“Os encomendamos seguid en la custodia de los valores por la educación y la formación”. Ésta es la encomienda que el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, nos trasladó a quienes habíamos recibido la Encomienda de Alfonso X el Sabio.
Me vais a perdonad, queridos lectores de este blog, esta subida de vanidad, pero quería contaros que el pasado día 7 de julio tuve la honor de recibir la mencionada Encomienda en el solemne salón Goya del Ministerio de Educación.
Dicho esto, también quiero trasladaros que me encontré a un gran ministro de Educación, no porque me impusiera semejante distinción, sino porque sus palabras en el acto desvelaron su capacidad y clarividente visión de la educación. Ya demostrada en el tiempo que viene ejerciendo su labor al frente de este departamento.
Desde que fue nombrado ministro, Ángel Gabilondo se impuso como tarea principal llegar a un pacto educativo. Hasta el momento no lo ha conseguido. “Todo se andará” me dijo al oído entre tanto anudaba la cinta de la medalla a mi cuello.
Ha habido ya un primer fracaso. No sé si llegaremos a otro. En el mundo de la educación, que debería concitar todos los acuerdos posibles, existen muchos intereses particulares. Hay muchos sectores políticos y sociales que no están dispuestos a llegar a un pacto. La escuela es lo que menos les importa, aunque ninguno lo diga, como es obvio.
Me vais a perdonad, queridos lectores de este blog, esta subida de vanidad, pero quería contaros que el pasado día 7 de julio tuve la honor de recibir la mencionada Encomienda en el solemne salón Goya del Ministerio de Educación.
Dicho esto, también quiero trasladaros que me encontré a un gran ministro de Educación, no porque me impusiera semejante distinción, sino porque sus palabras en el acto desvelaron su capacidad y clarividente visión de la educación. Ya demostrada en el tiempo que viene ejerciendo su labor al frente de este departamento.
Desde que fue nombrado ministro, Ángel Gabilondo se impuso como tarea principal llegar a un pacto educativo. Hasta el momento no lo ha conseguido. “Todo se andará” me dijo al oído entre tanto anudaba la cinta de la medalla a mi cuello.
Ha habido ya un primer fracaso. No sé si llegaremos a otro. En el mundo de la educación, que debería concitar todos los acuerdos posibles, existen muchos intereses particulares. Hay muchos sectores políticos y sociales que no están dispuestos a llegar a un pacto. La escuela es lo que menos les importa, aunque ninguno lo diga, como es obvio.
“Además de muchas competencias, mucha dedicación, mucho conocimiento y muchos valores también hace falta mucha buena gente”, dijo en algún momento de su discurso el ministro. “Ustedes están encomendados a proseguir siendo buena gente”, se refirió a nosotros, los encomendados.
Éste es el mejor ministro para el pacto, porque por su capacidad, inteligencia y talante reúne las condiciones para ello. Pero, ojalá me equivoque, no lo van a dejar. Ni los unos ni los otros.
Estoy convencido de que si no se consigue un pacto por la educación no será por su incompetencia, sino por la incompetencia de otros.
En sus palabras nos hizo saber que se nos llena la boca de términos grandilocuentes: equidad, inclusión, igualdad de oportunidades, retos sociales y económicos, de calidad de la educación… pero que ese discurso lo llevamos diciendo muchos años sin que hasta ahora hayamos pasado a la acción. “Esto ya nos lo sabemos… ahora necesitamos buena gente en acción trabajando por ello”, vino a decirnos.
Durante su intervención me asaltó un mal presagio: una persona de su capacidad no sé si va a durar mucho en el mundo de la política, es demasiado inteligente, y esto provoca repelús a su alrededor.
Seguramente porque él, como ‘hombre bueno’, desentona en el actual panorama político que se extiende a lo largo y ancho de nuestro país.
Éste es el mejor ministro para el pacto, porque por su capacidad, inteligencia y talante reúne las condiciones para ello. Pero, ojalá me equivoque, no lo van a dejar. Ni los unos ni los otros.
Estoy convencido de que si no se consigue un pacto por la educación no será por su incompetencia, sino por la incompetencia de otros.
En sus palabras nos hizo saber que se nos llena la boca de términos grandilocuentes: equidad, inclusión, igualdad de oportunidades, retos sociales y económicos, de calidad de la educación… pero que ese discurso lo llevamos diciendo muchos años sin que hasta ahora hayamos pasado a la acción. “Esto ya nos lo sabemos… ahora necesitamos buena gente en acción trabajando por ello”, vino a decirnos.
Durante su intervención me asaltó un mal presagio: una persona de su capacidad no sé si va a durar mucho en el mundo de la política, es demasiado inteligente, y esto provoca repelús a su alrededor.
Seguramente porque él, como ‘hombre bueno’, desentona en el actual panorama político que se extiende a lo largo y ancho de nuestro país.
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4 comentarios:
Sería buena idea devolver las competencias en materia de educación a la administración central.
Por ahí podíamos empezar a arreglar las cosas.
Ah¡¡ enhorabuena Antonio.
Lo de las competencias creo que es irreversible en nuestro Estado de las Autonomías.
Gracias por esa felicitación.
Pues haría falta el gran acuerdo ese, pero no para hacer una ley de educación solamente, sino para poder reformar la Constitución y poder deshacer el estado de las Autonomías, porque no se puede mantener un gobierno y diecisiete gobiernillos, cada uno tirando para un lado.
Error histórico el nuestro, ¡si señor!.
Felicidades por este galardón!!!
Saludos
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