Llevamos unos días de primavera y casi no había percibido diferencia alguna con el final del invierno; ni siquiera con todo el invierno que, salvo unos días de bajas temperaturas sufridas calladamente por mi limonero (aún pequeño, pero que ya me ha brindado una cesta de limones), ha sido un invierno benigno, demasiado benigno. Dicen que ello es una consecuencia del cambio climático que está subiendo la temperatura media de la Tierra año a año. Y debe ser cierto, porque esa subida de la temperatura está haciendo que en las regiones septentrionales de Europa, siempre gélidas, se incremente el número de días con temperaturas más agradables. Que sea, al menos, para disfrute de sus habitantes que siempre se nos antojan lidiando con la nieve y el hielo.
Anteayer era día de elecciones autonómicas en Andalucía y fui a votar al colegio electoral que me corresponde, el que se sitúa en el Ayuntamiento de Pinos Genil. Casi siempre que voy hasta el pueblo me gusta hacerlo dando un paseo, acompañando el curso del río Genil. A cada paso el río te recuerda su presencia en ese rumor continuo de sus aguas que se hace más sonoro cuando grandes piedras se interponen en su camino.
En el trayecto la arboleda es abundante, y en una parte del recorrido hay una notable plantación de ciruelos. Cuando pasé junto a ellos descubrí la primavera en toda su explosión de vida y color. Los ciruelos estaban en flor y parecían nevados, rivalizando con las cumbres de Sierra Nevada que se alzan unos kilómetros más arriba.
Al cierre de los colegios electorales comenzaría una avalancha de resultados cambiantes en función del porcentaje de voto escrutado. En Andalucía ha ganado el partido popular pero sin mayoría suficiente para gobernar. El bloque de izquierdas que concurren por separado (socialistas e izquierda unida) suman escaños suficientes para gobernar en coalición.
El mensaje lanzado por los votantes ha sido claro: existe otra forma de hacer política para salir de la crisis económica diferente a la que propone el gobierno de la nación del popular Mariano Rajoy, quien secunda la que dicta la Unión Europea. Entristece ver a los gobernantes europeos comer de la mano de un poder económico que está dictando esas políticas a los débiles y mediocres gobiernos europeos.
Un mensaje para estos gobernantes: necesitamos un poder político fuerte, que mire al ciudadano, frente al poder económico, que mira sólo sus intereses.
La primavera realmente ya está aquí, los ciruelos me lo indicaron ayer. Dicen que es la estación de la vida, la luz y el color, pero el sufrimiento de los ciudadanos ante la crisis mucho me temo que durará todavía algunas primaveras más si los gobiernos se empeñan en llevar al ciudadano por la senda de la precariedad y la asfixia económica.
Los poderes económicos se están mostrando insaciables; entonces, ¿hasta cuándo el padecimiento de los ciudadanos?