lunes, 14 de agosto de 2023

LAS OLAS DE CALOR*


 

Los veranos de antes tenían sus serpientes de verano. Ya ni siquiera los fichajes del mundo del fútbol, con noticias nuevas cada día, nos sirven, y mira que ponen empeño los periodistas deportivos por trastear en esos fichajes de Mbappé, Dembélé o Ramos, e ‘ilustremos’ con tantas noticias alrededor de ellos o de sus novias en bikini, bronceándose en las playas de Ibiza, ¡que todo vale!

Adiós a las serpientes de verano, ahora se estilan las olas de calor, capaces de abrir telediarios, informativos de radio y portadas de la prensa. Lo del cambio climático nos tiene desconcertados, tiene tantos sesudos defensores como detractores. No sé si nos hemos vuelto unos quejicas incapaces de soportar este ‘calorcillo’. Como pasará cuando llegue el frío. Anda que no me acuerdo de aquellos veranos, cuando las cigarras no paraban de cantar; o de los inviernos, cuando nos tirábamos con un plástico por una pendiente helada.

Seguramente el efecto más pernicioso de las olas de calor para nosotros sea que se nos ‘derrite’ el cerebro, como le pasa a los glaciares del planeta, a poco que no nos pongamos una gorra, sombrerito de paja o una pamela. Menos mal que tenemos la tele, la radio o el periódico para que nos den consejos de cómo combatir las olas de calor. Que dicho sea de paso, hay que agradecer.

El verano tiene muchos beneficios para nuestro organismo. También para nuestro cerebro. “A más horas de sol, mayor producción de serotonina, lo que afecta positivamente a nuestro estado de ánimo. La luz solar estimula la producción de la conocida como ‘vitamina del sol’, la vitamina D, con múltiples beneficios para la salud”. Aunque no todo son alegrías, y es que a partir de los 40ºC nuestro cerebro no funciona correctamente (a veces, ni siquiera hace falta tanta temperatura para ello). No lo digo yo, que soy un mero ‘opinador’, lo dice José Ángel Morales, doctor en Neurobiología e investigador del Departamento de Biología Celular de la Universidad Complutense de Madrid. Que para eso he mirado internet, para documentarme. Y es que los seres humanos somos homeotermos; así, como suena. De modo que gracias a nuestro hipotálamo, región del cerebro que regula la temperatura, somos capaces de mantener una temperatura constante de unos 37ºC, independientemente de la temperatura ambiental. Pero cuando el cuerpo alcanza altas temperaturas, el hipotálamo deja de funcionar correctamente y no controla nuestro sistema natural de enfriamiento: la transpiración. Y se puede sufrir un golpe de calor, se altera la atención, el equilibrio o el sueño. Vamos, que pasamos al estadio de ser un puro desastre, porque en nuestra comunicación cerebral los impulsos nerviosos tardan más en propagarse, y nos volvemos más lentos, “más cansados y apáticos. Todo esto afecta a nuestro estado de ánimo, causando irritabilidad y confusión”. 

Da miedo saber qué nos pasa en una ola de calor. Así han venido este verano tantos efectos perversos, despertando el lado más malévolo de nuestro instinto animal (varios asesinatos de mujeres por violencia de género) y dándonos por matar a gente famosa. En qué estaremos pensando, queriendo ‘asesinar’ a José Luis Perales o a Fernando Savater. Ni la música ni la filosofía las respetamos. ¡Las ganas que tenemos de que la gente muera!

En la política, que sigue siendo tan ‘esaboría’, como cantara nuestro juglar del pueblo andaluz, el siempre recordado Carlos Cano, la cosa también pinta mal. Sánchez nos puso unas elecciones generales en plena ola de calor, y así hemos votado, bajo el efecto distorsionador del calor que arrambló con la poca sensatez que quedaba en nuestra mente. ¡Está como para llevarla al psicoanalista Jesús Ambel!

Y ahora, entre pactos de gobiernos autonómicos y constitución del Congreso, no digo nada de la futura formación de Gobierno, no estamos para tantos líos ni para otras gaitas, y es fácil que nos engañen como a incautos palurdos.

Este Sánchez tiene una mente tan perversa que todo lo ideó para urdir, con nuestro cerebro a medio derretir, el plan perfecto para destruir España entre nacionalistas, ultranacionalistas, comunistas, independentistas, etarras, prófugos en Waterloo y otros especímenes que andan sueltos. Sánchez el Perverso, así puede pasar a la historia, o Sánchez el Destructor, que también podría ser.  No sé cómo hemos estado los españoles para impedir que sean Feijóo y Abascal quienes nos gobiernen, tan constitucionalistas como son. Bueno, lo de Vox constitucionalista chirría un poco. Este partido habla de acabar con el Estado de las Autonomías, recogido en la Constitución.

Esto de tener que escribir un artículo tan largo, como me autoimpongo, es parte de la ola de calor, que también debe afectar a mi cerebro, porque ya no sé qué más decir. Menuda nochecita con 26ºC, como para no tener esos síntomas a que se refiere el doctor Morales.

No se me ocurre nada mejor para terminar, que recurrir a Federico. Así que tiraré en esta noche de insomnio, en el momento de dar paso al alba, cuando el silencio maquillado por el frescor de la madrugada da una tregua salvadora hasta rescatar una pizca de lucidez que me devuelva a la realidad, del poema lorquiano Alba: “¡Qué haré yo sobre estos campos / cogiendo nidos y ramas, / rodeado de la aurora / y llena de noche el alma! / ¡Qué haré si tienes tus ojos / muertos a las luces claras / y no ha de sentir mi carne / el calor de tus miradas!”.

 * Artículo publicado en Ideal, 13/08/2023

 

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