"Muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava
construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un
lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo
era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas
había que señalarlas con el dedo..."
Este es el comienzo de Cien años de soledad, donde empezó todo
ese mundo del realismo mágico en que se convirtió Macondo y toda la obra
literaria de Gabriel García Márquez (1927-2014).
Quizá el elogio más completo a su
figura de escritor que se ha dicho en estos días en que hemos llorado su
fallecimiento sea: "Supo decir con palabras como nadie todo lo que es el
mundo". Y si hubiera una manera de definir todo lo que representa su
creación literaria se podría resumir en cinco palabras: "Su obra es la
literatura".
Desde aquí, mi modesto homenaje a
quien me abrió los ojos a la literatura.
¡Hasta siempre, maestro!
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