domingo, 29 de abril de 2012

UNA REFORMA SANITARIA INDECENTE


Ha sido una noche de lluvia. El agua ha estado repiqueteando cansinamente en la baranda de la terraza como si quisiera avisar de que estaba allí. Una noche de lluvia así te hace sentir mejor en la cama, hay como una sensación de protección que te traslada a la infancia. Llegada la luz del día se ha hecho necesario retomar las rutinas diarias, entre ellas, asegurar la supervivencia: la visita al supermercado como rutina semanal. Al salir a la calle la lluvia seguía siendo protagonista. Después tocaba bajar a la cochera y coger el coche. Al subir por la rampa del garaje me han llamado la atención unas manchas negras incrustadas en una hendidura del revestimiento de la fachada. Animado por la curiosidad me he acercado, y he podido comprobar que se trataba de dos minúsculas colonias de hormigas tejidas entre ellas que llevaban entre sus mandíbulas huevos y larvas del hormiguero. La lluvia ha debido inundar su hogar durante la noche y han tenido que salir buscando refugio en otro lugar. Pero no se han olvidado de los miembros de la colonia más indefensos y vulnerables.
A la vuelta del supermercado han llegado mis nietas. Ángela, la mayor, me dice muchas veces: vamos a ver si hay pajarillos. Ella sabe que en primavera es fácil encontrar algún guacharro de gorrión caído del tejado, y algunos bichos más, y solemos salir en plan de exploradores por el jardín. Hoy he querido llevarla a que viera las hormigas, y que viera como han encontrado una salida de emergencia a una situación difícil para la comunidad, pero sin dejar a ningún miembro de la colonia abandonado.
Llevamos varios años de crisis económica y cada vez más la mancha oscura y gelatinosa de la desprotección y el desamparo social se va extendiendo más en el tejido social, dejando desprotegidos a los sectores sociales más vulnerables de nuestra sociedad. La reforma sanitaria que ha emprendido el gobierno del Partido Popular es una abominable indecencia. Restringirá derechos y dejará a miles de personas sin protección sanitaria. Afectará a los miembros más débiles de nuestra sociedad, que habrán de pagar parte de los medicamentos, parte de la asistencia sanitaria y, lo peor, hará perder la tarjeta sanitaria a miles de personas, enfermos graves en algunos casos, dejándolos en la más absoluta desatención. Nuestra sanidad empieza a dejar de ser universal.

viernes, 20 de abril de 2012

EL HOMBRE TRIBAL EN UN MUNDO GLOBAL


Nunca me ha parecido que la ofensa a las creencias de los demás esté justificada, ni que sea el camino a seguir. Pero no hay que olvidar que el hombre es un ser tribal. Los de este lado y los del otro, los míos y los tuyos, así es como nos posicionamos. Y así es como caemos en miserables actitudes de rechazo hacia el otro. Aunque nos parezca que la pertenencia a una tribu es privativo de sociedades primitivas nunca como ahora, en la época de la globalización, la pertenencia a un espacio tribal ha tenido más vigencia.
Si miramos a la política encontramos multitud de ejemplos. Si miramos a la religión los ejemplos se multiplican. La Iglesia católica siempre fue sectaria a pesar de su vocación universal, marcó territorios, menospreció otras ideas y se propugnó como la única, arrinconando a otras creencias. El Islam también lo es, y el hinduismo, y todas las confesiones religiosas lo son. Siempre hay un carácter excluyente en toda confesión. Por eso no pueden servirnos para construir un mundo integrado y global. En nuestro tiempo hemos visto la veleidad por parte de grupos islamistas frente a supuestas ofensas al Islam, de grupos extremistas judíos, de cristianos, todos aspirando a una exclusión del otro, del ajeno a la confesión propia. Cuando ese carácter pasa a niveles más toscos la defensa de las creencias se embrutece. Entonces aparece la bestia y se propaga el dolor y la vejación del ser humano.
Miro a mi alrededor y sólo veo actitudes que  buscan el sometimiento del prójimo. Sometimiento de ideas, de creencias, de voluntades. Tanto en religión como en política, pero también en economía que es como la conjunción de la política y la religión. En economía se adora a un dios: el dinero; y en economía se hace política, política económica que es como hacer política en toda regla, pero con menos escrúpulos porque el ciudadano no vota. Las prácticas económicas son competitivas y, por tanto, tienen el germen de la exclusión del competidor que suponga una merma del beneficio propio.
Obligar, someter, mancillar a otro ser humano o a otro grupo social es una práctica común. Cuántas veces lo hacen las religiones en el mundo de hoy, cuántas los que se arrogan un poder que no les pertenece: los dictadores. Mientras, el pueblo sufre, como en Siria, en Sudán o en Somalia. A nosotros, en el mundo desarrollado y civilizado nos someten de otra manera, con más estilo, nos adormecen la voluntad y nos hacen consumidores de ideas, de productos, controlando nuestra libertad.
Imponer ideas, creencias o confesiones religiosas no es más que una forma de intransigencia: la imposiciones de unos grupos a otros de su credo, tanto ahora como en las épocas en que la defensa de la fe se hacía a las bravas, tanto en el fascismo y el comunismo que está vigente o se encuentra al acecho.
En estos días se está juzgando al ultraderechista Anders Behring Breivik por los atentados del pasado 22 de julio en Noruega y la posterior matanza de la isla de Utoya. Lloró cuando pasaron las imágenes del vídeo que él mismo había montado con símbolos e imágenes ensalzando la xenofobia y que subió a internet. Luego se reía cuando se hablaba de la barbarie que había cometido en la isla. Este Breivik es el reflejo más grosero y espeluznante de los vientos que soplan por Europa, que no son más que parte de los vientos que azotan grandes regiones del planeta en todas direcciones. En Francia, con motivo de las elecciones presidenciales, se ha avivado el fantasma de la xenofobia, tan fácil de levantar. Son ejemplos de países cultos y civilizados.
Este es el desencanto que me produce abrir un periódico y recibir más y más impactos de lo que pasa en el mundo. Perdonad el desaliento, será momentáneo.

sábado, 14 de abril de 2012

HOY ES 14 DE ABRIL


Hoy es 14 de abril y se cumplen 81 años de la proclamación de la Segunda República en España. Para celebrar efemérides nos gusta hacerlo cuando las cifras son redondas. Quizá sea el poder de las cifras redondas, aunque no sepa bien por qué tiene que ser una cifra redonda. Acaso sea porque es la que despierta más unanimidad y nos pone más de acuerdo. Pero, ¿por qué no podría ser la que a cada uno le pareciera mejor o estuviera acomodada al momento donde el recuerdo se hace más vivo? Lo cierto es que nos gustan las cifras redondas (25, 50, 75, 80, 100), tal vez porque tengan la misma magia que se les atribuye a los números primos. No obstante, absurdas polémicas aparte, hoy he querido acordarme en esta entrada de esa efeméride al hilo de que la Monarquía en España no pasa por su mejor momento.
Tal día como hoy se proclamó la II República española en un ambiente político de gran agitación y de fuerte deseo de renovación en una sociedad tremendamente anquilosada y embutida en unas estructuras políticas y sociales depauperadas. Dos días antes (12 abril de 1931) se habían celebrado elecciones municipales, y el voto en las zonas urbanas había sido mayoritario para los partidos de izquierdas y republicanos. España se acostaba monárquica y se levantaba republicana, como dijo el presidente de Gobierno, el almirante Juan Bautista Aznar.
La Monarquía de Alfonso XIII como régimen político estaba muy devaluada, las decisiones políticas adoptadas por el monarca no habían sido las más acertadas, el desprestigio era ya grande. ¿Y ahora, el estado de la Monarquía como está? Probablemente no pase por sus mejores momentos desde que el rey Juan Carlos accediera al trono en 1975. Se le ve agotado, los años, la salud y algunas adversidades familiares le han castigado bastante. Su imagen pública traslada una apariencia de debilidad. Su salud se ha resentido en los últimos años con algunas intervenciones quirúrgicas y, curiosamente, en esta pasada madrugada (de este 14 de abril) ha sido intervenido de una fractura de cadera. Es como si hubiera doblado la rodilla ante la pesada carga de los contratiempos que están afectando a la credibilidad de la Monarquía. Cazar elefantes es muy peligroso.
La crisis económica ha abierto el debate en torno a la dotación económica que llega a la Casa Real desde los presupuestos generales del Estado. Hace unos días su nieto mayor, de trece años, recibió un disparo en un pie con un arma de fuego. Luego está el caso Urdangarín, a todas luces el de mayor impacto, y de consecuencias imprevisibles hasta que no se concluya con la instrucción judicial. Asimismo se percibe una mayor contestación social hacia la Monarquía y a favor de la República en la España de hoy. El tiempo nos dirá si estamos ante una monarquía ‘juancarlista’ o ante un régimen político consolidado.

jueves, 12 de abril de 2012

CUANDO HABÍA DINERO PARA TODO


Ahora que vivimos esta época de precariedad y recorte presupuestario, me acuerdo de cuando había dinero para todo. Hablamos de hace poco más de cinco años, creo que todos nos acordamos bien. Entonces éramos tan inocentes que creíamos ser ricos, o al menos eso es lo que nos hacían creer, y pensábamos que el dinero era ilimitado. No caíamos en la cuenta de que los que daban rienda suelta a nuestras ‘alegrías monetarias’ podrían un día alarmarse y decir que gastábamos demasiado. Pues eso es lo que ahora está ocurriendo: aquellos que abrían la mano para que nos sintiéramos potentados hoy la cierran para que nos sintamos menesterosos.
Era un tiempo en que abundaba poco el sentido común, y sí mucho el desatino. Con escaso criterio y mucha temeridad los ayuntamientos gastaban a manos llenas (y no es que un ayuntamiento no deba gastar el dinero en las necesidades de su municipio), y lo hacían tanto alcaldes de derechas como de izquierdas. La estulticia no es patrimonio de ninguna ideología. Cada pueblo quería tener su piscina cubierta climatizada, sus pistas de pádel y, ya puestos, su campo de golf, aunque los separase una calle y los habitantes de uno y otro pueblo pudieran compartir equipamientos. Hoy, sin embargo, no hay dinero para mantener las piscinas climatizadas, los campos de golf y, lo peor, muchos de los servicios básicos de la comunidad, que se mantienen a duras penas.
Desde que el hombre inventó que la mejor manera de dominar y someter al vecino era controlar y limitar sus posibilidades de supervivencia, este mundo funciona así. El mejor ejemplo: los bancos, la sede el poder financiero. Hubo una vez en que a todos nos convirtieron en clientes preferenciales y nos daban dinero sin muchas exigencias. Hoy hemos perdido ese estatus arrastrados por el mismo viento que ha hecho desaparecer el dinero que antes tanto abundaba.
Por el momento, y dada la pusilanimidad del poder político, seguimos en manos de los que aprietan y aflojan a su voluntad la garganta de nuestra supervivencia. La esperanza de supervivencia del farmacéutico griego jubilado que se pegó un tiro frente al Parlamento de su país fue aniquilada por estos mismos. Al menos que nos quede lo que se dijo en su funeral: ¡Pueblo, adelante, no bajes la cabeza, la única respuesta es la resistencia!

viernes, 6 de abril de 2012

SABER IDIOMAS


La tradición bíblica cuenta que cuando la soberbia de los hombres les llevó a pretender alcanzar el cielo Dios, ofendido, los castigó confundiéndoles las lenguas que hablaban, y así impedir que se entendieran paralizando la pretenciosa torre de Babel. Con esto parece ser que Dios no hizo ningún favor a los hombres, porque esa confusión ha acarreado múltiples disputas, algunas cruentas, por mor de la defensa de la lengua propia, y no menos quebraderos de cabeza para aprender la del vecino. Y hasta podemos asegurar que con tal confusión de lenguas se dio pie a fomentar la discriminación del que habla diferente a nosotros. Alguna vez he escuchado decir, cuando alguien se expresa en una lengua que no conocemos, no sin cierta prepotencia y desprecio, que hable en cristiano. Y me he preguntado, ¿en cristiano de qué país?
Uno de los mensajes que proliferan en nuestro tiempo, quizá más que en ningún otro,  es el que resalta la importancia de saber idiomas. Este deseo no creo que lo rebata nadie. Sin embargo, ahora tenemos noticias de que el Ministerio de Educación ha decidido, no sólo recortar el presupuesto de las becas de estancia en el extranjero para el aprendizaje de idiomas, sino exigir una nota media de siete para acceder a la ayuda.
Se lo están poniendo difícil a los españoles que quieren aprender un idioma, sobre todo en un país donde sabemos que es uno de los lastres que padecemos en nuestra formación personal. Nuestra torpeza para hablar al menos otro idioma (inglés, francés, alemán o chino) con garantías de que nos entiendan y entendamos es vergonzosa.  Si ya somos un país analfabeto en conocimiento de otras lenguas, con esta ‘iluminada medida’ lo vamos a ser más. Pero no sólo nosotros, sino también nuestros representantes políticos (desde presidentes de Gobierno hasta consejeros de Comunidades) que cuando salgan a reuniones internacionales o haya contactos con gobernantes extranjeros (pensando sólo en el más universal de los idiomas: el inglés), tendrán que ir con las orejas de burro puestas y tirando de traductores. Lo mismo que ha pasado de aquí para atrás.
El déficit en aprendizaje de idiomas que tenemos en España es el fracaso más clamoroso de nuestro sistema educativo en los últimos veinte años. Un sistema educativo incapaz en todo ese tiempo de formar a una generación de españoles en el aprendizaje de, al menos, una lengua extranjera con garantías de poder comunicarse con alguien nativo de ella. El modelo de enseñanza de las lenguas en España ha fracasado, pero no cuando estudiábamos en la escuela de los sesenta y setenta, que así era, sino también ahora cuando nuestro sistema educativo se ha convertido en un sistema moderno y adaptado a los nuevos tiempos. No quiero menospreciar los esfuerzos que se han hecho con la implantación de las escuelas oficiales de idiomas, con el Portfolio, con los auxiliares de conversación, etcétera, etcétera. ¡Que bien lo conozco todo! Pero la realidad es la que es: el déficit formativo en una lengua extranjera hablada es apabullante en nuestro país.
Cuando yo estudiaba bachillerato, traducíamos textos en francés (fue el idioma de mi escolaridad) y permítanme que lo diga: por un tubo (recuerdo haberlo hecho con profusión del Nuevo Testamento). En mi vida adulta he sido capaz de leer, traducir o comprender un texto escrito en francés, pero al hablarlo me he sentido un analfabeto funcional. Confieso haberme sentido ridículamente torpe cuando he estado en París o en Londres, y me he visto impotente para hablar en la lengua del país visitado. ¡Menudo bochorno interior he sentido! Ahora, alguna vez me pongo películas en versión original. No entiendo casi nada, por no decir nada, pero comprendo que es una de las alternativas reales para aprender otro código lingüístico.
Me apena ver que por esa política monolítica y torpe del control del déficit presupuestario, marcada por el poder económico mundial para Europa, y ejecutada por gobernantes pusilánimes, sumisos y cobardes, se vea afectada una pequeña vía de escape en el aprendizaje de idiomas como es la estancia en los países nativos. Sabemos que esto no es la panacea a nuestros males idiomáticos, pero es algo fundamental para aprender un idioma que este se practique en el entorno natural donde se habla.