Como al burgués Argan
(El enfermo imaginario, Moliére),
la izquierda española cree estar siempre en estado catatónico frente a la
realidad. El problema: no ponerse de acuerdo con la cura necesaria. Padece ese complejo
hipocondriaco que la hace cuestionar cualquier tratamiento, cuando no, hace uso
de una medicina naturista con escasa eficacia, que solo le proporciona una
ilusión infantiloide.
El hipocondriaco Argan
invertía gran cantidad de dinero y energía en curar enfermedades que solo él
creía tener. La izquierda, en su caso, se agota en discusiones interminables, que
la arrastran al delirio de las purgas y sangrías, y no deja de echar cuentas de
lo que le costarán las estrategias. Otros, mientras, se aprovechan de ello.
Me asalta la duda de
que PSOE y UP sean capaces de ponerse de acuerdo para formar gobierno. A una
parte importante de la sociedad española, también, aumentando su desasosiego y
socavándole la confianza.
Desconcierta ver cómo
Podemos actúa rayando la ridiculez. En La Rioja, una sola parlamentaria de
Podemos pedía tres consejerías. Si la irrupción de Podemos en la política no
tenía la pretensión de repetir los pecados de la casta, ha tardado muy poco en
cometerlos: tres consejerías para ocupar cargos y más cargos. No me vale el
argumento de que es para hacer una política de izquierdas. Para hacer una
política progresista y de izquierdas hay varias maneras más de hacerla, aparte
de ganar las elecciones o, al menos, quedarse muy cerca. Obstaculizar un
gobierno de izquierdas es un dislate, lo importante son las políticas, no los
cargos.
La izquierda siempre
tiene un argumento para discutir y un matiz donde encallar. Es como si buscara la
pureza que no existe. A veces no estoy tan seguro de que los que se postulan
como progresistas y de izquierdas sean realmente de izquierdas.
Vivimos un tiempo en
el que las corrientes ideológicas de la derecha y la ultraderecha se están
adueñando del poder político (del económico, ya lo estaban). Escasean los gobiernos
progresistas en Europa: Portugal y Suecia, y con el agua al cuello. Alemania y
Francia mantienen cierta sensatez, porque entre Italia, Gran Bretaña (no
faltaba más que el estrafalario Boris Johnson) y algunos más, todos
antieuropeos, están poniendo el futuro de Europa cada día más en el aire. En
Grecia, Syriza fue barrida hace unas semanas en las urnas: defraudó a los que
le votaron en su día por su sumisión a los ajustes de la Troika. Si sales de
Europa, la nómina de nuevos gobernantes tan extravagantes como peligrosos no
hace más que aumentar. Todos apostando por economías proteccionistas, de
enfrentamiento e insolidarias, negando el cambio climático y obviando todo lo
que puede destruir el planeta. Y donde ellos no gobiernan, lo hacen dictaduras,
algunas provenientes de supuestos postulados de la izquierda: Venezuela o
Nicaragua. ¡Aquel mundo que caminaba a un espacio más habitable, al carajo!
Hace un siglo este
revoltijo político revoloteaba por el mundo tras la primera gran guerra en
forma de fascismo y nazismo. No soy de los que creen que la historia se repite,
pero ya sabemos cómo terminó aquello.
Cada momento
histórico requiere unas exigencias y un modo de proceder distinto para bien del
proyecto final. Cualquier postura de imposición revolucionaria debe ser precavida,
no es cuestión de asaltar el cielo sin más. Hay muchos cielos. Y el cielo a
veces es de cristal y, si lo atacas violentamente, es fácil que se resquebraje
y te inunde el rostro de puntas y filos cortantes hasta traspasarlo.
En España vivimos un
momento con muchos frentes abiertos: fantasma de la recesión, desenlace del
juicio del procés, cuestionamiento de derechos y libertades conquistados, y las
izquierdas entretanto instaladas en la inopia. Mientras las derechas, a pesar
de su desunión, jugando un papel relevante en la conquista de poderes
autonómicos y municipales. Y con tal euforia, rearmándose ideológica y
estratégicamente. Su sentido práctico de la realidad es infinito. Ante
cualquier titubeo, tienen claro cuál es su objetivo. Desde el PP insisten en crear
una gran coalición al estilo de Navarra Suma para las próximas elecciones, no
quieren desperdiciar ni un voto. Las izquierdas, en vez de hablar de lo que les
une: derechos laborales, justicia social, educación, futuro sostenible, se
dedican a inventarse enfermedades que creen se curarán ocupando cargos públicos.
Todavía existe la
oportunidad de formar un gobierno que pueda ser escuchado en una Europa que
galopa hacia el ultraliberalismo (cuidado con la ultraderecha en Francia y Alemania),
cuando no al disparate (el Brexit está a la vuelta de la esquina). Una Europa
que necesita a España ante esa deriva antieuropeísta.
Cabría decirles a las
izquierdas: “Es el gobierno, estúpidos, a ver si os enteráis”. Y,
especialmente, a las señoras y señores que lideran actualmente Podemos, que no
han tenido bastante con destrozar el espíritu del 15M, e incluso el propio
partido, sino que están poniendo en un brete la formación de un gobierno de
progreso en España.
En política funciona
la amnesia del pasado. Este parece no interesar cuando ha sido adverso. La
corrupción, la mala gestión, los errores cometidos, todo son cosa del pasado
que no interesa recordar. La desunión de las izquierdas en la II República y la
guerra civil tampoco parece recordarse. En aquel tiempo (socialistas,
comunistas, anarquistas) cada uno queriendo resolver el conflicto por su
cuenta, ¡y vaya que si lo resolvieron! Los ataques entre ellos fueron feroces. Y
en la lucha contra el franquismo siguieron desunidos. ¿Dónde quedó la inteligencia?
Ensanchar la mente,
no pegarse un tiro en el pie, menos hipocondría. El Gobierno de España es la
prioridad.
* Artículo publicado
en Ideal, 2/9/2019