Ahora que nos hemos saciado de ver modelitos en la pasada cumbre diplomática España-Francia es posible que volvamos a poner los pies en el suelo.
Pero las imágenes que han abundado en todos los medios de comunicación, escritos y visuales, han sido esos modelitos de precios inalcanzables para el común de las humanas. Como si el debate nacional fuera averiguar a quién le queda mejor la indumentaria: si a la Bruni o a Letizia.
Toda esta vorágine informativa forma parte de las estupideces de que somos capaces los humanos, cuando lo que se ventila son cosas más trascendentes para el futuro de millones de personas.
En este circo mediático en que convertimos triviales e insustanciales acontecimientos, algo tendrán que decir los medios de comunicación que remueven tanta bazofia.
¿Tanto deslumbra el glamour ajeno que hasta hace eclipsar la razón?
El resplandor del oro y los oropeles obnubila los pensamientos y hasta las conciencias. Y eso ocurre con algunos que en otro tiempo lanzaban cantos a la libertad y gritos de abominación contra el sucio e impuro capital. Ese ‘Poderoso caballero es don Dinero’ de Quevedo que cantara Paco Ibáñez, icono de una generación con su concierto en el Olimpia.
Pero vivimos tiempos difíciles, ya las cosas no son como eran, el cristal por donde miramos parece que ha cambiado de color. Todo es distinto. Y la cultura no podía ser menos y cuando se tercia también pega la hebra hacia el capital.
Hay grandes divos de la cultura, la música o la pintura que no dudan en arrimarse a los nuevos ‘cantamañanas’, esos que nos cantan las cuarenta en nuestro bolsillo para desocuparlo: los especuladores. Los que ganan la impúdica riqueza con el sudor que supuran sus malas maniobras ¡Vamos!, los especuladores del ladrillo, los que se han comido el suelo y hasta el subsuelo, los que han alterado los precios del mercado y se han forrado a costa de los sufridos ciudadanos hipotecados. El sórdido capital que ha esclavizado a miles de familias a una hipoteca de viviendas con precios desorbitados y ha sumido a miles de trabajadores en el paro cuando el negocio no era rentable.
Pues bien, con estos especímenes, algunos divos de la cultura comparten mesa y mantel.
La nueva burguesía especuladora, despojada de toda discreción, haciendo ostentación de riquezas e influencia, que se revuelca con regidores sin escrúpulos en el lodazal de la especulación y la recalificación, también se codea con grandes divos de la cultura. Sí, ésos que otrora pregonaban la necesidad de aires de libertad y criticaban el capitalismo.
La ‘indiscreta’ burguesía siempre alerta. Y aprovechando de camino para darse un lustre de ‘cultureta’.
Con toda seguridad, Buñuel habría encontrado en estas nuevas formas sociales el mejor ejemplo surrealista para una nueva película: El indiscreto encanto de la burguesía.