viernes, 19 de febrero de 2010

AZNAR Y SU 'PEINETA'

En una entrada anterior de este blog me refería a los insultos que un joven profirió al presidente de la Comunidad de Valencia, Francisco Camps, en plena calle. Entonces califiqué de cobarde esa actitud del joven.
Ahora se ha producido un hecho similar contra el ex presidente del Gobierno, José María Aznar. Un grupo de jóvenes le insultaron y trataron de boicotear un acto público en la Universidad de Oviedo.
A episodios de este tenor hemos asistido a lo largo de nuestra joven democracia. Otros personajes políticos que recuerde –Carrillo, Fraga…– han sufrido tales improperios en actos similares, pero no recuerdo que alguno hiciera frente a los manifestantes.
Cuando esos hechos se producían en el franquismo tenían un valor de heroísmo, porque podías acabar con tus huesos en el calabozo por una noche, como mínimo. Pero en plena democracia poco se puede temer de las consecuencias de proferir gritos e insultos hacia un personaje político en la celebración de un acto académico, como el que nos ocupa. Afortunadamente.
Comprendo el rechazo de estos jóvenes hacia la figura del ex presidente. La comprendo y la comparto. Aún resuenan en mis oídos los gritos del ‘No a la guerra’ que desgarraron nuestras gargantas hace algunos años. Y aún recuerdo su política arrogante en lo social y errática en lo económico, pues con aquella manera de crear riqueza basada en la especulación financiera e inmobiliaria –entonces cegados por aquella ‘abundancia’ no queríamos ver que la economía se sostenía con unos blandísimos pies de barro– puso las bases de la crisis que hoy estamos padeciendo.
Pero lo que ya no comparto con esos jóvenes es la manera de proceder. Le llamaron fascista, asesino y terrorista, y corearon lemas como 'Aznar al talego, como Vera y Barrionuevo'. Eso en todo caso que lo determine un tribunal, por ejemplo el Penal Internacional. Y durante la conferencia le gritaron también: "¡criminal!", "¡cabrón!" o "¡mentiroso!".
En democracia hay otras maneras de protestar y mostrar nuestra opinión, afortunadamente. Ésas que la educación para la ciudadanía tan bien les vendría a estos jóvenes.
Al finalizar la intervención, el señor Aznar a su salida, dirigiéndose a los manifestantes, que seguían gritándole e insultándole, hizo ese gesto con su dedo corazón levantado en vertical, tal cual vemos en la foto que ilustra este comentario.
Me parece, si cabe, más lamentable que un político tan avezado como el señor Aznar haya respondido con gesto tan zafio, arrogante y desafiante.
Quizá al señor Aznar le vendría bien haber asistido con los alumnos de tercero de ESO a unas cuantas clases de esa asignatura, ‘Educación para la ciudadanía’, que sus correligionarios tanto vilipendian.

domingo, 14 de febrero de 2010

EL OPORTUNISMO DE LA NOTICIA

La crisis da para mucho. Sirve para justificar cualquier negocio que no salga bien (que podría salir mal también en tiempo de bonanza), para que la oposición dé caña al Gobierno, para que se mire hacia el interior del país y se olviden las políticas de solidaridad con el mundo sumido en la pobreza…
Y para que la prensa haya encontrado un filón inagotable de noticias acaecidas, sobrevenidas y construidas.
El País publicaba el 13/02/2010 un artículo, bajo el epígrafe “Fijo para siempre, pero ¿inamovible?”, aprovechando que el ‘Pisuerga pasa por allí’ para acordarse de los funcionarios en tiempos de crisis. No estaría mal acordarse de ellos también en tiempos de bonanza.
Y como era de esperar, ha acontecido el éxito. Una avalancha de comentarios para todos los gustos ha inundado el pie de página web.
Lo tenía fácil. Entre los que están parados, los que están puteados en su empresa, entre los que pasan por una ventanilla de vez en cuando y encuentran a un funcionario ‘mal encarado’ (no todo los son, a X gracias), entre los chistes que circulan por la red de funcionarios vagos, indolentes y que trabajan poco… hay mucha gente que tiene algo que decir en esto de “Fijo para siempre, pero ¿inamovible?”.
Con esta noticia me da la ligera sensación que se pone a los funcionarios a los pies de los caballos o, mejor dicho, a los dedos de los internautas. En una especie de linchamiento público que no contribuye a la ‘paz social’.
Después de este artículo, espero otro sobre los malos periodistas que no contrastan la noticia o sacan el lado morboso de la misma, distorsionándola a su gusto.
Y dicho esto, creo que el tema de la función pública en España hay que tratarlo con más seriedad.
En una de las opiniones que recoge el artículo, el presidente del sindicato de funcionarios CSI-CSIF, Domingo Fernández, viene a decir que "el empleo de por vida es la mejor garantía de profesionalidad". O no, como diría Mariano Rajoy. O no es garantía de profesionalidad y sí de acomodo. Y lo dice uno que es funcionario, que tiene su puesto de trabajo ‘asegurado’ y que diría que no se está enterando de la crisis, si no es porque a mi alrededor sí hay mucha gente que la padece.
Es importante la estabilidad en el empleo, pero no sólo para el funcionario sino también para el que trabaja en la obra, en un barco de pesca, en la oficina de un banco o en las grandes superficies.
Con artículos como éste no se contribuye a mejorar la función pública, en todo caso se distorsiona su imagen.
La función pública es importante, permite a un Estado atender a la vida de un país. Ofrecer todos esos servicios que reclamamos los ciudadanos. Otra cosa es que la función pública esté necesitada de un reajuste. Del reajuste de contar con funcionarios con capacidad de servicio público, que es lo que necesitan los ciudadanos. Y para ello el funcionario tiene que cumplir con su obligación, la Administración mejorar la selección y control de sus funcionarios y los sindicatos pensar menos en las elecciones sindicales, porque con esa referencia siempre en el horizonte se justifican cosas injustificables.
En la función pública, a quien haya que llamarle la atención, que se haga, y a quien haya que reconocer su labor, también que se le haga.
Y si hay que pedir cuentas al funcionario público, pedírselas.
Dignificar la función pública empieza porque cada uno de los funcionarios cumpla con su obligación y preste en su puesto de trabajo el servicio público que merecen los ciudadanos. Creo que para eso estamos, ¿o no?

sábado, 6 de febrero de 2010

NO ME ARREPIENTO, VOLVERÍA A HACERLO

Para bien o para mal, no tenemos la posibilidad de volver a repetir nuestras acciones. No hay segunda oportunidad.
Para bien o para mal, porque se podría repetir una buena acción o, por el contrario, evitar una mala acción.
Si se trata de una buena acción que beneficia a muchos, incluso a nosotros, es una pena que no pueda repetirse. Podrá hacerse otra parecida pero la misma no, y no con los mismos beneficiarios. Si quisiera repartir mi fortuna entre los más necesitados y confeccionara una lista con ellos, una vez repartida mi fortuna todo ellos dejarían de ser necesitados. Si quisiera repartir otra vez mi fortuna ya no tendría fortuna, pero imagínense que al cabo de diez años vuelvo a tener otra fortuna, entonces estaría en disposición de repartirla pero no ya a los mismos beneficiarios de antes, sino a otros necesitados de ahora. Por tanto, no podría repartir en los mismos términos mi otra fortuna como lo hice anteriormente.
No se pueden repetir las acciones ejecutadas en algún momento de nuestra vida. Para bien o para mal. Si yo fuera un individuo que he matado a cinco personas, y sentado ante un tribunal que me preguntara si estaba arrepentido de haber matado a esas cinco personas y dijera que no, que lo volvería a hacer, estaría justificando mi acción por no se sabe qué excusa o queriendo decir que de la muerte de esas cinco personas no me arrepiento en absoluto. Pero habría algo más: mis acciones aniquiladoras no se volverían a repetir porque a los que he matado estarían ya muertos. No podría, en tal caso, volver a hacer lo mismo. Pero si me escapara de la cárcel después de diez años y fuera a la misma ciudad donde asesiné a las cinco personas podría volver a matar a otras cinco, si quisiera repetir la acción por no estar arrepentido, pero ya no serían las mismas cinco personas sino otras. Por tanto, la acción no volvería a repetirla, mataría a otras cinco, que sumadas a las anteriores cinco serían diez. En consecuencia, me convertiría en un asesino reincidente, más asesino aún.
Y es que no se puede vivir cada minuto de nuestra vida dos veces, y menos tres, o cuatro o las que sean. Por eso lo que hagamos en cada momento hemos de hacerlo con la conciencia de que es lo mejor y que actuamos con buena fe. Pero si haciéndolo bajo este prisma de buena fe, nuestra acción tuviera consecuencias dramáticas para los demás, lo menos que podríamos hacer es arrepentirnos y pedir perdón. Por eso, decir que volvería a hacerlo, sea una acción buena o mala, es jugar con ventaja, porque se sabe que no se va a repetir. Pero si existieran esas consecuencias dramáticas, con tal aseveración lo que pretendería sería justificar mi acción y hacer creer a los demás que lo que hice lo hice con toda honestidad, aunque no sea verdad.
"No me arrepiento. Volvería a hacerlo", manifestó hace unos días Tony Blair poco antes de acabar una desafiante comparecencia de seis horas ante la ‘comisión de la verdad’ que investiga la intervención militar de Reino Unido en la guerra de Irak. Ratificó una detrás de otra sus conocidas posiciones sobre la invasión (armas destrucción masiva, terrorismo…) y no mostró el más mínimo atisbo de arrepentimiento por los cientos de miles de perronas que han muerto desde que emprendió semejante aventura con sus amigos Bush y Aznar.
El Tribunal Penal Internacional espera. Entretanto, el ex premier está haciéndose de oro.
Grandes emporios del mundo financiero, como JP Morgan Chase o la aseguradora Zurich Financial Services, se rifan sus consejos. La editorial Random House ha pagado 5,3 millones de euros por sus memorias. Una serie de discursos que pronunciará ante los empleados de Lansdowne Partners, un fondo de capital de riesgo de la City londinense, según se dice, le ingresará en su bolsillo más de 2.000 euros por minuto. Entre conferencias, libros y trabajos de asesoramiento, el ex primer ministro británico ha ganado unos 11,5 millones de euros desde que dejó el Gobierno.
Este neoliberalismo no entiende ni de muertos ni de nada, más que de negocio y de dinero. El inventor de la ‘tercera vía’ está ahora como pez en el agua en él, al tiempo que obtiene un lucrativo negocio personal gracias a su paso por la política. ¿Acaso esa opción ideológica del socialismo era esto: el neoliberalismo, mientras el mundo se creía que estaba ante una renovación de la socialdemocracia? ¿Para eso sirve la política?
Al final cuando hay dinero tan a nuestro alcance se nos olvida que un día fuimos una opción socialista para construir un mundo más justo. Esto es lo que hay. Con el mercado por medio a ver quién no aprovecha lo que sea para engrosar su cuenta personal. Lástima que haya muchos que se les segó la vida y no puedan disfrutar de ese mundo tan maravilloso que construyó Blair y sus amigos antedichos.
La política a los tres les ha salido rentabilísima, otros que ellos ‘salvaron’ no podrán ni verlo.