Estamos en los inicios del siglo XXI y el país más poderoso del planeta es capaz de dejar morir a sus habitantes por falta de asistencia médica.
Los gastos sanitarios en un hospital son muy elevados. Pueden llegar a cantidades astronómicas. Hay gente que para curarse de una enfermedad tiene que hipotecar su casa. Y esto pasa en un país desarrollado y rico, tocado por la opulencia.
El presidente Obama ha conseguido sacar adelante una ley que permite una reforma sanitaria que garantizará la protección a 32 millones de norteamericanos. Sin embargo, a esta ley los sectores conservadores la califican como la semilla del comunismo.
Algunos piensan incluso que por conceder esta prestación sanitaria a unos pobres llegará el socialismo a su país.
Obama, socialista. Ésta es una de las consignas que llevan tiempo utilizando en los ataques los grupos ‘neocon’, los sectores más carcas de la sociedad estadounidense, pero atiborrados de dinero, contra el presidente negro.
Le llaman socialista, como cuando aquí se tachaba a alguien de rojo, ¿lo recuerdan?
En España afortunadamente tenemos un sistema sanitario universal, envidiado en medio mundo, y todavía no tenemos koljoses ni sovjoses.
¿Quién dijo que Obama lo tendría fácil? ¡Y las zancadillas que le aguardan! Los sectores neoconservadores no van a parar hasta derribarle.
Se ha iniciado una cruzada contra esta ley, rubricada por Obama “en nombre de su madre”. Un grupo de congresistas republicanos se asomó a la terraza del Capitolio para alentar a los manifestantes con una pancarta en la que se leía: "Kill the bill!" (Acaba con la ley). Los medios de comunicación adictos también están haciendo su campaña.
Las mentes deformadas han impedido que durante décadas la nación más prospera de la tierra atendiera a millones de personas, generando una injusticia de tal envergadura que se había convertido en una canallada intelectual.
A buen seguro que muchos de estos que se oponen a esta ley serán fieles de las iglesias católica, evangélica, adventista o cualquier otra, e irán cada domingo a rogar al Señor. Menudo cinismo e hipocresía.
Cualquier precepto religioso de atender a los enfermos no se cumplía. Estoy seguro que si nos diéramos una vuelta por el Infierno encontraríamos a muchos beatos norteamericanos de golpes en el pecho, pero de fusta cruzada al cinto en la espalda.
Lo menos que se puede hacer por un ser humano es curarlo. Pero en la sociedad norteamericana está muy arraigado el egoísmo.
¿Con estas mimbres cómo vamos a acabar con el hambre en el mundo si no somos capaces de curar a nuestro vecino?
“Es una victoria de sentido común”, diría Obama tras la votación. Supongo que sentido común para el que lo tenga.
Los gastos sanitarios en un hospital son muy elevados. Pueden llegar a cantidades astronómicas. Hay gente que para curarse de una enfermedad tiene que hipotecar su casa. Y esto pasa en un país desarrollado y rico, tocado por la opulencia.
El presidente Obama ha conseguido sacar adelante una ley que permite una reforma sanitaria que garantizará la protección a 32 millones de norteamericanos. Sin embargo, a esta ley los sectores conservadores la califican como la semilla del comunismo.
Algunos piensan incluso que por conceder esta prestación sanitaria a unos pobres llegará el socialismo a su país.
Obama, socialista. Ésta es una de las consignas que llevan tiempo utilizando en los ataques los grupos ‘neocon’, los sectores más carcas de la sociedad estadounidense, pero atiborrados de dinero, contra el presidente negro.
Le llaman socialista, como cuando aquí se tachaba a alguien de rojo, ¿lo recuerdan?
En España afortunadamente tenemos un sistema sanitario universal, envidiado en medio mundo, y todavía no tenemos koljoses ni sovjoses.
¿Quién dijo que Obama lo tendría fácil? ¡Y las zancadillas que le aguardan! Los sectores neoconservadores no van a parar hasta derribarle.
Se ha iniciado una cruzada contra esta ley, rubricada por Obama “en nombre de su madre”. Un grupo de congresistas republicanos se asomó a la terraza del Capitolio para alentar a los manifestantes con una pancarta en la que se leía: "Kill the bill!" (Acaba con la ley). Los medios de comunicación adictos también están haciendo su campaña.
Las mentes deformadas han impedido que durante décadas la nación más prospera de la tierra atendiera a millones de personas, generando una injusticia de tal envergadura que se había convertido en una canallada intelectual.
A buen seguro que muchos de estos que se oponen a esta ley serán fieles de las iglesias católica, evangélica, adventista o cualquier otra, e irán cada domingo a rogar al Señor. Menudo cinismo e hipocresía.
Cualquier precepto religioso de atender a los enfermos no se cumplía. Estoy seguro que si nos diéramos una vuelta por el Infierno encontraríamos a muchos beatos norteamericanos de golpes en el pecho, pero de fusta cruzada al cinto en la espalda.
Lo menos que se puede hacer por un ser humano es curarlo. Pero en la sociedad norteamericana está muy arraigado el egoísmo.
¿Con estas mimbres cómo vamos a acabar con el hambre en el mundo si no somos capaces de curar a nuestro vecino?
“Es una victoria de sentido común”, diría Obama tras la votación. Supongo que sentido común para el que lo tenga.