La crisis económica se está convirtiendo en la coartada perfecta para muchas decisiones que están acabando con prestaciones sociales, poder adquisitivo de los ciudadanos o actividades culturales.
No sé si el cierre del Centro José Guerrero de Granada es consecuencia de la crisis o de decisiones políticas erróneas y desafortunadas. Pero lo cierto es que todo indica que tiene los días contados si un milagro no lo remedia. Y a estas alturas de vida creemos poco en los milagros. Un ejemplo próximo lo tenemos en el Chillida-Leku de San Sebastián, que hace unos días cerró sus puertas. El arte está perdiendo la partida frente a una mentalidad utilitarista y economicista.
Sería al inicio de los años ochenta cuando el expresionismo abstracto se me presentó como una nueva dimensión de la pintura no apreciada hasta entonces. Fue en 1981 en la exposición ‘Romper el Cerco’ del entonces pupilo de José Guerrero, el pintor Juan Vida, celebrada en la galería Avellano de Granada. Era un tiempo en que, cursando los estudios de Historia, la asignatura de Arte había puesto frente a mí la pintura de todas las épocas, con la misma celeridad que si hubiera recorrido a paso ligero las salas de una pinacoteca donde se suceden todos los estilos artísticos. Algo así como me ocurrió una tarde en que apuraba el final de mi visita al Louvre.
Aquella exposición en el Avellano, con el expresionismo abstracto como telón de fondo, quería contribuir a que esa Granada del arranque de los ochenta, afanada en sacudirse la herencia del franquismo, fuese mucho más que un remedo de movida madrileña o un rescoldo de cultura a la sombra de la Alhambra. El impulso de la cultura de aquella ciudad tenía un germen de gran potencialidad, entre otras, con la poesía de la ‘nueva sentimentalidad’ y una apertura artística vinculada a la creación de algunos proyectos culturales más contemporáneos para la ciudad.
Granada aspiraba no solo a ser la ciudad que albergaba lo mejor del arte musulmán, o valiosos edificios con el renacimiento y el barroco entremezclados, o espacios urbanos donde convivían lo judío, lo árabe y lo cristiano, sino a ser una ciudad que ofreciera asimismo el arte de ahora, el más moderno, el arte de vanguardia y contemporáneo.
El legado de José Guerrero representaba mucho de esto. Y que se pudiera asentar en Granada, un notable exponente de que esta ciudad era capaz de conjugar su inestimable legado artístico y cultural de siglos con la expresión artística más reciente. Así que la donación de la obra del artista a la Diputación de Granada por parte de la viuda supuso un excelente privilegio para esta ciudad.
No fueron pocos los debates que se suscitaron en torno al edificio que albergaría la obra de Guerrero. Las instalaciones del antiguo periódico ‘Patria’ y su remodelación con un aire moderno, funcional y atrevido, en un entorno dominado por arte musulmán, renacimiento y barroco, fueron objeto de toda clase de opiniones. La ciudad se sentía viva en aquel año 2000.
Durante diez años el edificio de la calle Oficios ha albergado el Centro José Guerrero, pero nuevos pensamientos donde la cultura parece que ha pasado a un segundo plano quieren acabar con ello.
Con este cierre, una parte significativa del patrimonio cultural de la ciudad sucumbe sin remisión. De consumarse la salida de la obra de José Guerrero habremos asestado un ‘hachazo’ a la cultura granadina que amputará una de sus principales señas de identidad.
¿Tendrá que irse de nuevo la obra de Guerrero a Nueva York o a París para que sea reconocida en su ciudad?
Más de uno se va a cubrir de gloria con semejante despropósito.
*Artículo publicado en el periódico Ideal, 11/12/2010.
No sé si el cierre del Centro José Guerrero de Granada es consecuencia de la crisis o de decisiones políticas erróneas y desafortunadas. Pero lo cierto es que todo indica que tiene los días contados si un milagro no lo remedia. Y a estas alturas de vida creemos poco en los milagros. Un ejemplo próximo lo tenemos en el Chillida-Leku de San Sebastián, que hace unos días cerró sus puertas. El arte está perdiendo la partida frente a una mentalidad utilitarista y economicista.
Sería al inicio de los años ochenta cuando el expresionismo abstracto se me presentó como una nueva dimensión de la pintura no apreciada hasta entonces. Fue en 1981 en la exposición ‘Romper el Cerco’ del entonces pupilo de José Guerrero, el pintor Juan Vida, celebrada en la galería Avellano de Granada. Era un tiempo en que, cursando los estudios de Historia, la asignatura de Arte había puesto frente a mí la pintura de todas las épocas, con la misma celeridad que si hubiera recorrido a paso ligero las salas de una pinacoteca donde se suceden todos los estilos artísticos. Algo así como me ocurrió una tarde en que apuraba el final de mi visita al Louvre.
Aquella exposición en el Avellano, con el expresionismo abstracto como telón de fondo, quería contribuir a que esa Granada del arranque de los ochenta, afanada en sacudirse la herencia del franquismo, fuese mucho más que un remedo de movida madrileña o un rescoldo de cultura a la sombra de la Alhambra. El impulso de la cultura de aquella ciudad tenía un germen de gran potencialidad, entre otras, con la poesía de la ‘nueva sentimentalidad’ y una apertura artística vinculada a la creación de algunos proyectos culturales más contemporáneos para la ciudad.
Granada aspiraba no solo a ser la ciudad que albergaba lo mejor del arte musulmán, o valiosos edificios con el renacimiento y el barroco entremezclados, o espacios urbanos donde convivían lo judío, lo árabe y lo cristiano, sino a ser una ciudad que ofreciera asimismo el arte de ahora, el más moderno, el arte de vanguardia y contemporáneo.
El legado de José Guerrero representaba mucho de esto. Y que se pudiera asentar en Granada, un notable exponente de que esta ciudad era capaz de conjugar su inestimable legado artístico y cultural de siglos con la expresión artística más reciente. Así que la donación de la obra del artista a la Diputación de Granada por parte de la viuda supuso un excelente privilegio para esta ciudad.
No fueron pocos los debates que se suscitaron en torno al edificio que albergaría la obra de Guerrero. Las instalaciones del antiguo periódico ‘Patria’ y su remodelación con un aire moderno, funcional y atrevido, en un entorno dominado por arte musulmán, renacimiento y barroco, fueron objeto de toda clase de opiniones. La ciudad se sentía viva en aquel año 2000.
Durante diez años el edificio de la calle Oficios ha albergado el Centro José Guerrero, pero nuevos pensamientos donde la cultura parece que ha pasado a un segundo plano quieren acabar con ello.
Con este cierre, una parte significativa del patrimonio cultural de la ciudad sucumbe sin remisión. De consumarse la salida de la obra de José Guerrero habremos asestado un ‘hachazo’ a la cultura granadina que amputará una de sus principales señas de identidad.
¿Tendrá que irse de nuevo la obra de Guerrero a Nueva York o a París para que sea reconocida en su ciudad?
Más de uno se va a cubrir de gloria con semejante despropósito.
*Artículo publicado en el periódico Ideal, 11/12/2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario