lunes, 9 de mayo de 2022

FRANCIA, REFERENTE DE LA LIBERTAD EN EUROPA*

 


Europa está pasando por un momento histórico crucial que agudiza esa crisis de identidad que viene arrastrando desde hace dos décadas. Las tensiones internas antes de remitir se han potenciado bajo la sombra de la ultraderecha y la fuerza centrífuga que representa. La tenemos gobernando en Hungría, consolidada tras las cuartas elecciones consecutivas ganadas por Viktor Orbán hace unas semanas. Y conocemos su auge en todos los países de la vieja Europa. Es como si volviera, ahora en su versión 2.0, para destruir una obra democrática y retrotraernos al periodo del auge de los fascismos en el primer tercio del siglo XX.

Si fijáramos la mirada sobre el mayor peligro que la ultraderecha representa para la Europa que arrancaba en el Tratado de Roma de 1957, no la centraríamos tanto en el Brexit británico como en un futuro triunfo electoral en Francia. Las elecciones presidenciales del pasado domingo en este país han mandado un aviso a navegantes: la ultraderecha ha alcanzado un respaldo electoral del 41,5% de los votos, frente al 58,5% de Macron. Diferencia que se ha acortado notablemente con respecto a 2017, cuando la correlación fue del 34% frente al 66%.

En estos días en que se han conmemorado señeros gritos de libertad (25 de abril) con el triunfo sobre el fascismo en Italia bajo los sones de ‘Bella Ciao’ y el final de la dictadura portuguesa con otro himno: ‘Grándola vila morena’, es un momento para poner los pies en el suelo y saber que los ataques a la Europa que conocemos, nos guste más o menos, y todo lo que representa, son constantes. Ataques tanto internos como provenientes del largo hostigamiento auspiciado por la Rusia de Putin: interviniendo en procesos electorales y ahora con la brutal provocación de la invasión de Ucrania en las mismas barbas de la vieja Europa.

De haberse producido el triunfo de la ultraderecha en Francia, habría sido más calamitoso que lo fue el de Berlusconi en Italia o Trump en EE UU para el futuro de Europa. Históricamente Francia ha representado un ejemplo en el devenir de las ideas. Ante este panorama no cabe más que unir fuerzas democráticas, a pesar de las discrepancias ideológicas, y saber dónde está el verdadero enemigo. Por eso se entendió tan poco el escaso apoyo mostrado por Mélenchon, candidato de Unión Popular (izquierda radical), a Macron, creando incertidumbre y confusión sobre a quién se debería votar al decir que no había que hacerlo a Marine Le Pen. ¿Acaso lanzaba un mensaje de abstención?

Los pilares de la libertad en Europa y el resto del mundo se encuentran en la Francia de la Enciclopedia y en la Revolución Francesa, donde se pusieron las bases de la Europa que hoy conocemos. Desde aquí se irradiaron el principio de libertad hacia el resto de Europa y América a lo largo del siglo XIX, las ideas revolucionarias liberales en 1830 y 1848 que liquidaron el Antiguo Régimen, como también se forjó una nueva visión obrera en la Comuna de París de 1871 o se alentó la resistencia contra el nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial. No obstante, también ha tenido sus lunares: auge de una ultraderecha que tras la Primera Guerra Mundial azuzó el descontento de la crisis económica del 29 con sus ataques a la ineficacia de la Tercera República y propició el régimen de Vichy. Pero Francia es el país del laicismo al que aspiran tantos sectores de la población europea, como parte sustancial de la construcción constitucional de muchos países.

La ultraderecha francesa representa todo lo que la Europa democrática no desea. Marine Le Pen, tras su pase a la segunda vuelta de las presidenciales, habló de que se contraponían dos visiones del mundo, como si rememorara la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Dos enfoques opuestos del mundo que conocemos, y que nacieron sobre todo en el primer tercio del siglo XX con la confrontación entre democracias liberales y totalitarismos fascista y comunista.

Asimismo Le Pen se declaró a favor de una alianza de seguridad con Rusia en cuanto acabara la guerra en Ucrania. Propuso un cambio radical en la política internacional francesa, que llevara a terminar con la cooperación militar con Alemania, al tiempo que apostaba por sustituir la Unión Europea por una alianza de naciones. Ella y otros grupos de ultraderecha son los valedores de Putin en Europa en ese objetivo de desestabilizar la UE.

De haber triunfado la ultraderecha francesa se habría desatado todo esto. Su influencia es infinitamente mayor al alcance de su acceso al poder en Hungría o su incorporación al gobierno de Castilla y León. Los valores de la Francia republicana son valores universales, su ‘Liberté, Égalité y Fraternité’ han guiado el pensamiento democrático. Si son pulverizados por los herederos del fascismo, el panorama histórico que se abre para el resto del mundo democrático se tornaría bastante preocupante.

El peligro que se cierne sobre Europa no ha acabado. El triunfo de Macron es solo un freno en el devenir histórico. Volverán nuevas amenazas: presidenciales en EE UU y las venideras en Francia, ya sin Macron como candidato y con la indeterminación de los partidos políticos tradicionales (socialistas y conservadores) en claro declive, y con partidos emergentes que no terminan de definir lo que quieren ser en el contexto histórico actual, moviéndose en una eterna ambigüedad plagada de matices. Esa ambigüedad, tan recomendable en la literatura pero tan generadora de confusión en la política.

 * Artículo publicado en Ideal, 01/05/2022

**  Henri Toulouse Lautrec. Cartel

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