lunes, 21 de marzo de 2022

LA TERCERA GUERRA MUNDIAL*

 


No han sido pocas las veces que hemos escuchado en el imaginario colectivo eso de que se podía liar la tercera guerra mundial. Pero nunca pronunciado por un presidente de EE UU. El 11 de marzo, en un discurso en Filadelfia, Joe Biden dijo que si Rusia atacaba algún país de la OTAN daría pie a la tercera guerra mundial. Algo ha cambiado, ¿o acaso se trata de una fanfarronería del líder de un país que ya no es la indiscutible primera potencia mundial?

Hay abundante bibliografía desde la década de los sesenta del siglo XX que adoptaba el título de “tercera guerra mundial”. La zozobra vivida en el mundo desde la segunda gran guerra siempre ha suscitado esta predicción de relato apocalíptico. Uno de los primeros libros fue La tercera guerra mundial: agosto 1985 de John Hackett (1980), que proyectó un futuro situado en el amanecer del 4 de agosto de 1985 con la entrada de blindados soviéticos por la frontera de Alemania occidental, territorio de la OTAN. Han pasado casi cuarenta años, y está a punto de cumplirse tal vaticinio tras los bombardeos de Rusia a ciudades ucranianas: Lutsk, a 87 kilómetros de Polonia, Ivano-Frankivsk, a 153 de Rumania, o una base militar a 25 de Polonia. Y no sé si algunas más cercana cuando ustedes lean este artículo. Putin no es de los que achantan.

Cuando la URSS se fracturó, Europa dejó que la cleptocracia y la mafia proveniente del aparato soviético acapararan la economía y el poder en Rusia, se prefirió que el pueblo ruso cayera en la miseria antes que tender una mano. Hasta que llegó un tipo sombrío, Putin, que sustituyó al beodo Yeltsin, para remover un sentimiento patriota y convencer a los rusos de que ellos podían ser grandes otra vez. Gran parte del silencio del pueblo ruso en esta ignominiosa acción de Putin contra Ucrania quizás provenga de ese inconsciente colectivo ‘jüngeriano’ nunca desaparecido. Los agravios colectivos, como ocurrió con la Alemania nazi, son armas cargadas de ‘razón’. Tan bien explotado por las dictaduras.

No sé si estallará una tercera guerra mundial, siempre he pensado que esta empezó nada más finalizar la Segunda Guerra Mundial. Los conflictos bélicos no han cesado desde entonces, las disputas entre los dos bloques de la guerra fría y los ‘postbloques’ se dirimían en un tablero de ajedrez donde la guerra se suscitaba en distintos puntos del planeta para sostener gobiernos adictos, con envío de armas o tropas. Recordemos las guerras en Corea, Vietnam, Camboya, Balcanes, Afganistán, Irak, Siria… En Siria, una guerra de anteayer, Rusia ha tenido su laboratorio en el apoyo a Bashar al-Ásad, practicando tácticas y uso de armas diversas que ahora utiliza en Ucrania. La diferencia de aquellas guerras con la de Ucrania es que las grandes potencias lanzaban bombas en territorios lejanos, y ahora se hace en la vieja Europa.

Narra  la periodista Cristina Martín Jiménez en su libro La tercera guerra mundial ya está aquí que un teniente francés, Alistair Horne, combatiente en Verdún en la Primera Guerra Mundial, dejó constancia de la locura en su diario, The Price of Glory: Verdun 1916: “¡La humanidad se ha vuelto loca! Debe de estar loca por hacer lo que está haciendo. ¡Qué masacre! ¡Qué escenas de horror y carnicería!”. La humanidad está loca y los soldados enloquecieron”.

No sé si hay alguien que se ha vuelto loco en nuestro tiempo o hemos enloquecido todos. Lo cierto es que hoy hay millones de personas en Ucrania que están sufriendo la devastadora ira de la Rusia de Putin, la megalomanía de un sátrapa sin escrúpulos, influenciado por el pensamiento ultraderechista del filósofo Alexander Dugin y su idea de la Gran Rusia, auspiciada por el movimiento eurasiático, donde la guerra es un instrumento totalmente justificado. Y quizá con el ‘consentimiento’ del pueblo ruso atemorizado, amordazado y sometido por el autoritarismo de Putin.

La tercera guerra mundial, imaginamos, será entre la Rusia de Putin (¿y China?) y la OTAN liderada por EE UU. Nosotros, entretanto, en medio. Los despachos de alto copete internacional decidirán: gobiernos y otros emporios de poder con espurios intereses en el mundo y la economía. La ciudadanía poco decide, lamento decirlo. Las sociedades modernas (mejor, posmodernas) son así: influyen poco en las directrices del mundo, más bien son influenciadas, salvo sobre algunas manchas de la piel social: quejas del cambio climático o esa encomiable recogida de firmas de un jubilado para remover en los bancos un trato digno a los mayores.

Que la humanidad camina hacia otra locura es obvio, las imágenes de los bombardeos y muertos en Ucrania agitan cualquier conciencia. Pero la guerra psicológica desatada con relatos y noticias falsas (storytelling o fake news), esa nociva propaganda de desinformación de los gobiernos, especialmente del ruso y sus medios afines, tal vez nos lleve al enloquecimiento. Demasiada tergiversación que falsea y sustituye la verdad. El adoctrinamiento y la manipulación de nuestras vidas que no viene más que a alterar nuestros estados emocionales, suficientemente agravados ya por la influencia de otros factores sobrevenidos: la pandemia del coronavirus.

Si estallara la tercera guerra mundial, no la descarten ustedes, al fin y al cabo somos tan humanos como los que provocaron las otras dos grandes guerras del siglo XX (la naturaleza humana no ha cambiado tanto para haberse hecho pacifista), si estalla, digo, ¿qué le pasará al medio mundo rico hacia donde apuntan cientos de cabezas nucleares y armas biológicas?, y ¿qué le pasará al otro medio mundo sumido en la pobreza?

 * Artículo publicado en Ideal, 20/03/2022

**  Ilustración: Christopher Nevinson, Ypres después de primer bombardeo, 1916 (detalle)

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