miércoles, 19 de noviembre de 2025

CINCUENTA AÑOS DE DEMOCRACIA Y LIBERTAD*

 


Añorar el pasado —“cómo, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado fue mejor”, que escribiera Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de su padre— forma parte de las trampas que nos tiende el cerebro. ¡Qué sería de nosotros si arrastráramos tantas penurias de vida pasada sin recurrir al bálsamo del olvido! Seguro, un volcán en erupción haciendo imposible la vida.

Cincuenta años de la muerte del dictador y, antes que su olvido, asalta nuestro tiempo un crecer desorbitado de quienes lo añoran. Más hombres que mujeres, más jóvenes que maduros. Imaginamos que las mujeres no querrán verse sometidas a sus maridos para abrir una cuenta bancaria, ni que les rapen la cabeza, ni ser educadas como meras serviles.

Cincuenta años, mientras emergen ‘añoradores’ de aquel régimen dictatorial, que tantas vidas segó entretanto secuestraba la democracia y la libertad, que salen a plazas y universidades, como ‘vitoquilenses’, enarbolando consignas de corte fascista, excusados bajo la palabra ‘libertad’. O se junta ‘cara al sol’ la doble 'N' —Núcleo Nacional: falangistas, franquistas, nazis y fascistas— en Madrid desde el Paseo del Prado hasta el Congreso para pedir la expulsión de migrantes y cristianización de Europa. O un alcalde de Vox en Puente de Génave (Jaén), editor de un calendario con fotografía de Franco y bandera del aguilucho, llamándolo tradición —dice—. Ya puestos, podría haber colocado a su lado la hoz y el martillo que su admirado caudillo prohibió. Somos libres, ¿o no?

El tema es bastante serio. El franquismo sociológico y sin complejos está aquí y, lo peor, arraigando entre los jóvenes, bajo la vitola de una libertad regada de odio al diferente, al inmigrante, al pensamiento contrario, a cualquier otra orientación sexual no hetero. Las redes sociales, anegadas de mensajes, comentarios e insidias, conteniendo y promoviendo odio. Tener enemigos es el mejor alimento para sostener identidades propias: las del nacionalismo fascista. Un estímulo para enardecer a los propios, al ‘nosotros’, frente a los ‘otros’.

No somos los únicos en el mundo, aunque en nuestro caso tenemos bastante delito: anteayer padecimos una dictadura y hoy pretendemos renovarla. El mundo juega con fuego, se le olvida que el nazismo trajo una guerra mundial y, entretanto, se dan votos y parabienes a enemigos de la democracia: autócratas, descerebrados, paranoicos y dictadores —algunos sanguinarios—, gobernando y empeñados en aniquilarla para perpetuarse en el poder.

Los jóvenes de hoy no tienen los abuelos que nosotros tuvimos, para que les cuenten las miserias de la dictadura franquista, el hambre —utilizada como arma de control y represión, como desvela el profesor Miguel Ángel del Arco en su libro La hambruna española— o las dificultades de una vida de penurias que, sin embargo, no fue el producto de una guerra civil sino de estrategias bien diseñadas por el dictador y sus adláteres, exculpándose de toda responsabilidad y echando el pecado al aislamiento internacional. Mientras ellos gozaban, el pueblo pasaba mil privaciones: económicas, gastronómicas, vejaciones a su dignidad humana...

Hoy los jóvenes no tienen esos abuelos, transmisores de experiencias vitales, tienen relatos plagados de tergiversaciones de la historia vomitados en redes sociales. Nuestros alumnos casi no conocen la Historia de España de los últimos decenios: desde la guerra civil, la dictadura que se hizo eterna, ni nuestro desembarco en la democracia.

Preocupa ver que ellos, en puertas de votar, radicalicen sus iniciáticas posiciones políticas hacia posturas reaccionarias. El 21,3% de la población española —barómetro del CIS, octubre/2025— cree que los años de dictadura fueron ‘buenos’ o ‘muy buenos’. Jóvenes entre 18 a 29 años —varones más que chicas—, sin haber vivido el ‘edén de la dictadura franquista’, inclinan su apoyo a la ultraderecha ‘voxiana’. La ola retrógrada que asola el mundo nos impele a valorar inequívocamente los cincuenta años de democracia y libertad vividos en España, a pesar de los quebrantos habidos.

Ninguno de esos jóvenes que vitorean consignas fascistas padecieron cuarenta años de dictadura tras una guerra civil que destruyó el país. Nosotros, sí. Peinando canas al viento, aquella conquista de la democracia no se puede ir al garete porque la ultraderecha quiera volver a una dictadura de facto. Muchos tenemos el recuerdo de aquel régimen inquisitorial, los jóvenes embaucados por consignas ‘fascistoides’ mejor que aprendan de la historia reciente de su país para descubrir la realidad que muchos vivimos.

La figura de Franco está ganando popularidad entre ellos. La ultraderecha lo aúpa, y el deseo juvenil, necesitado de héroes, se deja atrapar por esta ‘épica’ del pasado. Los mitos: construcción de pantanos, creación de la seguridad social o la prosperidad económica tras la posguerra, circulan por redes sociales. Acaso detrás esté la falta de expectativas de un futuro que no llega y desmoraliza, o alguien que les contamina que con Franco se vivía mejor y no pagábamos impuestos esto parece triunfar o la leyenda de una vida barata frente a lo cara e inaccesible de hoy, menoscabadora de tanto. Propaganda que cala fácilmente en quienes sin criterio se quedan con el mensaje fácil.

La frustración por la precariedad laboral, las dificultades de acceso a la vivienda o que los partidos políticos tradicionales no sirven y son parte del problema, facilitan, en personas sin herramientas críticas avezadas, su identificación con discursos 'antisistema' o 'rupturistas' de la ultraderecha. Y en España, Vox, sin esfuerzo, conquistando las mentes de los jóvenes.

Cincuenta años de democracia y libertad, que muchos quisieran verlas sucumbir; mas otros, con mayor visión histórica, no deberíamos olvidar ni minusvalorar.

*Artículo publicado en Ideal, 18/11/2025.

sábado, 8 de noviembre de 2025

EL ATENEO DE GRANADA CUMPLE CIEN AÑOS*

 


Los ateneos tienen su origen en la España de principios del siglo XIX, abierta al saber y la cultura, a las corrientes liberales, en un país que le costaba dejar atrás la rémora del Antiguo Régimen. Granada no fue ajena a aquella corriente ateneísta.

En los años ochenta, preparando la tesina en la Universidad de Granada —Granada durante el reinado de Alfonso XII—, bajo la dirección de mi añorada maestra Cristina Viñes, las investigaciones arrojaron la intermitente existencia de ateneos durante la centuria decimonónica, sin advertir una conexión entre ellos, pero sí el interés por fundarlos. Las denominaciones variaban: Ateneo Científico-Literario de Granada, Ateneo de Granada, Ateneo de la Juventud, Ateneo Científico-Literario del Colegio San Bartolomé y Santiago... Tenemos noticias del llamado Ateneo Artístico y Literario (1859), creación de otros en 1879 o 1883. Vidas efímeras. Como dato, la crónica de la coronación del poeta José Zorrilla —acto majestuoso (1889), del Liceo de Granada— no mencionaba ateneo granadino entre las instituciones culturales sumadas.

La denominación de Ateneo Científico, Literario y Artístico es privativa del nacido en 1925, un 6 de marzo, en el salón de la Sociedad Económica de Amigos del País, donde se celebra la junta general —presidida por el catedrático Gabriel Bonilla y secretario, José Álvarez de Cienfuegos—, eligiendo la primera Junta de Gobierno y al primer presidente: José Pareja Garrido, catedrático de Medicina y exrector de la Universidad de Granada.

Semanas antes se congregaron numerosas personas de ámbitos profesionales variados —médicos, científicos, profesores, artistas, literatos, empresarios…—, mostrando su apoyo a “constituir en Granada un Ateneo Científico, Literario y Artístico..., alta empresa cultural” (El Defensor de Granada, 18/02/1925). Su director, Constantino Ruiz Carnero (vicesecretario, Ateneo), en el artículo “Ciudades y ciudadanos”, lo justificaba: “Cuando se habla de implantar en una ciudad un sistema, una política de transformación, no se trata simplemente de mejorar sus medios urbanos… materiales, sino de renovar su vida espiritual..., el ciudadano..., un producto del medio cultural”. Granada vivía un crecimiento demográfico, transformación urbana —apertura de la Gran Vía— y económica —cultivo de remolacha e industria azucarera—, construcción de redes de tranvías..., que transformaron aquella ciudad decimonónica sumida en el estancamiento y zarandeada por crisis de subsistencias, terremotos o epidemias de cólera.

Aquel Ateneo de 1925 congregó importantes figuras de la Edad de Plata de la cultura granadina —García Lorca, Manuel de Falla, Rodríguez Acosta, Hermenegildo Lanz, Gabriel Morcillo…— y personalidades como Fernando de los Ríos, Juan José Santa-Cruz, Palanco Romero, Gallego Burín, Torres Balbás o Gonzalo Gallas.

Nacía el Ateneo en plena dictadura de Primo de Rivera. A los cuatro años —20/abril/1929— era clausurado por el gobernador civil, Manuel González Longoria. La clausura duró dos meses, pero soliviantó los ánimos de algunos miembros, generando incomodidad por pertenecer a una institución bajo sospecha del poder político. Fernando de los Ríos y Gabriel Bonilla, por ejemplo, fueron depuestos de sus cargos y separados de sus cátedras universitarias. Reanudada la labor ateneísta, no lo haría con igual entusiasmo.

La actividad del Ateneo se extendió hasta 1932/33, que sepamos. Muchos de sus miembros, reclamados desde Madrid durante la II República, ocuparon cargos de enorme responsabilidad: Fernando de los Ríos, ministro de Justicia, Instrucción Pública o Estado; Agustín Viñuales, ministro de Hacienda; Fernando Sáinz Ruiz, diputado a Cortes e Inspector General de Educación; Gabriel Bonilla, consejero de Estado. Tampoco contamos con su archivo para proporcionarnos más datos sobre su trayectoria, solo informaciones hemerográficas y documentos aislados, lo que nos hace sospechar que bien pudo ser destruido.

Con el golpe de Estado y el triunfo sublevado en Granada, a nadie se le ocurrió mantener una institución de este tenor. Las posibilidades de reactivarlo en plena guerra civil o posterior dictadura fueron una entelequia. Las vidas futuras de sus miembros corrieron destinos diversos: unos, permanecieron en Granada en tareas profesionales o vinculados a las nuevas autoridades —Antonio Gallego Burín fue alcalde, 1938/1951, salvo 1941—; otros, exiliados: Fernando de los Ríos, Manuel de Falla, Gabriel Bonilla o Fernando Sáinz Ruiz; algunos, represaliados o fusilados: José Palanco Romero, Juan José de Santa Cruz, Ruiz Carnero...

La refundación del Ateneo en 2009, otro 6 de marzo, puso la mirada en este de 1925, del que se considera heredero. El espíritu del actual está conectado con aquél y no con los decimonónicos. Principios y postulados de ambos se conectan: cultura —“el ciudadano… un producto del medio cultural”—; ciencia, artes, libertad de expresión, democracia “organizarse a la manera de una democracia”—; vocación por generar espacios de debate, reflexión e ideas “una ciudad que posea un nivel de cultura superior… capacitada para engendrar ciudadanos”—; espíritu crítico y librepensador “ciudad nueva… ciudadanos sensibles... a todas las manifestaciones de la cultura”. Palabras entrecomillas del artículo citado de Ruiz Carnero, donde concluía: “la ciudad que renueva y purifica sus valores espirituales y afina su sensibilidad ante los modernos problemas de la cultura…, ponerla en contacto con la corriente del pensamiento universal”.

Cien años, sí. Aunque a veces la historia juegue con nosotros y convierta el tiempo en anécdota. Honrar a nuestros abuelos, que nunca conocimos, sentirse parte de su legado, es una virtud que enorgullece. Recordar su memoria nos humaniza y nos aproxima. Hay acciones que parecen no comprenderse, pero que ni siquiera el tiempo sumido en la latencia las puede minusvalorar.

El Ateneo de Granada, refundado en 2009, se siente heredero de aquel de 1925. No existe la sensación de desconexión temporal, ni la distancia es el olvido.

*Artículo publicado en Ideal, 07/11/2025.

** Logo del Ateneo de Granada, 1925.