jueves, 28 de marzo de 2013

ADOCTRINAR EN EDUCACIÓN DESDE CASTELLÓN

Algunos están pretendiendo convertir la educación en una especie de río revuelto en el que cualquier desalmado (gente sin escrúpulos, a quien le importa poco la educación) quiere pescar.

Me ha sorprendido, mejor, me ha indignado, esa especie de caza de brujas, a lo senador McCarthy, a la que aleccionan las Nuevas Generaciones del PP de Castellón contra los docentes que, según ellos, “adoctrinen” a sus alumnos. El lema ‘Me quieren adoctrinar’ es el que les sirve de bandera para decir en su página web lo siguiente (y no es inventado): “Desde Nuevas Generaciones de la Provincia de Castellón nos preocupa que haya adoctrinamiento en las aulas, puesto que creemos que el alumno debe ser educado para que pueda sacar sus propias conclusiones”. Hasta aquí podemos hasta suscribirlo. Pero continúan: “Sabemos que la mayoría de los profesores son ejemplares, pero muy a nuestro pesar, somos conscientes de la existencia de casos en los que se hace un uso indebido de la libertad de cátedra”. Y ahora viene lo peligroso, lo realmente preocupante, habida cuenta que se trata de individuos jóvenes los que lo dicen: “Por eso queremos impulsar una campaña en contra del adoctrinamiento en las aulas y que los estudiantes, que así lo deseen, nos hagan llegar sus quejas de forma totalmente anónima a través del correo electrónico quenotelien@nnggcs.es”. Así de fácil, sin reparo alguno, sin rubor, es como lo tienen escrito públicamente, a la vista del que quiera acceder a su página web.

Me pregunto, quién les habrá adoctrinado a ellos para que hayan dejado de pensar, para que se hayan convertido en jóvenes de talante intransigente a la manera de las juventudes hitlerianas, celosas guardianas de la pureza de la ideología imperante. Imagináis a un alumno que sea reprendido por su profesor por mal comportamiento, o por su falta de trabajo, y que para vengarse llame a estos iluminados de las NNGG para decirles que su maestro, o su profesor, le está adoctrinando porque le haya hecho debatir en torno a las distintas ideologías existentes y comente que entre los principios que sustentan a la del PP está la de preservar los intereses de las élites financieras. O que le haya instado a reflexionar acerca de si los derechos humanos se respetan o no en países como el nuestro, criticando la política de desahucios a la que el PP parece respaldar. Es obvio que confunden el pensamiento crítico, la reflexión o cualquier manera de discrepancia con el adoctrinamiento. Supongo que, bajo su criterio, este modo de proceder será también válido para denunciar a los que hacen apología de un régimen dictatorial como el franquista (del que por cierto el Partido Popular no ha abominado todavía), o muestren una defensa a ultranza del neoliberalismo económico que tanto daño está haciendo a la vida de las personas con menos recursos, e incluso de los que rezan o hacer comentario a favor de alguna confesión religiosa en una clase que no sea de religión.

Hablan de adoctrinamiento, ellos que están en el ‘olimpo’ del adoctrinamiento, como es un partido político, donde las consignas restringen la opinión, donde si eres joven no te dejan pensar por tu cuenta, y si eres adulto te lo prohíben para no generar malos rollos.

Lástima que la educación vengan a emponzoñarla imprudentes que pretenden utilizarla en su provecho e interés partidista. Lástima que no la dejen tranquila.

lunes, 25 de marzo de 2013

RECONOCER LA CORRUPCIÓN

El joven Byron, en el transcurso de su conversación con el reverendo Hightower, en esa excelente obra de William Faulkner, Luz de agosto, cavilaba sobre que “un hombre teme más a lo que pueda sobrevenirle que a los sufrimientos que ya ha padecido”, algo así como si no quisiera arriesgarse a un cambio que puede ser de consecuencias imprevisibles. Existe un miedo congénito en los humanos a reconocer una acción impúdica o la participación en un juego sucio. Si bien, en unos más que en otros, más en los sinvergüenzas que en los honrados. Se trata, en definitiva, de preservar nuestra reputación a toda costa y, de camino, huir de las consecuencias desagradables.

La asunción de la culpa nos genera incertidumbre. Asumirla es un acto noble, pero vivimos en una sociedad que en muchos de sus extremos nos enseña lo contrario: valora la pillería, la holgazanería y la picaresca. No asumir la culpa viene motivado casi siempre por un intento de ocultar algo inconfesable, evitar un castigo, o la vergüenza pública, la pérdida de posición o de prebendas. Tememos a las consecuencias de un acto que sabemos infame.

A los partidos políticos les cuesta reconocer que hay corrupción en su seno. Estamos asediados por informaciones que hablan profusamente de corrupción en instituciones, partidos políticos, personajes públicos… Y en ningún caso hemos sabido, hasta ahora, la verdad de lo que ocurre por boca de los que la practican o la conocen. Todo es callar, desmentir, buscar culpables en el contrario, desviar la atención, engañar a la opinión pública. El Partido Popular lleva tiempo hundiéndose en las arenas movedizas de la trama Gürtel, del caso Bárcenas, o de los dos al tiempo, porque parecen hermanos de padre y de madre. Al partido socialista en Andalucía le ha salido un tumor con el caso de los ERE, y nos encontramos en la fase de indagar si se trata del aprovechamiento institucional de un grupo de espabilados o el asunto tiene más calado. El caso Urdangarín cada día desvela cosas más inusitadas en el cobro de comisiones. En Cataluña algo no funciona bien con CiU y los Pujol. Y así una larga lista de casos de menor calado, pero no por eso menos indecentes.

En política cuesta una enormidad reconocer una desliz, la existencia de un problema o una actuación errónea. Es ese lado oscuro de ella donde el ejercicio de la política deja de ser algo noble. Y es que existe demasiado miedo a las consecuencias para los que tienen que decir la verdad. Mantener un cargo, o una posición política, está para ellos por encima de la verdad, del noble ejercicio de la honradez, de trabajar por una sociedad con más calado ético. Sabemos que nadie quiere echarse tierra encima, y es hasta lógico, pero es lamentable que algunos sólo pongan su empeño en procurar que se pierdan la pala y la tierra para quedar indemnes y limpios. Salvar el culo es lo único que les preocupa. La verdad les queda demasiado lejos.

domingo, 17 de marzo de 2013

AQUELLA GUERRA DE IRAK

Es difícil ir contracorriente cuando desde los poderes políticos, mediáticos y fácticos se empeñan en marcar el relato de la oficialidad. Aun cuando la contestación social, cada vez más destacada, manifieste lo contrario con sonora vehemencia cuesta trabajo desmentir ese relato oficial. Sólo el tiempo concluye dando la razón. Eso ocurrió con la guerra de Irak. Las manifestaciones del ‘No a la guerra’, de gran transcendencia mundial, no impidieron que la guerra emprendida por el ‘Trío de las Azores’ estallara y continuara hasta generar la destrucción masiva de vidas y ciudades que conocemos en aquel país. Pero el tiempo ha dado la razón a esos manifestantes que protestábamos contra una guerra ilegal, injusta y basada en la mentira.

Se cumplen diez años de la invasión de Irak. Cuando uno echa la vista atrás tiene la sensación de haber pensado y escrito sobre ella tanto como con lo estoy haciendo sobre la crisis económica que ahora padecemos, y que tanto nos obsesiona. También esta crisis tiene su relato oficial (control desmesurado del déficit, ciudadanos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades) que difiere de la contestación que continuamente vemos en la calle. El tiempo también dará la razón a los que nos manifestamos por entender la crisis como una manipulación, una mentira y un engaño. Estamos convencidos que hasta que Alemania no recaude lo prestado no se acabará la crisis. Es la estrategia del poder oficial que nos tiene sometidos al engaño continuo.

La guerra que el ‘Trío de las Azores’ desencadenó en Irak no fue otra cosa que eso, una guerra para matar personas, basada en la mentira, como han demostrado los hechos. Alrededor de ella se concentraron muchos intereses: unos, de política nacional e internacional; otros, de interés personal. El petróleo y la posición geoestratégica en la zona, entre los primeros. Y olvidémonos de democracia para un país, de efusivas intenciones de salvación de un pueblo oprimido, de búsqueda de nuestra seguridad. Pensamientos tan nobles como fácilmente manipulables. En lo personal: Bush, entre otras razones, quiso vengar el atentado que perpetró Sadam Husein a su ‘papaíto’; Aznar, pretendió convertirse en líder mundial (incluso le cambió la voz y el acento, se hizo más hombre, hablaba tejano y, luego, dio conferencias en inglés donde ofreció su interpretación del mundo); y Blair, ¿qué quiso Blair?, aún no sé qué pretendió este señor que, después de pringarse con dos neoliberales, se ha hecho rico tras abandonar el poder. Él que parecía la gran esperanza de la izquierda con su ‘tercera vía’.

La invasión de Irak fue una guerra sustentada en el engaño. Ni había armas nucleares, ni había amenaza terrorista para Occidente. Luego, con ella, sí la ha habido de verdad. La guerra sirvió, de camino, para montar un gran negocio para empresas y apegados al poder. Y la guerra alcanzó un nivel de privatización como nunca había existido. Se privatizó hasta la tortura.

Las guerras son eso: guerras. Hay barbarie y muerte. No esperemos otra cosa de una situación anómala en la que se producen excesos (ahora hemos conocido los cometidos por soldados españoles en Irak). En ellas pierde casi todo el mundo, menos los que hacen un gran negocio. Deberíamos tener, para al menos resarcir a los millones de víctimas (muertos, refugiados y perseguidos) que se producen en las guerras, un mecanismo de respuesta inmediata: la persecución judicial de esos pocos que las provocan. Así, los tribunales internacionales deberían estar persiguiendo de manera inmediata a todos los que alguna vez declararon una guerra en este mundo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

EN LA BIBLIOTECA MUNICIPAL ‘FRANCISCO AYALA’ DE GRANADA

Como si fuera una imagen de otro tiempo, los espacios en las ciudades y los pueblos destinados a la cultura están perdiendo cierta exclusividad. Con la llegada de la democracia se prodigó la creación de grandes espacios culturales. La cultura necesitaba más lugares y mejor repartidos para fomentarla. Una de esas apuestas fueron las casas de la cultura, pero con el tiempo en muchos casos no se ha sabido, o no se ha podido, mantener el objetivo para el que se crearon. En muchos lugares se han convertido en espacios multiusos, cuando no, simplemente han dejado de funcionar.

En los años de la burbuja inmobiliaria, entre otras fiebres, también se padeció la de construir grandes espacios culturales, dotados de una magnificencia a veces desmedida, en poblaciones que a duras penas eran capaces de sostener una programación cultural, siquiera con eventos eventuales. Se contagió el mismo espíritu de megalomanía con el que se construyeron otras obras públicas inservibles. Se pretendía presentar la cultura con ‘letras mayúsculas’, cuando con ‘letras minúsculas’ tiene suficiente. Esos lugares que en principio eran como una gran apuesta por la cultura para toda la sociedad en muchos casos lo único que han propiciado es el efecto contrario: el distanciamiento de grandes sectores de la población, incluidos los niños y los jóvenes. Es como si estos lugares no estuvieran hechos a su medida.

Frente a estas apuestas, más o menos fallidas, las bibliotecas municipales, incluso las escolares en pequeñas poblaciones, con la modestia que siempre las ha caracterizado, han seguido estado ahí, manteniendo inalterable la razón de ser. Probablemente porque parecen estar hechas más a la medida de la toda la gente: de los niños, de los jóvenes y de cualquier persona que aspire a mantener vivo su espíritu de lector.

El pasado lunes celebré un nuevo encuentro con un grupo de lectores de La renta del dolor, esta vez en la Biblioteca Municipal ‘Francisco Ayala’ del Zaidín (Granada). Antes de verme con el grupo visité, acompañado por Pedro, su director, las instalaciones de esta nueva biblioteca. Me quedé gratamente maravillado de las dependencias, así como de la actividad que había desplegada en su interior. Dotada con salas de lectura según edades, espacios para el estudio, espacios interactivos para el fomento de la lectura, me di cuenta que en ella sí tiene cabida cualquier tipo de persona. Y me agradó ver cómo padres y madres compartían con sus hijos la lectura de los libros en salas preparadas al efecto.

Después de esta apresurada visita me reuní con los lectores. El encuentro fue muy gratificante. Un extraordinario ambiente literario se adueñó al rato de comenzar del ambiente, y pronto empezó el torrente de intervenciones sobre las impresiones que les había causado la novela. El personaje de Matilde Santos y las circunstancias de la Granada de aquellos años sesenta acapararon buena parte de las intervenciones. Al salir pensé: ¡Qué bien, las bibliotecas municipales siempre las tendremos cerca!

domingo, 3 de marzo de 2013

CRISTINA VIÑES MILLET, HISTORIADORA DE VOCACIÓN

Hay cosas a las que a uno le resulta difícil acostumbrarse. Y más si se trata de la muerte de personas que han jugado un papel importante en alguna parcela de nuestra vida. Hace una semana falleció la historiadora Cristina Viñes Millet, e intuyo que va a ser difícil que me alcance con ella el olvido. Fue mi maestra, la que guió mis primeros pasos como historiador, mostrando siempre una exquisita paciencia y enorme predisposición para afrontar mis consultas y las dudas que enmarañaban mis escritos. Investigué la historia de Granada guiado de su mano, y si acaso alguno de mis trabajos alcanza cierta enjundia es porque ella supo ponerme en la senda del buen hacer. Su magisterio me permitió convertirme en un historiador que ha valorado siempre el rigor, la sobriedad, la tenacidad, la precisión y la consulta fidedigna de los datos en cualquier trabajo de investigación histórica. Fue mi profesora, mi directora de tesina y de tesis doctoral, mi mentora, y hasta mi amiga. De ella recibí siempre sabios consejos al acometer algunos de mis trabajos de investigación y su inestimable paciencia para leerlos y releerlos antes de su publicación.

La ciudad de Granada le debe mucho a la profesora Cristina Viñes. Probablemente estemos hablando de la mayor investigadora y conocedora de la historia de la Granada contemporánea. Sus trabajos sobre la Granada decimonónica, sobre la Alhambra, sobre personajes como Melchor Fernández Almagro o sobre los viajeros que nos visitaron en el siglo XIX y XX son, sin lugar a dudas, excelentes referentes para quien pretenda investigar en la historia de Granada. Ella llevó a cabo una recopilación de fuentes impresas y bibliográficas que son un instrumento de enorme valor para aproximarse a la investigación de la historia granadina. Cristina hizo gala de una tenacidad encomiable en su labor de investigadora, desvelándonos que sin duda se trataba de una historiadora de vocación. Toda su obra está impregnada de rigor, seriedad, análisis preciso, amplia base de consulta documental y de una excelente redacción. Cualidades de enorme valor para un historiador, que he tratado de aprender y seguir de ella.

Durante más de una década ha presidido el Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino. Su incansable labor al frente de esta institución de honda raíz histórica permitió mantenerla a flote, a pesar de las difíciles circunstancias y de que los tiempos no han acompañado. Actualmente era presidenta honoraria de la institución.

Tampoco puedo olvidar que Cristina compartió el proyecto de Matilde Cantos cuando yo andaba con la edición de las Cartas de doña Nadie a don Nadie. Y que ella se ocupó de que Matilde Cantos representara a Granada en la exposición que se promovió en Andalucía con motivo del 75 aniversario del voto de la mujer.

Gracias por la paciencia que siempre me mostraste. Gracias por tenerte cerca cuando me surgían las dudas en mis investigaciones. Gracias por guiarme por el camino de la honestidad en el trabajo de historiador. Mi gratitud siempre estará ahí.