martes, 31 de julio de 2012

UN VIAJE EN BUSCA DE UNA HISTORIA

Hace poco más de un mes terminé La noche que no tenía final, una novela que aguarda el lugar adecuado para su publicación. Como la vida nos enseña a ser pacientes, eso es lo que tratamos de cultivar con buena dosis de paciencia. Las grandes editoriales, seguramente por acción de la crisis (esa excusa tan socorrida), apuestan por ‘caballos ganadores’ (perdón por la expresión). Al fin y al cabo el mundo editorial es un negocio y, como tal, trata de cuidar la cuenta de resultados. Aunque también es posible que en este mundillo haya algo de banalización de la cultura a la que alude Vargas Llosa en La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012). Por eso, paciencia, que para ello es una de las virtudes recomendadas en los tiempos que corren.

Pero, entretanto, las historias siguen bullendo en la cabeza, y uno busca la manera de sacarlas fuera y plasmarlas sobre el papel. Ese es el motivo del viaje que estos días estoy haciendo por parte del País Vasco. Se trata de un viaje en busca no de una historia, sino de los elementos contextuales para una historia que ya tiene algunas piezas del puzle. He venido porque quiero sumergirme en su paisaje urbano, respirar el mismo aire que sus gentes, saber cómo pasea la gente, hacia dónde mira cuando toma una bebida en una terraza, cómo decora sus calles y sus plazas, o las fachadas de sus casas, qué piensa de este tiempo en que la violencia parece estar dejando paso a otras formas de entender la convivencia. Y todo ello mirado, observado, intuido, por alguien que no es de esta tierra, que un día tuvo la oportunidad de venir hasta aquí para trabajar. Un joven que arrastra sus propios prejuicios, como parte del patrimonio de cada uno de nosotros, y que los pone a prueba en un espacio vital que para él había sido sólo una referencia.

No es la primera vez que he visitado estas tierras. Y siempre que lo he hecho he procurado mirar más allá de donde lo hace un turista, escuchando los rumores que provoca la vida contenida entre las piedras y el hormigón que construyen las ciudades y los pueblos, y aún así no he dejado de descubrir que el alma de una tierra es insondable. Ahora que vuelvo, lo hago con un interés marcado: introducirme en el marco donde se desarrollará la historia de mi siguiente novela.

viernes, 27 de julio de 2012

DIOSES QUE NO LO SON

A veces uno no sabe si le decepcionan más los hombres que los dioses. En la situación actual de crisis los dioses es difícil que hagan algo; en principio hay que creer en ellos, pero los hombres, que sí pueden, tampoco lo están haciendo. En dioses parecen convertirse algunos hombres para otros hombres cuando se encargan de custodiar o administrar las instituciones que son de todos. Unas palabras pronunciadas por el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, diciendo algo así como que el BCE hará lo necesario para sostener el euro, y sentenciado: “Y, créanme, eso será suficiente”, rebajó el día de ayer las tensiones y la continua extorsión que ejercen los insolentes y chantajistas círculos especuladores (mercados de acciones y de deuda) sobre España. La crisis ya ha provocado víctimas, y no me refiero a los desempleados, que también lo son, sino a personas que han muerto o se han suicidado por no soportar la ignominia de no tener trabajo o no disponer de los recursos suficientes para subsistir. En ello, los hombres-dioses parecen no reparar. No obstante, hay otros muertos que también deberían despertar al menos el sonrojo de los hombres-dioses, y no lo están despertando. Me refiero a los que se están produciendo en Siria.

El Consejo de Seguridad de la ONU, encargado de velar por la paz y la seguridad mundial, es el foro donde se deberían resolver muchos de los problemas que asolan rincones del planeta, pero no es así. Más bien parece un organismo dedicado a tareas más sórdidas, como el mercadeo con los muertos, porque eso es lo que parece, incapaces como son de tomar decisiones entretanto mueren cientos de personas a manos de la tiranía de Al Asad. Porque muertos es lo que hay en Siria desde hace muchos meses; los muertos de la vergüenza, para quien la tenga. La situación en este país, y supongo que las matanzas que allí se provocan, son debatidas en su seno, pero la impresión que da es que se debaten para ser obviadas anteponiendo los intereses personales, nacionales y/o internacionales. Si acaso es que piensan en el futuro de Siria, es obvio que se están olvidando de los niños muertos que ya no tendrán futuro. Que no sabrán más de las innobles intenciones que alimentan el ego de las naciones deliberantes, todas mirando su mejor posición geoestratégica. La estructura retrógrada e injusta del Consejo de Seguridad les da una prebenda de veto a algunos países que usan con vileza. La matanza de la ciudad de Al Haula de hace unos meses casi se llegó a justificar como una inmolación de las víctimas, y nada hicieron. En las semanas siguientes han muerto niños y mujeres, muchos civiles, pero nada se mueve en ese ridículo juego de tronos en el que se enredan las grandes potencias. Los muertos a lo que se ve sirven para negociar. ¿Hasta qué número?

Y al frente de esas naciones, dirigentes que quizá se crean dioses, o que nosotros los creamos dioses. Hombres-dioses de los que dependen muchas vidas humanas y el bienestar de los pueblos. Y siendo así, como lo es, quizá estén jugando el papel de deidades griegas, dotadas con todos los defectos de los hombres, como no puede ser de otra manera. Acaso algunos crean que son más dioses que hombres, pero lo malo es que son hombres de verdad y su juego lamentablemente tiene consecuencias fulminantes.

viernes, 20 de julio de 2012

UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA

Hay veces en las que uno se propone conocer un poco más a las personas. Es como si un interés repentino nos llamara a centrar la atención sobre algo o sobre alguien que hasta ahora sólo había bordeado los límites de esa rumbosa curiosidad que nos hace ampliar los horizontes de nuestro mundo interior. Hoy un compañero de trabajo que se jubila en el próximo mes nos ha dejado sobre la mesa su última misiva lingüístico-literaria que titula “Una de cal y otra de arena”. Joaquín, inspector de educación durante décadas, es un hombre instruido y voraz lector de toda clase de literatura. Por Navidad acostumbraba a enviarnos una hoja donde recogía una reflexión sobre el uso del lenguaje y alguna recomendación literaria. En 'la de arena' solía insertar un apunte aclaratorio y reflexivo sobre el uso o abuso de alguna palabra o expresión; en 'la de cal' siempre nos ha ofrecido un texto o un poema junto a algunas lecturas recomendadas.

Hace unos días le recordé que la pasada Navidad había olvidado su cita con “Una de cal y otra de arena”, y que personalmente la había echado de menos en algunos momentos, como si se tratara del dulce que nos acaricia el paladar tras una comida. Y no ha tardado ni dos días en procurarnos la edición de esta misiva literaria, la última como bien especifica en el inicio. Con ella, acaso haya querido subsanar aquel olvido, al tiempo que ofrecernos una elegante despedida. Ahora ha incluido una breve reflexión sobre el uso de la palabra 'puntual' y del verbo 'adecuar', y también unas estrofas del Cántico Espiritual de San Juan de Cruz. Se trata del arranque del Cántico, en esas canciones entre el alma y el esposo, cuando la esposa se dirige a su amado de este modo:

“¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.”

El Cántico Espiritual lo escribió San Juan de la Cruz en 1578 y no alcanzó a verlo publicado en vida por las trampas de la censura y el amenazante hostigamiento de la Inquisición. En su publicación tuvo una participación crucial la madre Ana de Jesús, que al ser expulsada de España se llevó el texto a París donde fue publicado en 1622 en francés. A España no llegaría hasta 1630. San Juan de la Cruz había sido detenido y recluido en 1578 por los carmelitas calzados en el monasterio carmelita de Toledo tras su colaboración con Santa Teresa de Jesús en la reforma de la orden. Ocho meses estuvo encarcelado en el calabozo en condiciones penosas. Durante ese cautiverio alumbró las treinta primeras estrofas del Cántico, aunque las tuvo que memorizar al no disponer de medios para escribirlas. Tras su salida del cautiverio completó esta obra entre Baeza y Granada.

Cuando he ido a regalarle un ejemplar de La renta del dolor, Joaquín Alcázar sabe que echaremos de menos la próxima entrega de “Una de cal y otra de arena”. Sus ojos vivarachos, resistentes a apagarse, le delataban.

domingo, 15 de julio de 2012

CUANDO LOS GOBIERNOS SE OLVIDAN DE LOS CIUDADANOS

Sobre el poder se agolpan multitud de intereses atraídos como moscas a la miel, o a la mierda, según lo veamos cada cual. Augusto Monterroso, en ese mini tratado sobre las moscas que se integra en su Movimiento perpetuo, dice que no hay verdadero escritor que en su oportunidad no le haya dedicado un poema, una página, un párrafo, una línea a estos castigadores insectos. Lo haré por si acaso llevan algún alma distraída de los que ocupan o han ocupado los gobiernos. De qué gobiernos… de cualquiera de ellos, hasta de los que se olvidan de los ciudadanos.

Y me preguntarán qué hago yo, un aprendiz de literato, hablando de moscas y de gobiernos. Pues lo hago porque tengo la ligera impresión de que los gobiernos se han olvidado de los ciudadanos, y también porque en los últimos dos o tres años (el número es lo de menos) se ha perpetrado el atentado más flagrante y despiadado contra esos indefensos ciudadanos. Ya sabemos que en unos lugares se les reprime y coarta la libertad, algo que viene de antiguo; y en otros, donde se practica la democracia, se les están limitando derechos y abocándolos a una situación de indigencia colectiva que no se conocía en mucho tiempo. El día que los gobiernos se olvidaron de trabajar para los ciudadanos profanaron la esencia de su cometido, la razón de su existencia: el bienestar de los gobernados. Porque para eso fueron creados por los hombres, para alcanzar el bien común, que entendía Aristóteles, y no el de unos cuantos. Y esto es más mezquino cuando los gobiernos muestran tanta debilidad y se pliegan con pusilánime cobardía a los intereses de los poderosos.

La sensación que nos invade, como ciudadanos, es la de orfandad y la de desamparo. Hoy los ciudadanos de España, antes fueron los de otros países europeos, con la brutalidad de las medidas de ajuste presupuestario adoptadas por el Gobierno español del Partido Popular el pasado viernes se ven sometidos a la mayor agresión que se ha producido en décadas contra todos sus derechos básicos. El retroceso en el respeto hacia derechos individuales, sociales, económicos, y hasta políticos, nos está llevando a desandar caminos conquistados en décadas pasadas, a los tiempos donde se luchaba por conquistar derechos que ahora tan rápido se están liquidando sin rubor alguno. No sé por qué pero tengo la impresión ahora de que las moscas revolotean por los desechos de un poder que no huele bien, que no cumple con su obligación y que está movido por la mano de otros que trabajan por intereses ocultos. Quizá sea en este momento cuando le estoy dedicando un párrafo o una línea a las moscas, no lo sé, acaso sea por mi afán de ser un verdadero escritor.

domingo, 8 de julio de 2012

EL SUEÑO VANO DE LOS DICTADORES

A los dictadores, como a todos nosotros, les preceden los sueños. Pero sus sueños son una explosión ególatra, incluso cuando se muestra embadurnada de una mística fraudulenta, que busca la salvación de los demás y la de un mundo que se les antoja desajustado, mirado como está a través de unos ojos pervertidos. Sueños que hablan de pureza de la raza, pureza religiosa, pureza ideológica… y de todas las purezas de las cuales ellos suelen carecer. Sabemos que los dictadores cometen execrables crímenes, multitud de fechorías, ruindades amasadas desde la vileza, que luego no se atreven a reconocer, en su cobardía, cuando caen en la desgracia.

En Argentina se han vivido durante tres décadas las secuelas del sufrimiento que sembraron un puñado de dictadores, protagonistas de una tiranía y crueldad sin límites, desde mediados de los setenta del siglo pasado. Uno de los sueños de aquella tropa de desalmados era arrancar a los hijos de las ‘mentes atrofiadas por ideas de subversión’ para ponerlos en manos de ‘familias de bien’ que pudieran educarlos en la ‘rectitud ideológica y moral’ del amor a una patria que se habían inventado. Uno de ellos, Jorge Rafael Videla, ha sido ahora después de más de treinta años condenado a medio siglo de cárcel por robarle los niños a las familias enemigas. En algunos casos secuestraban a mujeres embarazadas, y cuando daban a luz les retiraban el bebé y se deshacían de ellas por uno de esos métodos monstruosos que habían inventado: los vuelos de la muerte. Era como si con ello pretendieran alcanzar la pureza ideológica en la nación argentina, evitando que los enemigos ideológicos educaran a los hijos en su pensamiento subversivo. Pero no lo consiguieron, a pesar del dolor causado, y el sueño de los dictadores se hizo vano.

La limpieza étnica nunca ha funcionado. Es cierto que a lo largo de la Historia el sueño perverso de los dictadores ha causado mucho dolor, pero aquellos que han hecho de la aniquilación del prójimo una misión para ‘elegidos’ jamás lo han conseguido. La Historia siempre ha dejado en evidencia a los que, afectados por una obsesión freudiana, han pretendido devorar al enemigo o destruir a pueblos enteros alegando fútiles justificaciones étnicas, raciales, ideológicas o religiosas.

Algunos dictadores terminaron asesinados, como magistralmente nos descarna paso a paso la pluma de Vargas Llosa para el dominicano Rafael Leónidas Trujillo en La fiesta del chivo. Otros terminarían fagocitados en su propia depravación, como en el relato que nos ofrece García Márquez en El otoño del patriarca, donde muestra esa extraordinaria visión de la decrepitud obsolescente del anciano dictador. Pero también los ha habido que, como Videla, hasta han tenido la suerte de ser juzgados y tener la defensa jurídica que no tuvieron sus víctimas.

lunes, 2 de julio de 2012

BUENAS SENSACIONES

Esto de tener muchos amigos no sabe uno si es bueno o malo. Me explico. Si yo fuera un novelista afamado como otros, mis novelas partirían con una valiosa credencial que invitaría a leerlas de modo inmediato. Los grandes novelistas publican cualquier escrito y tienen la lectura garantizada sólo por llamarse como se llaman, el público acude presto a curiosear en la obra recién publicada. Se lo merecen, no me cabe duda, su trabajo y su talento les ha costado, seguro que han debido recorrer un arduo camino editorial y de público que uno quisiera tener ya más que adelantado. A los novelistas menos afamados nos cuesta que el público se decida a echarle una breve miradita, aunque sea por mera curiosidad, a lo que publicamos. No obstante, uno espera que esto se dé por descontando con los amigos, y alberga la esperanza de que corran rápidos a echar esa miradita cuanto antes. Es una manera modesta, pero agradecida, de sentir un poco de calor.

Esta mañana Arturo me ha comentado que anoche terminó de leer La renta del dolor y que le ha gustado. Que la novela le ha causado una grata impresión y que ha disfrutado con su lectura. Pero también me ha confesado otra cosa: que cuando uno se dispone a leer la novela de un ‘amiguete’ te asaltan algunos prejuicios, entre ellos, que a lo mejor se trata de un ‘peñazo’ difícil de leer. Seguro que Arturo pensó algo parecido sobre mi novela cuando le entregué un ejemplar, y quizá por discreción no me lo confesó en ese momento (pues es un hombre discreto, aunque guarda todavía una brizna de inocencia infantil para soltar desahogadamente lo que le parecen las cosas). Y es hasta posible que pensara (esto es mío): “Que me está dando este tío, que puede que sepa de pedagogía y didáctica, incluso de historia, pero que en esto de escribir una novela para mí que se ha pasado un poco”. Pero hoy Arturo me ha dicho que La renta del dolor le ha causado una grata impresión, que ha disfrutado con ella, que está muy interesante y que habré debido documentarme bastante para escribirla.

En las dedicatorias al lector que suelo escribir para esta novela incluyo algo así como: “Que en su lectura encuentres las mejores sensaciones”. Y a Arturo la lectura de La renta del dolor le ha debido provocar buenas sensaciones. Hemos hablado de ella casi en volandas, en mitad de un pasillo que nos llevaba a quehaceres propios, un poco de los personajes y de los lugares que aparecen en ella. Y alguno de esos personajes esperaba que fuese real. No sabría decir si he advertido una mueca de desilusión al revelarle que el maestrito es un personaje de ficción. Aunque sí le he dicho que para describirlo me inspiré en aquel maestro jubilado que durante muchas tardes de mi infancia me daba clases particulares en su casa de la calle Hornillo de Cartuja. Era el reconocido don Esteban, cuya imagen a día de hoy soy capaz de describir casi con total fidelidad, igual que el reconocimiento a la inestimable ayuda que me prestó. Que Arturo me haya dicho que la novela le ha provocado buenas sensaciones ha sido quizá la única satisfacción del día, tal y como barrunta todavía la política de recortes del Gobierno (¿cuando le tocará a los mercados?) y ese incendio que se ha cobrado la vida de un piloto de helicóptero en Valencia.

Que despierte buenas sensaciones me hace pensar que la novela sigue aún viva.