¿Asistimos a una nueva era en la política mundial?
¿El poder político, al menos en el mundo occidental, parece dispuesto a meter en cintura al poder económico y financiero?
Ahora o nunca. Esta época de crisis que vivimos quizá sea un tiempo propicio para ello. Es el momento que ha de aprovechar el poder político, si es que realmente éste es su deseo, para dar el vuelco a un sistema económico que si no se remedia acabará por destruir el planeta y, por descontado, a quien lo habita.
Ahora o nunca. Si no se consigue ahora, es más que probable que en todo el siglo XXI no se libere el lastre que suponen los envites de un sistema económico dispuesto a seguir arremetiendo contra quien sea, sin reparar en sus consecuencias.
Hay retos en el siglo XXI en los que se ventila el futuro de la humanidad: emisión de gases a la atmósfera, cambio climático, escasez de recursos, pobreza, hambre… Retos que será imposible acometer si los poderes políticos no se liberan de la dependencia observada respecto de los poderes económicos. Si éstos no dejan de tener ese poder omnímodo que les caracteriza.
La crisis económica ha removido al poder político mundial menos connivente con el poder económico y más comprometido con la población en general. Un poder político que está dispuesto a poner controles en el desbocado mundo de los desmanes económicos y financieros.
En esa línea se ha trabajado en la cumbre del G-20 en Pittsburg (EEUU).
Pero una cosa es el deseo y otra la realidad. Mucho me temo que la iniciativa de estos poderes políticos no cuenta con la anuencia en todos los países. En algunos de economía emergente, cada vez con más peso en la esfera internacional, el poder político se confunde con el poder económico. China es un ejemplo de ello. Países en los que el desarrollo económico desenfrenado es una prioridad de Estado. Planteamiento que también comparten otros países del mundo occidental, como rémora de los que significó la era Bush.
La realidad nos desvela que el poder político, o bien está en connivencia con el poder económico, o bien uno y otro son el mismo.
No obstante, bienvenido este cambio de estrategia en la política mundial en la que el poder político pretende, aunque tímidamente, meter en cintura al poder económico.
Ahora o nunca. Necesitamos un poder político fuerte e independiente para dar pasos en la resolución de los problemas que afectan al mundo.
Al fin y al cabo, en una sociedad democrática, nosotros tenemos un margen de maniobra para influir en el poder político. En el económico, con la esfera de privacidad en que se aposenta, nuestras posibilidades se reducen a cero. Y desde esa atalaya, ellos, los magnates de la economía de la globalización, sí son capaces de controlarnos a nosotros.