domingo, 20 de febrero de 2011

¿NOS QUEDA ALGUNA REVOLUCIÓN PENDIENTE?

Las conquistas sociales y democráticas han venido precedidas casi siempre por la lucha encarnizada entre seres humanos. Nadie regala nada sin más. No obstante, las hay también que sorprenden por su ‘aire pacifista’. Claro, que, en tal caso, gran parte de su éxito dependerá de cuál sea la coyuntura histórica del momento. Cuando los regímenes dictatoriales se agotan es más fácil que caigan ante las presiones, aunque no se descarte que ‘la mula lance algunas coces extemporáneas’.
Estamos viviendo una oleada revolucionaria en los países árabes que no sabemos cómo acabará. Por lo pronto, en Túnez y Egipto se ha impuesto una cierta cordura, y el poder despótico ha cedido sin mucha resistencia, a pesar de los muertos habidos. Ese poder ‘sostenido’, y probablemente ahora ‘abandonado’ por sus sostenedores.
Son muchos países donde, a renglón seguido de lo sucedido en Túnez y Egipto, sus pueblos han levantado la voz, aunque ya los muertos se empiecen a contar más que por decenas por centenares.
Dicen que es la revolución de la juventud, de las clases formadas y educadas por internet y por un pensamiento democrático. Los mismos presupuestos con que está educada, imaginamos, la juventud en nuestros países occidentales.
Parece que lo que está ocurriendo en estos países corresponde a un estadio anterior en el desarrollo de las sociedades modernas, que nosotros ya pasamos.
Y parece asimismo que el antaño vaticinado choque de civilizaciones nos está llevando a lo opuesto: a una confluencia de civilizaciones. Lo digo por el vuelco hacia postulados democráticos que se está observando en estos movimientos revolucionarios, más proclives al modelo de sociedad democrática del mundo occidental, aunque obviamente no renuncien a sus raíces culturales.
Lo cierto es que es un riesgo hacer vaticinios en nuestro mundo. Pues, permítanme la licencia, no se sabe por dónde va a salir la liebre.
Quizá cuando estos países alcancen nuestro nivel de desarrollo democrático sus sociedades se parezcan a las nuestras de ahora.
Y quizás, porque nos gusta enredar las cosas, es por lo que yo en este momento me pregunto si acaso nos queda aún pendiente en nuestras sociedades modernas por hacer alguna revolución donde el pueblo tenga un auténtico protagonismo.
Ya sé que vivimos una época en que el mundo se transforma con celeridad y donde las ‘revoluciones’ tecnológicas y los cambios sociales son una realidad. Pero, ¿estas ‘revoluciones’ las estamos haciendo entre todos o nos las hacen otros? ¿Qué papel jugamos los ciudadanos en todo esto?
Los ciudadanos de los países árabes que hoy acaparan la actualidad periodística y la atención de la ciudadanía occidental se sentían sojuzgados por los regímenes de sus países. Han levantado con energía su voz, han unido esfuerzos y voluntades, y están triunfando.
¿Tenemos nosotros razones para hacer algo parecido? No lo sé. Tal vez si reparamos en el trasiego de nuestras sociedades abiertas y libres encontremos otro tipo de sojuzgamiento donde el ciudadano queda limitado a mero protagonista de su ‘existencia organizada’.
No creo que en nuestra juventud exista el espíritu de rebeldía que se ha observado en los jóvenes de esos países árabes que rompen cadenas y ataduras. Aquí ya nos hemos encargado de que ocupen su mente en otras cosas. A la sazón: adocenar a nuestros jóvenes para que no protesten en lo que no nos interesa, y quizá abrirles las puertas del botellón y de esos macro festivales instalados en apartados eriales para anular mejor sus conciencias.

sábado, 12 de febrero de 2011

PRESENTACIÓN DE ‘LA EDUCACIÓN QUE PUDO SER’

Cuando yo trabajaba en la escuela como maestro siempre tuve la sensación de que los ojos inocentes de aquellos niños que me miraban tenían tras de sí no sólo el candor propio de su edad sino la esperanza aferrada a sus vidas y mi ejemplo. Entonces pensaba que no podía defraudarlos. Y ese empeño guió todos los años en que ejercí la docencia.
El día 9 de febrero presentamos La educación que pudo ser. Reflexiones desde el pupitre (Editorial Zumaya, 2010) en la Fundación Euroárabe (Granada).
En la presentación contamos con la presencia de Carmen Maestro (presidenta del Consejo Escolar del Estado), Mariluz Escribano (responsable de Editorial Zumaya) y el profesor Diego Sevilla, quien moderó el acto.
La educación fue la protagonista del acto. La educación como anhelo y necesidad, la educación como instrumento para una sociedad mejor… esa educación que es protagonista cada día en la escuela.
Decimos en la introducción del libro: “Quisiéramos que esto de la educación funcionara como un reloj, pero la vida es compleja, los seres humanos somos complejos y nunca el mundo es tan redondo como el planeta que lo alberga. A lo mejor es que no sabemos interpretar la naturaleza de las cosas, y menos la del hombre. A pesar de ello, siempre hemos de dar un paso hacia el futuro, aunque el camino esté plagado de obstáculos y los hombres nos empeñemos en hacerlo tortuoso”.
Todos los presentes en el acto de presentación manifestamos la importancia de la educación en la sociedad, todos nos mostramos preocupados por ella, y todos convenimos en que su potencial quizá no está totalmente utilizado. Y también todos estábamos convencidos de que todavía cabe la posibilidad de alcanzar la senda que nos impulse en una educación mejor. Habrá que hilar fino.
La intervención de Carmen Maestro estuvo plagada de sabiduría y de ese profundo conocimiento de la educación española que atesora. No en vano ha tenido un relevante protagonismo en el desarrollo educativo en estas ya crecidas tres décadas de democracia en España. Carmen es siempre una persona crítica y reflexiva. Expresó con firme convicción que si pretendemos mejorar tenemos que hacerlo a través del esfuerzo y el compromiso de todos.
Todos nos sentimos muy bien arropados por el numeroso público asistente, en su mayoría personas muy relacionadas con el mundo de la educación. En sus ojos también alcancé a descubrir la esperanza en una educación mejor y la reflexión que intuían en mi libro. Pensé que a buen seguro lo contenido en sus páginas no les defraudaría.

viernes, 4 de febrero de 2011

REFLEXIONES DESDE EL PUPITRE

A continuación reproduzco el reportaje que la periodista Ana Beauchy ha publicado en Granada Hoy* acerca de La educación que pudo ser:

El inspector Antonio Lara analiza en su último ensayo La educación que pudo ser los pros y contras de la enseñanza reglada que se imparte actualmente en España en el sistema público y desde todos los agentes
"Vivimos en un tiempo en que a la escuela se le piden resultados (...). Pero hay también quien piensa que en educación cuentan otros resultados que no son medibles bajo ninguna escala fiable". Con esta reflexión inicia Antonio Lara, inspector de Educación en Granada, uno de los pasajes de su último libro La educación que pudo ser. Reflexiones desde el pupitre (Editorial Zumaya), que acaba de salir a la venta y se presenta el próximo 9 de febrero en la Fundación Instituto Euroárabe con la presencia de la presidenta del Consejo Escolar del Estado, Carmen Maestro.
"He intentado hacer un ensayo ameno y próximo", advierte Lara sobre su último trabajo. En él analiza la educación reglada que se imparte en España, sobre todo en el sistema público, que conoce en profundidad tras haber trabajado durante veinte años como docente en todas las etapas (Infantil, Primaria, Secundaria), luego como delegado provincial de Educación y, actualmente, como inspector.
Para introducir al lector en la materia, primero ofrece algunas claves de la evolución de la sociedad postmoderna, a la que achaca algunos de los grandes males que se atribuyen al sistema educativo, como es la falta de motivación del alumnado. "La televisión o las nuevas tecnologías bombardean de estímulos a los jóvenes y se sienten inmunes a los mensajes que les llegan de las escuelas", dice Lara.
Luego aborda las principales reformas educativas realizadas en la España democrática, que "se han visto afectadas por decisiones que muchas veces no les han ayudado", dice al tiempo que introduce su conclusión: "esa especie de obsesión reformista, antes de favorecernos ha dejado en la educación una carga de contradicciones, de complejos no superados, de vanidades insatisfechas, para más confusión que beneficio del sistema educativo".
Cuánto hay de crítica y cuánto de verdad en los análisis que se vierten sobre educación hoy en día. Lara se adentra en lo que él llama la "escuela dañada" y la "escuela fracasada". Con la primera denuncia el caso de aquellos centros que se encuentran inmersos en un entorno social muy desfavorecido, donde "ni los programas más innovadores de integración social han dado resultado". Y es rotundo en su diagnóstico: "En el tuétano de la gente hay un sentimiento de rechazo que es muy difícil erradicar. Usted pensará que más adelante esta situación evolucionará, cuando los actuales alumnos educados en valores de respeto, convivencia e interculturalidad sean adultos y tengan hijos. Mucho me temo que no. El ejemplo que están dando esos padres es revelador de cómo procederán sus hijos en el futuro".
Pero es el segundo supuesto, el de las "escuelas fracasadas el que más preocupa a Lara. "Es esa escuela que lo tiene todo y aún así no da respuestas", reflexiona a este diario. En su libro lo completa: "No sabemos si la escuela está fracasada o alguien ha hecho fracasar a la escuela".
Sin olvidar que en el ámbito educativo son muchos los agentes responsables, el autor dedica un capítulo entero al profesorado, clave de la educación. "De su actividad depende gran parte del éxito en la educación", recuerda Lara tras advertir que este colectivo tiene que rendir cuentas por su trabajo, sabiendo que su compromiso y su profesionalidad están bajo la atenta mirada de la sociedad.
Pero tampoco se olvida de la tercera pata de esta mesa: las familias. "La educación está esperando que la sociedad y las familias le ayuden", proclama Lara en su libro, aunque lleva tiempo emitiendo señales para que desde fuera le socorran en la labor que se desarrolla en la escuela.
Doctorado en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada, Lara mina sus textos con multitud de ejemplos que ilustran cada una de las reflexiones que plantea. "Tenía ganas de decir las cosas como uno las piensa", reconoce. "Cuando la Administración no ha hecho las cosas como debiera o cuando uno ve la apatía de las familias es imposible eludir la crítica". Para este inspector, "la vocación de la educación es llegar al máximo número posible de personas, un instrumento para todos los ámbitos que a veces no consigue llegar a todos". Y cita a Kant como cabecera: "Las luces dependen de la educación, y la educación depende de las luces".