El mundo ya no funciona con los principios e ideas de la Ilustración y el empirismo, la realidad puede que no sea lo que es. Esta afirmación tan categórica es probable que tenga visos de un pesimismo que contrasta con el optimismo que se nos quiere proyectar desde distintos ámbitos del poder político y económico.
Los grandes medios políticos, sociales y económicos crean sus propias realidades, nos cuentan historias, y ésas son las que nos toca analizar y estudiar.
En la política aquello que se hace visible es lo que vale; el marketing publicitario nos crea historias apelando a nuestros sentimientos y emociones para que consumamos; las religiones e iglesias que tanto proliferan nos crean una realidad ajustada a sus creencias, intereses y ritos; las noticias válidas son las que transmiten los medios de comunicación, las que para nosotros pueden ser importantes, si están fuera de su circuito, ni se oyen ni trascienden –dicho de otro modo: no son noticia–.
En la guerra de Irak nos hicieron creer realidades que habían sido creadas en un despacho. Los que morían lo hacían por razones que eran diferentes a las que nuestro análisis nos conducía. El resto del mundo vivíamos historias que no se ajustaban a la realidad creada a través de una poderosa maquinaria de propaganda del Estado y de los medios de comunicación que actuaban como voceros del poder. Finalmente –esto es lo lamentable– su trabajo concluía teniendo éxito y condicionando la visión de muchos millones de personas. Esa masa informe de población fácilmente impresionable y manipulable.
Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes (Península, 2008) es la obra de Christian Salmon sobre la que me he detenido últimamente, interesado en encontrar explicaciones que conecten con la educación que se está impartiendo a nuestros jóvenes. La educación en nuestras escuelas no puede volver la espalda a lo que ocurre en el mundo y las realidades que se analizan en ella tienen que estar dotadas del suficiente sentido crítico para desentrañar lo que nos viene de fuera.
“Somos los actores de la historia”, nos cuenta Salmon que le dijo Bush con cierto desaire al periodista Ron Suskind. Y le dijo más: “Ahora somos un imperio, cuando actuamos creamos nuestra propia realidad”.
Me preocupa el futuro que estamos dejando a las generaciones jóvenes. Y me preocupa más cuando éstas quedan huérfanas de recursos y capacidades intelectuales para afrontarlo.Como dice el prologuista de Storytelling, Miguel Roig, la lectura de esta obra “no es una lectura optimista”. Quizá debamos desenfocar nuestra mirada a esa realidad, para así “ver sin mirar” y descubrir matices que nos iluminen en el conocimiento de la realidad que nos circunda.
Los grandes medios políticos, sociales y económicos crean sus propias realidades, nos cuentan historias, y ésas son las que nos toca analizar y estudiar.
En la política aquello que se hace visible es lo que vale; el marketing publicitario nos crea historias apelando a nuestros sentimientos y emociones para que consumamos; las religiones e iglesias que tanto proliferan nos crean una realidad ajustada a sus creencias, intereses y ritos; las noticias válidas son las que transmiten los medios de comunicación, las que para nosotros pueden ser importantes, si están fuera de su circuito, ni se oyen ni trascienden –dicho de otro modo: no son noticia–.
En la guerra de Irak nos hicieron creer realidades que habían sido creadas en un despacho. Los que morían lo hacían por razones que eran diferentes a las que nuestro análisis nos conducía. El resto del mundo vivíamos historias que no se ajustaban a la realidad creada a través de una poderosa maquinaria de propaganda del Estado y de los medios de comunicación que actuaban como voceros del poder. Finalmente –esto es lo lamentable– su trabajo concluía teniendo éxito y condicionando la visión de muchos millones de personas. Esa masa informe de población fácilmente impresionable y manipulable.
Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes (Península, 2008) es la obra de Christian Salmon sobre la que me he detenido últimamente, interesado en encontrar explicaciones que conecten con la educación que se está impartiendo a nuestros jóvenes. La educación en nuestras escuelas no puede volver la espalda a lo que ocurre en el mundo y las realidades que se analizan en ella tienen que estar dotadas del suficiente sentido crítico para desentrañar lo que nos viene de fuera.
“Somos los actores de la historia”, nos cuenta Salmon que le dijo Bush con cierto desaire al periodista Ron Suskind. Y le dijo más: “Ahora somos un imperio, cuando actuamos creamos nuestra propia realidad”.
Me preocupa el futuro que estamos dejando a las generaciones jóvenes. Y me preocupa más cuando éstas quedan huérfanas de recursos y capacidades intelectuales para afrontarlo.Como dice el prologuista de Storytelling, Miguel Roig, la lectura de esta obra “no es una lectura optimista”. Quizá debamos desenfocar nuestra mirada a esa realidad, para así “ver sin mirar” y descubrir matices que nos iluminen en el conocimiento de la realidad que nos circunda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario