Granada
ha sido siempre una ciudad callada, ensimismada por el rumor de las aguas que
bajan de los neveros de Sierra Nevada. Solo sus poetas han levantado la voz y,
a veces, se las han silenciado. La misma ciudad de mentalidad introspectiva,
capaz de mirar solo hacia dentro, atenazada por la quietud, reflejo de una
idiosincrasia construida durante siglos por su élite política y social. Esa realidad
histórica que ha conformado una manera de ser que a veces ha rayado en la
sumisión.
Es
en el retraso de sus grandes proyectos de ciudad y provincia donde podemos
apreciar cómo se conjuga esa dicotomía entre
ser y actuar. Granada nos tiene acostumbrados a la protesta de periódico, de
café o de tertulia, pocas veces se ha echado la calle en masa para mostrar una
queja. Años y decenios de marginación, y ni una voz más alta que otra.
Demasiado silencio, demasiado conformismo.
En
Espera un milagro, documental de Gemma Ventura, se narra el trabajo de
la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur, una de las zonas más áridas y pobres
de la India. El esfuerzo y la tenacidad de sus gentes hicieron posible la
transformación de aquel lugar en un espacio repleto de vida. Los milagros solo
llegan con el esfuerzo y la conjunción de fuerzas. Quizá esta haya sido la
lección que Granada ha aprendido en los últimos meses.
Las
movilizaciones a favor de los dos hospitales completos han marcado un hito
social en Granada y probablemente hayan despertado la conciencia social que
permanecía aletargada. Esa conciencia
que une y congrega, que apiña a miles de ciudadanos para clamar al unisono un
mismo pensamiento. Este ha sido el gran logro de las tres manifestaciones en
favor de la sanidad convocadas por el médico Jesús Candel. Su impacto en las
redes sociales (una enfervorizada multitud de seguidores está detrás de esta
causa) y el poder de convocatoria han propiciado la presencia de decenas de
miles de ciudadanos en las calles de Granada. La consecución de lo reclamado ha
demostrado el poder que tiene la ciudadanía para sacar adelante un proyecto.
El
pasado 12 de febrero, Granada, en una de las reivindicaciones históricas de
esta provincia: las infraestructuras ferroviarias, volvió a congregar a miles
de granadinos (en la anterior manifestación del 17-S, previa a las de la
sanidad, la afluencia fue bastante menor). Es posible que estos hitos sociales
hayan despertado de verdad esa conciencia social de los granadinos. Causas por
las que luchar no faltan.
La
talla de la política granadina es la es. Me detendré en dos momentos. Hace
cuatro años (5-3-2013) se anunció a bombo y platillo por los máximos dirigentes
provinciales del PP y del PSOE, Sebastián Pérez y Teresa Jiménez (ambos todavía
en el mismo cargo) la firma del llamado Pacto por Granada. Entonces abundaron
los buenos deseos, como siempre ocurre en estos casos. Las fuerzas políticas y
los agentes sociales y económicos debían aunar esfuerzos para defender los
intereses de la provincia. Los temas del pacto eran: la Alhambra, el PTS, la
cultura, el turismo, el puerto de Motril, el aeropuerto, el AVE, el metro, la
A7, el Centro Lorca, las canalizaciones de Rules, el corredor ferroviario y la
segunda circunvalación.
Rueda
de prensa en el hotel Carmen. Se decía que se trataba de un pacto para generar
confianza y atraer inversiones, y que respondía “a las exigencias de la
ciudadanía”. Por tanto, la ciudadanía ya no tenía mucho que decir, se iban a
ocupar de sus necesidades, algunas arrastradas desde lustros o decenios. Teresa
Jiménez: “Tenemos nuestras diferencias, que son legítimas, pero tiene que haber
intersecciones que tenemos que aprovechar”. El presidente del PP, con más
incontinencia verbal: el pacto por Granada “no se va a quedar en agua de
borrajas”, “queremos empezar la conversación con luz y taquígrafos”, porque “ha
llegado el instante de hacer borrón y cuenta nueva” en ayuda de la creación de
empleo y riqueza en la provincia.
Segundo
momento: elecciones generales de junio de 2016, los cabezas de lista de PP,
PSOE, Podemos y Ciudadanos “sellaron” para Granada el llamado Pacto de Santa
Paula. Cuatro puntos clave de máxima actualidad: el AVE, la cultura, el empleo
y las posibilidades de acuerdos. Revisión trimestral de temas. Firmado en hoja
de papel.
A día de hoy, Granada se ha echado a la calle por el AVE y el aislamiento
ferroviario. Pero en la cultura, Granada desciende al vigésimo lugar como
capital cultural en España; el empleo, mejor no hablar (mal endémico); la presa
de Rules, sin canalizaciones, ¿desde cuándo?; en el aeropuerto se hace lo que
se puede; la Alhambra, que no la estropeen con proyectos estrambóticos; el PTS,
un caos de tráfico; el metro, por fin tiene fecha de arranque (quince años de
ejecución); el puerto de Motril, más propaganda que crecimiento; el Centro
Lorca, se va a hacer eterno; del corredor ferroviario y la segunda
circunvalación mejor no hablar. Y los acuerdos entre grupos políticos que
miraran exclusivamente el interés de Granada, ya los vemos, brillan por su
ausencia en todos los ámbitos sociales y económicos, en los que Granada
necesita verdadero impulso.
¿Qué
hacer con Granada? ¿Por cuántas causas más debería echarse la ciudadanía a la
calle? ¿Las dejamos en manos de los políticos?
Será
mejor que depositemos asuntos tan graves en las cuerdas vocales de los
granadinos. Ya hemos conseguido los dos hospitales. Si insistimos,
conseguiremos unas infraestructuras ferroviarias dignas, bien equipadas y con
las garantías urbanísticas que se merece Granada. Visto lo visto, estoy
convencido de que las causas deben ser defendidas por los ciudadanos en la
calle, mientras que los políticos lo hagan ante los gobiernos y en los
parlamentos. Eso sí, sin esconderse detrás de sus siglas de partido.
Granada
ya habla en la calle, esperemos que no calle jamás. Motivos tiene.
*Artículo publicado en el periódico Ideal de Granada, 19/02/2017