La oposición arremete
contra el Gobierno por la gestión de la crisis sanitaria del Covid-19, el
Gobierno se defiende como puede y los ciudadanos mientras seguimos en nuestro
confinamiento a la espera de que nos den rienda suelta.
La política está
plagada de relatos: medias verdades, medias mentiras o mentiras en toda regla.
Pocas veces en política está presente la verdad. Una de las enseñanzas que
saqué en política es que la verdad no encaja bien con la política. Hay que escribir
siempre un relato a conveniencia. No es que la pandemia haya alterado el
ambiente político de este país, ya era deleznable, solo la ha hecho
insoportable.
El momento que
vivimos es delicado, y lo va a ser más, sin embargo todos los políticos siguen
lanzando en sus discursos medias verdades. Veinte años llevamos de un nuevo
siglo y no ha cesado el solivianto por mentiras execrables: nos dijeron que
íbamos a una misión de paz, cuando se trataba de una guerra en Irak; una mañana
de marzo de 2004 nos contaron que ETA explosionó unos trenes en Madrid, cuando
fue el terrorismo islámico; en 2008 una crisis económica se desató, y quisieron
hacernos ver que no había crisis; vinieron drásticos recortes en las nóminas,
la sanidad o la educación, y se nos dijo que no eran tales; floreció en España la
corrupción, y nos quisieron convencer que no era exactamente corrupción.
Ahora ha venido la
pandemia del coronavirus, y titubeamos más de lo debido hasta caer en que había
que tomar medidas. Entonces todo el mundo calló, incluso los que ahora se
quejan de que reaccionamos tarde. El mundo se nos ha venido encima y,
entretanto, los partidos políticos tirándose los trastos a la cabeza, construyéndonos
su relato de la pandemia, mientras a los ciudadanos, confinados, se nos han
bajado las defensas inmunológicas e intelectuales. Acaso tengamos una cierta
atrofia mental por estar encerrados, sin respirar aire puro de la naturaleza que
oxigene nuestro cerebro. De ello se aprovechan, de nuestra debilidad, e intentan
seguir engañándonos con mentiras y más mentiras, llenando las redes sociales y
los whatsapp de bulos, y aprovechando nuestro ‘daño cerebral’ para que creamos en
todo lo que nos dicen.
Sin embargo, ninguno nos
dice por qué la pandemia nos pilló fuera de juego, por qué no supimos
reaccionar, por qué no teníamos una industria nacional que nos abasteciera en este
tiempo de desgracia de mascarillas, test de diagnóstico o respiradores, y por
qué hemos tenido que buscar material en el mercado chino, plagado de mafias
internacionales, para que nos engañen tantas veces con material defectuoso.
Ninguno de los partidos políticos lo ha explicado y, si sabían cómo evitar que
nos arrastráramos como pedigüeños en el ‘fantástico’ mercado global, no lo han
dicho. Ni tampoco nos ha ilustrado con saber por qué cuando gobernaron no
previeron que España no podía ser solo ese país idílico para el turismo, con las
mejores playas, hoteles y los bares de copas más guay de toda Europa, que también
debía haberse convertido en un país potente con una industria capaz de hacer
frente a una calamidad y a las necesidades de su población. Y me hubiera
gustado escuchar las explicaciones asimismo de por qué hemos optado por la
deslocalización, como si fuera un signo inevitable de los tiempos, de nuestra
industria textil, esa que está en China, India o Bangladesh, donde la
producción es muy barata aunque luego nosotros la paguemos a precio de ricos.
Por qué no debaten
eso en el Congreso y en las ruedas de prensa, y en esas comparecencias para
hablar solo de la pandemia: unos minando la gestión del Gobierno por un puñado de
votos, y otros para salir del paso como buenamente pueden con la cruz que les
ha caído encima. Y por qué nos lanzan bulos y carnaza para que los ciudadanos
nos saquemos los ojos y las entrañas unos a otros en redes sociales para
defender sus mentiras. ¡Cuántas cosas me gustaría que respondieran los partidos
políticos!
España no ha estado
preparada ni sanitaria ni industrialmente para hacer frente a la pandemia, y de
eso tienen mucha culpa los partidos que nos han gobernado al menos en los
últimos veinte años.
Cecilia cantaba en
1975 aquella hermosa canción: Mi querida
España, que el régimen franquista
censuró: España no podía estar muerta, tendría que ser una España nuestra. Pues
bien, España ha demostrado que ante la pandemia es una España muerta. La España
que les interesa a los que buscan rédito político, no por amor a España, sino por
amor a sus intereses. Que España haya visto quebrantada su economía del modo
que estamos viendo es culpa de todos ellos, porque España nunca les importó más
allá del poder que proporcionaba y las corruptelas que les permitía el control
sobre bienes y patrimonios. Que España dependa de sectores económicos tan
volátiles como el turismo o la construcción demuestra su escasa capacidad para
gestionar la economía de este país, que ahora se ve sumido en la crisis que
viene por no tener industria, investigación y desarrollo para salir adelante. ¡Que
inventen ellos!, ¿verdad?
Cuanto del efímero mañana
machadiano tiene la España del momento es atribuible a quienes nos han
gobernado, esos que no han sabido crear en España una economía estructuralmente
más sólida, resistente a las desgracias y calamidades. Y no una economía que se
pareciera a aquella economía de subsistencia que recordamos de siglos pasados, cuando
una sequía en el campo provocaba crisis, miseria y hambre. Aquel campo, nuestro
turismo de ahora.
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