Llevo varios meses trasladando La renta del dolor a cada sitio donde hay un lector, sean lugares grandes o pequeños, haya muchos o pocos lectores, sin desdeñar a ni uno solo. Me merece el mismo respeto el lector en un club de lectura de un pueblo pequeño como los lectores de grandes bibliotecas o los visitantes de una feria del libro. La difusión de una novela es una labor ardua, sobre todo si lo tienes que hacer tú prácticamente solo. Al final, el esfuerzo siempre es gratificante, a pesar de esa vocación improvisada de feriante y comercial de medio pelo.
En estos meses (todavía espero continuar más tiempo) se han organizado actos de presentación, visitado bibliotecas, clubes de lectura…, y en todos ellos he sentido el interés y la simpatía de muchos lectores hacia la novela y hacia Matilde Santos.
Hace unos días me comentaba un librero las imposiciones de las grandes editoriales para que los libros que editan tengan lugar preferente en el escaparate o a la entrada del local, en montones de libros apilados, bien visibles nada más entrar en la librería para que casi el cliente se tope con ellos. En nuestro caso, los que nos movemos más modestamente, intentamos que nuestra obra no quede incrustada en un estante entre libros mostrando sólo el lomo. Igual que deseamos que se hagan eco los medios de comunicación en sus páginas o suplementos de cultura; pero esto es difícil, también las grandes editoriales marcan la pauta.
Por eso resulta acaso más gratificante cuando uno se encuentra con la reseña de tu novela en un espacio virtual que no conocías: Mujeres de novela. Este es el título de un blog dedicado a glosar a mujeres, algo parecido a lo que hizo Márgara Seoane (el seudónimo de Matilde Cantos) en México, en su serie de artículos en la revista Confidencias en la década de los cuarenta del siglo XX. Son varias las referencias, bajo el título “Matilde Cantos: una mujer del 36”, las que ofrece este blog sobre La renta del dolor.
Aquí os dejo el enlace: