martes, 3 de septiembre de 2019

LA IZQUIERDA IMAGINARIA*


Como al burgués Argan (El enfermo imaginario, Moliére), la izquierda española cree estar siempre en estado catatónico frente a la realidad. El problema: no ponerse de acuerdo con la cura necesaria. Padece ese complejo hipocondriaco que la hace cuestionar cualquier tratamiento, cuando no, hace uso de una medicina naturista con escasa eficacia, que solo le proporciona una ilusión infantiloide.
El hipocondriaco Argan invertía gran cantidad de dinero y energía en curar enfermedades que solo él creía tener. La izquierda, en su caso, se agota en discusiones interminables, que la arrastran al delirio de las purgas y sangrías, y no deja de echar cuentas de lo que le costarán las estrategias. Otros, mientras, se aprovechan de ello.
Me asalta la duda de que PSOE y UP sean capaces de ponerse de acuerdo para formar gobierno. A una parte importante de la sociedad española, también, aumentando su desasosiego y socavándole la confianza.
Desconcierta ver cómo Podemos actúa rayando la ridiculez. En La Rioja, una sola parlamentaria de Podemos pedía tres consejerías. Si la irrupción de Podemos en la política no tenía la pretensión de repetir los pecados de la casta, ha tardado muy poco en cometerlos: tres consejerías para ocupar cargos y más cargos. No me vale el argumento de que es para hacer una política de izquierdas. Para hacer una política progresista y de izquierdas hay varias maneras más de hacerla, aparte de ganar las elecciones o, al menos, quedarse muy cerca. Obstaculizar un gobierno de izquierdas es un dislate, lo importante son las políticas, no los cargos.
La izquierda siempre tiene un argumento para discutir y un matiz donde encallar. Es como si buscara la pureza que no existe. A veces no estoy tan seguro de que los que se postulan como progresistas y de izquierdas sean realmente de izquierdas.
Vivimos un tiempo en el que las corrientes ideológicas de la derecha y la ultraderecha se están adueñando del poder político (del económico, ya lo estaban). Escasean los gobiernos progresistas en Europa: Portugal y Suecia, y con el agua al cuello. Alemania y Francia mantienen cierta sensatez, porque entre Italia, Gran Bretaña (no faltaba más que el estrafalario Boris Johnson) y algunos más, todos antieuropeos, están poniendo el futuro de Europa cada día más en el aire. En Grecia, Syriza fue barrida hace unas semanas en las urnas: defraudó a los que le votaron en su día por su sumisión a los ajustes de la Troika. Si sales de Europa, la nómina de nuevos gobernantes tan extravagantes como peligrosos no hace más que aumentar. Todos apostando por economías proteccionistas, de enfrentamiento e insolidarias, negando el cambio climático y obviando todo lo que puede destruir el planeta. Y donde ellos no gobiernan, lo hacen dictaduras, algunas provenientes de supuestos postulados de la izquierda: Venezuela o Nicaragua. ¡Aquel mundo que caminaba a un espacio más habitable, al carajo!
Hace un siglo este revoltijo político revoloteaba por el mundo tras la primera gran guerra en forma de fascismo y nazismo. No soy de los que creen que la historia se repite, pero ya sabemos cómo terminó aquello.
Cada momento histórico requiere unas exigencias y un modo de proceder distinto para bien del proyecto final. Cualquier postura de imposición revolucionaria debe ser precavida, no es cuestión de asaltar el cielo sin más. Hay muchos cielos. Y el cielo a veces es de cristal y, si lo atacas violentamente, es fácil que se resquebraje y te inunde el rostro de puntas y filos cortantes hasta traspasarlo.
En España vivimos un momento con muchos frentes abiertos: fantasma de la recesión, desenlace del juicio del procés, cuestionamiento de derechos y libertades conquistados, y las izquierdas entretanto instaladas en la inopia. Mientras las derechas, a pesar de su desunión, jugando un papel relevante en la conquista de poderes autonómicos y municipales. Y con tal euforia, rearmándose ideológica y estratégicamente. Su sentido práctico de la realidad es infinito. Ante cualquier titubeo, tienen claro cuál es su objetivo. Desde el PP insisten en crear una gran coalición al estilo de Navarra Suma para las próximas elecciones, no quieren desperdiciar ni un voto. Las izquierdas, en vez de hablar de lo que les une: derechos laborales, justicia social, educación, futuro sostenible, se dedican a inventarse enfermedades que creen se curarán ocupando cargos públicos.
Todavía existe la oportunidad de formar un gobierno que pueda ser escuchado en una Europa que galopa hacia el ultraliberalismo (cuidado con la ultraderecha en Francia y Alemania), cuando no al disparate (el Brexit está a la vuelta de la esquina). Una Europa que necesita a España ante esa deriva antieuropeísta.
Cabría decirles a las izquierdas: “Es el gobierno, estúpidos, a ver si os enteráis”. Y, especialmente, a las señoras y señores que lideran actualmente Podemos, que no han tenido bastante con destrozar el espíritu del 15M, e incluso el propio partido, sino que están poniendo en un brete la formación de un gobierno de progreso en España.
En política funciona la amnesia del pasado. Este parece no interesar cuando ha sido adverso. La corrupción, la mala gestión, los errores cometidos, todo son cosa del pasado que no interesa recordar. La desunión de las izquierdas en la II República y la guerra civil tampoco parece recordarse. En aquel tiempo (socialistas, comunistas, anarquistas) cada uno queriendo resolver el conflicto por su cuenta, ¡y vaya que si lo resolvieron! Los ataques entre ellos fueron feroces. Y en la lucha contra el franquismo siguieron desunidos. ¿Dónde quedó la inteligencia?
Ensanchar la mente, no pegarse un tiro en el pie, menos hipocondría. El Gobierno de España es la prioridad.
* Artículo publicado en Ideal, 2/9/2019

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