miércoles, 24 de diciembre de 2025

CUANDO YO ME HAYA IDO*

 


Cuando el otoño de la vida me asalta y merma tantas energías para mover el cuerpo —y acaso la mente— con la agilidad y destreza que lo hacía en aquella primavera soñadora, capaz de volar escaleras arriba o abajo de dos en dos escalones o brincarlos agarrado al poste de la baranda hincada en el techo hasta aposentar los pies en el inmediato rellano, cuando el otoño de la vida lo tiñe todo de tintes ocres, me invade la pesadumbre y el desasosiego al pensar qué ocurrirá cuando yo me haya ido.

Putin cumplió 73 años en octubre, aferrado al poder desde 1999, ‘ganando’ elecciones y eliminando adversarios con métodos mafiosos, y sueña con vivir hasta los 150, imaginamos sujeto al poder. La longevidad es una de sus obsesiones —otras, criminales—. Para ello, junto a Xi Jinping, promueven estudios relacionados con tecnologías antienvejecimiento. Netanyahu, que ha sembrado Gaza de cadáveres, también estaría dispuesto a perpetuarse en el poder. Los gobiernos del mundo se pueblan de sátrapas, lunáticos y dementes peligrosos. Con el volátil de Trump prefiero tirar de sátira.

Hace casi treinta años apareció el ensayo de Carlo Cipolla, Las leyes fundamentales de la estupidez humana; la segunda decía: “La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”. Antes, Dietrich Bonhoeffer —Teoría de la estupidez— se preguntaba cómo fue posible que la estupidez se hubiera apoderado de Alemania, un pueblo amante de la cultura, la ciencia y el arte, tan civilizado; sin embargo, permitió que Hitler alcanzara el dominio sobre sus vidas. Afirmaba: “El poder de uno necesita de la estupidez del otro”.

Vivía en Gaza, al coche donde viajaba le alcanzaron 335 balas. Tenía 5 años, la asesinaron en enero de 2024. Se llamaba Hind Rajab. Un documental con los audios originales —La voz de Hind—, dirigido por Kaouther ben Hania, ganó el ‘León de oro’ de la Mostra de Venecia de 2025. Tres horas suplicando ayuda a los médicos de la Media Luna Roja en una llamada, los tanques israelíes inconmovibles allí delante, hasta que se hizo el silencio. Tres horas de pánico, rodeada de cadáveres de padres y tíos. El monstruo de la barbarie sin corazón la asesinó.

Observo vídeos y fotografías de Gaza, como podrían ser de Donetsk, Luhansk, Zaporiyia o Jersón, donde la ignominia hacinada en la naturaleza humana se transforma en crueldad. Me estremecen rostros famélicos de niños pidiendo comida, andando entre el agua de lluvia que inunda tiendas de campaña desvencijadas; o ese niño rebuscando en la basura del vertedero crecido al calor de un campamento improvisado; o esa niña que pasa sus dedos húmedos por el fondo de un barreño con la avidez del hambre, para rebañar briznas de comida olvidadas en el metal.

La desmemoria es uno de los lastres que arrastra la humanidad, acaso por ello se repitan rencillas, disputas y hasta guerras. La escritora Géraldine Schwarz —Los amnésicos, Historia de una familia europea descubre que su abuelo Karl compró en 1938, a precio de ganga, la empresa de los Löbmman, judíos asesinados después en Auschwitz. Lo califica de ‘mitläufer’: esos afectados por la ceguera y la cobardía que ‘se dejaron llevar por la corriente’ hitleriana. “Después de la derrota y durante largos años, a mis abuelos les faltó perspectiva… para darse cuenta de que, sin... los Mitläufer… Hitler no habría estado en condiciones de cometer crímenes de aquella magnitud”. Hoy los comenten Putin y Netanyahu. Demasiadas cegueras y cobardías lo permiten. Otra legión de ‘mitläufer’ se enriquecen en el río revuelto de la guerra.

La historiadora estadounidense Lauren Benton —Lo llamaron paz. La violencia de los imperios— sostiene la teoría de que los imperios en la historia han cimentado sus conquistas en saqueos, esclavitud y exterminios, definiendo la violencia ejercida la naturaleza de la guerra y la paz. En Gaza se llama paz a los pillajes y masacres que continúan y, pasado no mucho tiempo, al otro gran negocio que sustituirá al de las armas.

Israel respondió al terrorismo con terrorismo. No hablemos de guerra, hay un ejército moderno que ‘lucha’ contra niños, ancianos, mujeres y, si me lo permiten, matando las cabras del sustento familiar. Los asesinos israelíes —no los israelíes que abominan de las matanzas perpetradas por su país— les ha gustado decir que peleaban contra ‘animales’, como denominaron a los palestinos tras el atentado terrorista de Hamás —7/octubre/2023—. El periodista de EL PAÍS Carlos de Barrón, embarcado en la flotilla de Gaza, narraba humillaciones, maltrato psicológico, agresiones e intimidaciones que los tripulantes sufrieron durante su cautiverio de tres noches en una cárcel de Israel. “No hay médicos para animales como vosotros”, les dijeron los guardias israelíes.

La esperanza del mundo se vería recompensada si Netanyahu, Putin y algunos más pasaran por el banquillo del Tribunal Penal Internacional. Triunfantes y sonrientes, después de haber asesinado a cientos de miles de inocentes, la pena de cárcel debería ser el único destino donde disfrutar a perpetuidad esos 150 años de longevidad que ansían.

Antes que me haya ido quisiera que esto ocurriera y que la enfermedad de la estupidez quedara erradicada como la viruela. Pero mi pesimismo es inagotable: hace demasiado tiempo se terminó la colaboración y la sustituimos por la confrontación.

Poco o nada vivimos imbuidos por los versos de sor Juana Inés de la Cruz: “Yo no estimo tesoros ni riquezas; / y así, siempre me causa más contento / poner riquezas en mi entendimiento / que no mi entendimiento en las riquezas”.

*Artículo publicado en Ideal, 23/12/2025.

** Un mundo, 1929, Ángeles Santos.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

VINCENT TRUMP Y SU MAGO PARTICULAR*

 


Aquella mañana el presidente Vincent Trump, en palabras de Marco Rubio, “amaneció con el moño virao”. Vociferaba por todos los rincones. Nadie se atrevía a interrumpirlo, ni siquiera el arquitecto que pretendía mostrarle los planos modificados para construir ese gran salón de baile en el ala este de la Casa Blanca. Su gran ilusión: Melania y él inaugurándolo al compás del ‘Danubio azul’ de Johann Strauss.

En el episodio anterior, Vincent, el guerrero del planeta contra los alienígenas invasores, necesitaba refuerzos. El elegido: el mago de las infalibles pócimas, Gargamel. Había encomendado a James Vance su búsqueda, “a la mayor brevedad”. En tan magna empresa colaboraba Rubio. El ultimátum presidencial, inapelable, no permitía demora. Impaciente como nadie, recordaban la patada en el culo dada al mismísimo ‘multimillonario’ Elon Musk.

Reunió a ambos en el Despacho Oval. “Demasiado retraso con Gargamel, ¡sois unos inútiles!”, espetó. Y la cara se les transformó. “Necesito un tipo como el consejero de la presidenta madrileña, ¡admiradora mía!, que manda mucho en España y que da caña al peligroso comunista Sánchez, tan ‘estirao’ como estuvo en la cumbre de Sharm el Sheij. Acabé con la guerra de Gaza y me negaron el Nobel de la Paz, ¡pandilla de desagradecidos!” —les reveló—. “Tienes toda la razón, presidente” —apostilló Vance—. “No me hagas la pelota, ¡so capullo!, tú eres otro igual. Han pasado semanas desde mi encargo de encontrar a Gargamel”. Y Rubio, entretanto, desviaba la mirada hacia el retrato de Benjamín Franklin, en el que intuía una ligera sonrisa.

Vincent siguió relatando atropelladamente que a Gargamel lo necesitaba ya, que era como ese que llaman MAR en España, un chamán que vaticina el futuro, que se cargó a un enemigo de su dueña, un tal Casado, presidente del partido, al que le inventó una historia de espías —la ‘gestapillo’, la llamaba el tío—, y todo porque ella favoreció a su hermano en un contrato de mascarillas. Y un día dijo que se cargaría al fiscal general por defender al novio de la niña, y se lo cargó. No tuvo más que pronunciar unas palabrillas mágicas a amigos periodistas: “Hacienda ha ofrecido un pacto al novio, así que ¡p’alante!”. Y todo resultó como a Vincent le gustan las cosas. Entonces fijó una mirada lacónica sobre sus interlocutores: “Pobre muchacho, mira que achacarle fraude y esas tonterías. Una víctima como yo, que me persiguen por fraude fiscal de mis empresas, de estar en los papeles de Epstein, de promover el asalto al Capitolio y de tantas mentiras. ¡Con ese MAR hubiera obtenido el Nobel!”.

Eran días convulsos, una epidemia de socialistas invadía Estados Unidos: Zohran Mamdani ganaba la alcaldía de Nueva York y Katie Wilson la de Seattle, ¡tremendo!; o ese contestatario Brandon Jhonson, alcalde de Chicago, o las manifestaciones ‘No Kings’. Todos detrás del decrépito senador Bernie Sanders. Vincent pagaba semejante desesperación con más redadas de indefensos inmigrantes o la gran idea del vídeo creado con IA contra esa gentuza: “Yo pilotando un avión, ‘Rey Trump’, ataviado con mi corona —ufano y sonrisa socarrona—: ¡y lanzando mierda a los manifestantes!”.

Vance y Rubio salieron del Despacho Oval apesadumbrados.

Nos jugamos el puesto, Marquito, me veo en Alcatraz o con Bukele.

Al presidente no se le olvida la chuscada de Gargamel —aseguraba Rubio.

Ni se le olvidará —respondió Vance—. Conozco sus resentimientos, si le gastas un faena, cuando pueda te devolverá el golpe. Reitero mi propuesta: tú puedes encontrar una solución, eres cubano y en tu país se arreglan estas cosas con la santería.

Jaimito, no seas ‘cablón’, no digas que soy cubano, ¿quieres que me ‘depolte’ el ‘pelopanocha’?”—le reprochó Rubio.

Y Marco pensó en un tío suyo de Cuba, un poco patituerto, con andares de pato, joroba de camello y una efigie con nariz larga y afilada por rostro. Tan moreno, ojos saltones y rodeados de marcadas circunvalaciones semejantes a la piel de un rinoceronte. Llamó a su primo Silverio, promentiéndole que le arreglaría los papeles para venir a Estados Unidos. “!Tráemelo como sea, mi alma!, es cuestión de vida o muerte. Le pones una saya de santero, yo haré el resto”, le ordenó.

Así fue cómo una mañana de finales de otoño, movida por viento gélido, llegó Rubio con su tío a la Casa Blanca. Le aguardaba Vance. El vicepresidente se quedó pasmado, era la viva imagen del mago que recordaba cuando pasaba las horas muertas ‘embobalicado’ viendo la serie de los pitufos. Los tres se dirigieron al Despacho Oval, aguardaba Vincent Trump. Nada más entrar, este apartó unos documentos que firmaba, soltó el enorme rotulador negro con aspecto de guadaña, se levantó y estupefacto fue hacia ellos, con cara desencajada, arreciando el tono marrón de su piel. Soltó un retumbado sonido que se asemejó a un graznido, espetando con voz gritona: “¡Por fin estás aquí, querido Gargamel, qué ganas tenía que verte…!”.

Se aproximó y lo apretó con abrazo de oso y, seguidamente, retrocediendo unos pasos, moviendo el cuerpo al ritmo marcado por el balanceo de sus brazos rematados por unas manitas redonditas y empuñadas, exhibiendo una chepa que obligaba a la enorme corbata roja casi a besar el suelo, mostró gran alegría. Rubio, mientras, desviaba la mirada a Benjamín Franklin.

Vincent, contemplando fijamente a tan ilustre visitante, con boquita de cuchicheo susurró: “Espero que hayas traído a Azrael, me hace una ilusión sideral verlo”. (Continuará)

*Artículo publicado en Ideal, 02/12/2025.

** Ilustración de Ideal.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

CINCUENTA AÑOS DE DEMOCRACIA Y LIBERTAD*

 


Añorar el pasado —“cómo, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado fue mejor”, que escribiera Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de su padre— forma parte de las trampas que nos tiende el cerebro. ¡Qué sería de nosotros si arrastráramos tantas penurias de vida pasada sin recurrir al bálsamo del olvido! Seguro, un volcán en erupción haciendo imposible la vida.

Cincuenta años de la muerte del dictador y, antes que su olvido, asalta nuestro tiempo un crecer desorbitado de quienes lo añoran. Más hombres que mujeres, más jóvenes que maduros. Imaginamos que las mujeres no querrán verse sometidas a sus maridos para abrir una cuenta bancaria, ni que les rapen la cabeza, ni ser educadas como meras serviles.

Cincuenta años, mientras emergen ‘añoradores’ de aquel régimen dictatorial, que tantas vidas segó entretanto secuestraba la democracia y la libertad, que salen a plazas y universidades, como ‘vitoquilenses’, enarbolando consignas de corte fascista, excusados bajo la palabra ‘libertad’. O se junta ‘cara al sol’ la doble 'N' —Núcleo Nacional: falangistas, franquistas, nazis y fascistas— en Madrid desde el Paseo del Prado hasta el Congreso para pedir la expulsión de migrantes y cristianización de Europa. O un alcalde de Vox en Puente de Génave (Jaén), editor de un calendario con fotografía de Franco y bandera del aguilucho, llamándolo tradición —dice—. Ya puestos, podría haber colocado a su lado la hoz y el martillo que su admirado caudillo prohibió. Somos libres, ¿o no?

El tema es bastante serio. El franquismo sociológico y sin complejos está aquí y, lo peor, arraigando entre los jóvenes, bajo la vitola de una libertad regada de odio al diferente, al inmigrante, al pensamiento contrario, a cualquier otra orientación sexual no hetero. Las redes sociales, anegadas de mensajes, comentarios e insidias, conteniendo y promoviendo odio. Tener enemigos es el mejor alimento para sostener identidades propias: las del nacionalismo fascista. Un estímulo para enardecer a los propios, al ‘nosotros’, frente a los ‘otros’.

No somos los únicos en el mundo, aunque en nuestro caso tenemos bastante delito: anteayer padecimos una dictadura y hoy pretendemos renovarla. El mundo juega con fuego, se le olvida que el nazismo trajo una guerra mundial y, entretanto, se dan votos y parabienes a enemigos de la democracia: autócratas, descerebrados, paranoicos y dictadores —algunos sanguinarios—, gobernando y empeñados en aniquilarla para perpetuarse en el poder.

Los jóvenes de hoy no tienen los abuelos que nosotros tuvimos, para que les cuenten las miserias de la dictadura franquista, el hambre —utilizada como arma de control y represión, como desvela el profesor Miguel Ángel del Arco en su libro La hambruna española— o las dificultades de una vida de penurias que, sin embargo, no fue el producto de una guerra civil sino de estrategias bien diseñadas por el dictador y sus adláteres, exculpándose de toda responsabilidad y echando el pecado al aislamiento internacional. Mientras ellos gozaban, el pueblo pasaba mil privaciones: económicas, gastronómicas, vejaciones a su dignidad humana...

Hoy los jóvenes no tienen esos abuelos, transmisores de experiencias vitales, tienen relatos plagados de tergiversaciones de la historia vomitados en redes sociales. Nuestros alumnos casi no conocen la Historia de España de los últimos decenios: desde la guerra civil, la dictadura que se hizo eterna, ni nuestro desembarco en la democracia.

Preocupa ver que ellos, en puertas de votar, radicalicen sus iniciáticas posiciones políticas hacia posturas reaccionarias. El 21,3% de la población española —barómetro del CIS, octubre/2025— cree que los años de dictadura fueron ‘buenos’ o ‘muy buenos’. Jóvenes entre 18 a 29 años —varones más que chicas—, sin haber vivido el ‘edén de la dictadura franquista’, inclinan su apoyo a la ultraderecha ‘voxiana’. La ola retrógrada que asola el mundo nos impele a valorar inequívocamente los cincuenta años de democracia y libertad vividos en España, a pesar de los quebrantos habidos.

Ninguno de esos jóvenes que vitorean consignas fascistas padecieron cuarenta años de dictadura tras una guerra civil que destruyó el país. Nosotros, sí. Peinando canas al viento, aquella conquista de la democracia no se puede ir al garete porque la ultraderecha quiera volver a una dictadura de facto. Muchos tenemos el recuerdo de aquel régimen inquisitorial, los jóvenes embaucados por consignas ‘fascistoides’ mejor que aprendan de la historia reciente de su país para descubrir la realidad que muchos vivimos.

La figura de Franco está ganando popularidad entre ellos. La ultraderecha lo aúpa, y el deseo juvenil, necesitado de héroes, se deja atrapar por esta ‘épica’ del pasado. Los mitos: construcción de pantanos, creación de la seguridad social o la prosperidad económica tras la posguerra, circulan por redes sociales. Acaso detrás esté la falta de expectativas de un futuro que no llega y desmoraliza, o alguien que les contamina que con Franco se vivía mejor y no pagábamos impuestos esto parece triunfar o la leyenda de una vida barata frente a lo cara e inaccesible de hoy, menoscabadora de tanto. Propaganda que cala fácilmente en quienes sin criterio se quedan con el mensaje fácil.

La frustración por la precariedad laboral, las dificultades de acceso a la vivienda o que los partidos políticos tradicionales no sirven y son parte del problema, facilitan, en personas sin herramientas críticas avezadas, su identificación con discursos 'antisistema' o 'rupturistas' de la ultraderecha. Y en España, Vox, sin esfuerzo, conquistando las mentes de los jóvenes.

Cincuenta años de democracia y libertad, que muchos quisieran verlas sucumbir; mas otros, con mayor visión histórica, no deberíamos olvidar ni minusvalorar.

*Artículo publicado en Ideal, 18/11/2025.

sábado, 8 de noviembre de 2025

EL ATENEO DE GRANADA CUMPLE CIEN AÑOS*

 


Los ateneos tienen su origen en la España de principios del siglo XIX, abierta al saber y la cultura, a las corrientes liberales, en un país que le costaba dejar atrás la rémora del Antiguo Régimen. Granada no fue ajena a aquella corriente ateneísta.

En los años ochenta, preparando la tesina en la Universidad de Granada —Granada durante el reinado de Alfonso XII—, bajo la dirección de mi añorada maestra Cristina Viñes, las investigaciones arrojaron la intermitente existencia de ateneos durante la centuria decimonónica, sin advertir una conexión entre ellos, pero sí el interés por fundarlos. Las denominaciones variaban: Ateneo Científico-Literario de Granada, Ateneo de Granada, Ateneo de la Juventud, Ateneo Científico-Literario del Colegio San Bartolomé y Santiago... Tenemos noticias del llamado Ateneo Artístico y Literario (1859), creación de otros en 1879 o 1883. Vidas efímeras. Como dato, la crónica de la coronación del poeta José Zorrilla —acto majestuoso (1889), del Liceo de Granada— no mencionaba ateneo granadino entre las instituciones culturales sumadas.

La denominación de Ateneo Científico, Literario y Artístico es privativa del nacido en 1925, un 6 de marzo, en el salón de la Sociedad Económica de Amigos del País, donde se celebra la junta general —presidida por el catedrático Gabriel Bonilla y secretario, José Álvarez de Cienfuegos—, eligiendo la primera Junta de Gobierno y al primer presidente: José Pareja Garrido, catedrático de Medicina y exrector de la Universidad de Granada.

Semanas antes se congregaron numerosas personas de ámbitos profesionales variados —médicos, científicos, profesores, artistas, literatos, empresarios…—, mostrando su apoyo a “constituir en Granada un Ateneo Científico, Literario y Artístico..., alta empresa cultural” (El Defensor de Granada, 18/02/1925). Su director, Constantino Ruiz Carnero (vicesecretario, Ateneo), en el artículo “Ciudades y ciudadanos”, lo justificaba: “Cuando se habla de implantar en una ciudad un sistema, una política de transformación, no se trata simplemente de mejorar sus medios urbanos… materiales, sino de renovar su vida espiritual..., el ciudadano..., un producto del medio cultural”. Granada vivía un crecimiento demográfico, transformación urbana —apertura de la Gran Vía— y económica —cultivo de remolacha e industria azucarera—, construcción de redes de tranvías..., que transformaron aquella ciudad decimonónica sumida en el estancamiento y zarandeada por crisis de subsistencias, terremotos o epidemias de cólera.

Aquel Ateneo de 1925 congregó importantes figuras de la Edad de Plata de la cultura granadina —García Lorca, Manuel de Falla, Rodríguez Acosta, Hermenegildo Lanz, Gabriel Morcillo…— y personalidades como Fernando de los Ríos, Juan José Santa-Cruz, Palanco Romero, Gallego Burín, Torres Balbás o Gonzalo Gallas.

Nacía el Ateneo en plena dictadura de Primo de Rivera. A los cuatro años —20/abril/1929— era clausurado por el gobernador civil, Manuel González Longoria. La clausura duró dos meses, pero soliviantó los ánimos de algunos miembros, generando incomodidad por pertenecer a una institución bajo sospecha del poder político. Fernando de los Ríos y Gabriel Bonilla, por ejemplo, fueron depuestos de sus cargos y separados de sus cátedras universitarias. Reanudada la labor ateneísta, no lo haría con igual entusiasmo.

La actividad del Ateneo se extendió hasta 1932/33, que sepamos. Muchos de sus miembros, reclamados desde Madrid durante la II República, ocuparon cargos de enorme responsabilidad: Fernando de los Ríos, ministro de Justicia, Instrucción Pública o Estado; Agustín Viñuales, ministro de Hacienda; Fernando Sáinz Ruiz, diputado a Cortes e Inspector General de Educación; Gabriel Bonilla, consejero de Estado. Tampoco contamos con su archivo para proporcionarnos más datos sobre su trayectoria, solo informaciones hemerográficas y documentos aislados, lo que nos hace sospechar que bien pudo ser destruido.

Con el golpe de Estado y el triunfo sublevado en Granada, a nadie se le ocurrió mantener una institución de este tenor. Las posibilidades de reactivarlo en plena guerra civil o posterior dictadura fueron una entelequia. Las vidas futuras de sus miembros corrieron destinos diversos: unos, permanecieron en Granada en tareas profesionales o vinculados a las nuevas autoridades —Antonio Gallego Burín fue alcalde, 1938/1951, salvo 1941—; otros, exiliados: Fernando de los Ríos, Manuel de Falla, Gabriel Bonilla o Fernando Sáinz Ruiz; algunos, represaliados o fusilados: José Palanco Romero, Juan José de Santa Cruz, Ruiz Carnero...

La refundación del Ateneo en 2009, otro 6 de marzo, puso la mirada en este de 1925, del que se considera heredero. El espíritu del actual está conectado con aquél y no con los decimonónicos. Principios y postulados de ambos se conectan: cultura —“el ciudadano… un producto del medio cultural”—; ciencia, artes, libertad de expresión, democracia “organizarse a la manera de una democracia”—; vocación por generar espacios de debate, reflexión e ideas “una ciudad que posea un nivel de cultura superior… capacitada para engendrar ciudadanos”—; espíritu crítico y librepensador “ciudad nueva… ciudadanos sensibles... a todas las manifestaciones de la cultura”. Palabras entrecomillas del artículo citado de Ruiz Carnero, donde concluía: “la ciudad que renueva y purifica sus valores espirituales y afina su sensibilidad ante los modernos problemas de la cultura…, ponerla en contacto con la corriente del pensamiento universal”.

Cien años, sí. Aunque a veces la historia juegue con nosotros y convierta el tiempo en anécdota. Honrar a nuestros abuelos, que nunca conocimos, sentirse parte de su legado, es una virtud que enorgullece. Recordar su memoria nos humaniza y nos aproxima. Hay acciones que parecen no comprenderse, pero que ni siquiera el tiempo sumido en la latencia las puede minusvalorar.

El Ateneo de Granada, refundado en 2009, se siente heredero de aquel de 1925. No existe la sensación de desconexión temporal, ni la distancia es el olvido.

*Artículo publicado en Ideal, 07/11/2025.

** Logo del Ateneo de Granada, 1925.

viernes, 24 de octubre de 2025

HISPANIDAD O ¿PEDIR PERDÓN POR LA CONQUISTA?*

 


Cada año por estas fechas se inicia una estúpida polémica en torno a la conquista y presencia española en América, como si tuviéramos la potestad de cambiar la historia, el pasado, ese que para bien o para mal nos juzga sin compasión. Como nuestra conciencia lo hace con nuestras vidas, llenas, en proporciones diferentes, de conductas deleznables y buenas acciones, de omisiones de compromiso y de respeto a nuestros semejantes.

Remediar lo que aconteció en los tres siglos de presencia española en el ‘nuevo continente’ a nuestro gusto es un sueño infantiloide de escaso fuste. Los que llegaron hasta él para dominarlo lo hicieron con la misma rudeza que hasta entonces utilizaron todos los imperios, los pueblos enemigos o las religiones. Los aborígenes que lo poblaban desde decenas de miles de años —algunos de culturas avanzadas— se vieron sojuzgados por una fuerza bruta superior. Querer remediarlo ahora es una entelequia, un absurdo que nos lleva a cometer estupideces como derribar estatuas de Colón o lanzar pintura roja sobre un cuadro de Colón en el Museo Naval de Madrid.

La historia está plagada de atrocidades cometidas por nosotros —los seres humanos— en todas las épocas y enarbolando nuestra inagotable, corrosiva y destructiva presencia en este planeta que vamos destruyendo poco a poco. A ningún pueblo se le olvidan los agravios recibidos, ni cicatrizan totalmente las heridas que se le abrieron en algún momento de su historia, sin que necesariamente deban conducirle a la venganza, si con el recuerdo del dolor padecido basta.

La Hispanidad es un constructo histórico que surge con fuerza tras la crisis del 98 y la pérdida de las últimas colonias americanas, que no nos lleva a muchos sitios, salvo al sentimiento de pertenencia a unos referentes históricos comunes con los pueblos de la América hispanohablante. Y esto es bueno. No obstante, la Hispanidad está atravesada por muchas sensibilidades que, siendo respetables, no deberían promover debates de confrontación orientados a la imposición de pensamientos e interpretación de los hechos contaminados por sesgos ideológicos, ajenos al análisis histórico, hasta llevar a los contendientes a la irracionalidad y la perversión.

Claro que España estuvo algo más de tres siglos en una tierra colonizada e incorporada a la corona de Castilla. Claro que le llevó adelantos, lengua, cultura y organización, como también recibió de aquellos pueblos otros adelantos, lenguas, culturas, enseñanzas y ciudades para su acervo histórico, porque no se encontró a ‘salvajes’ sino civilizaciones avanzadas. Y claro que cometió no pocos execrables actos de violencia, vejaciones, muertes e imposiciones contraculturales, como los ingleses en las tierras que ocuparon exterminando a pueblos libres, dueños de montañas, ríos, lagos y grandes llanuras desde decenas de miles de años, pero con la diferencia de que el sometimiento hispano de aquellos pueblos estuvo presidido por un proceso de sinergias que tampoco podemos desdeñar.

Hace un año se suscitó una controversia diplomática entre México y España, avivada en un debate sobre la historia de la conquista, que frustró la presencia de Felipe VI en la toma de posesión de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, al no ser invitado. A semejante descortesía respondió el Gobierno de Pedro Sánchez con su no presencia. Una controversia diplomática que se remontaba a 2019 cuando el presidente López Obrador remitió una carta a Felipe VI solicitando que pidiera perdón por los excesos cometidos por los españoles durante la conquista. Carta no contestada por el monarca. Aquella postura del Gobierno mexicano pareció incongruente, salvo que quisiera echarle la culpa de la marginación, estado de miseria y atraso de sus poblaciones indígenas, o de la atroz violencia ejercida por los cárteles de la droga —extremo susceptible de tachar al Gobierno mexicano de ‘Estado fallido’—. Calamidades y ultrajes que debieran haber resuelto las autoridades mexicanas, tocadas por la absoluta responsabilidad tras más de dos siglos de independencia. En tal caso, debieran haber sido a ellos los peticionarios de perdón.

El agravio contra aquellos pueblos que España encontró a su llegada al continente fue perpetrado no solo por los españoles de la conquista, también por sus descendientes —los criollos de la independencia— que llevan ejerciendo el poder desde principios del siglo XIX. Ellos han constituido las élites de poder antes y ahora, gobernando a la población amerindia y a la proveniente de españoles y europeos emigrados durante dos siglos.

La historia no miente, salvo que queramos escribirla a nuestro antojo, falseándola, poniendo en solfa el pasado desde nuestro prisma de cultos, solidarios y respetuosos con los derechos humanos. Y tratemos, igualmente, de medir a nuestros antepasados por el filtro de una ‘verdad’ que a duras penas somos capaces de poner sobre hechos de nuestro tiempo que topan a diario con nuestros ojos en fotografías de prensa o pantallas de televisión, o llegan a nuestros oídos en las voces de la radio.

A nosotros nos cabe la responsabilidad de combatir el genocidio perpetrado en Gaza, protestar contra la ignominiosa invasión de Ucrania y elevar la voz contra otras muchas injusticias de nuestro tiempo que asolan este planeta donde respiramos.

Todos los imperios que han existido han cometido excesos en sus colonias, todos se han apropiado de recursos económicos y culturales para beneficio propio, contraprestando casi siempre muy poco, y han sojuzgado a sus habitantes, modificado sus vidas, costumbres y creencias, aplicando racismo y discriminación. En la dimensión que queramos establecer en todo ello la regla será donde nos situaremos a la hora de valorar el alcance del constructo Hispanidad.

*Artículo publicado en Ideal, 23/10/2025.

** Primer homenaje a Cristóbal Colón (1892), de José Garnelo