martes, 17 de septiembre de 2024

EDUCAR A LOS NIÑOS Y JÓVENES DE HOY*

La educación de niños y jóvenes es una preocupación creciente entre familias y educadores. Solemos escuchar que los jóvenes han perdido el respeto a sus mayores o que se desenvuelven en espacios públicos sin consideración a lo que les rodea. Las noticias de medios de comunicación y nuestra propia experiencia no desmienten que ello no ocurra entre las nuevas generaciones (‘millenials’, zeta o alfa), denominadas cada decena de años por diferencias de comportamiento, actitudes y pensamientos en este fluir vertiginoso de los días a que estamos sometidos. La tarea educativa de familias y escuela es bastante compleja, como lo es una sociedad diversa y con un horizonte inmenso hacia donde dirigir nuestros desvelos educativos.

¿Cómo afrontar hoy el reto de la educación de los hijos y alumnos? Los cambios sociales han provocado en el entorno familiar y escolar nuevas situaciones y experiencias. Desde hace tres o cuatro décadas se ha abierto un panorama de incertidumbre ante los nuevos modos de comportamiento de las jóvenes generaciones. La sensación de vértigo siempre ha existido, pero quizás en el momento presente esté más dimensionada.

Tras la infancia, los niños empiezan a desligarse del camino trazado por padres y educadores, van creando sus propias alternativas. No obstante, hasta ese momento de ‘separación’ también reciben otros estímulos, paralelamente les llegan miles de mensajes intencionados, tácitos o subliminales a través de otros medios de transmisión de conductas e ideas (entorno, televisión, grupo de iguales, redes sociales o plataformas digitales). Cuando los espacios de desarrollo personal trascienden del ámbito familiar se generan nuevos contactos y preferencias. En esta evolución, las redes sociales se han convertido en un universo donde explorar, tan sugerente como peligroso.

Cada generación es educada en unos principios morales y valores diferentes o, acaso, transformados por el tiempo y las nuevas realidades impuestas. Pensar que nuestros hijos van a ser educados con los mismos patrones sociales que tuvimos en nuestra infancia es de ilusos. Las influencias recibidas en las sociedades actuales no lo permiten. Existen nuevos códigos de comunicación y conducta, otras interpretaciones del mundo exterior, que parecen dejar a padres y docentes al margen.

Nuestro tiempo es difícil que tenga vuelta atrás, ni que los niños y jóvenes de hoy se conformen con menos. Como consuelo y remedio de males nos queda la educación de aquellos egos insaciables, con la esperanza de que algunos de nuestros hijos o alumnos puedan convertirse en menos insaciables y más conscientes del abismo a que les conduce la publicidad, el mercado o un esnobismo desmesurado. Padres y docentes sabemos contra lo que luchamos: el individualismo egoísta o hedonista promovido por lo que Victoria Camps denominaba “soberanía del mercado, cuya oferta sin límites estimula la satisfacción inmediata de cualquier deseo”. Y que el profesor Enrique Gervilla lo resumía al decir que todo queda relativizado al sujeto y a cada momento, con una ausencia de sentimiento de culpa, donde es más importante la estética que la ética.

La sociedad posmoderna, que hace décadas se empeñó en convencernos de que era preferible mirar por nosotros mismos antes que por los demás, solo busca transformarnos en nuestra propia república a través de una publicidad samaritana: “Porque tú lo vales”, “Aquí eres el King”, “Destapa la felicidad” o “¡Red Bull te da alas!”. Creemos tener autonomía, pero no decidimos, somos números en la sociedad del hiperconsumo, la autoexplotación o la hispercomunicación, donde, como señala Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto, esta “expulsión de lo distinto genera un adiposo vacío de plenitud”.

Las influencias en la mente de los jóvenes se redefinen continuamente. La ventana al mundo de redes y plataformas, ofertantes de un universo imposible de gobernar, al que acceden de modo exponencial cada vez con menor edad, es inmensurable. Más agentes sociales, más influencias, más mensajes, más caminos con vericuetos que ignoran a padres y educadores, lanzan ofertas directas a esos jóvenes para que elijan en el extensísimo y variado escaparate puesto a su alcance. Un universo de influencias repleto de mensajes encriptados que solo ellos saben descifrar.

¿Quiénes educan a los niños y a los jóvenes en las sociedades posmodernas?

La acción intencionada o no intencionada de educar no es exclusiva de un solo agente, cada vez queda más desfasado el binomio familia-escuela. Para que ambas no pierdan el protagonismo que creemos han de tener, deben estar atentas a todo lo que circunda a hijos y alumnos. Pensar que, si van al cine, a actividades extraescolares, al parque, a divertirse en los artilugios electrónicos, se mueven como seres asépticos, envueltos en una burbuja de cristal, sin afectarles nada externo, es tener una visión miope del mundo actual.

La toxicidad en la información en redes y plataformas digitales es una cuestión tan peligrosa como abominable. Modelos tóxicos, estereotipos infectos, machismo, lenguaje soez, expresiones chabacanas o denigración de la mujer, es lo que ‘alimenta’ intelectualmente a gran parte de nuestra población joven, consumidora de entretenimiento basura, que va configurando su capacidad de decir y pensar, alejándose del conocimiento y el análisis de la realidad histórica y presente ofrecida por la escuela y otros agentes sociales educativos.

Nos ha engullido la trivialización del saber y la cultura, resultando más difícil separar hechos de fantasmagoría, conocimiento serio de rumores y extravagancias. Estos son los referentes de nuestros hijos y estudiantes, los que les educan, no sus padres ni la escuela. Los nuevos púlpitos, multitudinarios, donde se modelan personalidades, han cambiado de oficiantes y predicadores: ‘instagrames’, canciones con letras infames, ‘youtubers’, ‘tiktoker’. 

*Artículo publicado en Ideal, 16/09/2024

** Niño vomitando basura mediática, Banksy

miércoles, 4 de septiembre de 2024

EL DESPERTAR POÉTICO DEL OTOÑO GRANADINO*

 


Uno de los deseos que pediré a este otoño es que Granada vuelva a abrir sus brazos a la poesía, que anegue sus calles, plazas, escaparates y aceras de poemas de Soto de Rojas, Ángel Ganivet, Luis Rosales, Federico García Lorca, Elena Martín Vivaldi, Rafael Guillén, Javier Egea, Antonio Carvajal, Luis García Montero, Ángeles Mora… Que los granadinos y granadinas encuentren en cada recodo de la ciudad versos que les hagan soñar y elevar el ánimo maltrecho a que nos avocan las ingratitudes de la vida y, por qué no, que impulsen a los jóvenes a sumarse al amor y al disfrute de la palabra escrita.

El otoño despierta, septiembre se hace poesía. Y cuando cae la noche, “el corazón desciende / infinitos peldaños, / enormes galerías, / hasta encontrar la pena”, para “ascender de nuevo hacia la luz” y alzarnos a la “resurrección de cada día” a que nos impele José Ángel Valente, porque con la poesía izaremos muchas banderas, esas que nos hagan más humanos, más libres, mejores personas.

La cultura, como valor social, viene a sumar en el anhelado cambio que necesita esta ciudad y la provincia. Probablemente, la cultura y el conocimiento sean el mayor bien público que ofrecen los granadinos al mundo. Desterremos la pasividad, la espera a que sean otros los que nos traigan mejores infraestructuras, transformaciones industriales, inversiones en ciencia... La cultura, como valor propio, innata, cultivada desde el talento y creatividad de los pueblos que la hemos habitado, posee un valioso muestrario de vestigios y huellas históricas. En los próximos meses viviremos de modo especial la construcción de la Candidatura de Granada como Capital Europea de la Cultura 2031, nuestro acendrado tesoro cultural ha de jugar un papel esencial.

Llega septiembre, la poesía se hace viva, el cielo de Granada se abre al espectáculo universal de la palabra y la música, dispuesta a alentar nuestro compromiso más profano, ese que nos concierne como ciudadanos. La poesía es compromiso con el mundo y el ser humano. “Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”. Gabriel Celaya nos brindaba estos versos en La poesía es una arma cargada de futuro. En estos tiempos de convulsión, de insolidaridad, de guerras, de inquina desatada, estos versos han de servirnos para no olvidar la obligación que tenemos con nuestro presente, porque las palabras hechas poesía “Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. / Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos”. Las palabras que nos han de servir para recordar siempre a Federico García Lorca, nuestro Federico.

El preludio poético del otoño granadino, que inaugura la temporada cultural de la ciudad, tiene como referente, desde hace catorce años, el ciclo ‘Poesía en el Jardín’, uno de los ciclos poéticos del Ateneo de Granada, en colaboración con el Centro Andaluz de las Letras. Esta XIV edición pretende llenar, nuevamente, las noches de cada martes de septiembre de la conjunción mágica de la poesía y la música, en un juego delirante para los oídos y las emociones. Los jardines del Cuarto Real de Santo Domingo serán el escenario de cuatro veladas, dispuestas a embaucar a los granadinos.

Los organizadores (Ateneo de Granada, Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Granada y Agencia Andaluza de Instituciones Culturales/Consejería de Turismo, Cultura y Deporte, a través del CAL) pergeñan “Poesía en el Jardín” con el deseo de acentuar la concordia y establecer sinergias entre las administraciones públicas, la sociedad civil y las asociaciones culturales. Asistimos a una nueva apuesta del Ateneo en su afán de seguir promoviendo la gestión y promoción de alianzas y convenios en materias creativas, como en este caso la poesía y la música. Sin duda, este es el camino si pretendemos impulsar la Candidatura de Granada para ser la capital cultural de Europa dentro de unos años. A este esfuerzo se suman la Residencia Universitaria La Corrala de Santiago, el Cuarto Real de la Fundación Albayzín y el Centro Lucini de la canción de autor.

En esta edición el ciclo lo inaugura Manuel Vilas (3 de septiembre), acompañado de Blanca Fernández al violín, con su poesía tan próxima a la vida como comprometida. El siguiente martes, día 10, a la poesía del cántabro Lorenzo Oliván le acompañará la guitarra de Nicolás Medina y el teclado de Walter Sabolo. El 17, Javier Bozalongo y Paula Bozalongo, padre e hija, acompañados del dúo El Oso de Benalúa, guitarra y Tony Molina Moya, guitarra. La última sesión (martes, 24) contará con Amalia Bautista y el dúo musical “Pensires”: Félix Sánchez Montesinos, guitarra y Lucía Manzanas, chelo.

La cultura es un acto de amor y, como escribiera Milan Kundera, “la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica”, eso que configura nuestro modo de pensar y vivir. Con este deseo, la cultura en Granada tiene que seguir creciendo en extensión y calidad, en una tarea que implique a toda la ciudadanía y que interpele a los agentes que intervienen en su promoción para remar en beneficio del interés general.

No pocos han de ser los esfuerzos colectivos que debamos hacer en este sentido. Este objetivo ha de guiarnos en esta apasionante aventura. El Ateneo de Granada, con su espíritu de colaboración intacto, mostrará siempre su disponibilidad para colaborar con las demás instituciones públicas y privadas.

Artículo publicado en Ideal, 03/09/2024

** Granada en otoño, foto de Fermín Rodríguez, Ideal