martes, 24 de noviembre de 2009

JAVIER EGEA: DÉCIMO ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Ni siquiera la muerte ni tus ojos.
Ni siquiera el amor.
No podemos saldar en un instante
la renta del dolor.


Hace poco más de un año le pedí prestado a Javier Egea este último verso de un poema contenido en Paseo de los Tristes, cuando buscaba título para mi novela La renta del dolor (RD Editores). Estoy convencido de que si hubiera estado entre nosotros me lo habría ofrecido con la generosidad que siempre le caracterizaba.
De Javier Egea, Quisquete como lo conocíamos, quedan en mi memoria algunos recuerdos entrañables. Personaje de becqueriana perilla con aire despistado y volátil, en una ocasión estuvo entre los invitados de un recital poético en el instituto del que yo, por aquel entonces, era profesor. Su intervención, en un salón de actos repleto de alumnos de Secundaria, fue fascinante. Desparpajo para comunicar con el auditorio no le faltó, gracejo para atraer a semejante público tampoco. La fuerza de sus poemas, propalados con una voz firme y segura –quién lo diría–, cautivó la atención de la mayoría de aquellos jóvenes. Se metió en el bolsillo con extrema facilidad a la inquieta concurrencia y los aplausos jalonaron las intervenciones del poeta, de estilizada figura negra. Al finalizar el acto, una gran ovación tronó con fruición en la caja de resonancia de aquel gran habitáculo de escasas condiciones acústicas.
Javier Egea triunfó ante una caterva de adolescentes gracias a sus versos y a su gran habilidad para comunicar. ¡Lástima que estuviera predispuesto más para los demás que para sí mismo!
La semana pasada se celebró en Granada el homenaje ‘Soledades eternas’ en recuerdo del poeta, organizado por el Ateneo de la ciudad, con motivo del décimo aniversario de su muerte. Lecturas poéticas, exposiciones, mesas redondas y el documental de Juan Vida han regado unos días de nostalgia.
Durante una semana, Javier Egea ha centrado la atención de todos nosotros. Pero lo que deseamos es que siga paseando por los Tristes aunque sea en una noche canalla y aunque no responda de él.
No sabemos si lo mató el capitalismo o simplemente los tiempos que corren, pero lo cierto es que se encontraba abrumadoramente incómodo en el mundo que lo rodeaba. Tal vez, Egea no estuvo dispuesto a claudicar ante un mundo que engulle y adormece voluntades e ideas no sólo de jóvenes o gente de la calle sino también de poetas, pensadores e intelectuales.
Al fin y al cabo, muchas cosas nos disgustan de estos tiempos tan injustos, mas pensamos que los combatiremos mejor vivos que muertos. ¿O es que quizá somos tan cobardes que no queremos desprendernos de nuestras comodidades cotidianas? ¿Es el suicidio de cobardes o de valientes?
En su recuerdo se han sucedido actos y palabras. No quisiéramos que nadie se apropiara de la memoria de Javier Egea, en una muestra espuria que desvela vanidad y debilidad humana. Javier Egea ya es patrimonio de Granada.
Un ruego si me lo permiten: saquemos al poeta de las guerras fratricidas que tan aficionadas son las capillas literarias de cualquier ciudad o país y pongamos su figura en valor a través de la difusión de su palabra.
* Retrato de Juan Vida.

1 comentario:

Julia de la Puente dijo...

Un aplauso atronador para esa propuesta. Así es, Javier Egea no necesita defensa, ¡ahí están sus versos! Sin embargo... bienvenidos todos los actos que nos inviten a respirar su poesía "pequeño pueblo en armas contra la soledad"