En el del Museo Reina Sofía el cine tiene presencia. Al pasar esa especie de túnel del tiempo que es la pasarela que une los edificios Sabatini y Nouvel, la primera sala a la que se accede sorprende al visitante con las imágenes de La batalla de Argel (1965). Es un espacio dedicado a la descolonización del continente africano. En este proceso de cambio se concentra una parte muy importante de la historia del siglo XX.
En el momento de acceder a ella se proyectaba la parte de la película en que un gendarme francés lanza proclamas contra el FLN y propaga las bondades de una Francia paternal y colonialista. Continúo la visita en espacios contiguos a la sala. No veo ya las imágenes pero me acompañan los gritos de los gendarmes, los ruidos de los fusiles, los pasos sonoros de las botas de los soldados, los estruendos de los disparos. Un poco después vuelvo a ponerme frente a la pantalla, ahora se relatan unos días de huelga que lleva a cabo la población argelina. La potencia colonial utiliza el poder de persuasión a través de la propaganda, pero también el poder de la fuerza bruta, para acallar las protestas y para obligar a los comerciantes a que abran las tiendas. A toda costa se intenta que Argel recobre una normalidad impuesta.
Fue un tiempo (años cincuenta, sesenta y setenta) de revoluciones en muchas zonas del planeta que no estaban dispuestas a seguir sometidas a una potencia colonial, a un tirano o a un dictador. Todo en una época marcada por la tensión y la polarización del mundo en dos grandes bloques (comunista y capitalista), en que se divide tras la segunda guerra mundial.
Fue un tiempo (años cincuenta, sesenta y setenta) de revoluciones en muchas zonas del planeta que no estaban dispuestas a seguir sometidas a una potencia colonial, a un tirano o a un dictador. Todo en una época marcada por la tensión y la polarización del mundo en dos grandes bloques (comunista y capitalista), en que se divide tras la segunda guerra mundial.
Muchas de las ilusiones puestas en aquellas revoluciones hoy se han truncado. Fiasco de la revolución cubana. Fiasco en muchos países africanos que nacen de las antiguas colonias. Fiasco en zonas del sudeste asiático. Fiasco en países surgidos en el mundo árabe. Dictadores, tiranos, sátrapas, casi todos sanguinarios, violación de derechos humanos, racismo, miseria, falta de oportunidades. Mal legado el que dejaron las metrópolis, que para sí gozaron de democracia, derechos humanos, prosperidad económica…
Después vinieron revoluciones en América Latina. Y mismo resultado.
Hoy vivimos otra oleada revolucionaria, la de los países árabes. Resisten los dictadores y los militares. El pueblo lucha y paga con su vida. A trompicones, con lentitud, sangrientas, plagadas de muerte, las revueltas van dando pasos hacia su aspiración democrática.
Han pasado cuatro décadas desde la independencia de Argelia y aún siguen escuchándose gritos, ruidos de fusiles, pasos sonoros de las botas de soldados, estruendos de disparos.