jueves, 31 de agosto de 2023

EN SEPTIEMBRE, MÁS POESÍA PARA GRANADA*

 


Hace unos días IDEAL se hacía eco de una noticia de esas en las que la gente vota en una encuesta, nada científica, pero suficiente para alegrar el corazón de los granadinos: Granada era proclamada la ciudad más bonita de España. Se trataba de una votación promovida en Twitter por Relatando Historia, donde casi 80.000 votantes prefirieron a Granada frente a Sevilla en la gran final.

Granada es el orgullo de los granadinos y despierta admiración en los visitantes. Una ciudad que lo reúne todo, o casi todo, pues no siempre los índices socioeconómicos están a la altura de su valor patrimonial y su proyección cultural. El recordado profesor Nicolás López Calera, en las postrimerías del siglo XX, nos regaló un precioso ensayo: El ser granadino, pródigo en reflexiones sobre los habitantes de una ciudad marcada por la historia. Refiriéndose a la praxis granadina y su hacer negativo venía a decir: “La historia del granadino siempre es lenta. Es la parsimonia granadina. El granadino no suele tener prisa”, ni siquiera cuando puede hacer ‘buenas obras’.

A la vuelta del verano iniciamos un nuevo curso escolar, social, político y cultural. Si el calor antes no nos ha derretido el cerebro, habremos de estar despiertos para que la entrada del otoño venga acompañada de aires renovados. Cada vez estoy más convencido de que el año nuevo, cuando emitimos los mejores deseos y hacemos elogiadas promesas de cambio, no empieza en enero, sino en septiembre. Cuando nos desperezamos de la modorra del estío y hacemos planes para volver a las rutinas aplazadas con ánimos remozados, y superar pronto ese constructo psicológico que llamamos síndrome posvacacional. ¡Y qué mejor que la cultura como imprescindible aliciente!

Granada, ciudad donde la cultura es eje vertebrador de su vida, suele ofrecer suficientes acicates para afrontar la nueva estación meteorológica con la ilusión de transformar la tristeza y la melancolía, achacables al otoño, donde la naturaleza se viste de ocres, pardos y rojos, en tiempo de reflexión y mirada interior, capaz de aglutinar tantos estímulos visuales y emocionales para despertar en nosotros un cúmulo de ensoñaciones que calmen nuestra alma. Mucho más, si acaso, que el instante de nostalgia por el amor alejado, en ese “otro otoño triste” que “ha llegado sin ti”, del que hablaba Miguel Hernández, cuando idos los días cálidos, también se fueron “los momentos que a tu lado viví”.

El otoño en Granada alumbra importantes eventos culturales, algunos con una preciada tradición. La ciudad se llena de jazz, conciertos de música clásica, teatro, feria del libro antiguo, novedades literarias, exposiciones de pintura… y poesía. La tradición poética de nuestra ciudad ha marcado tendencia a lo largo del tiempo con enormes poetas: Soto de Rojas, Ángel Ganivet, Luis Rosales, Federico García Lorca, Elena Martín Vivaldi, Rafael Guillén, Javier Egea, Antonio Carvajal… La última gran presencia granadina en la poesía española viene de la mano del movimiento la ‘Otra sentimentalidad’, de tanta influencia en el devenir poético español en las últimas décadas.

Llega septiembre y, cada martes, el Ateneo de Granada ofrecerá a la ciudad el mejor evento poético con el ciclo ‘Poesía en el Jardín’. En colaboración con el Centro Andaluz de las Letras, esta XIII edición presenta un programa que rendirá homenaje, en su 40 aniversario, a la ‘Otra sentimentalidad’: Ángeles Mora, Luis García Montero, Teresa Gómez, Antonio Jiménez Millán y Álvaro Salvador; además de Benjamín Prado y Francisco Díaz de Castro. A la poesía se unirá la música, con preciados acompañamientos musicales en cada velada.

‘Poesía en el Jardín’ inaugura desde hace trece años la temporada cultural de Granada. En esta ocasión el espacio elegido para los cuatro recitales es el jardín del Cuarto Real de Santo Domingo, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Granada. Hasta ahora la sede había sido el jardín de la Casa de los Tiros. ‘Poesía en el Jardín’ es la gran apuesta cultural del Ateneo, sin menoscabo de la ingente actividad cultural que despliega esta institución a lo largo del curso académico. Este año coincide con la grata noticia de la concesión al ciclo del premio y mención especial de la Federación de Ateneos de Andalucía, en reconocimiento a su encomiable trayectoria en el panorama cultural de Granada y, por extensión, de Andalucía.

La cultura en Granada tiene que seguir creciendo en extensión y calidad, donde todos los agentes que intervienen en su promoción remen en favor del interés general de la ciudad. Siendo la cultura uno de sus grandes patrimonios, el más notable diría yo, no debemos descuidarla. Sabemos que Granada es la ciudad más bonita de España y un referente nacional en cultura, todos los esfuerzos que hagamos serán pocos para seguir fortaleciendo este bien común. Si la historia del granadino, como decía López Calera, es lenta y no suele tener prisa, quizá haya que añadir algo importante: la unión de fuerzas para que la cultura resplandezca. En esa apuesta está el Ateneo de Granada, su espíritu de colaboración con las demás instituciones públicas y privadas siempre está presente.

Queremos que el otoño sea algo más que ese barco que navega “con abrigos, silencios y paraguas, / sobre los parques y las arboledas”, como lo definía Luis García Montero en su poema Otoño, queremos que el otoño haga latir la cultura en Granada, que la melancolía la impulse en beneficio común, no en patrimonio de nadie, y sea el alimento del espíritu que nos haga más libres. 

 *Artículo publicado en Ideal, 30/08/2023

martes, 29 de agosto de 2023

INDEPENDENTISMO DE SALÓN*

 


Mira que me he resistido, pero ya se sabe, cuando todo el mundo habla de lo mismo, ese chismorreo del mes de agosto, mi inicial firmeza de no referirme a ese señor que un día se tiró al monte, haciendo honor a su apellido, se ha doblegado. Creo que ya habrán adivinado de quién se trata. ¡Para qué mentar la bicha, así, de sopetón!

Cataluña ya no es lo mismo que era en la época dorada de Pujol y Mas, tan generosos ellos con Madrid, todos adulándolos, y sus bolsillos repletos. González, Aznar, Zapatero y hasta Rajoy, antes que le dieran el susto del ‘procés’ y echara mano del 155, que apoyó Sánchez, no lo olvidemos. Ahora Cataluña es otra cosa: ya no pide dinero, quiere amnistía y referéndum de autodeterminación. ¡Lo que ha cambiado la vida, ¿verdad?!

Pronto se cumplirán seis años de uno de los episodios más graves de nuestra democracia: la declaración de independencia de Cataluña. Y añorando a Lorca, aquellos ojos míos de 10 de octubre de 2017 vieron cómo se proclamada la república catalana como “Estado independiente y soberano, de derecho, democrático y social”. Aunque tan efímera que antes de cumplir un minuto de vida fue suspendida motu proprio. Desde ese momento el independentismo iniciaba un declive que aún persiste, a pesar de tantos pataleos en años sucesivos, algunos de violencia extrema con las acciones de los Comités de Defensa de la República. A día de hoy, las hostilidades entre los independentistas, atacándose mutuamente, y la supuesta unidad entre Junts y Esquerra es una entelequia

Como fiera herida, el independentismo es capaz de soltar zarpazos para defenderse. Ellos no creen en la independencia, solo la utilizan para meter miedo y amortiguar la frustración de los que todavía creen que es posible. En las últimas elecciones generales, las fuerzas independentistas con representación parlamentaria se situaron, en número de votos, como cuarta (ERC) y quinta (Junts), con un total de 855.517 votos, frente a las opciones de partidos de adscripción nacional (PSOE, Sumar y PP), cuando en 2019 fueron la primera (ERC) y la tercera (Junts), con un total de 1.405.084 votos. De una a otra elección han perdido 549.567 votantes. 

El nacionalismo como doctrina y movimiento ideológico, político y social, todos los nacionalismos, de la estirpe que sean, promueven la exclusión del otro, del sector de la población ajena a su órbita ideológica, son insolidarios y antidemocráticos. El siglo XX es un muestrario de tristes y, a veces, sangrientos conflictos a los que ha dado lugar. Quienes tenemos una visión universalista de los pueblos, detestamos el nacionalismo, lo consideramos un mal retrógrado que no trae más que discriminación, injusticia social e insolidaridad entre los pueblos. Respetamos la diversidad de los pueblos, pero no las posturas excluyentes.

El nacionalismo catalán siempre ha jugado un papel relevante en los Gobiernos de la democracia, excepto cuando alguno de los partidos hegemónicos conseguía mayoría absoluta. La derecha catalana ha pasado de ‘colaborar’ con los Gobiernos de España, a cambio de sustanciosas inversiones en Cataluña, y de moverse a sus anchas desplegando una red de corrupción bajo la vitola de la impunidad (‘pujolismo’, 3%, contratos ilegales, saqueo del Palau…), a posicionarse como bandera del independentismo más radical, superando a la izquierda catalana, que siempre se ha mantenido en sus postulados, gusten o no, con cierta coherencia.

El sostenimiento del Gobierno de Sánchez en los pasados cuatro años es evidente que ha despertado un sinfín de interpretaciones. Pero quizá habría que reparar que, con él, el independentismo ha estado más sujeto que nunca y se ha debilitado notablemente. Los proponentes del ‘procés’ pasaron en su mayoría por el banquillo de la justicia, sufrieron pena de prisión, se les rebajaron las penas y sus posturas delirantes se han amortiguado.

Solo queda el que se tiró al monte y algunos adláteres, que patalean porque tienen miedo a caer bajo la acción de la justicia. Sí, el prófugo Puigdemont. Bélgica y las artimañas europarlamentarias han frenado las órdenes internacionales de detención y extradición dictadas por el juez Llarena, ahora frenadas hasta tanto no se pronuncie nuevamente la justicia europea sobre la inmunidad de los fugados. Demasiados impedimentos, algunos de dudosa correspondencia entre países democráticos. 

Las exigencias de amnistía y referéndum de Puigdemont, no compartidas por los sectores más moderados de la derecha catalana, son una huida hacia adelante. Movido por el egoísmo personal, e importándole un bledo el independentismo que una vez defendió con vehemencia, trata de salvar su pellejo con perdones y cosas así. No quiso ser un traidor en la declaración de independencia de 2017, un estigma que le hubiera perseguido toda la vida, pero terminará compareciendo ante los jueces. En estos días los juristas prodigan opiniones versadas sobre la constitucionalidad o no de la amnistía.

La cobardía de Puigdemont es manifiesta. Junqueras permaneció en España dando la cara, mientras que el expresidente de la Generalitat huyó. Como le acucia que lo metan en la cárcel, el resultado de las elecciones generales le ha dado vida política para medrar. Su discurso está plagado de palabrería e inconcreciones, intentando forzar la situación hasta ver si consigue algo.

Hoy, nuevamente en otra madrugada calurosa, esta vez amortiguada por una brisa marina que trae tanto sosiego al contemplar el amanecer de un mar tranquilo y sereno,  lanzaré un brindis al sol naciente: “Puigdemont, entrégate ya, no escurras más el bulto, sé valiente como los otros que permanecieron dando la cara”.

 *Artículo publicado en Ideal, 28/08/2023

lunes, 14 de agosto de 2023

LAS OLAS DE CALOR*


 

Los veranos de antes tenían sus serpientes de verano. Ya ni siquiera los fichajes del mundo del fútbol, con noticias nuevas cada día, nos sirven, y mira que ponen empeño los periodistas deportivos por trastear en esos fichajes de Mbappé, Dembélé o Ramos, e ‘ilustremos’ con tantas noticias alrededor de ellos o de sus novias en bikini, bronceándose en las playas de Ibiza, ¡que todo vale!

Adiós a las serpientes de verano, ahora se estilan las olas de calor, capaces de abrir telediarios, informativos de radio y portadas de la prensa. Lo del cambio climático nos tiene desconcertados, tiene tantos sesudos defensores como detractores. No sé si nos hemos vuelto unos quejicas incapaces de soportar este ‘calorcillo’. Como pasará cuando llegue el frío. Anda que no me acuerdo de aquellos veranos, cuando las cigarras no paraban de cantar; o de los inviernos, cuando nos tirábamos con un plástico por una pendiente helada.

Seguramente el efecto más pernicioso de las olas de calor para nosotros sea que se nos ‘derrite’ el cerebro, como le pasa a los glaciares del planeta, a poco que no nos pongamos una gorra, sombrerito de paja o una pamela. Menos mal que tenemos la tele, la radio o el periódico para que nos den consejos de cómo combatir las olas de calor. Que dicho sea de paso, hay que agradecer.

El verano tiene muchos beneficios para nuestro organismo. También para nuestro cerebro. “A más horas de sol, mayor producción de serotonina, lo que afecta positivamente a nuestro estado de ánimo. La luz solar estimula la producción de la conocida como ‘vitamina del sol’, la vitamina D, con múltiples beneficios para la salud”. Aunque no todo son alegrías, y es que a partir de los 40ºC nuestro cerebro no funciona correctamente (a veces, ni siquiera hace falta tanta temperatura para ello). No lo digo yo, que soy un mero ‘opinador’, lo dice José Ángel Morales, doctor en Neurobiología e investigador del Departamento de Biología Celular de la Universidad Complutense de Madrid. Que para eso he mirado internet, para documentarme. Y es que los seres humanos somos homeotermos; así, como suena. De modo que gracias a nuestro hipotálamo, región del cerebro que regula la temperatura, somos capaces de mantener una temperatura constante de unos 37ºC, independientemente de la temperatura ambiental. Pero cuando el cuerpo alcanza altas temperaturas, el hipotálamo deja de funcionar correctamente y no controla nuestro sistema natural de enfriamiento: la transpiración. Y se puede sufrir un golpe de calor, se altera la atención, el equilibrio o el sueño. Vamos, que pasamos al estadio de ser un puro desastre, porque en nuestra comunicación cerebral los impulsos nerviosos tardan más en propagarse, y nos volvemos más lentos, “más cansados y apáticos. Todo esto afecta a nuestro estado de ánimo, causando irritabilidad y confusión”. 

Da miedo saber qué nos pasa en una ola de calor. Así han venido este verano tantos efectos perversos, despertando el lado más malévolo de nuestro instinto animal (varios asesinatos de mujeres por violencia de género) y dándonos por matar a gente famosa. En qué estaremos pensando, queriendo ‘asesinar’ a José Luis Perales o a Fernando Savater. Ni la música ni la filosofía las respetamos. ¡Las ganas que tenemos de que la gente muera!

En la política, que sigue siendo tan ‘esaboría’, como cantara nuestro juglar del pueblo andaluz, el siempre recordado Carlos Cano, la cosa también pinta mal. Sánchez nos puso unas elecciones generales en plena ola de calor, y así hemos votado, bajo el efecto distorsionador del calor que arrambló con la poca sensatez que quedaba en nuestra mente. ¡Está como para llevarla al psicoanalista Jesús Ambel!

Y ahora, entre pactos de gobiernos autonómicos y constitución del Congreso, no digo nada de la futura formación de Gobierno, no estamos para tantos líos ni para otras gaitas, y es fácil que nos engañen como a incautos palurdos.

Este Sánchez tiene una mente tan perversa que todo lo ideó para urdir, con nuestro cerebro a medio derretir, el plan perfecto para destruir España entre nacionalistas, ultranacionalistas, comunistas, independentistas, etarras, prófugos en Waterloo y otros especímenes que andan sueltos. Sánchez el Perverso, así puede pasar a la historia, o Sánchez el Destructor, que también podría ser.  No sé cómo hemos estado los españoles para impedir que sean Feijóo y Abascal quienes nos gobiernen, tan constitucionalistas como son. Bueno, lo de Vox constitucionalista chirría un poco. Este partido habla de acabar con el Estado de las Autonomías, recogido en la Constitución.

Esto de tener que escribir un artículo tan largo, como me autoimpongo, es parte de la ola de calor, que también debe afectar a mi cerebro, porque ya no sé qué más decir. Menuda nochecita con 26ºC, como para no tener esos síntomas a que se refiere el doctor Morales.

No se me ocurre nada mejor para terminar, que recurrir a Federico. Así que tiraré en esta noche de insomnio, en el momento de dar paso al alba, cuando el silencio maquillado por el frescor de la madrugada da una tregua salvadora hasta rescatar una pizca de lucidez que me devuelva a la realidad, del poema lorquiano Alba: “¡Qué haré yo sobre estos campos / cogiendo nidos y ramas, / rodeado de la aurora / y llena de noche el alma! / ¡Qué haré si tienes tus ojos / muertos a las luces claras / y no ha de sentir mi carne / el calor de tus miradas!”.

 * Artículo publicado en Ideal, 13/08/2023