lunes, 7 de marzo de 2022

LOS LADOS DE LA HISTORIA*


 

La complejidad de la Historia nace de la propia complejidad del ser humano. En los últimos años hemos vivido un cuestionamiento de hechos históricos, una interpretación interesada o la condena de conductas humanas de otros tiempos, según convenía. La historia de la humanidad es una historia de superación, pero también de crueldades y de dominio de unos pueblos sobre otros. Cuando los historiadores se someten a la tarea de escribir la Historia lo hacen con sus virtudes y sus defectos, y, como decía Marc Bloch, en un ejercicio honesto de “comprender” no exento de pasiones.

Un fenómeno que marcará la historia de nuestro tiempo es la vuelta a la polarización del mundo en bloques antagónicos. Tras la Segunda Guerra Mundial dos bloques, capitalista y comunista, marcaron durante decenios la visión del mundo bajo el paradigma de la guerra fría. La caída del muro de Berlín, 1989, pareció abrir un nuevo horizonte de estabilidad y paz, donde llegarían grandes conquistas para la humanidad. Mas la realidad decía otra cosa: se mantenía el dominio del bloque superviviente, se desataba un neoliberalismo voraz y los conflictos y guerras locales continuaban.

Hoy no son dos bloques los que dominan el planeta, sino tres: EE UU, la callada y subrepticia China y una Rusia ‘resurgente’ y ambiciosa. La nueva polarización geoestratégica está afectada por nuevos factores: internacionalización del terrorismo, conflictos bélicos de dimensión global (guerra de Irak), mayor desequilibrio mundial que aviva enormes migraciones o la globalización del capital financiero. Un panorama inserto en los resortes de un mundo globalizado y la pugna por conquistar influencia y espacios virtuales. Pero lo que no ha cambiado es una visión maniquea, los llamados lados de la Historia, ese constructo ideológico y estratégico en el que termina posicionándose el resto del planeta.

El expansionismo territorial que parecía no encajar en este panorama, pervive en los sueños territoriales de la Rusia de Putin por reconstruir la extinta unidad ‘soviética’. Bajo esta tosca aspiración, con movilización militar e invasión de territorios, es como debemos entender el leitmotiv que explican la codicia y las acciones agresivas practicadas por Putin en sus más de dos décadas al frente de Rusia.

No sé dónde se coloca Putin (lo imagino) en aquella visión providencialista y maniquea frente a la Historia acuñada en EE UU en algunos discursos políticos: estar o no en el lado equivocado de la Historia. Ese modo extremo y simplista de cuestionar sin reservas nuestra conciencia histórica, lejos de lo que Montaigne nos advertía: “cuando el juicio pende de un lado no podemos dejar de darle la vuelta y torcer la narración siguiendo ese bies”. Si la Historia está escrita por los vencedores, como decía George Orwell, entonces debiéramos dudar sobre cuáles son los lados buenos o malos. El revisionismo histórico derivado de las imposiciones del poder nos proyecta a la incertidumbre de dónde situarnos, si es que debemos situarnos en algún lado.

La Rusia de Putin ha desatado una guerra en Ucrania al estilo tradicional, como lo hiciera Hitler anexionándose los Sudetes e invadiendo Polonia. La tosquedad del régimen ruso en su afán propagandístico sitúa, obviamente, el relato en el lado de la Historia que le conviene. “Procuraremos desmilitarizar y desnazificar Ucrania”, dijo Putin antes de la invasión. Desde el mundo occidental la visión es contraria. Y en la mente de la ciudadanía la confusión puede ser total: rechazo o no a la invasión, apoyo o no al “no a la guerra”, “OTAN no, bases fuera”, reproches mutuos de ser ‘prorrusos’ o ‘proyanquis’. Los lados de la Historia.

La invasión de Ucrania es el inicio de una tragedia auspiciada por el autoritarismo mesiánico de Putin que, aprovechando la debilidad de las democracias occidentales y el silencio de China e India, ha dado un paso más en su delirio expansionista que ya vimos con la anexión de la península de Crimea en 2014. Ucrania es un país democrático fronterizo a la Unión Europea, escindido de la antigua URSS, no está controlado por el Kremlin como la cleptocrática Bielorrusia de Lukashenko.

Con la invasión Putin materializa sus ansias de poder y sus delirios paranoicos a costa de vidas inocentes. Antiguo miembro de la KGB, en sus dos décadas de poder ha urdido todas las trampas posibles para mantenerse en el poder: alternando como presidente y primer ministro, eliminando a los opositores por la vía civil, militar o criminal (envenenamientos o encarcelamientos), o no teniendo escrúpulos para dejar morir a los 112 marineros del submarino Kursk hundido, a pesar de los dramáticos y angustiosos ocho días que pasaron pidiendo auxilio.

La invasión de Ucrania es parte del nuevo fascismo que también hace uso de mentiras, como las que ejecutó Hitler en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Mentiras que a lo largo de la Historia trajeron muchas guerras, recordemos las utilizadas por el patético trío de las Azores, antesala de la guerra de Irak. El mundo corre un serio riesgo. No olvidemos que en EE UU Putin tiene sus adeptos, el primero, Donald Trump, que ha llegado a calificar al ruso de genio.

La guerra es ese monstruo que, como decía Goethe en Fausto: “Sería no tener ningún conocimiento en la navegación el suponer que la guerra, el comercio y la piratería no son inseparables”.

Deseamos la paz por encima de todo, deseamos que Ucrania sea liberada, pero, ¿qué hacemos con Putin y Rusia si se mantiene en su posición imperialista en Ucrania y avanza hacia otros territorios?, ¿en qué lado de la Historia nos situaríamos los que decimos “no a la guerra”?

 * Artículo publicado en Ideal, 06/03/2022

* Ilustración: Los amantes, René Magritte

2 comentarios:

Profe de Lengua dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Profe de Lengua dijo...

Cuando el devenir de la Historia no ha avanzado desde el visionario "1984" (imposible no citar a George Orwell en esta presente distopía), resulta difícil tener criterio propio, a pesar de los buenos deseos y mejores intenciones, más aún cuando el mundo sigue siendo un lugar dominado por guerreros, piratas y comerciantes.