viernes, 31 de julio de 2009

TUTELADOS

En los tiempos que corren, donde prevalecen los principios de libertad y autonomía, contradictoriamente es cuando se exige mayor tutela al Estado.
Los últimos estudios acerca de los rayos UVA concluyen en que son perjudiciales para la salud. Hasta el punto que su uso puede provocar cáncer de piel.
No sé qué va a ser ahora de toda esa legión de idólatras del cuerpo que lucen espléndidos bronceados en pleno invierno.
Pero eso ahora no me preocupa. Lo que me llama la atención en esta notica que difundió la prensa es que se diga: “Sanidad no va a adoptar medidas contra los UVA a pesar de su máximo riesgo cancerígeno”.
Y me pregunto: ¿por qué la prensa no apela a la responsabilidad de los ciudadanos y lanza ese mensaje velado de que nos lo tienen que dar todo hecho?
Realmente no sé dónde queda la responsabilidad de cada uno de nosotros. De la prensa, incluida. Convertida las más de las veces en órgano portavoz de los partidos políticos. Ni que estuviéramos en el siglo XIX.
Estoy en este momento en la terraza de un restaurante en la costa, escribiendo esta entrada de blog, frente a mí veo a cientos de personas en la playa. Están boca arriba a pleno sol. No acierto a ver desde aquí si se han puesto protección o no. Mi vista está cansada, pero ni aunque fuera la de un lince lo advertiría. Ni me interesa comprobarlo.
La gente sabe que cualquier agresión sobre nuestro cuerpo, por vía cutánea, respiratoria, digestiva o sanguínea, y si me apuran intelectual, es perjudicial.
Bien está que las autoridades estén pendientes de la ciudadanía, que les prevengan de los riesgos, pero no queramos que nos pongan un ángel de la guarda a cada uno. Pienso que somos ‘grandecitos’ para asumir las consecuencias que se derivan de una mala práctica tomando el sol en la playa o los rayos de esos inventos diabólicos, consumiendo drogas, conduciendo un coche o tomando una copa de más.
La irresponsabilidad me subleva. Nos sentimos autosuficientes, pero cada vez exigimos más a las autoridades que nos tutelen.
¡Pues no, mire usted! Sea usted responsable.
Sé que un político sería incapaz de decir esto. Probablemente porque está amordazado por el propio juego político. Una licencia que me puedo permitir en este momento.
Sigo viendo a la gente tomando el sol, y éste pica hoy especialmente. Créanme. Ya sigo al buen recaudo de los toldos de la terraza del restaurante.
Allá cada uno con su responsabilidad.

sábado, 25 de julio de 2009

EL VALOR DE LAS INSTITUCIONES Y LA SALUD DE LA DEMOCRACIA


Las instituciones deben estar por encima de quienes las representan. Constituyen el armazón sobre el que se construye un Estado democrático. Y su existencia está avalada por la soberanía popular.
Sírvannos estas palabras como premisa acerca del valor que las instituciones han de tener hoy día en la España democrática.
A la vista de ello, lo menos que hay que exigir a los que las representan es que estén a la altura de su significación dentro de un Estado de derecho. La salud democrática se mide muchas veces por el funcionamiento de sus instituciones.
El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) debía haber emitido el correspondiente informe preceptivo sobre el proyecto de ley de Salud Sexual y Reproductiva e Interrupción Voluntaria del Embarazo, que en los últimos meses ha acaparado la atención de la sociedad española.
El voto de su presidente, Carlos Dívar, ha sido determinante para que no prosperase el informe en el Pleno, por lo que el proyecto de ley seguirá el trámite parlamentario sin dicho informe.
El CGPJ tiene entre sus funciones informar desde presupuestos técnico-jurídicos fundados en derecho. Y lamentablemente el señor Dívar se ha dejado llevar por sus posicionamientos ideológicos y/o religiosos.
Confundir las instituciones con nosotros mismos es uno de los riegos que corre la democracia. Y esto es lo que parece que prima en instituciones donde sus miembros, en este caso vocales del Consejo, son incapaces de separar sus ideas políticas o religiosas, mezclándolas a la hora de dirimir el sentido de su voto.
Se sabe que esto puede ser difícil, porque al final somos un todo indivisible, pero en este caso, como entre los jueces y cualquier otra profesión donde la ecuanimidad es un principio básico, hay un factor que debe primar por encima de todo: la profesionalidad. Uno actúa como debe, no como quiere.
Con comportamientos como el del señor Dívar se desvirtúa el funcionamiento de la democracia. A mi juicio, España todavía necesita dar importantes pasos para afianzar su democracia. Le falta camino por andar. Es necesario, por ejemplo, potenciar la laicidad del Estado, se sigue teniendo en algunos sectores sociales una notable confusión entre Iglesia y Estado. Como también es preciso superar prejuicios del pasado, como la controversia en torno a la recuperación de la memoria histórica, donde hay sectores que padecen repentinos salpullidos cuando se habla de este tema o se dice de excavar una fosa. Recordemos que todavía hay quien no ha censurado el régimen franquista.
Todo esto constituye una cuestión de salud democrática. Y considero que aún debemos seguir trabajando por ella en España. Últimamente hemos visto rebrotes muy serios de los sectores más reaccionarios de la sociedad española enarbolando ‘banderas’ que los transportaban a añoradas épocas pasadas.
En la búsqueda de esta buena salud democrática, las instituciones tienen que estar a la altura de lo que se espera de ellas. Y lo ocurrido con el voto del presidente del CGPJ ha sido un golpe bajo a la democracia. No se puede votar desde las creencias personales sino desde la profesionalidad y el rigor técnico-jurídico.
Estamos en un Estado no confesional y democrático de derecho, el que consagra la Constitución. Que no se nos olvide.
Alguien como el señor Dívar, de reconocida y exhibida significación religiosa, sin duda legítima, no puede estar presidiendo una institución democrática que exige ecuanimidad y rigor técnico. En un Estado de derecho la ley está por encima de las ideas religiosas.
Para hacer oposición moral o ética a proyectos de leyes, como éste del aborto, ya está la Conferencia Epicospal. Y dicho sea de paso, en el funcionamiento del Estado de derecho poco tiene que decir. O quizás sí, lo mismo que usted o yo.
Ahora se confirma lo que se barruntó en su momento: la elección de Carlos Dívar como presidente del CGPJ no fue un acierto. Quizás se imponga ya la necesidad, apuntada desde hace tiempo, de elegir los vocales del Consejo con otra fórmula en la que exista menos influencia de los partidos políticos.
La salud de nuestra democracia demanda que las instituciones se rijan por criterios más constitucionales y menos partidistas.

martes, 14 de julio de 2009

DESFALLECER


En los últimos días he pasado por la experiencia de someterme a un ayuno progresivo durante cuarenta y ocho horas. No ha sido por mi gusto. Respondía a la exigencia de una prueba médica. Al mismo tiempo he tenido que tomar una medicación que agravaba aún más el estado de mi organismo, debilitándolo y restándole fuerzas.
Paralelamente en los informativos de televisión del domingo, cuando mi particular travesía en la privación de ingerir alimentos estaba en su ecuador, daban la noticia de que un cayuco llegaba a la isla canaria de El Hierro con un inmigrante fallecido. Las imágenes de los que eran atendidos por miembros de la Guardia Civil y Cruz Roja mostraban a hombres altos, jóvenes y fuertes que a duras penas podían mantenerse erguidos. La inanición, el desgaste físico, el cansancio o la deshidratación los convertían en seres débiles e indefensos.
Sirva esta noticia como botón de muestra de las que a diario ocupan páginas y horarios en los medios de comunicación. Las que dan fe de la trágica travesía del océano y de las hambrunas que asolan grandes áreas del planeta.
La experiencia clínica me ha servido para sentir en mis carnes, a una escala muy inferior, algunos de los efectos físicos que afligen a esos jóvenes que cruzan el océano en busca de una oportunidad para su vida.
Pero no sólo se trata de efectos físicos, los que afectan a la mente son quizás más nocivos. Cuando tu organismo no tiene fuerzas, tu mente se debilita igual.
Te cansas pronto, coordinas peor los movimientos, te invade la apatía, te sientes sin fuerzas para realizar muchos de los gestos cotidianos que hacemos sin esfuerzo: vestirse, subir un escalón, extraer la vajilla del lavaplatos… Desfalleces física y mentalmente.
Al cabo de dos días volví a la normalidad, es decir, a esa vida cómoda donde están cubiertas todas las necesidades.
Mi experiencia obviamente no es comparable al experimento del doctor David Rosenhan con los fingidos enfermos de psiquiátrico. Y mucho menos a la de esos infelices que cruzan el océano y cuyo destino puede ser la repatriación, en el mejor de los casos, y cuando no la muerte. Para ellos, queda lejos la anhelada vida cómoda que les impulsa a subirse en el cayuco.
En estos días de privación de alimento, pero no de agua, de comodidad hogareña, de nulo riesgo, de protección, de placidez… al menos la experiencia me ha dado para reflexionar algo más de lo que habitualmente nos permite nuestra vida tan ajetreada y tan ocupadísima, con tantas ‘cosas importantes’ por solucionar.
Y es que mientras otros luchan cada día por la supervivencia en el estado más primitivo del término: aprovisionarse de algo para llevarse a la boca. Nosotros luchamos por sobrevivir en la sociedad de la opulencia, eso sí, en una carrera por alcanzar todo lo superfluo que se nos antoja vital.
Aquí, lo que les preocupa a los otros, nosotros lo tenemos garantizado. Quizás por eso también lo tenemos menos valorado.

miércoles, 8 de julio de 2009

EN LA CORRUPCIÓN, ¿ES CUESTIÓN DE AGUANTAR?


Entre los juegos acuáticos que proliferan entre los niños está el de retarse a ver quién aguanta más la respiración bajo el agua. O eso al menos era lo que hacíamos nosotros cuando éramos niños y nos bañábamos en la poza de un río o en la piscina Miami.
Hoy, la verdad, es que uno no sabe bien a qué juegan los niños o a qué no juegan. O quizás, sí lo sabe, pero es mejor dejarlo para otro momento de análisis.
Éste es el divertimento al que parece que están abonados últimamente nuestros políticos. Y por lo que estamos viendo, los que más aguantan son los del Partido Popular. Los populares son capaces de aguantar horas y horas, días y días, semanas y semanas y hasta meses y años. Lo que temo es que si en el ambiente hay olores fétidos cuando vuelvan a inspirar se les van a llenar los pulmones de una pestilencia que va a quedar impregnada en su pituitaria durante muchos años.
Del PSOE salieron a las primeras de escándalo el ministro Bermejo o el director del CNI. Se ve que los socialistas aguantan poco la respiración.
Pero todo indica que los del PP son los campeones en aguantar. Con esa trama de Gürtell, ‘correas’, ‘bigotes’, tesoreros, ‘frabas’, trajes por la ‘jeta’ para el curita Camps… aguantan que te aguantan. Tienen una fortaleza de titanes y los pulmones de una sirena.
Y ahora, ahí los tienen ustedes: todos hechos una piña alrededor de Francisco Camps o de Bárcenas. Me parece muy bien que se arrope a un líder político, pero lo que no me parece tan bien es que se haga como respuesta a una investigación judicial con visos de imputación. ¿Es que se pretende hacer una demostración de fuerza para intimidar a alguien?
Lo que espero es que el día que reviente la piña que nos coja a los ciudadanos a buen recaudo, no sea que nos salpique la podredumbre que pudiera haber.
Pregunto, por si acaso estoy despistado: en la corrupción, ¿es cuestión de aguantar?
Muchas veces pienso que los ciudadanos tenemos los políticos que nos merecemos, porque cuando un político es artífice de un caso de corrupción veo a muchos que salen en defensa del susodicho.
Ahora que recuerdo, cuando éramos jóvenes también jugábamos a aguantar el pedo más gordo, incluso lo quemábamos, ¿estarán los populares jugando a algo parecido?
Perdón por el tufillo escatológico que me ha salido hoy.

jueves, 2 de julio de 2009

EL PROFESOR MARCA LA DIFERENCIA


Hubo un tiempo en España en que una nueva pedagogía abrió los ojos del conocimiento a los jóvenes de este país. La II República quiso formar maestros y maestras bajo los principios de una escuela activa basada en la experimentación y el contacto con el conocimiento.
Inspirado en aquella filosofía educativa, tuve ocasión en una visita por razones del cargo que ostentaba entonces, de tener entre mis manos el cuaderno de un maestro republicano. Estaba primorosamente escrito e ilustrado, con dibujos al natural de elementos de la fauna y de la flora del entorno. Aquel cuaderno irradiaba el mejor espíritu de la profesión de maestro y estaba confeccionado con esmero y cariño para a quienes iba dirigido: sus alumnos.
A veces se necesita muy poco para hacer mucho.
Recientemente se ha publicado el informe TALIS (Teaching and Learning International Survey) de la OCDE, un estudio internacional sobre las condiciones de enseñanza y aprendizaje realizado en 23 países, entre ellos, España. Este estudio viene a aportar otra perspectiva acerca de los factores que pueden explicar las diferencias en los resultados de aprendizaje del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA).
En las conclusiones se habla, entre otras, de que cada uno de tres profesores que trabaja en un centro, a juicio del director, tiene falta de cualificación. O que la ausencia de equipamiento adecuado y de apoyo educativo son obstáculos que dificultan una enseñanza eficaz. Se hace también alusión a problemas como el absentismo o la falta de preparación pedagógica del profesorado. Incluso los propios profesores a menudo no se consideran suficientemente preparados para enfrentarse a los desafíos que se les plantean (TIC, heterogeneidad de los grupos clase, atención a alumnado controvertido). Asimismo uno de cada cuatro profesores dice perder al menos un 30 % de su tiempo lectivo por el comportamiento perturbador de los estudiantes o por tareas administrativas.
TALIS destaca que un desarrollo profesional mejor y más orientado a los objetivos constituye uno de los caminos hacia la eficacia.
Pero no olvidemos que hay también muchos profesores que aceptan los desafíos y buscan activamente avanzar en su profesión.
A la sociedad en general y a la Administración educativa en particular cabría decirles: “tenga usted buenos docentes y tendrá garantizada una buena calidad de la educación”.
Estamos convencidos de que el profesor marca la diferencia en la calidad educativa.
La habilidad del profesor es clave para imponer un buen clima de trabajo y la propia disciplina en clase. En un mismo centro hay quien tarda dos minutos en que sus alumnos alcancen buena predisposición para el trabajo; mientras que otros necesitan la mitad del tiempo del horario lectivo, cuando no la totalidad. Algunos ni siquiera lo consiguen.
La organización escolar en España presenta una estructura que resulta inamovible: los alumnos se agrupan por grupos y un profesor se pone al frente del mismo. Con tal organización, el maestro y el profesor adquieren un destacado liderazgo en la mayoría de las tareas que se acometen en el aula. Por tanto, su papel alcanza una inevitable relevancia en la mayoría de los procesos educativos.
“La calidad de la enseñanza de un país no puede ser mayor que la calidad de cada uno de sus profesores”, aseguraba el secretario general de la OCDE, el mexicano José Ángel Gurría, al presentar el informe TALIS.
Los alumnos suelen variar su comportamiento según el contexto donde se sitúan. Dependiendo de éste, así actúan. El contexto debe estar controlado por el profesor. Lo alumnos no deben imponer sus pautas en los contextos donde trabajan. En todo caso, se les debe dar participación para que aporten mejoras.
Con buenos docentes, el éxito escolar estaría garantizado en nuestro país. Con un buen desarrollo profesional de la práctica docente, también.
Cuidemos a los docentes, formemos a los docentes, exijamos profesionalmente a los docentes. Ellos marcan la diferencia.