En la noche del día 7 de abril nos reunimos un grupo de amigos en torno a Grisicitudes, el poemario de Saray Pavón Márquez.
Esta joven poeta sevillana nos cautivó a todos los presentes con su poesía. “El ombligo es la primera cicatriz”, “Las hormonas, los cambios”, “Atuísmo” son tres partes de un poemario que dialoga permanentemente con el lector.
Saray le da orden al caos. El paso del tiempo es la clave de ese orden del caos.
El libro es un viaje en lo estético, en el conocimiento, en la palabra inspirado en la muerte, el desamor y el vacío con un toque de sensualidad, un poco provocador. El amor aparece acuciado por el desencuentro.
Los poemas recorren un 'yo' roto y desorientado que abre su propia caja de Pandora y se inmola, recuperando luego la cordura para corroborar la pérdida del ser amado -su centro de gravedad- y concluir, sin ni siquiera esperanza, con que el amor acaba siempre dividido.
“Pero ya lo sabía:
el amor siembre acaba
en nones.”
La palabra poética es la trampa y la salvación para la autora, protagonista con nombre de su propio discurso lírico (“…una Saray metida en Saray…”), que escribe tanto para olvidar como para recordar. La muerte del padre, que ella ejecuta en la ficción, es la tragedia de la que parte este viaje a través de la consciencia.
“Y se murió de pronto y sin motivo…”
“Se murió en invierno, en medio de gente…”
Y luego nos explica cuál es su verdadera angustia:
“Pero, sobre todo, me gustaría ser lesbiana
para discutir con mi padre y, por lo menos,
tener algo sobre los que hablar con él.”
Esta joven poeta sevillana nos cautivó a todos los presentes con su poesía. “El ombligo es la primera cicatriz”, “Las hormonas, los cambios”, “Atuísmo” son tres partes de un poemario que dialoga permanentemente con el lector.
Saray le da orden al caos. El paso del tiempo es la clave de ese orden del caos.
El libro es un viaje en lo estético, en el conocimiento, en la palabra inspirado en la muerte, el desamor y el vacío con un toque de sensualidad, un poco provocador. El amor aparece acuciado por el desencuentro.
Los poemas recorren un 'yo' roto y desorientado que abre su propia caja de Pandora y se inmola, recuperando luego la cordura para corroborar la pérdida del ser amado -su centro de gravedad- y concluir, sin ni siquiera esperanza, con que el amor acaba siempre dividido.
“Pero ya lo sabía:
el amor siembre acaba
en nones.”
La palabra poética es la trampa y la salvación para la autora, protagonista con nombre de su propio discurso lírico (“…una Saray metida en Saray…”), que escribe tanto para olvidar como para recordar. La muerte del padre, que ella ejecuta en la ficción, es la tragedia de la que parte este viaje a través de la consciencia.
“Y se murió de pronto y sin motivo…”
“Se murió en invierno, en medio de gente…”
Y luego nos explica cuál es su verdadera angustia:
“Pero, sobre todo, me gustaría ser lesbiana
para discutir con mi padre y, por lo menos,
tener algo sobre los que hablar con él.”
Este poemario representa un viaje por la consciencia –ruptura y un reencuentro del ‘yo’– la pérdida de un amor y la certeza de que es irrecuperable.
Allí estuvieron Saray, el poeta Miguel Ángel Contreras, que abrió el acto con palabras certeras sobre la obra Grisicitudes, y Jesús Madroñal Domínguez. Y nos hicieron pasar un buen rato.
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