¿Acaso el sentido de la territorialidad es inherente a la condición humana como lo es para el resto de los seres vivos?
La princesa Ana de Inglaterra, con ese aspecto despistado de los Windsor, ha estado en Gibraltar.
Estos ingleses siempre con ese espíritu de ‘recogimiento’ que les ha caracterizado desde los mejores tiempos de la piratería americana, pasando después por la época dorada del colonialismo y del posterior imperialismo.
José María Aznar quiso rescatar Gibraltar para España y restañar la herida abierta en el orgullo patrio desde hace casi tres siglos. A buen seguro se lo diría a su amigo Tony Blair: “Hombre, déjame que pase a la Historia como el héroe que recobró Gibraltar para España”. Pero, queridos amigos, se le cruzó por delante una pieza más suculenta: Iraq. La Historia le aguardaba, aquello sí iba a lo grande. Y si no, miren las hemerotecas. Entonces se esfumó el sueño de reconquistar un simple peñoncito. ¡Total, ya habíamos cumplido con nuestra batallita colonial en otros peñascos, los de la isla de Perejil!
La princesa Ana ha llegado, ha inaugurado un centro médico militar con su nombre y se ha marchado.
¿Prepotencia, descaro o falta de respeto? ¿O, quizás, las tres cosas al mismo tiempo?
See you again.
La princesa Ana de Inglaterra, con ese aspecto despistado de los Windsor, ha estado en Gibraltar.
Estos ingleses siempre con ese espíritu de ‘recogimiento’ que les ha caracterizado desde los mejores tiempos de la piratería americana, pasando después por la época dorada del colonialismo y del posterior imperialismo.
José María Aznar quiso rescatar Gibraltar para España y restañar la herida abierta en el orgullo patrio desde hace casi tres siglos. A buen seguro se lo diría a su amigo Tony Blair: “Hombre, déjame que pase a la Historia como el héroe que recobró Gibraltar para España”. Pero, queridos amigos, se le cruzó por delante una pieza más suculenta: Iraq. La Historia le aguardaba, aquello sí iba a lo grande. Y si no, miren las hemerotecas. Entonces se esfumó el sueño de reconquistar un simple peñoncito. ¡Total, ya habíamos cumplido con nuestra batallita colonial en otros peñascos, los de la isla de Perejil!
La princesa Ana ha llegado, ha inaugurado un centro médico militar con su nombre y se ha marchado.
¿Prepotencia, descaro o falta de respeto? ¿O, quizás, las tres cosas al mismo tiempo?
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