lunes, 31 de diciembre de 2012

GOBERNAR SIN SESO

Hace unos meses El País publicaba un artículo, “Gadafi gobernaba con el sexo”, al hilo del libro de la periodista Annick Cojean, Las Presas. En el harem de Gadafi, en el que nos cuenta el historial de crímenes sexuales del que se hacía llamar “Papá Muamar”. En el libro, la periodista dibuja a un líder de apetito sexual insaciable, violador de mujeres, de hombres y cualquiera sabe de qué más. Ahora vuelve a revivir el artículo al incluirlo en la web entre lo más visto de 2012. Cuando apareció por primera vez me llamó la atención, me quedé con las ganas de escribir una entrada referida a su contenido. Entonces se me pasó por la cabeza hablar de la buena consideración que Occidente tuvo con el dictador libio tras saldar la cuenta del atentado de Lockerbie y cómo se convirtió en el ‘chico bueno y obediente’. Hasta hubo dirigentes de países occidentales que lo recibieron con los más altos honores a pesar de saber de qué pie político y personal cojeaba, era tan fácil como taparse la nariz y obviar sus ‘virtudes’ de vanidad, egocentrismo, crueldad y despotismo. Pero para obviar tanto también hay que servir, o simplemente no tener escrúpulos.

Como no lo escribí entonces, ahora aprovecho la oportunidad para hacer lo que no hice, si bien en este caso el artículo sobre el ‘Gadafi que gobernaba con el sexo’ y que satisfacía su irrefrenable apetito sexual sin importarle a quien atropellara en el camino, me sugiere cosas distintas. A tenor de lo que cuenta Cojean, Gadafi a lo que se ve tenía concentrada en el sexo toda la capacidad de gobernar y de tomar decisiones. No sé si habrá entre los dirigentes que hoy nos gobiernan un caso parecido, ¡cualquiera sabe!, y si lo hay, lo disimula más que el libio. Ahora bien, seguro que habrá muchos dirigentes que no gobiernen con la entrepierna, pero sí es más probable que lo hagan con los intereses muy particulares metidos en el entrecejo para aprovecharse y para mantenerse en política. La corrupción es el ejemplo más claro de ello, donde los intereses más personales se anteponen a los intereses generales, y donde se utiliza la política para favorecer lo más íntimo. Es así como llevamos una larga temporada (un puñado grande de años) en que la sinvergonzonería se ha extendido y enquistado en la vida pública española minando la credibilidad de partidos y de políticos. Si los partidos políticos tuvieran un sistema de elección democrático para sus dirigentes y sus representantes en parlamentos, quizá este filtro podría permitir la elección de los mejores, pero si el sistema es que un supuesto líder o ‘lideresa’ escoge a su capricho, servicios prestados, connivencia e intereses muy particulares a quienes han de formar parte de una lista electoral, privando que la posibilidad de que las personas que compongan esa lista sean elegidas por militantes y simpatizantes con criterio democrático y con rigor de competencia, entonces es fácil deducir lo que nos espera: lo que tenemos.

El ejercicio de gobernar casi nunca se alcanza por méritos o por seso, son otros factores variopintos los que intervienen. La catadura moral de quien ejerce el poder no siempre es condición sine qua non para ejercerlo, ni siquiera la inteligencia que se requiere. No siempre nos gobiernan los más capacitados. En los últimos gobiernos de España (socialistas y populares) tenemos ejemplos preclaros de ello. Hombres y mujeres de escasa capacidad, de perfil bajísimo, han formado y forman parte de gobiernos que no tienen la talla para afrontar la tarea que se les encomienda. Ministras y ministros que acaban o acababan de salir del bachillerato o de un centro de adultos, sin formación ni académica ni personal, sin la madurez suficiente para estar en un puesto de tanta transcendencia, sin ideas para poner en práctica, salvo algunas ocurrencias que sólo ellas o ellos creen. Ministros y ministras que no aportan o aportaban nada a su parcela ministerial, si acaso enfollonar la economía, la justicia, la sanidad, la educación o la cultura. Ahora bien, de este desaguisado son responsables, lo mismo o más, quienes los han designado. Entonces: ¿qué podemos esperar a cambio?

lunes, 24 de diciembre de 2012

PAUSA PARA MEDITAR

Esta mañana me he encontrado con una entrada en el blog El salto del Ángel titulada ‘Una pausa’, del que es autor Ángel Gabilondo, tan reflexiva como suelen todas las que en él se incluyen. La de hoy me ha interesado especialmente porque, ante los tiempos que corren, nos llama a establecer una pausa en muchos órdenes de nuestra vida. Como dice el autor: “de vez en cuando conviene detenerse. No sólo para tomarnos un respiro, sino también para poner en cuestión lo que damos por supuesto”. Acerca de ella me he permitido incluir un comentario que quiero compartir con vosotros.

“Será difícil que el mundo se pare, pero hay momentos en que le convendría sosegarse, interrumpir ese todo fluir de Heráclito, esa imperiosa continuidad del ‘Élan vital’ de Henri Bergson, si en nuestras manos estuviera. Quizá en este tiempo que no ha tocado vivir sea más necesaria que nunca una pausa. Y no me refiero a ello por estar en fechas navideñas, que tan sólo han venido a cruzarse en este comentario, sino al tiempo convulso que nos ha tocado vivir. Siempre ha habido tiempos convulsos, cada generación ha tenido los suyos, pero este que nos ha tocado a nosotros, acaso por lo que nos afecta, sea de una convulsión desmedida.
Mas esta necesidad de la pausa pensamos que sería doble. Por un lado, una pausa como estrategia personal de un sosiego del que solemos carecer. Se trataría de una parada acompasada con nuestros quehaceres que nos aportara una mejora óptica de nuestra visión de la vida próxima y del mundo que nos rodea. Que nos sirviera de modulación para nuestra trayectoria vital, para las querencias, los anhelos e, incluso, los sentimientos, a veces poco concernidos con las necesidades que manifiesta nuestra propia existencia.
Por otro, una pausa como estrategia colectiva que frene esas estúpidas y groseras maneras de llevar la convivencia, o las nefastas consecuencias que provocan en la vida de los demás las poco meditadas, tendenciosas o interesadas decisiones políticas, sociales o económicas que cada día nos sorprenden.”

Gabilondo termina la entrada de su blog diciendo: “en ocasiones, nada nos impulsa más que una pausa, pero no siempre lo hace en la dirección previa o prevista. Por eso, algunos nos proponen no parar, no parar jamás, continuar sin desmayo. Y sin hacernos demasiadas preguntas. Saben que una sencilla pausa podría revolvernos”. Y es que hay quien teme más a la reflexión y al pensamiento crítico de las personas que a las algarabías que se prodigan en la calle.

domingo, 16 de diciembre de 2012

CULTURA DE LAS ARMAS

Hace ya tiempo que aquel antiamericanismo que un día provocara el rechazo hacia todo lo que provenía de Estados Unidos ha ido mitigándose, cuando no despareciendo, al menos en países europeos. Nos alegramos de ello, casi siempre los sentimientos de rechazo suelen provenir de enfoques desajustados distorsionadores de la realidad. A ello han contribuido muchas cosas, quizá la caída del muro de Berlín y la desaparición de la política de bloques haya sido la causa principal, pero también un cierto amago en las pretensiones imperialistas, ahora tal vez más disimuladas, y el proceso de ‘humanización’ que se inició con la victoria electoral de Obama en 2008. Sin embargo, hay dos cosas que nos recuerdan que esta inmensa nación comparte una especie de primitivismo, totalmente anacrónico, desfasado en lo que representan los valores de un país democrático y desarrollado: la pena de muerte y lo que se denomina ‘cultura de las armas’. Y es que las matanzas a manos de individuos armados que, de manera reiterada nos asaltan en el tiempo, no ocurren con la misma frecuencia en Estados Unidos que en otros países desarrollados.

Las armas de fuego forman parte de la vida de los estadounidenses como aquí el cuchillo jamonero. La afición a las armas se fomenta desde niños, se inculca que una manera de entender la protección de la vida personal y familiar se hace empuñando un arma. El documental de Michael Moore de hace diez años Bowling for Columbine mostraba la dimensión que alcanza la ‘cultura de las armas’ en Estados Unidos; en algunas imágenes incluso se veía cómo los padres adiestraban en el manejo de las armas a sus hijos como si les enseñaran a pedalear en bicicleta. No se trataba de niños de entornos rurales o de montaña, donde cabría pensar en la caza como excusa, sino niños de entornos urbanos donde la caza, en todo caso, se realiza en el supermercado. Estos pequeños aprendían, e imaginamos que aprenden, antes a manejar una pistola o un rifle que a saber que los huevos no provienen del supermercado sino de las gallinas. Sabemos que existen dos grandes fuerzas que favorecen el arraigo de las armas en la vida cotidiana del estadounidense: la segunda enmienda de la Constitución norteamericana que parece reconocer el derecho a poseer armas de fuego; y el interesado influjo de la industria armamentística y, sobre todo, de la Asociación Nacional del Rifle, un lobby de gran influencia en el país.

La sociedad estadounidense no está más o menos enferma que lo pueda estar la española, la finlandesa o la noruega. Cada una de ellas tiene su episodio bárbaro donde un individuo cometió en algún momento una horrenda matanza de dimensiones más o menos parecidas a la reciente de Newtown. Nosotros tenemos la que perpetraron los hermanos de Puerto Hurraco, Noruega la de la isla de Utoya y Finlandia la del instituto de Tuusula. La historia reciente nos indica que se trata de episodios aislados que quedan anclados en el tiempo. Pero en Estados Unidos este tipo de episodios sangrientos pasan de manera tan periódica que deben conducir a una profunda reflexión acerca de la tenencia y el uso de armas entre la población. La enajenación mental, la soledad, la paranoia o la venganza son desajustes de la mente humana que están presentes en todas las sociedades, pero cuando alguien se ve afectado por alguno de ellos lo que no suele tener a la mano en muchos países es un arsenal de armas a las que recurrir cómodamente, ni el convencimiento social de que pueden utilizarlas con tanta facilidad.

sábado, 8 de diciembre de 2012

LAS CATEGORÍAS DE KANT NO FUNCIONAN EN LA NOCHE

Las categorías de Kant no funcionan en la noche me llegó con la lluvia, como si esta circunstancia meteorológica fuese premonitoria de la capacidad de calar muy adentro que tiene la poesía de Julio César Jiménez (Málaga, 1972). Al abrir la puertezuela del buzón adosado a la cancela de entrada a la casa temí que el agua, cayendo desde la madrugada, hubiera estropeado el libro contenido en un sobre que se mostró al pronto con algunas manchas de humedad. Afortunadamente no fue más que un breve temor disipado al momento.

No sé si, como dice Julio César Jiménez, las categorías de Kant no funcionan en la noche, pero lo que sí es cierto es que este poemario es capaz de actuar como la causa que provoca el efecto de sentir que la realidad no es más que la búsqueda continuada a que nos somete nuestra propia existencia. Atrae el componente de lenguaje narrativo en que se articula la poesía de Las categorías de Kant no funcionan en la noche, hasta el punto de que en su lectura se alcanza una perfecta simbiosis entre narración y lírica, algo que el propio autor justifica muy pronto en el texto, ante el riesgo de que su discurso parezca manoseado, al decir que no tiene otro discurso capaz de explicar “cómo la claridad no llega nunca a algunos corazones”.

Estamos ante un poemario al que hay que acudir para escarbar en los riesgos de vivir, en la de ser como un proscrito en una realidad incómoda, en la de sentir que al rodear las esquinas a lo mejor vuelves al mismo lugar del que huyes. El pensamiento, la filosofía, la vida, están presentes en estos poemas que narran, que sobrevuelan, que alientan la duda más allá de cualquier certeza.

Me detengo un instante en uno de los poemas:

“No puedes decir voy. Estás. Me tienes
dentro tuya y sin embargo vienes a mí.
Vienes porque, aunque eres un sueño invariable
(un melancólico pilar de ternura), el amor, papá,
no coagula sin abrazos.

Y sí, yo podría decirte: soy esa verdad tuya que te colma
creciente en ti como en otros hombres
que aspiren a vivir a través de mía.
Pero tú eres el lugar donde los andamios del cariño,
las palabras de emoción y curiosidad, el aprendizaje,
mis tabiques blancos en el corazón.”