lunes, 31 de julio de 2023

GANA LA DEMOCRACIA, PIERDEN LOS POLÍTICOS*

 


Terminó la campaña electoral, sabemos el resultado de las elecciones generales y que los políticos están contentos, uno más que otros, pues algunos vendieron la piel del oso antes de cazarlo. Y eso, en una política tan cortoplacista, es un craso error, pues en un santiamén te sacan los colores, si es que el aludido tiene la virtud de ruborizarse.

El pasado 23J la democracia ganó, no los políticos. Las elecciones celebradas reflejan lo que los españoles quisieron en su mayoría. Para eso sirve la democracia. Han pasado cuatro años desde las anteriores, España no se ha hundido, ni tampoco se ha hecho añicos. Su solidez, a pesar de tantos defectos y enemigos que la rondan, y lo mal que la tratamos, ha vuelto a prevalecer. Como antes ocurrió en las elecciones andaluzas o en las municipales. Y respetamos sus resultados. ¿Verdad que sí?

La campaña electoral nos ha hecho tragar no pocas insolencias, mentiras amparadas en rostros imperturbables o el ninguneo a los ciudadanos, tratados como ignorantes y mera mercancía autómata que solo sirve para depositar un sobre en una urna. 

España es un país que respeta la pluralidad territorial, que da cabida a muchas opciones políticas, sociales e individuales, que mira con ilusión seguir defendiendo los derechos y libertades alcanzados, que quiere respetar la memoria democrática de esos periodos lacerantes de su historia, que aspira a potenciar la justicia y la verdad. Es un país que no quiere retrocesos en todo lo conquistado socialmente, que abomina del ruido, venga de donde venga, y el odio que altera la convivencia.

Pero en estas elecciones los políticos han vuelto a dar un infausto ejemplo a la ciudadanía, todo lo contrario a lo que la escuela explica a las jóvenes generaciones. Nefasto ejemplo que no repara en nada. Como si se quisiera advertir que esto es lo que les espera cuando sean adultos, que lo que les enseñan en la escuela es mejor que cuanto antes no le hagan ni puñetero caso. No quisiera que las nuevas generaciones despertaran a la sociedad bajo la impronta de la mentira, la insidia, el odio o la ausencia de respeto.

Durante la campaña electoral he estado con un oído puesto en los debates, mítines y entrevistas; y, el otro, atento a la corrección de las pruebas de mi próximo libro: La sociedad que (des)educa. Parábolas para los tiempos que corren, un ensayo sobre esa contradicción entre los valores que enseña la escuela y los que emanan de la sociedad, a los mismos niños y jóvenes que recibimos cada día en colegios e institutos.

El debate a dos de Atresmedia, entre Sánchez y Feijóo, fue un bochornoso espectáculo de lo que no es un debate: continuas interrupciones, falta de argumentos, mentiras sobre datos, falta de respeto mutuo... En la escuela no enseñamos esto, los debates que se promueven entre estudiantes están presididos por el respeto, la oratoria y la dialéctica, esa que define la RAE como el “arte de dialogar, argumentar y discutir”, y como el “método de razonamiento desarrollado a partir de principios”. El cara a cara no tuvo nada de dialogo y discusión “para descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí”.

Una periodista, Silvia Intxaurrondo, dejó en evidencia a Feijóo, mientras mentía descaradamente. Confieso que en ese momento se reafirmó mi convicción de que hay periodistas honrados con su profesión. La sociedad los necesita, no a los ultramontanos y sumisos que defienden los intereses de poderes fácticos o líneas ideológicas de medios de comunicación, que se olvidan del código deontológico de una profesión tan necesaria en una sociedad democrática, para que ayuden a desmontar tantas noticias falsas y relatos interesados y fraudulentos.  

Los ecos de la campaña electoral no han pasado. El mal ejemplo propagado a la sociedad española, niños y jóvenes incluidos, quizá interiorizado por muchos de ellos, entendiendo que así han de comportarse cuando sean adultos, lanza el mensaje de que las enseñanzas de la escuela son una solemne tontería, que lo importante es esa manera de proceder en la vida y que la verdad no tiene ningún valor, solo lo que nosotros queramos decir y hacer.

Una campaña electoral no se puede hacer a cualquier precio, como si fuera parte de un espectáculo necesario, dictado por argumentarios de asesores malévolos y malintencionados. La trampería de mentiras, comentarios machistas, desprecio hacia homosexuales, inmigrantes…, no es admisible en una sociedad democrática. Ni atacar a mujeres candidatas como expertas en maquillaje o vestidas con retales de Dior. La moda y el cuidado personal no están reñidos con la inteligencia. Los hombres también nos cuidamos.

Vosotros, políticos, luego hablaréis de mejorar el sistema educativo para llenarlo de educación en valores, respeto y buena ciudadanía. Perdonad, pero os alcanza una ruindad rayana en la maldad y la perversión, que hacéis de la sociedad en la que vivimos un espacio de convivencia irrespirable, de insidias hacia quien no piense como vosotros y promotores de conductas execrables.

La búsqueda de modelos a seguir no es privativa solo de niños y jóvenes, también es de adultos. Victoria Camps (Creer en la educación) dice que todos buscamos modelos y nos identificamos con ellos; sin embargo, la influencia no igual en todos: “los adolescentes están más indefensos, tienen menos capacidad de distancia y de crítica para distinguir lo que puede ser imitado y lo que no debe serlo.”

Los menores son miembros de esta sociedad, no lo olvidemos.

 * Artículo publicado en Ideal, 30/07/2023

lunes, 10 de julio de 2023

LOS MUNDOS INFINITOS DE LORCA*

 


A Federico García Lorca se le ha buscado de todas las maneras que imaginar se pueda. Desde que quedó sepultado en el barranco entre Víznar y Alfacar, Granada, el mundo, no ha cejado en el empeño de encontrarlo. La búsqueda de sus restos óseos quizá sea lo menos importante; el universo lorquiano, su legado, su obra, compuesta de mil constelaciones, es lo fundamental.

Biografiar a Lorca, zambullirse en tantos rincones de su vida, secretos o furtivos, ha sido una constante en los últimos ochenta años. Es otra de manera de que perviva su memoria. En ese seguir las huellas que fue dejando por tantos lugares que alguna vez lo vieron deambular, los amores que marcaron su vida, la relación de amistad y correspondencia con personas queridas, nos ofrecen otra visión para hallar al Lorca más íntimo, más humano, el que construyera el universo de emociones capaz de subyugarnos. Aquellas amistades con Pepín Bello, Dalí, Buñuel, o las de mayor pasión amorosa con el propio Dalí, Emilio Aladrén, Philips Cummings, Rafael Rodríguez Rapún, Eduardo Rodríguez Valdivieso, hombres amados más jóvenes que él, nos dan el pulso de su perfil más humano. Como la colaboración artística y de acerada amistad con Manuel de Falla, o los innumerables viajes por el mundo, que ensancharon su horizonte vital, ansioso de huir de tantos espacios minúsculos y asfixiantes.

En esa constante búsqueda de Federico es donde podemos inscribir Los mundos infinitos de Lorca (Tintablanca, 2023), una nueva biografía del poeta que pretende acariciar su vida con la ternura que hasta ahora parecía no haberse producido. Al texto de Luis Antonio de Villena, le acompañan los dibujos de Juan Vida, para acompasar la prosa suave, cómplice y serena de Villena con un enorme catálogo de ilustraciones del pintor granadino.

Quedémonos, por lo pronto, con las palabras de Luis Antonio, al referirse a Lorca: “Este libro recorre su vida y su obra, desde su nacimiento en Fuente Vaqueros, su infancia en la vecina Valderrubio, el contacto con la Vega y las desigualdades sociales, antes de su estancia posterior en Granada, al amparo de la Huerta de San Vicente. Sus años en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, le hicieron conocer a los grandes nombres de la España de entonces.”

Es difícil aportar algo nuevo a la semblanza biográfica del mito de García Lorca. Tantos ríos de tinta que han emanado mirando su vida, su obra, su memoria, las azacanas que siempre se cruzaron en su camino, las incomprensiones, las envidias, el odio que inundó los ojos de siniestros desaprensivos que lo llevaron hasta Víznar, harían casi imposible escribir otra biografía que diga algo distinto, que despierte nuestras emociones. Pero acaso esto es lo que han conseguido Villena y Vida en una deslumbrante propuesta literaria, no exenta de simbolismo, donde impera la narración primorosa de bellos pasajes de la vida de Federico, con una mirada limpia y transparente que, sin duda, no dejará impasible al lector.

Los mundos infinitos de Lorca está editado con la exquisitez que Lorca se merece. Porque ya no se trata de aportar un dato nuevo sobre su vida, que también, sino de escribirlo de otro modo hasta soliviantar nuestra alma, de alcanzar que la vida del poeta sea sentida con igual pasión que la puesta en esta edición tan sumamente cuidada. Algo así como el amor y el deseo, referido por Villena, cuando habla de esta biografía: ‘Carnalidad, presagio y dolor’, para definir el perfil más delicado del poeta de Fuente Vaqueros.

Los mundos infinitos de Federico se extienden por La Vega, Granada, Valderrubio, Cadaqués, Nueva York, Cuba, Buenos Aires o el Madrid de la Residencia de Estudiantes, donde se acendraba aquella idea de transformación que aspiraba a hacer de este país algo más moderno y sacarlo del ostracismo en que había caído desde hacía tanto tiempo. Madrid fue el epicentro del amor de Lorca, donde pudo liberarse de la angostura y la mentalidad de su Granada, tan querida, pero al tiempo tan capaz de maniatar su deseo de ser, de crear, de vivir. Esa Granada que terminaría apagando su llama.

El libro abunda en amistades, encuentros, confesiones, alegrías, vida literaria, amores, tragedia, ese cosmos donde las relaciones de Federico fueron tan ricas, tan expresivas y confesionales, y no menos cómplices con tantas personas amigas que fue atesorando a lo largo de su vida. Así descubrimos en sus páginas los instantes del amor, los de las dudas e incertidumbres, los de la desesperación por los derroteros que había cogido una España que se fragmentaba y abocaba al enfrentamiento y el derrumbamiento, los mismos en los que él “pasa del miedo a la angustia. O ambos.” Una premoción aquel 12 de julio del 36, entre los asesinatos de Castillo y Calvo Sotelo, que lo aproximará tanto al día 19.

Villena y Vida nos acercan al Lorca más íntimo, capaz de desnudarse en los juegos infantiles de sus poemas, porque al poder de la palabra se suma la fuerza de la imagen.

La pasión de Lorca por la vida y el amor no pasa desapercibida en las páginas de este libro. Como en Sonetos del amor oscuro, donde es capaz de expresarla Lorca con igual sencillez que sentimiento: “Que no se acabe nunca la madeja / del te quiero me quieres, siempre ardida / con decrépito sol y luna vieja.”

La grandeza de la figura de Federico: crear tantos universos paralelos, aunque algunos fueran desde la inconsciencia, para dejarnos su mejor legado.

 * Artículo publicado en Ideal, 09/07/2023

** Ilustración: Dibujo de Juan Vida, incluido en el libro-