domingo, 25 de septiembre de 2011

ESTADO PALESTINO

Hay acontecimientos históricos que nos acompañan toda la vida. Se asemejan a ese familiar al que vemos esporádicamente, pero con la frecuencia suficiente para mantener vivos unos lazos fraternales que nos recuerdan un sentido de pertenencia.
Con el conflicto de Oriente Próximo me ocurre algo parecido. Es como si formara parte de mi historia personal. De esa dimensión planetaria que inevitablemente nos sitúa como ciudadanos del mundo.
El conflicto palestino-israelí ya existía antes de que yo naciera, como mis abuelos o mis tíos.
Desde que tengo conciencia de los problemas del mundo (por entonces un imberbe púbero con aspiraciones a adolescente) he vivido con imágenes en la televisión donde una panda de jóvenes desarrapados lanzaba piedras a carros de combate monolíticos y a soldados bien pertrechados con casco calado, que me recordaban a los iconos militares de la primera guerra mundial. La misma imagen que avivaba los recuerdos de guerrillas a pedrada limpia que forjábamos los niños del barrio bajo y del barrio alto.
Desde que se hizo el color en la televisión de casa en las noticias de mediodía y la noche aparecían imágenes de cadáveres envueltos en telas de horrible estampado levantados por una turba arracimada profiriendo consignas ininteligibles, gemidos desgarrados, mujeres empapadas en lágrimas y deseos de venganza.
Desde que las cámaras de televisión han proliferado como hormigas hemos visto a un niño que moría en los impotentes brazos de su padre, el impacto de la sangre derramada (incapaz ya de reclamar nacionalidad alguna), sangre cubriendo el asfalto o chorreando por el respaldo del asiento de un autobús; hemos visto rollos de alambre de espino impidiendo el paso, altos muros de hormigón y hasta como la aridez se adueñaba de las calles, de los campos y de los rostros envilecidos.
Desde que las imágenes no han cesado de repetirse un día y otro, desde que las palabras no han sonado nada más que a mentiras, a desengaño, a promesas incumplidas, mi capacidad de rechazo, y hasta de indignación, lamentablemente no han hecho más que ‘acomodarse’, pero no languidecer.
Abu Mazen ha pedido a la ONU el reconocimiento de Palestina como Estado, mas no tiene visos de prosperar en un organismo con las manos atadas. EEUU pretende impedirlo.
EEUU se equivoca, Obama se equivoca. Ya sé que está el lobby judío, el poder financiero y muchas cosas más. Pero en este momento Obama se equivoca. Antepone otros intereses (seguramente más sustanciales para él, electoralmente hablando) a caer en la flagrante contradicción histórica de alentar cambios democráticos en los países árabes, al tiempo que cierra las puertas a la independencia de uno de ellos.
Quiere argumentarlo aduciendo a uno de los grandes fiascos de la historia: las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos (tan sólo tiremos de hemeroteca). Nadie cree en ellas, ni los que negocian. No es más que una táctica dilatoria. En ambos países hay potentes poderes fácticos que se encuentran cómodos en la actual situación: ultraderecha judía y radicales palestinos. Estos tienen secuestrada a gran parte de la población de ambos países que sí quieren la paz.
No sé si se llegará a un Estado palestino o no, pero había que dar este paso en la ONU. Sólo cuando se produzca este reconocimiento internacional habrá paz.

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