la política educativa y de la profesión docente, de conceptos como competencias básicas, rendición de cuentas o de éxito escolar. El concepto de competencia en educación corre el riesgo de subsistir íntimamente ligado a planteamientos economicistas, y quedar vinculado en una visión próxima al mundo de la empresa. En tal caso, al hablar de éxito escolar, ¿nos hemos preguntado qué entendemos por este constructo en educación?; o también, ¿qué queremos decir cuando nos referimos a un ciudadano competente?

Sigamos con los interrogantes: ¿nos hemos preguntado si esta visión de la educación es la que más nos conviene?, ¿hemos pensado si todo esto no es más que la imposición de esa sociedad del conocimiento que no mira a todo la población escolar con los mismos ojos? Por ejemplo, un joven que alcanza un buen nivel de competencia para desenvolverse en la vida laboral, ¿se puede decir que ha alcanzado el éxito escolar? Y si, por el contrario, otro joven que alcanza tan sólo un nivel de competencia personal para ser un ciudadano autónomo, pero que su competencia para ejercer un trabajo es muy limitada, ¿acaso fracasa? A veces no estoy nada seguro de que las calificaciones que se obtienen actualmente en nuestros centros educativos reflejen realmente ese concepto de éxito escolar, que tan de moda está. Incluso, que sepamos calibrar cuándo hemos formado un ciudadano competente.

La crisis económica ha impuesto un modelo económico que ha excluido a los ciudadanos, sus necesidades y sus derechos. Está arrinconando a la ciudadanía para mirar sólo las cifras macroeconómicas, esas que sólo entienden de control del déficit, de estabilidad presupuestaria o de rescate del sistema financiero. Se está pasando por encima de las personas y de sus vidas con total impunidad para mantener un edificio en el que no habitan las personas corrientes. Entre las víctimas de esta crisis está la educación de las personas. Y no sé si, incluso, esta educación de las personas ya viene lastrada desde antes, desde que configuramos la LOCE, y después la LOE.

Con la actual crisis sólo interesa la otra educación, esa que mira únicamente a las necesidades del sistema productivo (de ahí también el auge de la formación de emprendedores, como si todos fuésemos a convertirnos en emprendedores de un día para otro). Interesa menos la educación que mira a las personas que no conseguirán ser grandes profesionales, pero que mejorarán su vida como individuos y ciudadanos, esa educación que parece no entrar entre las cifras que hablan de éxito escolar. Está claro que hay que ser competentes en nuestro ejercicio profesional, pero la educación no está sólo para formar ciudadanos competentes con una visión meramente profesional, como destinatarios de ese concepto reluciente de ‘éxito escolar’, está para formar personas competentes desde la globalidad del ser humano.

En todo caso me quedo con el concepto de competencia que en 2006 definió el Parlamento Europeo: “Combinación de conocimientos, capacidades y actitudes adecuada al contexto”, que en su dimensión más educativa concebía las competencias claves como las que las personas necesitan para su realización y desarrollo personales, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo. Mi duda es: ¿cuánto queda de este planteamiento en la educación maltratada por la crisis económica?