lunes, 25 de enero de 2010

¿FRENAZO AL NEOLIBERALISMO?, SÓLO UN ESPEJISMO

El neoliberalismo nos abocó a la terrible crisis económica que estamos padeciendo. El gran capital escondió las orejas aguardando que pasara la tormenta. No ha pasado aún, aunque parece que amina.
Otra vez está aquí asomando los bigotes, si es que alguna vez no lo estuvo. Ni siquiera guarda la compostura, tampoco cree que tenga obligación, el mundo es suyo. Atrás ha quedado la época de hace tan sólo algunos meses en que los erarios públicos engordaron sus bolsillos. Ya se permite la licencia de repartirse bonos multimillonarios. No siente el menor empacho.
La derecha domina los grandes países desarrollados. Europa lo está, incluido el Reino Unido que lo va a estar pronto, según todos los indicios, ya se encargó Tony Blair de dejar un rejón de muerte a su sucesor, Gordon Brown, quien tampoco ha hecho muchos méritos para aguantar en el poder. España es la excepción, pero las encuestas presionan. Los países emergentes –Brasil y China– están a lo suyo.
Barack Obama que no es un chico de izquierdas, aunque en su país lo parezca, al menos dista mucho de ser como su antecesor. Propone proyectos esperanzadores: una reforma sanitaria pública, por ejemplo, en el país de la tiranía de lo privado. Sin embargo, está sufriendo algunos reveses. El gran capital neoliberal no va a perder oportunidad, ya recibió todo lo que necesitaba para no hundirse, es hora de volver a lo suyo.
La semana pasada Obama, su partido, perdía un escaño en Massachusetts para el Senado. Un revés importante para tener la mayoría suficiente que le permita sacar adelante sus proyectos. La derecha neoliberal se frota las manos. Lo curioso, según dicen las malas lenguas, es que esta pérdida es debida a que los electores de Massachusetts no han perdonado a la candidata demócrata, Martha Coakley, una metedura de pata cuando confundió en la campaña a la legendaria figura del equipo de béisbol de Boston, Curt Schilling, con un jugador de los Yankees de Nueva York, el eterno rival.
Vamos… para echarse a llorar. Que el resultado de una elección dependa de que unos cuantos miles de tipos cambien su voto por semejante estúpida ofensa es para tirar piedras hacia arriba y recibirlas con la cabeza.
Parecía que se había frenado algo la vorágine neoliberal con el triunfo de Obama. Que los Estados occidentales después de la lamentable situación a que nos había llevado la codicia de unos cuantos intervendrían más. No ha sido más que un espejismo.
¿Quién había dudado de que aquí el que realmente manda es el gran capital?
Ahora Obama quiere meter en cintura al Tribunal Supremo. La decisión de este alto tribunal de permitir a las empresas gastar cuanto quieran en las campañas políticas es otro triunfo del neoliberalismo. La derecha se frota las manos con las sustanciosas sumas de dinero que grandes empresas donarán a sus arcas en futuras elecciones.
El gran capital no ceja en buscar la fórmula que devuelva a sus secuaces al poder.
Se dice que la fortuna parece no acompañar a las políticas de Obama últimamente. Y quién dijo que lo iba a tener fácil, o ¿es que alguien había creído que lo dejarían caminar por un sendero de rosas?Estamos en la era del neoliberalismo que arrancó en la década de los ochenta y se consolidó con la caída del Muro de Berlín. Como mínimo nos quedan dos o tres décadas más con su compañía, si antes no ha destrozado el planeta o somos capaces de imprimir un cambio de rumbo.

lunes, 18 de enero de 2010

HAITÍ: ESPECTÁCULO GARANTIZADO

En el post-terremoto de Haití estamos descubriendo todas las miserias humanas, las mismas que desataríamos nosotros si nos ocurriera lo mismo.
Vivimos en la zona de mayor prosperidad del mundo, pero si tuviéramos la desgracia de padecer una catástrofe de las dimensiones que asola al país caribeño, seguro que nos conduciríamos con la misma desesperación y violencia que observamos para conseguir cualquier cosa que garantizara nuestra supervivencia y la de nuestra familia.
Las televisiones de todo el mundo se pasean entre las ruinas de este país mostrándonos el sufrimiento de otros. Es un ‘Gran Hermano’ a lo grande, eso sí, no de la holgazanería, la desvergüenza y el mal gusto sino del padecimiento humano.
La obligación de un periodista es la información de lo que acontece. Está claro que si no se mantiene viva la noticia en los medios de comunicación, la catástrofe pasaría a un segundo plano, como otros muchos conflictos repartidos por el planeta. Rápidamente dejaría de suscitar el interés de nuestras preocupaciones. Quizás nos han educado para ello: para que sintamos sólo cuando lo pretenden, pero no para que tengamos conciencia de que las desgracias ajenas existen aunque no se vean por la televisión.
El espectáculo está garantizado en Haití. Cualquier hecho por insignificante que sea alcanza una inusitada notoriedad en las televisiones. Nos muestran imágenes de muertos, niños abandonados, exhaustos ancianos inclinados en una silla de ruedas a las puertas de un asilo, personas atrapadas entre un amasijo de hormigón e hierros retorcidos, actos pillaje, vandalismo… en fin, de todo.
Así pues, el espectáculo está garantizado para descubrir el rostro de una persona que ha vivido cinco días bajo tierra sin poder alimentarse ni beber agua. Para apreciar la capa de polvo blanquecino que cubre la piel del recién rescatado. O para descubrir cómo es el rostro de la desesperación y el hambre.
No sabría decir si cabe que se seleccionaran las imágenes que aparecen en la pantalla del televisor o en la portada de un periódico o, por el contrario, que se emitan todas sin limitación alguna. O si es mejor dejar de mostrar tan gratuitamente ese maremágnum de imágenes que curiosean en el sufrimiento y el dolor ajeno, liberando a nuestros ojos y nuestras conciencias de un espectáculo que sólo representa la desolación más absoluta.
Pero estoy convencido de que algunas imágenes que se están emitiendo se me antoja que están cargadas de una dosis de morbosidad que a buen seguro en nuestro mundo desarrollado serían censuradas (léase guerra de Irak) o, al menos, susceptibles de reprobación si ocurrieran en Madrid o Londres (léase atentados terroristas).
Tomadas en un país sumido en una catástrofe cebada sobre la miseria del subdesarrollo parece que en tal caso se tiene patente de corso y vía libre para su emisión.
Lo dicho: Haití, espectáculo garantizado.

*Foto: Gorka Lejarcegi

miércoles, 6 de enero de 2010

STORYTELLING

El mundo ya no funciona con los principios e ideas de la Ilustración y el empirismo, la realidad puede que no sea lo que es. Esta afirmación tan categórica es probable que tenga visos de un pesimismo que contrasta con el optimismo que se nos quiere proyectar desde distintos ámbitos del poder político y económico.
Los grandes medios políticos, sociales y económicos crean sus propias realidades, nos cuentan historias, y ésas son las que nos toca analizar y estudiar.
En la política aquello que se hace visible es lo que vale; el marketing publicitario nos crea historias apelando a nuestros sentimientos y emociones para que consumamos; las religiones e iglesias que tanto proliferan nos crean una realidad ajustada a sus creencias, intereses y ritos; las noticias válidas son las que transmiten los medios de comunicación, las que para nosotros pueden ser importantes, si están fuera de su circuito, ni se oyen ni trascienden –dicho de otro modo: no son noticia–.
En la guerra de Irak nos hicieron creer realidades que habían sido creadas en un despacho. Los que morían lo hacían por razones que eran diferentes a las que nuestro análisis nos conducía. El resto del mundo vivíamos historias que no se ajustaban a la realidad creada a través de una poderosa maquinaria de propaganda del Estado y de los medios de comunicación que actuaban como voceros del poder. Finalmente –esto es lo lamentable– su trabajo concluía teniendo éxito y condicionando la visión de muchos millones de personas. Esa masa informe de población fácilmente impresionable y manipulable.
Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes (Península, 2008) es la obra de Christian Salmon sobre la que me he detenido últimamente, interesado en encontrar explicaciones que conecten con la educación que se está impartiendo a nuestros jóvenes. La educación en nuestras escuelas no puede volver la espalda a lo que ocurre en el mundo y las realidades que se analizan en ella tienen que estar dotadas del suficiente sentido crítico para desentrañar lo que nos viene de fuera.
“Somos los actores de la historia”, nos cuenta Salmon que le dijo Bush con cierto desaire al periodista Ron Suskind. Y le dijo más: “Ahora somos un imperio, cuando actuamos creamos nuestra propia realidad”.
Me preocupa el futuro que estamos dejando a las generaciones jóvenes. Y me preocupa más cuando éstas quedan huérfanas de recursos y capacidades intelectuales para afrontarlo.Como dice el prologuista de Storytelling, Miguel Roig, la lectura de esta obra “no es una lectura optimista”. Quizá debamos desenfocar nuestra mirada a esa realidad, para así “ver sin mirar” y descubrir matices que nos iluminen en el conocimiento de la realidad que nos circunda.

sábado, 19 de diciembre de 2009

GARCÍA LORCA, LA HISTORIA ‘INTERESADA’*



Hace unos años fui testigo de la exhumación de los restos de Pedro Antonio de Alarcón en el madrileño cementerio de San Justo y su traslado al de Guadix. Con la perspectiva de los años, ahora me pregunto si aquello realmente mereció la pena, si aportó algo a la grandeza histórica del escritor. Aquel acto significó un momento de emoción, pero sólo eso. Más importante fue, y sigue siendo, conservar sus pertenencias y mantener vivo el legado de su obra. Llegar hasta los restos óseos de un mito es más la verificación de una prueba que un descubrimiento que ayude a engrandecer su figura. Si me apuran, hasta es posible que ocurra lo contrario. Los mitos, al fin y al cabo, son constructos humanos que nos sirven para mitigar angustias y encontrar respuestas a muchas de las cosas cotidianas que nos preocupan, es decir, provistos de ese componente existencial que les atribuyó el antropólogo Claude Lévi-Strauss, recientemente fallecido.
La excavación en busca de los restos de algunos fusilados de la guerra civil en el paraje de Alfacar, entre ellos los de Federico García Lorca, han concluido sin la aparición de restos humanos. ¿Era necesario hacerla?, probablemente sí, porque ese derecho no se le puede negar a nadie que tenga un desgarro en el sentimiento. No obstante, agotado este primer envite, sólo nos queda estar muy seguros de donde clavar la picota si es que hubiera próxima vez. No sabría decir si la recuperación de unos restos óseos reporta otro beneficio que no sea el de dignificar la memoria de quien fue mancillado y asesinado con vileza. Y esto, tal vez, sea suficiente.
Situados en esta reflexión, me asalta la duda de si quizá lo menos importante sea averiguar dónde se encuentran los restos de García Lorca y de los demás fusilados, aunque para un historiador se trate de un dato irrenunciable. Ni creo que sea bueno obsesionarse con una búsqueda  que sólo aspire a satisfacer curiosidades de vecindario. Aunque mucho me temo que el deseo no cumplido va a acrecentar la necesidad de búsqueda, disparándose la variedad de hipótesis por muy disparatadas que nos parezcan. Y advierto a los amantes de la especulación que, el día que se encuentren los restos del poeta, si llega el caso, sentirán el vacío que deje la curiosidad que ahora les invade. Quizá sería mejor dejar las cosas como están y concentrar las energías en redoblar esfuerzos para dignificar aún más todo aquel amplio paraje hasta le barranco de Viznar, que alberga no sólo a estos cinco o seis represaliados sino a los cientos que se vislumbra acogen aquellas tierras.
En la fosa más reputada, entre las miles que sembró la tragedia de la guerra civil en España, sólo se han encontrado tierra y rocas. La montaña de leyendas a que ha dado pie dicho paraje se ha derrumbado como un castillo de naipes. Mas así es la investigación histórica, que tras mover montañas de legajos en un archivo es probable que se encuentre, o no, el documento o el dato que se necesita para afianzar una hipótesis y reconstruir un argumento. Nadie que lo haya experimentado podrá decir que la investigación histórica es una tarea fácil. Y la búsqueda de restos en la tierra no va a ser menos.
La constatación de que no existen restos humanos en este paraje, señalado por algunos con atrevida certeza, viene a mostrarnos que entre lo mucho que se ha escrito sobre el poeta se han expresado pensamientos con demasiada ligereza intelectual y escaso rigor científico e histórico. Sobre el poeta ha caído en los últimos decenios una caterva de ‘historiadores’ aficionados que buscaban ofrecer el dato más espectacular o la idea de mayor impacto mediático. Son muchos los ‘opinadores’ acerca de la figura de Lorca y pocos los que han fundamentado lo que dicen.
En muchas de las obras publicadas sobre el poeta ha primado la suposición, la especulación o el argumento imaginado. Muchas de las fuentes utilizadas se han basado casi exclusivamente en informaciones orales, sin mucha base científica, y en ocasiones vivamente interesadas. Es por ello que algunos han asumido datos poco contrastados y opiniones que sonaban bien al oído, con más intención de rellenar páginas que escribir una rigurosa biografía sobre Lorca.
Nuestra joven democracia trajo consigo, entre otras cosas, una justificada avidez por recuperar personajes que el régimen franquista había exiliado, masacrado o eclipsado. Hubo quien se lanzó a escribir sobre Lorca, Machado, María Lejárraga y otras muchas mujeres arrinconadas en la historia. Bastantes de las incursiones en estas vidas se hicieron por parte de advenedizos ‘escribidores’, que se sumaron al fenómeno de biografiar a hombres y mujeres sin más base histórica que algunas notas sueltas de archivo, fuentes orales de dudosa credibilidad y unas ganas tremendas de alcanzar popularidad a costa de fantasear e inventar ‘historias’ de impacto en tales personajes históricos. Hasta el punto, diríamos, que probablemente muchas de esas biografías no serían capaces de aguantar un mínimo cotejo de su base histórica y documental.
Esta reconstrucción histórica de la figura de Lorca ha adolecido del concurso de los historiadores. La biografía sobre el poeta se ha visto resentida por la ausencia de un enfoque más historiográfico. Es por esta razón que algunas aseveraciones habidas sobre Lorca y sus circunstancias cabría ponerlas bajo la etiqueta de ‘susceptible de verificación’. El historiador que ejerce con honradez este oficio no proporciona más datos que aquellos que han sido corroborados por el mayor número de testimonios y han pasado por el tamiz de su comprobación, acaso siguiendo una de las enseñanzas del insigne historiador francés Marc Bloch en esa joya que es ‘Introducción a la historia’. Suposiciones y conjeturas difícilmente construyen la historia.
Se dice ahora, al hilo de la ausencia de los restos de García Lorca y sus compañeros de tragedia, que hay que reescribir la historia. Más bien habría que decir: reescribirla si se hubiera escrito antes. Porque es más que probable que la verdadera historia no se haya escrito aún, y sí: relatos imaginarios que quedan muy bien para foros de tertulianos.
La Historia es otra cosa, y se escribe con otro fundamento que nada tiene que ver con la pantomima.
 * Publicado en Ideal el 22/12/2009


viernes, 11 de diciembre de 2009

ÁNFORAS

Con este título, Goya Gutiérrez nos presenta un libro cargado de una poética con la vida como trasfondo, donde la palabra es protagonista en el tránsito que alcanza la vida y la muerte.

En la contraportada de Ánforas (Devenir, 2009) podemos leer: “Un viaje interior desde el "yo" al redescubrimiento del otro sujeto poético, el "tú"…. Un viaje que abre una puerta a la esperanza y a la celebración del mundo a través del canto a la creación y a la palabra poéticas”.
Ese viaje a muchas partes que se imbrica como una constante a lo largo de la obra en poemas De este rebelde olvido, Escribiendo lo que huye, De parada y destino imprevisibles… y, sobre todo, En el regreso.
Goya Gutiérrez busca regresar probablemente de ese viaje que la lleva al interior de las personas para redescubrir paisajes ya vividos, tiempos cargados de sensaciones, sueños que no acaban, dolor que no se olvida… todo para llegar a unos ojos:

“Y qué daría yo por llegar a esos ojos
bien ligera despojada de excesos y de metas
Y no dolerte seguir urdiendo hebras de vidrio
para tu ánfora cubierta de orificios”

Goya Gutiérrez me ha obsequiado con su poesía, y a mí me place poder compartirla con vosotros.