martes, 17 de septiembre de 2024

EDUCAR A LOS NIÑOS Y JÓVENES DE HOY*

La educación de niños y jóvenes es una preocupación creciente entre familias y educadores. Solemos escuchar que los jóvenes han perdido el respeto a sus mayores o que se desenvuelven en espacios públicos sin consideración a lo que les rodea. Las noticias de medios de comunicación y nuestra propia experiencia no desmienten que ello no ocurra entre las nuevas generaciones (‘millenials’, zeta o alfa), denominadas cada decena de años por diferencias de comportamiento, actitudes y pensamientos en este fluir vertiginoso de los días a que estamos sometidos. La tarea educativa de familias y escuela es bastante compleja, como lo es una sociedad diversa y con un horizonte inmenso hacia donde dirigir nuestros desvelos educativos.

¿Cómo afrontar hoy el reto de la educación de los hijos y alumnos? Los cambios sociales han provocado en el entorno familiar y escolar nuevas situaciones y experiencias. Desde hace tres o cuatro décadas se ha abierto un panorama de incertidumbre ante los nuevos modos de comportamiento de las jóvenes generaciones. La sensación de vértigo siempre ha existido, pero quizás en el momento presente esté más dimensionada.

Tras la infancia, los niños empiezan a desligarse del camino trazado por padres y educadores, van creando sus propias alternativas. No obstante, hasta ese momento de ‘separación’ también reciben otros estímulos, paralelamente les llegan miles de mensajes intencionados, tácitos o subliminales a través de otros medios de transmisión de conductas e ideas (entorno, televisión, grupo de iguales, redes sociales o plataformas digitales). Cuando los espacios de desarrollo personal trascienden del ámbito familiar se generan nuevos contactos y preferencias. En esta evolución, las redes sociales se han convertido en un universo donde explorar, tan sugerente como peligroso.

Cada generación es educada en unos principios morales y valores diferentes o, acaso, transformados por el tiempo y las nuevas realidades impuestas. Pensar que nuestros hijos van a ser educados con los mismos patrones sociales que tuvimos en nuestra infancia es de ilusos. Las influencias recibidas en las sociedades actuales no lo permiten. Existen nuevos códigos de comunicación y conducta, otras interpretaciones del mundo exterior, que parecen dejar a padres y docentes al margen.

Nuestro tiempo es difícil que tenga vuelta atrás, ni que los niños y jóvenes de hoy se conformen con menos. Como consuelo y remedio de males nos queda la educación de aquellos egos insaciables, con la esperanza de que algunos de nuestros hijos o alumnos puedan convertirse en menos insaciables y más conscientes del abismo a que les conduce la publicidad, el mercado o un esnobismo desmesurado. Padres y docentes sabemos contra lo que luchamos: el individualismo egoísta o hedonista promovido por lo que Victoria Camps denominaba “soberanía del mercado, cuya oferta sin límites estimula la satisfacción inmediata de cualquier deseo”. Y que el profesor Enrique Gervilla lo resumía al decir que todo queda relativizado al sujeto y a cada momento, con una ausencia de sentimiento de culpa, donde es más importante la estética que la ética.

La sociedad posmoderna, que hace décadas se empeñó en convencernos de que era preferible mirar por nosotros mismos antes que por los demás, solo busca transformarnos en nuestra propia república a través de una publicidad samaritana: “Porque tú lo vales”, “Aquí eres el King”, “Destapa la felicidad” o “¡Red Bull te da alas!”. Creemos tener autonomía, pero no decidimos, somos números en la sociedad del hiperconsumo, la autoexplotación o la hispercomunicación, donde, como señala Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto, esta “expulsión de lo distinto genera un adiposo vacío de plenitud”.

Las influencias en la mente de los jóvenes se redefinen continuamente. La ventana al mundo de redes y plataformas, ofertantes de un universo imposible de gobernar, al que acceden de modo exponencial cada vez con menor edad, es inmensurable. Más agentes sociales, más influencias, más mensajes, más caminos con vericuetos que ignoran a padres y educadores, lanzan ofertas directas a esos jóvenes para que elijan en el extensísimo y variado escaparate puesto a su alcance. Un universo de influencias repleto de mensajes encriptados que solo ellos saben descifrar.

¿Quiénes educan a los niños y a los jóvenes en las sociedades posmodernas?

La acción intencionada o no intencionada de educar no es exclusiva de un solo agente, cada vez queda más desfasado el binomio familia-escuela. Para que ambas no pierdan el protagonismo que creemos han de tener, deben estar atentas a todo lo que circunda a hijos y alumnos. Pensar que, si van al cine, a actividades extraescolares, al parque, a divertirse en los artilugios electrónicos, se mueven como seres asépticos, envueltos en una burbuja de cristal, sin afectarles nada externo, es tener una visión miope del mundo actual.

La toxicidad en la información en redes y plataformas digitales es una cuestión tan peligrosa como abominable. Modelos tóxicos, estereotipos infectos, machismo, lenguaje soez, expresiones chabacanas o denigración de la mujer, es lo que ‘alimenta’ intelectualmente a gran parte de nuestra población joven, consumidora de entretenimiento basura, que va configurando su capacidad de decir y pensar, alejándose del conocimiento y el análisis de la realidad histórica y presente ofrecida por la escuela y otros agentes sociales educativos.

Nos ha engullido la trivialización del saber y la cultura, resultando más difícil separar hechos de fantasmagoría, conocimiento serio de rumores y extravagancias. Estos son los referentes de nuestros hijos y estudiantes, los que les educan, no sus padres ni la escuela. Los nuevos púlpitos, multitudinarios, donde se modelan personalidades, han cambiado de oficiantes y predicadores: ‘instagrames’, canciones con letras infames, ‘youtubers’, ‘tiktoker’. 

*Artículo publicado en Ideal, 16/09/2024

** Niño vomitando basura mediática, Banksy

miércoles, 4 de septiembre de 2024

EL DESPERTAR POÉTICO DEL OTOÑO GRANADINO*

 


Uno de los deseos que pediré a este otoño es que Granada vuelva a abrir sus brazos a la poesía, que anegue sus calles, plazas, escaparates y aceras de poemas de Soto de Rojas, Ángel Ganivet, Luis Rosales, Federico García Lorca, Elena Martín Vivaldi, Rafael Guillén, Javier Egea, Antonio Carvajal, Luis García Montero, Ángeles Mora… Que los granadinos y granadinas encuentren en cada recodo de la ciudad versos que les hagan soñar y elevar el ánimo maltrecho a que nos avocan las ingratitudes de la vida y, por qué no, que impulsen a los jóvenes a sumarse al amor y al disfrute de la palabra escrita.

El otoño despierta, septiembre se hace poesía. Y cuando cae la noche, “el corazón desciende / infinitos peldaños, / enormes galerías, / hasta encontrar la pena”, para “ascender de nuevo hacia la luz” y alzarnos a la “resurrección de cada día” a que nos impele José Ángel Valente, porque con la poesía izaremos muchas banderas, esas que nos hagan más humanos, más libres, mejores personas.

La cultura, como valor social, viene a sumar en el anhelado cambio que necesita esta ciudad y la provincia. Probablemente, la cultura y el conocimiento sean el mayor bien público que ofrecen los granadinos al mundo. Desterremos la pasividad, la espera a que sean otros los que nos traigan mejores infraestructuras, transformaciones industriales, inversiones en ciencia... La cultura, como valor propio, innata, cultivada desde el talento y creatividad de los pueblos que la hemos habitado, posee un valioso muestrario de vestigios y huellas históricas. En los próximos meses viviremos de modo especial la construcción de la Candidatura de Granada como Capital Europea de la Cultura 2031, nuestro acendrado tesoro cultural ha de jugar un papel esencial.

Llega septiembre, la poesía se hace viva, el cielo de Granada se abre al espectáculo universal de la palabra y la música, dispuesta a alentar nuestro compromiso más profano, ese que nos concierne como ciudadanos. La poesía es compromiso con el mundo y el ser humano. “Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”. Gabriel Celaya nos brindaba estos versos en La poesía es una arma cargada de futuro. En estos tiempos de convulsión, de insolidaridad, de guerras, de inquina desatada, estos versos han de servirnos para no olvidar la obligación que tenemos con nuestro presente, porque las palabras hechas poesía “Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. / Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos”. Las palabras que nos han de servir para recordar siempre a Federico García Lorca, nuestro Federico.

El preludio poético del otoño granadino, que inaugura la temporada cultural de la ciudad, tiene como referente, desde hace catorce años, el ciclo ‘Poesía en el Jardín’, uno de los ciclos poéticos del Ateneo de Granada, en colaboración con el Centro Andaluz de las Letras. Esta XIV edición pretende llenar, nuevamente, las noches de cada martes de septiembre de la conjunción mágica de la poesía y la música, en un juego delirante para los oídos y las emociones. Los jardines del Cuarto Real de Santo Domingo serán el escenario de cuatro veladas, dispuestas a embaucar a los granadinos.

Los organizadores (Ateneo de Granada, Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Granada y Agencia Andaluza de Instituciones Culturales/Consejería de Turismo, Cultura y Deporte, a través del CAL) pergeñan “Poesía en el Jardín” con el deseo de acentuar la concordia y establecer sinergias entre las administraciones públicas, la sociedad civil y las asociaciones culturales. Asistimos a una nueva apuesta del Ateneo en su afán de seguir promoviendo la gestión y promoción de alianzas y convenios en materias creativas, como en este caso la poesía y la música. Sin duda, este es el camino si pretendemos impulsar la Candidatura de Granada para ser la capital cultural de Europa dentro de unos años. A este esfuerzo se suman la Residencia Universitaria La Corrala de Santiago, el Cuarto Real de la Fundación Albayzín y el Centro Lucini de la canción de autor.

En esta edición el ciclo lo inaugura Manuel Vilas (3 de septiembre), acompañado de Blanca Fernández al violín, con su poesía tan próxima a la vida como comprometida. El siguiente martes, día 10, a la poesía del cántabro Lorenzo Oliván le acompañará la guitarra de Nicolás Medina y el teclado de Walter Sabolo. El 17, Javier Bozalongo y Paula Bozalongo, padre e hija, acompañados del dúo El Oso de Benalúa, guitarra y Tony Molina Moya, guitarra. La última sesión (martes, 24) contará con Amalia Bautista y el dúo musical “Pensires”: Félix Sánchez Montesinos, guitarra y Lucía Manzanas, chelo.

La cultura es un acto de amor y, como escribiera Milan Kundera, “la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica”, eso que configura nuestro modo de pensar y vivir. Con este deseo, la cultura en Granada tiene que seguir creciendo en extensión y calidad, en una tarea que implique a toda la ciudadanía y que interpele a los agentes que intervienen en su promoción para remar en beneficio del interés general.

No pocos han de ser los esfuerzos colectivos que debamos hacer en este sentido. Este objetivo ha de guiarnos en esta apasionante aventura. El Ateneo de Granada, con su espíritu de colaboración intacto, mostrará siempre su disponibilidad para colaborar con las demás instituciones públicas y privadas.

Artículo publicado en Ideal, 03/09/2024

** Granada en otoño, foto de Fermín Rodríguez, Ideal

martes, 20 de agosto de 2024

NI SIQUIERA EL ‘ESTABLISHMENT’ PUEDE FRENAR LA INDECENCIA*

 


Destruir una escuela, un hospital, matanza de civiles indefensos, la vida despreciada… lo que cada día perpetra el ejército de Israel en Gaza. La insaciable sed de venganza bíblica, y no bíblica. El sábado día 10 Israel bombardeó, en el barrio de Al Daraj de Gaza capital, otra escuela más repleta de desplazados, con la excusa de que había milicianos de Hamás. Un centenar de asesinados, incluidos niños y ancianos. Una responsabilidad compartida por Estados Unidos, el gran valedor de Netanyahu. No hay mentira que cien años dure, mas esperemos que la desgracia tampoco.

Las elecciones presidenciales de EE UU calientan motores. El escenario ha cambiado con la designación de Kamala Harris como candidata del partido demócrata. Biden naufragó en la confusión en el debate celebrado en Atlanta (finales de junio), como desvaría con su apoyo al Israel de las continuas masacres. Imaginamos los múltiples intereses que están detrás de este apoyo, pero la vida de las personas es mucho más valiosa.

Las elecciones de noviembre se presentan, al igual que en 2016, con dos formas dispares de entender el mundo, ahora, si cabe, más extremas que nunca en la historia de Estados Unidos. Siempre rivalizaron dos posiciones —republicana y demócrata— pero en una línea liberal, con posicionamientos desiguales en cuanto a coberturas sociales o política exterior —configuración de su supremacía internacional y geoestratégica—. Desde 2016 el modelo republicano de la derecha clásica se ha roto, una ola ultraderechista lo está sepultando. El partido republicano ha sido devorado por la denominada derecha reptiliana liderada por Donald Trump, quien, sin complejos, llena su discurso de teorías conspirativas y postulados generadores de una ‘nueva cultura’ defensora del ‘acientifismo’ y ‘terraplanismo’, censuradora de millares de libros, utilizando la mentira y la posverdad, la que es aceptada como dogma del líder —utilizada ya por la estrategia hitleriana—, o señalando chivos expiatorios, enemigos de la nación a quienes perseguir.

Medio mundo vive con el corazón encogido ante esta cita electoral. Razones no faltan. Los demócratas, como su líder Biden, han mostrado durante su mandato excesiva debilidad o escasa definición de sus políticas; por su parte, los republicanos han pasado a convertirse en un partido ultra, sin principios, sometido a un magnate que como presidente casi acaba con la democracia más sólida del planeta y que como candidato no ceja en su empeño de amoldarla a su estrambótica y esperpéntica imagen, tildándola de constructo político obsoleto, elitista e incompetente, un individuo al que no le preocupan los demás, solo su ego. El futuro inmediato no se presenta muy esperanzador, a los tambores de guerra generalizada se suma el deterioro de las democracias occidentales, el sistema político-social que ha dado estabilidad al mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

Si Kamala Harris y la justicia no lo remedian, Trump amenaza con volver a la Casa Blanca. Nuevamente la ordinariez, el disparate y la inmoralidad aposentados en el poder, pero ahora con el resabio de quien regurgita constantemente su ‘injusto’ desalojo de 2020. La política excéntrica convertida en pesadilla en la primera potencia del planeta. Un enemigo de la democracia, como lo demostró negando los resultados electorales y azuzando el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. La tesis del libro Cómo mueren las democracias (2018), de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, sigue vigente: una de las causas del declive de la democracia se vincula al acceso al poder de quienes no creen en ella, erosionan sus prácticas y las creencias y valores que la sustentan, hasta reducirla a lo accesorio, a lo no relevante, a desprestigiarla instalando el virus antidemocrático en ese elenco de seguidores desencantados, deseosos de que llegue un Mesías que acabe con el establishment. El populismo neofascista de Trump es un peligro para la democracia, como la motosierra de Milei, no será el salvador que traerá la moralidad y la ética que supuestamente ha devaluado la élite a la que critica.

El triunfo de Biden en 2020 fue acogido como la salvación de una democracia amenazada. Sin embargo, su debilidad en la toma de decisiones políticas problemas migratorios, deterioro económico, política exterior errática... ha sido patente: manteniendo las lamentables persecuciones de inmigrantes en la frontera mexicana, fracasando en el apoyo a Ucrania, apoyando la ignominiosa represalia de Israel contra Gaza, permitiendo el flagrante genocidio cometido o reprimiendo las protestas estudiantiles contra las masacres cometidas, como la de la Universidad de Columbia, la que acogió a Federico García Lorca en 1929.

Seguimos hablando de elecciones, naciones, gobiernos, ciudadanía y, acaso, tendríamos que hablar de emporios económicos, marcas registradas o multinacionales que tanto influyen, incluso en nosotros, haciéndonos fieles servidores y fuerza viva del neoliberalismo que los guía. Quizás el poder no esté en esos líderes o sus discursos amañados con relatos interesados que luego votamos.

Las autarquías que ahora conocemos: Rusia, Israel, Venezuela, Nicaragua... provienen de procesos electorales que las auparon al poder antes de desvelar su auténtica cara. Si Trump ganara las próximas elecciones presidenciales, ¿estaría tentado a modificar la XXII Enmienda de la Constitución de EE UU, que limita los mandatos del presidente a solo dos, para mantenerse en el poder?

El freno a la indecencia que nos rodea, acaso no pueda ponerlo la política tradicional, pero quien seguro no lo hará es la marabunta de populismo, fascistoide o no, que nos asola. Esperemos que Kamala Harris contenga a Trump, porque a este césar se lo tragarán todos, incluidos nosotros, los europeos.

*Artículo publicado en Ideal, 19/08/2024.

** Gaza, Banksy

martes, 6 de agosto de 2024

¿VÍCTIMAS DE LA DESINFORMACIÓN?; TODOS, TAMBIÉN LOS JÓVENES*

 


¿Seremos capaces de ponerle puertas al campo? Los bulos son parte de la idiosincrasia de la especie humana que, cuando quiere alcanzar sus fines, no se priva en utilizar todo tipo de artimañas, por medios lícitos o ilícitos, para ofrecer la información que más le conviene mentiras o medias verdades sin importarle la honra o el prestigio del adversario, del amigo o del inocente. La Roma republicana con sus intrigas, las cortes reales con sus dimes y diretes…, o el caso Dreyfus de la Francia decimonónica. El uso de la desinformación o los bulos en la historia son incontables.

En las sociedades democráticas, la ciudadanía, por su capacidad de voto, es el principal objetivo y víctima de la manipulación informativa. En la era digital, la barbarie digitalizada la ha hecho más vulnerable y moldeable, la realidad y el reality show se entremezclan, justificando casi siempre el autoritarismo como solución práctica. Sociedades que deberían estar más y mejor informadas, con mayor acceso a versiones distintas sobre un mismo tema; sin embargo, son fácilmente pastoreadas, convertidas en una masa informe fácil de manejar, supuestamente cuando los niveles culturales son mayores. Hoy nos engañan desde la vida política como en nuestros gustos literarios, estéticos o gastronómicos. Nos hemos convertido en víctimas de la desinformación.

Manejamos unas tecnologías y espacios virtuales que potencian sin límites nunca visto toda clase de información: verdadera, falsa, insidiosa, malintencionada, con el propósito de que llegue, no a unos cuantos del entorno próximo, ni siquiera a los miles que en otro tiempo accedían a la prensa, sino a millones o cientos de millones de personas. Información bien organizada y presentada, difundida al mismo tiempo y por una gran variedad de canales digitales.

Llevamos tiempo asistiendo no solo a la guerra convencional, también a la guerra híbrida. En los procesos electorales del siglo XXI han sido frecuentes los ciberataques o las campañas de manipulación y propaganda. Las de mayor intromisión: las acciones ejecutadas por la Rusia de Putin contra las democracias occidentales. Las hemos sufrido, como aquella campaña contra Hillary Clinton que abrió las puertas de la Presidencia de EE UU a Donald Trump en 2016. El objetivo de este y otros ataques es obvio: desvirtuar el sentido de la democracia y sus instituciones, hasta desestabilizarla.

Nos enfrentamos a un problema que, por su magnitud, es casi imposible de combatir, con potentes aliados: el universo digital y la inteligencia artificial. El asunto está alarmando tanto a la clase política que, por fin, se pone manos a la obra. Los gobiernos han visto la necesidad de regular la ingente desinformación, las fake news. Ponerle puertas a este cosmos será una labor ímproba, pero no podemos cruzarnos de brazos. El periodismo, también víctima de ello, tiene sus ‘alter ego' perniciosos en la intromisión de pseudo-medios digitales que, frente a la información rigurosa, compiten por la audiencia ofreciendo informaciones tergiversadas, falsas y sesgadas, donde la verdad no cuenta, tampoco la democracia.

La Comisión Europea prepara un proyecto para poner en marcha una red de verificadores de información siguiendo los modelos ya existentes en Francia y Suecia. Este asunto también fue tratado en el Parlamento Europeo (2020) y dio pie a un informe que abordaba la necesidad de reforzar la libertad de los medios de comunicación, la protección del periodismo, evitando el discurso del odio, la desinformación y el papel de determinadas plataformas digitales de extrema derecha y populistas que contribuían a atacar a grupos minoritarios, con una retórica que criminalizaba la inmigración y fomentaba la homofobia, el odio, el sesgo ideológico, el racismo o la xenofobia. Hace unos días el Congreso de los diputados debatía un plan de regeneración democrática, donde se incluía la desinformación como factor debilitante de la calidad democrática en España.

A este tema no son ajenos niños y jóvenes. Son muchos años siendo el punto de mira de la publicidad y de no pocas desinformaciones, bulos, mensajes-trampa, manipulaciones, hasta el punto de distorsionar su modo de vida y su visión del mundo y la realidad. Hasta ahora parece que esto preocupaba menos, pero el grado de (des)educación a que están sometidos hace peligrar su futuro. La toxicidad de los mensajes que les llegan en redes sociales, alimenta, lamentablemente, su intelecto con modelos y estereotipos infectos de machismo, lenguaje soez, expresiones chabacanas, denigración de la mujer o de conjeturas y opiniones de aficionados, y menos de hechos contrastados, de saber y conocimiento. Los jóvenes se alejan del análisis de la realidad, tanto histórica como presente, ofrecida por la escuela, la familia u otros agentes sociales educativos.

Se habla de la necesidad de la alfabetización digital, de enseñar a la ciudadanía a identificar contenidos tramposos, tergiversadores, adulterados, que le dé pautas y  criterios para discernir, examinar, diferenciar y valorar toda la información que recibe a través de plataformas que basan su negocio en la interacción con millones de clientes nada de amigos, utilizando contenidos falsos, amañados, trucados o de odio.

Es la dignidad de las personas la que está en juego y la salud de la democracia que nos permite expresarnos con la libertad que muchos de los manipuladores de la información no nos permitirían si tuvieran el poder. La denuncia y la educación críticas son el principal recurso para defender la dignidad humana.

Todos somos víctimas de la desinformación, unos más y otros menos, los que la promueven también: su miseria humana queda patente, aunque nos les quede una pizca de vergüenza para asumirlo.

*Artículo publicado en Ideal, 05/08/2024.

** Salvador Dalí: La mano. Los remordimientos de conciencia,1930.



lunes, 22 de julio de 2024

¡GRANADA, MÍRATE UN POQUITO!*

 


Contábale don Quijote a Sancho las admirables visiones que había tenido en la profunda cueva de Montesinos, a lo que Sancho, alarmado e incrédulo, dijo: “¡Oh, santo Dios!, ¿es posible que tal hay en el mundo y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que hayan trocado el buen juicio de mi señor en una tan disparatada locura? ¡Oh señor, señor..., que vuestra merced mire por sí y vuelva por su honra, y no dé crédito a esas vaciedades que le tienen menguado y descabalado el sentido!”. A lo que Quijano respondió: “Como me quieres bien, Sancho, hablas desa manera… y como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles; pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado” (El Quijote, segunda parte, capítulo XXIII). Y así es como le hizo saber que confiara en el tiempo, que este suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.

Granada siempre espera encontrar, con el tiempo, lo que siempre ansía: el paso definitivo hacia un futuro mejor. La gran dificultad es que siempre ha esperado que sean los de fuera los que vengan a encaminarla al ansiado progreso. La mentalidad es una cosa harto difícil de cambiar de la noche a la mañana, la sopa boba tiene mucho gancho y, si se fomenta para que la gente no dé ruido, mucho más, si cabe. Es posible que los demás no nos valoren, si antes no lo hacemos nosotros primero.

El verano, tiempo propenso a aletargarnos y dispuesto a aparcar proyectos e ideas que antes han soliviantado todo el año, tiene el don de paralizarnos haciéndonos pensar, como cantaba nuestra Gelu: “¡Cuando llegue septiembre, todo será maravilloso! No quisiera que este verano ocurriera esto, no están los tiempos para posponerlo todo. Granada no puede relajarse.

El periódico Ideal lleva tiempo apostando por que Granada se desprenda del lamento y del ‘quejío’ y que pase a la acción. El conformismo granadino es duro de pelar, secularmente ha mermado aspiraciones y apuestas, a veces despreciando lo valioso para calificarlo de obsoleto, aspirando a una modernidad mal entendida. Recuerdo decir en otro artículo (“Llorando por Granada”, Ideal, 27/06/2019): “Granada resulta una ciudad dura para vivirla y para sentirla, y la han hecho más dura, si cabe, los que han mostrado su incompetencia para defenderla, cuando les tocó, allí donde había que defenderla: Madrid o Sevilla”. Hay un sesgo en la mentalidad granadina que la proyecta hacia la resignación. Las acciones políticas coordinadas no existen, cualquier proyecto, o se agota en sí mismo o las disputas políticas lo asfixian en la cuna.

Ahora andamos todos revueltos con la inteligencia artificial, y no nos faltan motivos: la Universidad de Granada tiene un potente equipo en este campo con los Herrera, Enrique y Paco, cuyo trabajo difunden por medio mundo, igual que hicieron en una mesa redonda en el Ateneo de Granada: “La Ley Europea de Inteligencia Artificial: fortalezas y debilidades”, celebrada el 29 de febrero en la Sala de Vistas de la Facultad de Derecho. Toda una premonición: las vistas de la IA en Granada deben mirar muy lejos.

Si el conocimiento es la gran apuesta de Granada habremos de aunar esfuerzos en ese sentido, no ponernos zancadillas ni palos en la rueda. Esto que ha sido la tónica en nuestro devenir histórico, no puede volver a repetirse. Quizás haya llegado el momento para postularse: “Hasta en el infierno, si fuera menester, habría que defender a Granada”.

La candidatura de Granada a ‘Capitalidad Cultural Europea 2031’ es uno de esos proyectos que tiene que servir a las instituciones, a la clase política y a la sociedad civil para cambiar inercias históricas y apostar por un cambio de mentalidad en el ser granadino. Los proyectos no hacen milagros, nuestro esfuerzo por congregarnos en su apoyo, seguro que sí.

Sin embargo, embriagados por este futuro que estamos dibujando con la IA y el conocimiento, no podemos olvidar que las carencias de esta tierra en otros ámbitos también son a considerar: infraestructuras, tejido industrial, defensa del medio ambiente, articulación y equilibrio territorial... Sin estas cosas es difícil consolidar el día a día de los ciudadanos y sus posibilidades de vida. La defensa de la Vega, por ejemplo, la historia de esta cenicienta del patrimonio natural e histórico está plagada de cicatrices, como espacio natural y agrícola, y también como víctima de la ampliación de la trama urbana de Granada marcada por cinturones viarios no siempre respetados.

La mentalidad ‘desarrollista’ que nos asaltó en los años sesenta y setenta trajo la destrucción de espacios urbanos que ahora se añoran: el bulevar de la avenida de las estaciones, desmantelado en el arranque de los setenta para construir en su lugar un entramado viario de ridículo diseño y colmatado de asfalto; los tranvías, considerados entonces un medio de transporte urbano obsoleto, desaparecieron. El que subía a Sierra Nevada aguantó como pudo, hasta que lo despeñaron. Y unos lustros después, el desmantelamiento natural del río Genil a su paso por la ciudad. Mirar al pasado en Granada reporta una triste visión de destrucción, el futuro se componía de hormigón y asfalto.

No quisiera que aquel ‘desarrollismo’ de antaño, convertido en ‘futurismo’ de ahora, nos enturbiara nuestra mirada, que ha de empezar por mirarnos y valorarnos a nosotros primero.

*Artículo publicado en Ideal, 21/07/2024.

** Juan Vida, collage sobre una Alhambra alcanzada por el futurismo.