martes, 17 de septiembre de 2024

EDUCAR A LOS NIÑOS Y JÓVENES DE HOY*

La educación de niños y jóvenes es una preocupación creciente entre familias y educadores. Solemos escuchar que los jóvenes han perdido el respeto a sus mayores o que se desenvuelven en espacios públicos sin consideración a lo que les rodea. Las noticias de medios de comunicación y nuestra propia experiencia no desmienten que ello no ocurra entre las nuevas generaciones (‘millenials’, zeta o alfa), denominadas cada decena de años por diferencias de comportamiento, actitudes y pensamientos en este fluir vertiginoso de los días a que estamos sometidos. La tarea educativa de familias y escuela es bastante compleja, como lo es una sociedad diversa y con un horizonte inmenso hacia donde dirigir nuestros desvelos educativos.

¿Cómo afrontar hoy el reto de la educación de los hijos y alumnos? Los cambios sociales han provocado en el entorno familiar y escolar nuevas situaciones y experiencias. Desde hace tres o cuatro décadas se ha abierto un panorama de incertidumbre ante los nuevos modos de comportamiento de las jóvenes generaciones. La sensación de vértigo siempre ha existido, pero quizás en el momento presente esté más dimensionada.

Tras la infancia, los niños empiezan a desligarse del camino trazado por padres y educadores, van creando sus propias alternativas. No obstante, hasta ese momento de ‘separación’ también reciben otros estímulos, paralelamente les llegan miles de mensajes intencionados, tácitos o subliminales a través de otros medios de transmisión de conductas e ideas (entorno, televisión, grupo de iguales, redes sociales o plataformas digitales). Cuando los espacios de desarrollo personal trascienden del ámbito familiar se generan nuevos contactos y preferencias. En esta evolución, las redes sociales se han convertido en un universo donde explorar, tan sugerente como peligroso.

Cada generación es educada en unos principios morales y valores diferentes o, acaso, transformados por el tiempo y las nuevas realidades impuestas. Pensar que nuestros hijos van a ser educados con los mismos patrones sociales que tuvimos en nuestra infancia es de ilusos. Las influencias recibidas en las sociedades actuales no lo permiten. Existen nuevos códigos de comunicación y conducta, otras interpretaciones del mundo exterior, que parecen dejar a padres y docentes al margen.

Nuestro tiempo es difícil que tenga vuelta atrás, ni que los niños y jóvenes de hoy se conformen con menos. Como consuelo y remedio de males nos queda la educación de aquellos egos insaciables, con la esperanza de que algunos de nuestros hijos o alumnos puedan convertirse en menos insaciables y más conscientes del abismo a que les conduce la publicidad, el mercado o un esnobismo desmesurado. Padres y docentes sabemos contra lo que luchamos: el individualismo egoísta o hedonista promovido por lo que Victoria Camps denominaba “soberanía del mercado, cuya oferta sin límites estimula la satisfacción inmediata de cualquier deseo”. Y que el profesor Enrique Gervilla lo resumía al decir que todo queda relativizado al sujeto y a cada momento, con una ausencia de sentimiento de culpa, donde es más importante la estética que la ética.

La sociedad posmoderna, que hace décadas se empeñó en convencernos de que era preferible mirar por nosotros mismos antes que por los demás, solo busca transformarnos en nuestra propia república a través de una publicidad samaritana: “Porque tú lo vales”, “Aquí eres el King”, “Destapa la felicidad” o “¡Red Bull te da alas!”. Creemos tener autonomía, pero no decidimos, somos números en la sociedad del hiperconsumo, la autoexplotación o la hispercomunicación, donde, como señala Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto, esta “expulsión de lo distinto genera un adiposo vacío de plenitud”.

Las influencias en la mente de los jóvenes se redefinen continuamente. La ventana al mundo de redes y plataformas, ofertantes de un universo imposible de gobernar, al que acceden de modo exponencial cada vez con menor edad, es inmensurable. Más agentes sociales, más influencias, más mensajes, más caminos con vericuetos que ignoran a padres y educadores, lanzan ofertas directas a esos jóvenes para que elijan en el extensísimo y variado escaparate puesto a su alcance. Un universo de influencias repleto de mensajes encriptados que solo ellos saben descifrar.

¿Quiénes educan a los niños y a los jóvenes en las sociedades posmodernas?

La acción intencionada o no intencionada de educar no es exclusiva de un solo agente, cada vez queda más desfasado el binomio familia-escuela. Para que ambas no pierdan el protagonismo que creemos han de tener, deben estar atentas a todo lo que circunda a hijos y alumnos. Pensar que, si van al cine, a actividades extraescolares, al parque, a divertirse en los artilugios electrónicos, se mueven como seres asépticos, envueltos en una burbuja de cristal, sin afectarles nada externo, es tener una visión miope del mundo actual.

La toxicidad en la información en redes y plataformas digitales es una cuestión tan peligrosa como abominable. Modelos tóxicos, estereotipos infectos, machismo, lenguaje soez, expresiones chabacanas o denigración de la mujer, es lo que ‘alimenta’ intelectualmente a gran parte de nuestra población joven, consumidora de entretenimiento basura, que va configurando su capacidad de decir y pensar, alejándose del conocimiento y el análisis de la realidad histórica y presente ofrecida por la escuela y otros agentes sociales educativos.

Nos ha engullido la trivialización del saber y la cultura, resultando más difícil separar hechos de fantasmagoría, conocimiento serio de rumores y extravagancias. Estos son los referentes de nuestros hijos y estudiantes, los que les educan, no sus padres ni la escuela. Los nuevos púlpitos, multitudinarios, donde se modelan personalidades, han cambiado de oficiantes y predicadores: ‘instagrames’, canciones con letras infames, ‘youtubers’, ‘tiktoker’. 

*Artículo publicado en Ideal, 16/09/2024

** Niño vomitando basura mediática, Banksy

miércoles, 4 de septiembre de 2024

EL DESPERTAR POÉTICO DEL OTOÑO GRANADINO*

 


Uno de los deseos que pediré a este otoño es que Granada vuelva a abrir sus brazos a la poesía, que anegue sus calles, plazas, escaparates y aceras de poemas de Soto de Rojas, Ángel Ganivet, Luis Rosales, Federico García Lorca, Elena Martín Vivaldi, Rafael Guillén, Javier Egea, Antonio Carvajal, Luis García Montero, Ángeles Mora… Que los granadinos y granadinas encuentren en cada recodo de la ciudad versos que les hagan soñar y elevar el ánimo maltrecho a que nos avocan las ingratitudes de la vida y, por qué no, que impulsen a los jóvenes a sumarse al amor y al disfrute de la palabra escrita.

El otoño despierta, septiembre se hace poesía. Y cuando cae la noche, “el corazón desciende / infinitos peldaños, / enormes galerías, / hasta encontrar la pena”, para “ascender de nuevo hacia la luz” y alzarnos a la “resurrección de cada día” a que nos impele José Ángel Valente, porque con la poesía izaremos muchas banderas, esas que nos hagan más humanos, más libres, mejores personas.

La cultura, como valor social, viene a sumar en el anhelado cambio que necesita esta ciudad y la provincia. Probablemente, la cultura y el conocimiento sean el mayor bien público que ofrecen los granadinos al mundo. Desterremos la pasividad, la espera a que sean otros los que nos traigan mejores infraestructuras, transformaciones industriales, inversiones en ciencia... La cultura, como valor propio, innata, cultivada desde el talento y creatividad de los pueblos que la hemos habitado, posee un valioso muestrario de vestigios y huellas históricas. En los próximos meses viviremos de modo especial la construcción de la Candidatura de Granada como Capital Europea de la Cultura 2031, nuestro acendrado tesoro cultural ha de jugar un papel esencial.

Llega septiembre, la poesía se hace viva, el cielo de Granada se abre al espectáculo universal de la palabra y la música, dispuesta a alentar nuestro compromiso más profano, ese que nos concierne como ciudadanos. La poesía es compromiso con el mundo y el ser humano. “Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”. Gabriel Celaya nos brindaba estos versos en La poesía es una arma cargada de futuro. En estos tiempos de convulsión, de insolidaridad, de guerras, de inquina desatada, estos versos han de servirnos para no olvidar la obligación que tenemos con nuestro presente, porque las palabras hechas poesía “Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. / Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos”. Las palabras que nos han de servir para recordar siempre a Federico García Lorca, nuestro Federico.

El preludio poético del otoño granadino, que inaugura la temporada cultural de la ciudad, tiene como referente, desde hace catorce años, el ciclo ‘Poesía en el Jardín’, uno de los ciclos poéticos del Ateneo de Granada, en colaboración con el Centro Andaluz de las Letras. Esta XIV edición pretende llenar, nuevamente, las noches de cada martes de septiembre de la conjunción mágica de la poesía y la música, en un juego delirante para los oídos y las emociones. Los jardines del Cuarto Real de Santo Domingo serán el escenario de cuatro veladas, dispuestas a embaucar a los granadinos.

Los organizadores (Ateneo de Granada, Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Granada y Agencia Andaluza de Instituciones Culturales/Consejería de Turismo, Cultura y Deporte, a través del CAL) pergeñan “Poesía en el Jardín” con el deseo de acentuar la concordia y establecer sinergias entre las administraciones públicas, la sociedad civil y las asociaciones culturales. Asistimos a una nueva apuesta del Ateneo en su afán de seguir promoviendo la gestión y promoción de alianzas y convenios en materias creativas, como en este caso la poesía y la música. Sin duda, este es el camino si pretendemos impulsar la Candidatura de Granada para ser la capital cultural de Europa dentro de unos años. A este esfuerzo se suman la Residencia Universitaria La Corrala de Santiago, el Cuarto Real de la Fundación Albayzín y el Centro Lucini de la canción de autor.

En esta edición el ciclo lo inaugura Manuel Vilas (3 de septiembre), acompañado de Blanca Fernández al violín, con su poesía tan próxima a la vida como comprometida. El siguiente martes, día 10, a la poesía del cántabro Lorenzo Oliván le acompañará la guitarra de Nicolás Medina y el teclado de Walter Sabolo. El 17, Javier Bozalongo y Paula Bozalongo, padre e hija, acompañados del dúo El Oso de Benalúa, guitarra y Tony Molina Moya, guitarra. La última sesión (martes, 24) contará con Amalia Bautista y el dúo musical “Pensires”: Félix Sánchez Montesinos, guitarra y Lucía Manzanas, chelo.

La cultura es un acto de amor y, como escribiera Milan Kundera, “la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica”, eso que configura nuestro modo de pensar y vivir. Con este deseo, la cultura en Granada tiene que seguir creciendo en extensión y calidad, en una tarea que implique a toda la ciudadanía y que interpele a los agentes que intervienen en su promoción para remar en beneficio del interés general.

No pocos han de ser los esfuerzos colectivos que debamos hacer en este sentido. Este objetivo ha de guiarnos en esta apasionante aventura. El Ateneo de Granada, con su espíritu de colaboración intacto, mostrará siempre su disponibilidad para colaborar con las demás instituciones públicas y privadas.

Artículo publicado en Ideal, 03/09/2024

** Granada en otoño, foto de Fermín Rodríguez, Ideal

martes, 20 de agosto de 2024

NI SIQUIERA EL ‘ESTABLISHMENT’ PUEDE FRENAR LA INDECENCIA*

 


Destruir una escuela, un hospital, matanza de civiles indefensos, la vida despreciada… lo que cada día perpetra el ejército de Israel en Gaza. La insaciable sed de venganza bíblica, y no bíblica. El sábado día 10 Israel bombardeó, en el barrio de Al Daraj de Gaza capital, otra escuela más repleta de desplazados, con la excusa de que había milicianos de Hamás. Un centenar de asesinados, incluidos niños y ancianos. Una responsabilidad compartida por Estados Unidos, el gran valedor de Netanyahu. No hay mentira que cien años dure, mas esperemos que la desgracia tampoco.

Las elecciones presidenciales de EE UU calientan motores. El escenario ha cambiado con la designación de Kamala Harris como candidata del partido demócrata. Biden naufragó en la confusión en el debate celebrado en Atlanta (finales de junio), como desvaría con su apoyo al Israel de las continuas masacres. Imaginamos los múltiples intereses que están detrás de este apoyo, pero la vida de las personas es mucho más valiosa.

Las elecciones de noviembre se presentan, al igual que en 2016, con dos formas dispares de entender el mundo, ahora, si cabe, más extremas que nunca en la historia de Estados Unidos. Siempre rivalizaron dos posiciones —republicana y demócrata— pero en una línea liberal, con posicionamientos desiguales en cuanto a coberturas sociales o política exterior —configuración de su supremacía internacional y geoestratégica—. Desde 2016 el modelo republicano de la derecha clásica se ha roto, una ola ultraderechista lo está sepultando. El partido republicano ha sido devorado por la denominada derecha reptiliana liderada por Donald Trump, quien, sin complejos, llena su discurso de teorías conspirativas y postulados generadores de una ‘nueva cultura’ defensora del ‘acientifismo’ y ‘terraplanismo’, censuradora de millares de libros, utilizando la mentira y la posverdad, la que es aceptada como dogma del líder —utilizada ya por la estrategia hitleriana—, o señalando chivos expiatorios, enemigos de la nación a quienes perseguir.

Medio mundo vive con el corazón encogido ante esta cita electoral. Razones no faltan. Los demócratas, como su líder Biden, han mostrado durante su mandato excesiva debilidad o escasa definición de sus políticas; por su parte, los republicanos han pasado a convertirse en un partido ultra, sin principios, sometido a un magnate que como presidente casi acaba con la democracia más sólida del planeta y que como candidato no ceja en su empeño de amoldarla a su estrambótica y esperpéntica imagen, tildándola de constructo político obsoleto, elitista e incompetente, un individuo al que no le preocupan los demás, solo su ego. El futuro inmediato no se presenta muy esperanzador, a los tambores de guerra generalizada se suma el deterioro de las democracias occidentales, el sistema político-social que ha dado estabilidad al mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

Si Kamala Harris y la justicia no lo remedian, Trump amenaza con volver a la Casa Blanca. Nuevamente la ordinariez, el disparate y la inmoralidad aposentados en el poder, pero ahora con el resabio de quien regurgita constantemente su ‘injusto’ desalojo de 2020. La política excéntrica convertida en pesadilla en la primera potencia del planeta. Un enemigo de la democracia, como lo demostró negando los resultados electorales y azuzando el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. La tesis del libro Cómo mueren las democracias (2018), de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, sigue vigente: una de las causas del declive de la democracia se vincula al acceso al poder de quienes no creen en ella, erosionan sus prácticas y las creencias y valores que la sustentan, hasta reducirla a lo accesorio, a lo no relevante, a desprestigiarla instalando el virus antidemocrático en ese elenco de seguidores desencantados, deseosos de que llegue un Mesías que acabe con el establishment. El populismo neofascista de Trump es un peligro para la democracia, como la motosierra de Milei, no será el salvador que traerá la moralidad y la ética que supuestamente ha devaluado la élite a la que critica.

El triunfo de Biden en 2020 fue acogido como la salvación de una democracia amenazada. Sin embargo, su debilidad en la toma de decisiones políticas problemas migratorios, deterioro económico, política exterior errática... ha sido patente: manteniendo las lamentables persecuciones de inmigrantes en la frontera mexicana, fracasando en el apoyo a Ucrania, apoyando la ignominiosa represalia de Israel contra Gaza, permitiendo el flagrante genocidio cometido o reprimiendo las protestas estudiantiles contra las masacres cometidas, como la de la Universidad de Columbia, la que acogió a Federico García Lorca en 1929.

Seguimos hablando de elecciones, naciones, gobiernos, ciudadanía y, acaso, tendríamos que hablar de emporios económicos, marcas registradas o multinacionales que tanto influyen, incluso en nosotros, haciéndonos fieles servidores y fuerza viva del neoliberalismo que los guía. Quizás el poder no esté en esos líderes o sus discursos amañados con relatos interesados que luego votamos.

Las autarquías que ahora conocemos: Rusia, Israel, Venezuela, Nicaragua... provienen de procesos electorales que las auparon al poder antes de desvelar su auténtica cara. Si Trump ganara las próximas elecciones presidenciales, ¿estaría tentado a modificar la XXII Enmienda de la Constitución de EE UU, que limita los mandatos del presidente a solo dos, para mantenerse en el poder?

El freno a la indecencia que nos rodea, acaso no pueda ponerlo la política tradicional, pero quien seguro no lo hará es la marabunta de populismo, fascistoide o no, que nos asola. Esperemos que Kamala Harris contenga a Trump, porque a este césar se lo tragarán todos, incluidos nosotros, los europeos.

*Artículo publicado en Ideal, 19/08/2024.

** Gaza, Banksy

martes, 6 de agosto de 2024

¿VÍCTIMAS DE LA DESINFORMACIÓN?; TODOS, TAMBIÉN LOS JÓVENES*

 


¿Seremos capaces de ponerle puertas al campo? Los bulos son parte de la idiosincrasia de la especie humana que, cuando quiere alcanzar sus fines, no se priva en utilizar todo tipo de artimañas, por medios lícitos o ilícitos, para ofrecer la información que más le conviene mentiras o medias verdades sin importarle la honra o el prestigio del adversario, del amigo o del inocente. La Roma republicana con sus intrigas, las cortes reales con sus dimes y diretes…, o el caso Dreyfus de la Francia decimonónica. El uso de la desinformación o los bulos en la historia son incontables.

En las sociedades democráticas, la ciudadanía, por su capacidad de voto, es el principal objetivo y víctima de la manipulación informativa. En la era digital, la barbarie digitalizada la ha hecho más vulnerable y moldeable, la realidad y el reality show se entremezclan, justificando casi siempre el autoritarismo como solución práctica. Sociedades que deberían estar más y mejor informadas, con mayor acceso a versiones distintas sobre un mismo tema; sin embargo, son fácilmente pastoreadas, convertidas en una masa informe fácil de manejar, supuestamente cuando los niveles culturales son mayores. Hoy nos engañan desde la vida política como en nuestros gustos literarios, estéticos o gastronómicos. Nos hemos convertido en víctimas de la desinformación.

Manejamos unas tecnologías y espacios virtuales que potencian sin límites nunca visto toda clase de información: verdadera, falsa, insidiosa, malintencionada, con el propósito de que llegue, no a unos cuantos del entorno próximo, ni siquiera a los miles que en otro tiempo accedían a la prensa, sino a millones o cientos de millones de personas. Información bien organizada y presentada, difundida al mismo tiempo y por una gran variedad de canales digitales.

Llevamos tiempo asistiendo no solo a la guerra convencional, también a la guerra híbrida. En los procesos electorales del siglo XXI han sido frecuentes los ciberataques o las campañas de manipulación y propaganda. Las de mayor intromisión: las acciones ejecutadas por la Rusia de Putin contra las democracias occidentales. Las hemos sufrido, como aquella campaña contra Hillary Clinton que abrió las puertas de la Presidencia de EE UU a Donald Trump en 2016. El objetivo de este y otros ataques es obvio: desvirtuar el sentido de la democracia y sus instituciones, hasta desestabilizarla.

Nos enfrentamos a un problema que, por su magnitud, es casi imposible de combatir, con potentes aliados: el universo digital y la inteligencia artificial. El asunto está alarmando tanto a la clase política que, por fin, se pone manos a la obra. Los gobiernos han visto la necesidad de regular la ingente desinformación, las fake news. Ponerle puertas a este cosmos será una labor ímproba, pero no podemos cruzarnos de brazos. El periodismo, también víctima de ello, tiene sus ‘alter ego' perniciosos en la intromisión de pseudo-medios digitales que, frente a la información rigurosa, compiten por la audiencia ofreciendo informaciones tergiversadas, falsas y sesgadas, donde la verdad no cuenta, tampoco la democracia.

La Comisión Europea prepara un proyecto para poner en marcha una red de verificadores de información siguiendo los modelos ya existentes en Francia y Suecia. Este asunto también fue tratado en el Parlamento Europeo (2020) y dio pie a un informe que abordaba la necesidad de reforzar la libertad de los medios de comunicación, la protección del periodismo, evitando el discurso del odio, la desinformación y el papel de determinadas plataformas digitales de extrema derecha y populistas que contribuían a atacar a grupos minoritarios, con una retórica que criminalizaba la inmigración y fomentaba la homofobia, el odio, el sesgo ideológico, el racismo o la xenofobia. Hace unos días el Congreso de los diputados debatía un plan de regeneración democrática, donde se incluía la desinformación como factor debilitante de la calidad democrática en España.

A este tema no son ajenos niños y jóvenes. Son muchos años siendo el punto de mira de la publicidad y de no pocas desinformaciones, bulos, mensajes-trampa, manipulaciones, hasta el punto de distorsionar su modo de vida y su visión del mundo y la realidad. Hasta ahora parece que esto preocupaba menos, pero el grado de (des)educación a que están sometidos hace peligrar su futuro. La toxicidad de los mensajes que les llegan en redes sociales, alimenta, lamentablemente, su intelecto con modelos y estereotipos infectos de machismo, lenguaje soez, expresiones chabacanas, denigración de la mujer o de conjeturas y opiniones de aficionados, y menos de hechos contrastados, de saber y conocimiento. Los jóvenes se alejan del análisis de la realidad, tanto histórica como presente, ofrecida por la escuela, la familia u otros agentes sociales educativos.

Se habla de la necesidad de la alfabetización digital, de enseñar a la ciudadanía a identificar contenidos tramposos, tergiversadores, adulterados, que le dé pautas y  criterios para discernir, examinar, diferenciar y valorar toda la información que recibe a través de plataformas que basan su negocio en la interacción con millones de clientes nada de amigos, utilizando contenidos falsos, amañados, trucados o de odio.

Es la dignidad de las personas la que está en juego y la salud de la democracia que nos permite expresarnos con la libertad que muchos de los manipuladores de la información no nos permitirían si tuvieran el poder. La denuncia y la educación críticas son el principal recurso para defender la dignidad humana.

Todos somos víctimas de la desinformación, unos más y otros menos, los que la promueven también: su miseria humana queda patente, aunque nos les quede una pizca de vergüenza para asumirlo.

*Artículo publicado en Ideal, 05/08/2024.

** Salvador Dalí: La mano. Los remordimientos de conciencia,1930.



lunes, 22 de julio de 2024

¡GRANADA, MÍRATE UN POQUITO!*

 


Contábale don Quijote a Sancho las admirables visiones que había tenido en la profunda cueva de Montesinos, a lo que Sancho, alarmado e incrédulo, dijo: “¡Oh, santo Dios!, ¿es posible que tal hay en el mundo y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que hayan trocado el buen juicio de mi señor en una tan disparatada locura? ¡Oh señor, señor..., que vuestra merced mire por sí y vuelva por su honra, y no dé crédito a esas vaciedades que le tienen menguado y descabalado el sentido!”. A lo que Quijano respondió: “Como me quieres bien, Sancho, hablas desa manera… y como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles; pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado” (El Quijote, segunda parte, capítulo XXIII). Y así es como le hizo saber que confiara en el tiempo, que este suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.

Granada siempre espera encontrar, con el tiempo, lo que siempre ansía: el paso definitivo hacia un futuro mejor. La gran dificultad es que siempre ha esperado que sean los de fuera los que vengan a encaminarla al ansiado progreso. La mentalidad es una cosa harto difícil de cambiar de la noche a la mañana, la sopa boba tiene mucho gancho y, si se fomenta para que la gente no dé ruido, mucho más, si cabe. Es posible que los demás no nos valoren, si antes no lo hacemos nosotros primero.

El verano, tiempo propenso a aletargarnos y dispuesto a aparcar proyectos e ideas que antes han soliviantado todo el año, tiene el don de paralizarnos haciéndonos pensar, como cantaba nuestra Gelu: “¡Cuando llegue septiembre, todo será maravilloso! No quisiera que este verano ocurriera esto, no están los tiempos para posponerlo todo. Granada no puede relajarse.

El periódico Ideal lleva tiempo apostando por que Granada se desprenda del lamento y del ‘quejío’ y que pase a la acción. El conformismo granadino es duro de pelar, secularmente ha mermado aspiraciones y apuestas, a veces despreciando lo valioso para calificarlo de obsoleto, aspirando a una modernidad mal entendida. Recuerdo decir en otro artículo (“Llorando por Granada”, Ideal, 27/06/2019): “Granada resulta una ciudad dura para vivirla y para sentirla, y la han hecho más dura, si cabe, los que han mostrado su incompetencia para defenderla, cuando les tocó, allí donde había que defenderla: Madrid o Sevilla”. Hay un sesgo en la mentalidad granadina que la proyecta hacia la resignación. Las acciones políticas coordinadas no existen, cualquier proyecto, o se agota en sí mismo o las disputas políticas lo asfixian en la cuna.

Ahora andamos todos revueltos con la inteligencia artificial, y no nos faltan motivos: la Universidad de Granada tiene un potente equipo en este campo con los Herrera, Enrique y Paco, cuyo trabajo difunden por medio mundo, igual que hicieron en una mesa redonda en el Ateneo de Granada: “La Ley Europea de Inteligencia Artificial: fortalezas y debilidades”, celebrada el 29 de febrero en la Sala de Vistas de la Facultad de Derecho. Toda una premonición: las vistas de la IA en Granada deben mirar muy lejos.

Si el conocimiento es la gran apuesta de Granada habremos de aunar esfuerzos en ese sentido, no ponernos zancadillas ni palos en la rueda. Esto que ha sido la tónica en nuestro devenir histórico, no puede volver a repetirse. Quizás haya llegado el momento para postularse: “Hasta en el infierno, si fuera menester, habría que defender a Granada”.

La candidatura de Granada a ‘Capitalidad Cultural Europea 2031’ es uno de esos proyectos que tiene que servir a las instituciones, a la clase política y a la sociedad civil para cambiar inercias históricas y apostar por un cambio de mentalidad en el ser granadino. Los proyectos no hacen milagros, nuestro esfuerzo por congregarnos en su apoyo, seguro que sí.

Sin embargo, embriagados por este futuro que estamos dibujando con la IA y el conocimiento, no podemos olvidar que las carencias de esta tierra en otros ámbitos también son a considerar: infraestructuras, tejido industrial, defensa del medio ambiente, articulación y equilibrio territorial... Sin estas cosas es difícil consolidar el día a día de los ciudadanos y sus posibilidades de vida. La defensa de la Vega, por ejemplo, la historia de esta cenicienta del patrimonio natural e histórico está plagada de cicatrices, como espacio natural y agrícola, y también como víctima de la ampliación de la trama urbana de Granada marcada por cinturones viarios no siempre respetados.

La mentalidad ‘desarrollista’ que nos asaltó en los años sesenta y setenta trajo la destrucción de espacios urbanos que ahora se añoran: el bulevar de la avenida de las estaciones, desmantelado en el arranque de los setenta para construir en su lugar un entramado viario de ridículo diseño y colmatado de asfalto; los tranvías, considerados entonces un medio de transporte urbano obsoleto, desaparecieron. El que subía a Sierra Nevada aguantó como pudo, hasta que lo despeñaron. Y unos lustros después, el desmantelamiento natural del río Genil a su paso por la ciudad. Mirar al pasado en Granada reporta una triste visión de destrucción, el futuro se componía de hormigón y asfalto.

No quisiera que aquel ‘desarrollismo’ de antaño, convertido en ‘futurismo’ de ahora, nos enturbiara nuestra mirada, que ha de empezar por mirarnos y valorarnos a nosotros primero.

*Artículo publicado en Ideal, 21/07/2024.

** Juan Vida, collage sobre una Alhambra alcanzada por el futurismo.

viernes, 5 de julio de 2024

EUROPA Y EL AUGE DE LA ULTRADERECHA*

 


La ola fascista que se propagó por Europa en el periodo de entreguerras del siglo XX marcó una ruptura con el devenir histórico del régimen liberal en las democracias occidentales. Los resultados de las elecciones europeas del pasado 9 de junio propiciaron el auge de la ultraderecha, algo que deberíamos tomar muy en serio, más de cómo lo hicieron entonces los países europeos. La versión 2.0 del fascismo está aquí. Francia, que ha marcado históricamente el pulso de la evolución política en Europa (Revolución Francesa y revoluciones liberales del XIX), alarmada, convocó elecciones legislativas, que han corroborado el triunfo del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen.

En aquellos tumultuosos años treinta, el escritor austriaco Stefan Zweig, como cientos de miles de europeos, sintió que el mundo y la civilización se desmoronaban ante el fascismo. En su obra Diarios, Zweig nos muestra la angustia vivida ante el oscuro panorama y el miedo provocado por el avance del nazismo en la Alemania hitleriana. Pesimista, pensaba que nada se podía hacer para impedir que este monstruo se apoderara de Europa. Afortunadamente no fue así, aunque para vencerlo se pagara el alto precio de millones de muertes. Esta claudicación llevó al escritor, imbuido por la idea: “La vida ya no merece la pena”, tras un periplo por Gran Bretaña, Nueva York y Brasil, al suicidio por envenenamiento en 1942, junto a su esposa Lotte Altmann.

Aquella Europa, invadida por el pensamiento fascista, buscaba el resurgir de una nueva civilización siguiendo la teoría biológica y determinista de la Historia que Oswald Spengler desarrolló en La decadencia de Occidente. El fascismo se propagó de manera insultante bajo la idea de que las democracias burguesas y parlamentarias eran regímenes corrompidos por su propia dinámica política. Se aspiraba a un nuevo tiempo, al renacer de valores olvidados. El triunfo de Mussolini en Italia y el nazismo en Alemania fueron los referentes para que esta ideología germinara en muchos países europeos. Como hoy, con Meloni, Italia fue la primera en instaurar un régimen fascista en 1922. En Alemania, la República de Weimar no pudo contener la expansión en 1920 del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, ni los resultados en las elecciones de 1930, apoyado en la violencia callejera de los camisas pardas del Sturmabteilung (SA) y los camisas negras de los Escuadrones de Protección (SS). En las de 1932, Hitler se aupó al poder.

Los partidos nacionalsocialistas, con unas u otras denominaciones, fueron emergiendo de este a oeste del territorio europeo. En España tuvimos nuestra propia experiencia: las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, fundadas por Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo, la Falange Española de José Antonio y el régimen dictatorial de Franco tras la Guerra Civil.

Cien años después vuelven a soplar vientos de incertidumbre, que presagian con arrasar el mundo que conocemos. La imprevisibilidad de la Historia, como la del ser humano, su protagonista, no descarta nunca las añoradas miradas al pasado, como si pretendiera recuperar otros sueños nunca disipados. El panorama se asemeja a aquella Europa en descomposición. Las democracias han perdido credibilidad, los problemas las acucian (crisis económica, inestabilidad política, inmigración…), y todo utilizado por los detractores del proyecto europeo. La ultraderecha es el caballo de Troya de Putin para minar la Europa democrática.

Las elecciones al Parlamento Europeo derechizaron la UE y algo más peligroso: la consolidación de la extrema derecha (25% de escaños) con 178 eurodiputadosconcentrados en dos grandes grupos: Identidad y Democracia, liderado por Le Pen, donde se integran el neerlandés Geert Wilders, la alemana Alice Weidel o el italiano Salvini; y Conservadores y Reformistas Europeos, liderado por Meloni, con el polaco Duda, el sueco Akesson, la finlandesa Riikka Purra, el checo Fiala, los españoles de Vox, la Alianza Flamenca belga o el francés Zemmour. En solitario, el húngaro Viktor Orbán. El proyecto europeo no va con ellos. Putin los adora, Trump es su referente.

Puede que las democracias occidentales estén en crisis, han cometido tantos errores que el descreimiento de la ciudadanía es un hecho. Los habitantes del mundo occidental viven una crisis de pensamiento: andan confundidos con el Estado del bienestar, el panorama de vida propuesto es decepcionante, se acumulan las falsas expectativas, la insatisfacción es permanente, las condiciones de vida se deterioran, las crisis económicas, auspiciadas por el capitalismo salvaje, generan malestar y descontento (‘todo el mundo anda cabreado’). Caldo de cultivo para que populistas, racistas, homófobos o xenófobos encuentren el discurso fácil. Demasiados descontentos, desencantados, detractores del sistema… Las ideologías se han devaluado, la izquierda y la derecha, permeabilizadas con ideas antes antagonistas, parecen ser lo mismo. Ante ello afloran los discursos de un ‘nuevo amanecer’, la vuelta a tiempos ‘gloriosos’, posturas de odio y xenofobia: negros, magrebíes, árabes, sudacas que nos invaden. Salvo que vengan forrados de dinero. A estos, alfombra roja.

Cada vez más países están gobernados por fuerzas ultraconservadoras y euroescépticas, o gobiernan en coalición: Italia, Países Bajos, Hungría, Finlandia… La ultraderecha es igual en todas partes: desprecia al ser humano, como hace el capitalismo más cruel utilizándolo como mercancía, sin compasión. Como hace la ultraderecha israelí, ensañándose con la población gazatí, o la europea, justificando el aumento de la delincuencia por la inmigración.

Entretanto, la inestabilidad política y ‘geoestratégica’ se agita bajo la amenaza de guerra mundial. A Putin no le importaría; a Netanyahu, tampoco; a China, puede que le guste. ¿EE UU?, Biden en la inopia y Trump con sed de venganza. Europa, en la encrucijada: de haber guerra, será en su territorio.

Artículo publicado en Ideal, 04/07/2024.

** Umberto Boccioni, Tumulto en la galería, 1910

domingo, 23 de junio de 2024

LA EDUCACIÓN, BÁLSAMO DE FIERABRÁS*

 


A veces se tiene la sensación de que la educación ha perdido el valor supremo que la convirtió durante mucho tiempo en el mejor tesoro para transformar la sociedad y cambiar la vida de las personas. Nunca como hasta ahora la influencia social de los valores emanados de la escuela ha estado tan mermada.

A las nuevas generaciones les estamos dejando una sociedad devastada por la estulticia y sumida en la superficialidad y la insatisfacción, cuando no dominada por el hábito de la discordia y la bajeza moral. Los valores cívicos y éticos, capaces de poner en marcha proyectos que llamen a un futuro esperanzador, viven tiempos de agotamiento. ¿Quién educa a nuestros niños y jóvenes en las sociedades posmodernas?

A los jóvenes les prometemos futuros que la mayor parte de las veces son futuribles: la llegada de una nueva era o ese mañana donde alcanzaremos la felicidad. José Antonio Marina, en El deseo interminable. Las claves emocionales de la historia, nos dice que “la búsqueda humana de la felicidad se convierte en un deseo interminable: porque ninguna satisfacción agota el deseo y porque la esperanza de la Felicidad es muy resiliente”. Este autor cree que es una palabra que se ha puesto de moda, “un concepto tan equívoco que podemos considerarlo un fake concept, o un significante vacío a la espera de significado”.

Y qué decir del hiperindividualismo que fomentan las sociedades ultramodernas al que se refiere Gilles Lipovetsky en Los tiempos hipermodernos. Eso de tener y acaparar muchos bienes y objetos como camino hacia la felicidad. La felicidad ‘enlatada’, como si se pudiera comprar y vender, y no respondiera a un íntimo estado emocional. La búsqueda de la ‘prosperidad’ genera insatisfacción y frustración, nunca se alcanza el grado de complacencia capaz de sentir la felicidad. Decía Zygmunt Bauman, en Los retos de la educación en la modernidad líquida, que en nuestro mundo todas las ideas de felicidad acaban en una tienda, envasada, igual que una lata de tomate, de atún o de fabada.

Vender felicidad y acomodar la vida al ‘patrón de ser feliz’, a veces a toda costa, es parte del proyecto inoculado de la nueva normalidad. Una de las muchas industrias diseñadas al efecto por esa visión neoliberal de las sociedades modernas consistente en vender cualquier cosa, lo que sea, incluso ‘humo’ para ser felices.

No es de extrañar que para los jóvenes el mundo esté lleno de sueños frustrados, y no los eduquemos para comprender que todo lo que anhelan es probable que ya lo tengan y tan solo les quede reconocerlo, valorarlo y cuidarlo. Que no llegará ninguna nueva era, porque todo lo que ahora les vale e ilusiona es ya la nueva era. Quisiéramos, no obstante, que aquellos sueños que la vida aún no ha corrompido propusieran, como escribía Luis Cernuda, un “futuro que espera como página blanca”.

Cuando pienso en educación, recuerdo siempre dos aforismos de las Luciérnagas de Carmen Canet: “La vida es un recorrido en que florecen los sentimientos y debemos de procurar no pisarlos” y “A veces la vida se descose, y hay que darle unas puntadas con hilos de colores fuertes y vainicas dobles”. Si la esperanza en la educación vive un tiempo de crisis, el retorno a ella se hace imprescindible, por que la educación representa la esperanza, ¿pero a costa de qué?

En este inicio del siglo XXI la sociedad se caracteriza por ser cortoplacista, trivial, fatua y estar sumida en el entretenimiento, muchas veces burdo, como horizonte vital. Lejos queda el respeto, la tolerancia y la solidaridad. No es que hayan desaparecido estos valores, solo que han perdido notoriedad frente a los atributos anteriores. En una sociedad así, la escuela tiene muy difícil su labor educativa. Sí, pensamos que la educación es la esperanza, pero en un mundo en continuo naufragio no sabría decir si tiene la dosis de credibilidad suficiente para frenar el hundimiento.

Quizás el mundo no se hunda, tan solo se transforme, y los que venimos de otro tiempo nos cueste creer en esta transformación. Hemos vivido demasiadas veces con la ilusión de que la educación fuera realmente la esperanza, tantas como se ha hecho añicos. No obstante, no creer en la educación no es la solución, en quien acaso no habría que creer es en los entes sociales y humanos que destruyen continuamente la obra de la educación. En los ochenta y noventa del pasado siglo la educación se concebía como la fortaleza donde sentar las bases para cumplir una misión liberadora y emancipadora de la sociedad. Creíamos en la persona, en el mundo que íbamos a construir: la aldea global regida por valores que nos harían más libres. Pasadas varias décadas, entristece ver que ni el ser humano, ni el mundo en que vivimos, son más libres y solidarios.

El descreimiento anula los sueños del futuro. El reto de la educación ahora es luchar contra molinos gigantescos, asentados en una nueva dimensión de la vida: la que persuade fácilmente a los jóvenes con el ‘parque de atracciones’ del universo sin límites de las redes sociales o la venidera inteligencia artificial, un mundo con el que la escuela tiene serias dificultades para competir. ¿Es este nuevo universo quien educa hoy a nuestros niños y jóvenes?

La educación, lamento decirlo, ha dejado de ser la plataforma liberadora y emancipadora, en este instante se ha convertido en bálsamo de Fierabrás: útil para todo pero de escaso remedio para nada.

*Artículo publicado en Ideal, 22/06/2024

**Colección postales El Quijote, nº 6, bálsamo de Fierabrás. Años 30

domingo, 9 de junio de 2024

PULIR EL PASADO*

 


Hemos entrado en un puritanismo sin cuartel cuando del pasado se trata. No hace mucho alguien le dio una vuelta de tuerca a la película Mary Poppis. ¡Pobrecita!, tan cándida la institutriz, de modales depurados, tan femenina y pura. El Reino Unido había elevado la clasificación por edades de la película por su “lenguaje discriminatorio”. Los que la vimos en nuestro tiempo solo nos fijábamos en el espléndido colorido y en esa brujita-maga que todo lo hacía con tanta gracia. El gran pecado: la Junta Británica de Clasificación de Películas subrayaba que el filme (1964), utilizaba dos veces la palabra hottentot para referirse despectivamente a personas negras. Es verdad, no se puede ir por el mundo diciendo esas cosas, pero entonces se decía.

Los de nuestra edad estamos entre la generación X y la Y, sensible y de cristal, con la mentalidad arropada entre derechos humanos y ‘medioambientalismo’, obligados a pedir perdón por los errores y desafueros cometidos por nuestros antepasados en América, Oceanía o África. Cuestionamos el saqueo, como imperialistas y colonizadores, de riquezas y patrimonio de culturas clásica, mesopotámica o egipcia y, siendo coherentes, deberíamos devolver los tesoros arqueológicos y artísticos expoliados, y acaso, con intereses, las riquezas obtenidas con las materias primas usurpadas. Aunque si hubiera que reclamar, me pediría la devolución del patio central del palacio de los Vélez reconstruido pieza a pieza en el ‘Metropolitan’ de Nueva York, cuya visión me produjo admiración al tiempo que un agrio impacto, recordando la imagen fría y desnuda del patio palaciego en la localidad almeriense.

Es posible que el pasado demande un resarcimiento por tantos desmanes, pero la Historia, no. Analizar el pasado bajo nuestra visión del mundo es un dislate. Tendríamos que borrar gran parte de la historia de la humanidad. Hemos caído en el fundamentalismo revisionista de la Historia, pretendiendo reescribirla y ponerla a nuestro gusto, tergiversando los hechos acaecidos en su contexto.

Habría que cuestionar, asimismo, multitud de películas que nos deleitaron en tardes de cine. Tardes compartidas con la pandilla o las primeras novietas, y parejas acurrucadas en las últimas filas metiéndose mano o haciéndose una paja. Películas que bien pudieron forjar nuestro carácter, no solo modelando una suerte de alienación, que también, sino estimulando nuestra capacidad crítica para desmotar argumentos y mensajes perniciosos de tipos machistas, chicas serviles o justificación de un modelo social y político que nos adoctrinaba con ‘sociedades perfectas’.

Esto de pulir el pasado, y que quede limpio como una patena, arregladito para no herir nuestra sensibilidad, pudiera impulsarnos a no escuchar más a Sabina, porque eso de cantar sobre su amante, en Diecinueve días y quinientas noches, “en lo que duran dos peces de hielo en un wiskhy on the rocks”, diciendo que “siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta”; o aquello del “putón de mi prima Carlota y su perro salchicha” en La canción más hermosa del mundo, sería suficiente para destruir sus discos en una plaza pública, como anatemizan libros en EE UU esas hordas ultras, salvaguarda de la moral y la literatura pulcra y biensonante, o se incineraron en el pasado libros peligrosos en la plaza Bibarrambla o en la Openrplatz de Berlín de la Alemania nazi.

No sé cómo acabará esta revisión de nuestro pasado. Lo mismo se inventa un arco de detección, no de metales, sino de malas conductas, por el que nos hagan pasar a diario para depurar pecados de antepasados, controlando nuestro nivel de pureza individual. Tendrían que darnos una puntuación negativa nada más nacer, que rebajaríamos poco a poco hasta llegar al ‘gran cero’, la gran meta de nuestra pureza puritana.

Nos falta pasar por el psiquiatra para poner en orden nuestros pensamientos perturbados por haber visto películas de antaño, como El tercer hombre, El apartamento. El verdugo o Días de vino y rosas, donde hay ramalazos de machismo, lenguaje malsonante, borrachos, infidelidades, crimines horrendos, guerras, y cosas así.

Prefiero que eduquemos a los niños y jóvenes en una actitud crítica para analizar y comprender, fortalecer sus mentes, sin que se sientan trastornados emocional y psicológicamente, no sea que queden tarados para siempre. Y, entretanto, no reparamos en que nuestro presente ya los aliena con multitud de mensajes ‘reconstituyentes’ para su transformación en simples consumidores obedientes, tenga o no valor lo comprado, inductores de ‘felicidad enlatada’, sumiendo su sociabilidad a consignas y temerosos de hacer valer su personalidad frente a tanta mediocridad como les rodea. No pensemos que los estamos educando en un crisol de valores eternos, más bien en un crisol de escaparate y fantasía de un mundo diseñado por un constructo mentiroso que modela mentes para ganarlos a la causa: consumismo deshumanizado.

El pasado está ahí: en la Historia, para que veamos las barbaridades pasadas y no caigamos en la tentación de repetirlas. También nosotros seremos juzgados por el futuro que vendrá, cuestionando todo lo que permitimos ahora: racismo, guerras, conductas perversas, corrupción, política espuria… Nuestro puritanismo con el pasado no combate las ruines prácticas que ensombrecen nuestro presente, con abominar de las pasadas no es suficiente, seguimos cometiendo los mismos desmanes perpetrados en el pasado.

Nosotros, los depuradores de valores transaccionados a un pasado que queremos pulir, estaremos al albur de la crítica despiadada de los que vendrán, quizás de un puritanismo superior al nuestro. Aunque acaso eso no ocurra y puedan pasar de las ñoñerías que ahora ocupan nuestros debates.

*Artículo publicado en Ideal, 08/06/2024.

** Cristina Bernazzani, Te veo

lunes, 27 de mayo de 2024

NUEVA YORK INSIDE. TRAS LOS PASOS DE FEDERICO*

 


Nueva York, inside. Tras los pasos de Federico representa un juego entre la literatura de viajes y la inmersión en la realidad de la gran metrópoli del mundo, con Federico García Lorca en el horizonte. Aspira a ser un diálogo con el rumor de sus calles, la enormidad de sus edificios, las maneras de vivir de sus gentes o las múltiples realidades que nos evoca la singularidad de esta enorme urbe, en una conversación alejada del asombro y la admiración que impone al visitante. Algo que resulta difícil en una ciudad construida para la seducción y la prestidigitación, con una escenografía teatral única. Es así como las crónicas que contiene este libro tratan de alejarse de la fascinación y de la mera contemplación de sus beldades.

Siguiendo la tradición de tantos viajeros que visitaron España en los siglos XIX y XX, los recorridos por la Gran Manzana tienen a sus propios cicerones: los ‘sabios’ que se mueven con desparpajo en el interlineado de la vida neoyorkina, a modo de improvisados guías, representantes de visiones tan distintas de una misma ciudad. Edgardo, Shannong, Guadalupe o Wendy son algunos de ellos, capaces de aproximarnos a las otras señas de identidad que evidencian que Nueva York es mucho más que la atracción y la sorpresa que genera a simple vista.

Antonio Lara Ramos nos introduce en esta aventura de la mano de viajeros que lo precedieron: Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Julio Camba, Javier Reverte o Antonio Muñoz Molina, pero sobre todo la evocación de aquel viaje que emprendiera Federico en 1929, y que le inspirara la gran historia contenida en Poeta en Nueva York

* La obra está ilustrada con dibujos a lápiz de Juan Vida.

Para más información sobre Nueva York inside:

https://esdrujula.es/libro/new-york-inside/#


viernes, 24 de mayo de 2024

35.000*


Sobre Gaza caen ‘bombas tontas’ en los refugios, en los hospitales, en las escuelas, en la campos de refugiados, sobre las cabezas de niños, mujeres, ancianos y civiles indefensos. Los que no estamos acostumbrados a la jerga bélica nos ha sorprendido esta denominación para un arma que destruye vidas y hogares, caminos y carreteras. Ignorante de mí, rápido he acudido a buscar información en el oráculo universal de internet, donde Wikipedia dice sobre ellas: “Una bomba no guiada, también conocida como bomba de caída libre, bomba de gravedad, bomba tonta o bomba de hierro, es una bomba aérea lanzada desde un avión (convencional o nuclear) que no contiene un sistema de guía y, por lo tanto, simplemente sigue una trayectoria balística”. Hasta la Segunda Guerra Mundial, incluso hasta finales de los años ochenta, la denominación más común a este tipo de artefactos era la de bombas. Habiéndome ilustrado, sigo sin salir de mi asombro. Menos mal que no han sido lanzadas desde un avión nuclear, porque a lo mejor Israel, que cuenta con arsenal de este tipo, hubiera sembrado de ‘hongos’, al estilo de Hiroshima y Nagasaki, el territorio gazatí. Pero no le interesa, los efectos le hubieran alcanzado.

Ahora proliferan las ‘bombas inteligentes’, lanzadas y guiadas hacia objetivos a destruir. La industria armamentística y los países que la fomentan han de probar sobre el terreno, no en la ficción, cómo se comportan tan honorables inventos. Son muchos los ensayos armamentísticos que se están llevando a cabo en guerras como Ucrania y Gaza, como se hizo antes en Siria y otros confines del mundo. Seguramente ya se tendrán amplios y detallados dossieres técnicos sobre el comportamiento de las sofisticadas e innovadoras armas, en su capacidad de destrucción de vidas, edificios e infraestructuras. Y se habrá acumulado una ingente cantidad de información top secret para cuando estalle la tercera guerra mundial que muchos buscan.

En Gaza se tiran ‘bombas tontas’, seguramente pensando que los que las sufren son ‘tontos’ o seres humanos de un nivel inferior: ‘animales’, como calificó a los gazatíes el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant: “Estamos luchando contra animales y actuaremos de manera acorde”, aseveración que comportaba asimismo el bloqueo total de la Franja, con corte de suministro eléctrico, entrega de alimentos o combustible. En Gaza ocurre lo que escribía la poeta rusa Anna Ajmátova en aquel 1914, cuando ya azotaba la Primera Guerra Mundial: “Huele a quemado. Durante cuatro semanas ya / Ha estado ardiendo el pozo seco de la huerta. / Los pájaros ni siquiera han cantado hoy / Y el álamo ha dejado de crujir y silbar”.

Bombas tontas, dirigentes tontos, política tonta, venganza tonta, entrañas tontas, perversidad tonta, todo formando parte de un mundo tonto. Quizás vivamos en el mundo más tonto desde que la humanidad existe, cuando hemos dictado cartas universales de los derechos humanos, incluido en constituciones derechos fundamentales de los ciudadanos, fomentado la cultura para que sea un bien común y nos haga más civilizados, en un mundo en el que, contradictoriamente, nos duele la boca de pronunciar las palabras paz, solidaridad, convivencia, mundo mejor.

Las democracias occidentales han fracasado en Gaza. EE UU alienta con sus votos en contra en la ONU y el envío de armas (decenas de miles de millones de dólares en armamento) el genocidio que se está produciendo, a pesar de las torpes palabras que su presidente utiliza para enmascarar esta connivencia con una democracia, la israelí, que se está comportando como una autocracia de crueldad sin límites. Ninguneando a la ONU, desoyendo y reprimiendo las voces estudiantiles en las universidades estadounidenses que claman el fin de este oprobio a la memoria de la humanidad perpetrado por democracias occidentales. He visto la acampanada en el campus de la Universidad de Columbia, por el que deambuló durante algunos meses de 1929 Federico García Lorca en busca de una libertad que a fe terminó alcanzando, y he visto cómo era desmantelada y reprimidos los estudiantes. Y cómo se ha extendido el fenómeno por todas las universidades estadounidenses y europeas, incluida la de Granada. Y escuchado, en una ofensa a la razón, cómo se les ha calificado de antisemitas, con la desfachatez más grosera del mundo.

35.000 gazatíes asesinados, incluso puede que más cuando usted lea este artículo. El número no debiera ser lo relevante, que lo es, también sería una atrocidad aunque solo fuera un tercio o la mitad o la quinta parte; las vidas segadas de tantos inocentes, incluidos miles de niños, a quienes se les ha truncado su derecho a vivir, a ser respetados como seres humanos, sí lo es.

Hay ambiciones sin límite y objetivos sobrevenidos y ruines, aprovechando la inmensa superioridad de la fuerza: la ocupación israelí de más territorios en Cisjordania, con la impunidad y monopolio de poseer ‘bombas tontas’ y un moderno armamento, y el execrable respaldo de las democracias occidentales. Estas están perdiendo el prestigio como adalides de la libertad y el respeto a los derechos humanos frente a la ola autocrática y neofascita que se extiende, no solo internamente, también por el resto del planeta. Algún día, países como EE UU o Alemania tendrán que rendir cuentas por su permisividad con la acción vengativa y cruel de Israel.

Mucho por hacer todavía hasta parar esta guerra. La condena internacional no cesa, la indignidad y la barbarie de los principales actores, tampoco. En mi caso, por el momento, “pido la paz y la palabra”, como mi admirado Blas de Otero.

 *Artículo publicado en Ideal, 23/05/2024.

** Amal Abu Al-Sabah_Tragedia en la Franja palestina_EFE_Anas Baba