Esto
de las redes sociales tiene sus ventajas. Todo no es ese uso miserable que
apreciamos, plagado de informaciones tóxicas, mentiras, bochornosas
acusaciones, descalificaciones a personas..., y más cosas que seguro sabéis. Las
redes sociales son parte activa de nuestra forma de comunicarnos, de lanzar
mensajes más o menos bienintencionados y un factor a tener en cuenta en la
educación, por su capacidad de influir sobre todos nosotros y, especialmente,
sobre nuestros jóvenes. Fue a través de Facebook, estando estos días de puente en
Madrid, como me enteré de que en la sede de la Fundación Francisco Giner de los
Ríos había una exposición, “El maestro de la España moderna”, en torno a la
figura de Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza, en
el centenario de su muerte. También las redes sociales ayudan a conocer noticias,
que de otro modo hubieran pasado inadvertidas. Esta de la exposición me proporcionó
un plan que no tenía en esta ocasión, y que siempre me busco (museos, librerías...)
cuando voy un par de días a Madrid, en esas escapadas sumamente gratificantes para
estar con los hijos y el nieto.
La
Institución Libre de Enseñanza fue una de las instituciones decimonónicas que despertó
en mí un gran interés cuando estudiaba Historia Contemporánea. Antes había
estudiado Magisterio, de modo que el mundo de la educación fue en ese tiempo de
formación el que configuraba mi universo de intereses y el principal anhelo
profesional. Con la licenciatura de Historia ampliaba estudios también en un
campo que desde años atrás había despertado mi curiosidad: la investigación
histórica. Incluso hubo algún momento en que quise escribir algo sobre la
educación en la España de los siglos XIX y XX con la Institución Libre de
Enseñanza como telón de fondo. Había leído, entre otros, la monografía de Cacho
Viu La institución Libre de Enseñanza
o el interesante libro de Tuñón de Lara Medio
siglo de cultura española, 1885-1936, sobre todo ese capítulo dedicado al krausismo
y la Institución Libre de Enseñanza, y aquello, unido a mi vocación por la
educación, despertó en mí un interés investigador, aunque nunca llegó a materializarse.
El
sábado por la mañana la temperatura era gélida en Madrid, pero me ilusionaba
saber que volvería a tomar contacto con uno de mis viejos recuerdos
universitarios. Al llegar a la Fundación Francisco Giner de los Ríos, tengo que
confesar que me sorprendió la estética exterior del edificio que la alberga,
con una fachada ocupada por un tupido enrejado de barras verticales con
vocación de enjaulado, y que ha recibido en 2015 el primer premio del Colegio
de Arquitectos de Madrid. La exposición se sitúa en el sótano de uno de los
edificios del conjunto arquitectónico. Fui pasando por cada espacio diseñado
para mostrar cada momento de la historia de la Institución Libre de Enseñanza a
través de imágenes y documentos, desde los orígenes (1863-81) a la construcción
del proyecto ‘institucionista’ entre 1882 y 1906, y la etapa de plenitud hasta
el inicio de la guerra civil, con el posterior exilio y la reciente recuperación
del legado. A ese recorrido evolutivo se sumaba la implementación del proyecto
educativo en diversas realidades, en las que se plasmó su pensamiento educativo,
como aprender haciendo, enseñar en contacto con la naturaleza, las colonias de
vacaciones o el concepto de educación integral, conformando todo esa máxima de 'educación
y no instrucción'.
La
muestra reúne imágenes del propio Giner de los Ríos y los coetáneos con los que
colaboró en la tarea de impulsar una nueva educación en la España del final del
siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Fotos, libros, correspondencia..., que
ponen de relevancia el papel de Giner de los Ríos y el de la institución que
marcó un hito en el panorama educativo y cultural de la España de ese tiempo.
En la muestra se incluyen asimismo algunos documentales de Val de Omar sobre
las misiones pedagógicas y otras escenas de centros educativos.
En
el siglo XIX, España era un país con un atraso secular. La revolución industrial
llegaba tarde y no a todo el territorio nacional, y las ideas liberales hubieron
de rivalizar con un pensamiento político conservador, incapaz de soltar el lastre
de ciertos modos de proceder del Antiguo Régimen. La educación era una de las
alternativas para modernizar España, pero aún así hubo intelectuales de
sentimiento regenerador, como Joaquín Costa, que pensaban que lo que hacía
falta era un líder que guiara a España a la modernidad; mientras otros, como Giner de
los Ríos, consideraban que lo que hacía falta era un pueblo maduro, culto y educado,
que solo así llegaríamos a avanzar a la modernidad y a una sociedad más
justa. En esta creencia se encierra gran parte del espíritu de la Institución
Libre de Enseñanza, que también entraría en colisión con actitudes retrógradas
como la que promovió el Gobierno del general Narváez de prohibir la enseñanza de
la teoría
darwinista o las doctrinas contrarias a la Iglesia o la Monarquía,
y que supuso la expulsión de sus cátedras de varios profesores universitarios.
Giner
de los Rios, rondeño de nacimiento, fue pedagogo y filósofo, discípulo de Sanz
del Río, introductor del krausimo en España. Ambas figuras fueron claves para
entender el pretendido giro que quería darse a la educación, hasta entonces monopolizada
por la Iglesia, con un pensamiento que apostaba por una enseñanza activa donde
el aprender haciendo era un modo de romper con la enseñanza meramente
instructiva y memorística… 'El Sócrates español' fue como lo bautizó Miguel de
Unamuno, un halago que sin duda nos hace comprender el alcance de esta figura en
la historia de la educación de nuestro país.
La
Institución Libre de Enseñanza, materialización de la filosofía y el esfuerzo
de Giner de los Ríos, se fue extendiendo con otros proyectos (Residencia de
Estudiantes, Junta para la Ampliación de Estudios, Museo Pedagógico, Centro de
Estudios Históricos...) hasta componer el universo pedagógico, científico y
humanista que conocemos. Sin dejar de ser un factor innovador para la educación
en España, tuvo obviamente ese carácter elitista en una sociedad con unas tasas
de analfabetismo que superaban el setenta por ciento. Lamentablemente, este
impulso educativo no llegaría a tener un reflejo en la escuela española hasta
bien avanzado el primer tercio del siglo XX, sobre todo en la II República.
En
aquella España la modernidad que se asentaba en Europa llegó demasiado tardíamente
y no sin reticencias, y en educación la nueva pedagogía también resultó complicado
que llegara a la escuela. Después pasaron cuarenta años de dictadura y todo lo
que tuviese relación con la Institución Libre de Enseñanza quedó proscrito y
represaliado. Aquel espíritu de renovación de la educación española es el que se
ha tratado de recuperar con la democracia, pero mucho me temo que todavía no ha
cuajado en toda su extensión en la escuela. Eso es lo que me duele.