sábado, 30 de septiembre de 2017

CATALUÑA O LA SEDUCCIÓN POR LO PROHIBIDO

Ocupo casi todo mi tiempo libre en dar el último repaso a mi novela, en la que el conflicto vasco es parte esencial de la historia. A cada página que leo me pregunto por las similitudes y diferencias de lo que pasó en Euskadi y lo que está ocurriendo en Cataluña. Cuando al fin parecía que habíamos resuelto el conflicto vasco, nos ha estallado el que viene llenando gran parte de la vida política española en los últimos años, pero también los sentimientos, que como en el caso vasco, siempre son contradictorios y lacerantes. Y es que es imposible ponerse de perfil ante lo que está ocurriendo.
Llevamos varias semanas en las que no se habla de otra cosa que no sea del 'procés', del referéndum o de la independencia de Cataluña. A un día de la celebración del referéndum, mi conclusión es que no se han oído otros discursos que no estén plagados de manipulación y engaño. Y que cientos de miles, millones de personas, se han movido y se mueven con la ingenuidad del que está convencido de que sus derechos han sido conculcados y de que todo lo que acontece les está llevando a ser protagonistas de una misión histórica.
Hace tres años, cuando se postulaba la consulta del 9-N, con un referéndum a la vista  como reivindicación firme, dije que era partidario de éste se celebrara, que con ello se podría satisfacer el deseo de una parte importante del pueblo catalán y que en caso contrario impedírselo sería contraproducente. Estaba convencido, como lo sigo estando, que aquella petición de referéndum que se hacía desde un sector de la clase dirigente catalana (burguesía, fundamentalmente) estaba sustanciada en maniobras e intereses espurios, asfixiada como estaba por las acusaciones de corrupción, y que para otros dirigentes les movía su ideal independentista. Y lo decía quien, como yo, no cree en los nacionalismos, las patrias y las naciones.
Pensaba entonces, como pienso ahora, que con la insatisfacción de esa reivindicación, fundamentada en “el derecho a votar”, resultaría muy fácil manipular a la opinión pública catalana. Que si no se buscaba una fórmula pactada se podrían alentar ciertos sentimientos larvados, que aumentarían el anhelo por expresarse en una urna. Si se hubiera negociado el referéndum podría haberse pactado como una mera consulta, sin carácter vinculante. Con ello se hubieran satisfecho muchas aspiraciones nacionalistas, pero la falta de diálogo y el empecinamiento del Gobierno de la nación por ignorar lo que allí sucedía, como si el problema no existiera, no ha hecho más que retroalimentar sentimientos de rabia ante la censura.
Pasado el tiempo, después de haber asistido a unas semanas de auténtico bochorno por parte de las autoridades catalanas y las del Estado, jugando al ratón y al gato, con persecuciones pueriles de papeletas, censos, páginas web, no se ha conseguido más que potenciar ese deseo irrefrenable que suscita todo lo que nos es prohibido. El  referéndum de Cataluña se ha elevado a la categoría de tabú.
Es posible que todo este asunto de la independencia quede en un conato de echar un pulso al Estado, pero las cosas no serán lo mismo después de lo que ha ocurrido. Nos equivocaremos si no sacamos una conclusión colectiva: las controversias y los problemas sólo se resuelven desde el diálogo y la política. Cualquier otra estrategia utilizada puede resultar tremendamente peligrosa, sea por parte de quien sea. El recuerdo del conflicto vasco que nos sirva de lección.

No hay comentarios: