miércoles, 13 de junio de 2012

ESPERANZA PARA LA EDUCACIÓN

En mi viaje de vuelta a Granada del pasado fin de semana se ofrecía en el autobús la revista El País Semanal. En un excelente reportaje de Borja Vilaseca, supongo que aprovechando que estamos finalizando el curso escolar, varios adolescentes ponían nota a la educación que reciben en la escuela. Las opiniones de los jóvenes, sin ánimo intuyo de que sean representativas de la generalidad de los alumnos de Secundaria, no dejan por esto de ser menos interesantes. La opinión más generalizada es que el sistema educativo no da respuesta a las inquietudes emocionales y de aprendizaje de nuestros alumnos. Si preguntáramos a los estudiantes que tenemos a la mano probablemente responderían de similar manera.

Leyendo este artículo me ha hecho reflexionar sobre el panorama educativo con el que convivo a diario y sobre muchas ideas en torno a la educación que me bullen en la cabeza en los últimos tiempos. Pero también me ha hecho recordar que en mi encuentro con Antonio Muñoz Molina en la Feria del Libro, cuando intercambiamos algunas apretadas impresiones sobre la educación al entregarle un ejemplar de La educación que pudo ser, me preguntaba: “¿Y tú crees que hay esperanza?”. Le contesté que sí, que creo que hay esperanza. Y él me respondió con prestancia y casi con entusiasmo colegial: “Yo también”. Y me refirió que unos días antes había estado en Úbeda en la conmemoración del cincuentenario del instituto 'San Juan de la Cruz', donde había estudiado. Y entonces advertí que se entusiasma hablando de educación. Y me alegra porque, además de que cree que hay esperanza para que nuestra educación mejore, sus ojos parapetados tras las gafas emitían una chispa que los hacía rejuvenecer.

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