domingo, 9 de octubre de 2011

¿HERENCIA ESPAÑOLA?

No sé si en esta época nuestra se estará concentrando lo más mugriento y cutre de la esencia heredada de lo español: pillería, corrupción, picaresca, escaqueo, nepotismo, indolencia…
En estos últimos días me ha sorprendido una aristócrata ya longeva que se casa, que baila sevillanas ante el público que aguarda en la calle, que se rodea de toreros y farándula, que dicen se ha puesto a lo largo de su vida el mundo por montera.
También he visto rostros cariacontecidos, prendidos en la desesperación y la resignación, esperando la ejecución de una orden de embargo que se aplaza por la solidaridad de un puñado de personas. De viviendas impagadas que ya no se valoran como antes y que no cubren el valor de la hipoteca.
Un gobierno socialista (en connivencia con la oposición del partido popular) que no ha tenido los redaños para acabar con la ignominiosa y abusiva práctica de impedir que se salde una hipoteca con la dación de la vivienda. ¡Que viva la usura!
Está claro que las personas han dejado de ser lo más importante.
Suspiros de una España donde los golfos y aprovechados se cuelan por todas partes, casi siempre por los agujeros de la política, que llegaron a las cajas de ahorro (que hasta ahora no eran bancos y tenían una carácter público) mendigando, y salen de ellas con los bolsillos llenos. Consejeros y consejeras que una vez los puso un político en el puesto y que se van saqueando parte de la riqueza que le pertenece a la sociedad. Los últimos casos los de Nova Caixa Galicia o la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo). Consejeros que blindaron su futuro con pensiones de escándalo y con finiquitos fruto de la codicia más depravada.
¿Qué le está pasando a la vida pública de este país?
¿Tendrá que ver con no habernos desprendido aún de lo peor de nuestra herencia de siglos?
La duquesa se ha marcado un baile por sevillanas al salir de su boda, ¡ella que puede!
Los otros, los consejeros, también se lo habrán marcado al salir de las cajas, pero a hurtadillas.

lunes, 3 de octubre de 2011

EDUCACIÓN PÚBLICA VERSUS EDUCACIÓN PRIVADA

El mundo de la educación se ha visto más que soliviantado en este tiempo de crisis económica. Y con las meteduras de pata de algunas y algunos responsables políticos, si cabe mucho más.
Decidir que se limiten determinados recursos humanos en la educación es el colmo del despropósito por mucha crisis que haya. Decidir que se recorte el presupuesto que se invierte en educación es una estupidez que sólo se le ocurre a quienes no tienen ni idea de lo que tienen entre manos, es decir, esa perniciosa clase de políticos que se toman su estancia en la política como un ejercicio de supervivencia.
Al hilo de todo esto se ha generado paralelamente una defensa numantina en torno a la educación pública. A dirigentes políticos y sindicales se les llena la boca hablando de la defensa de la escuela pública. En España está defensa tiene sus riesgos. Defender sólo la escuela pública nos conduce a la exclusión de un gran porcentaje de población escolar que estaría encantada de ir a un centro público si hubiese plazas para todos.
¿Actualmente en España se puede garantizar un puesto escolar público a toda la población en edad escolar?
Los centros concertados quizá no tengan la culpa de ser concertados (habría que preguntárselo) y sí la tenga un Estado que en más de treinta años de democracia debería haber construido los centros educativos necesarios para que los que ahora están concertados fuesen privados en toda su extensión y representaran esa opción democrática y educativa para los padres que ahora no la representan.
Me parece democrático que existan centros públicos y centros privados, y que los padres puedan elegir donde llevar a sus hijos. Pero me parece menos democrático que existan centros concertados que funcionan como si fueran exclusivamente privados, cuando les interesa, y ‘algo públicos’ para sostenerse con fondos públicos (por ejemplo, la selección del profesorado la hacen ellos, pero su nómina la paga la Administración).
Quizá uno de los males de nuestra educación sea la existencia de este sistema dual de centros heredado de nuestra historia educativa (monopolio de la educación religiosa) y reforzado en el franquismo. Y la rémora de un concordato con la Santa Sede que tanto maniata a los poderes públicos, entre otras cosas, en materia educativa. Y ese punto 4 del artículo 27 de la Constitución que obliga a los poderes públicos a garantizar la enseñanza religiosa dentro de las escuelas. No porque tengamos nada contra la Iglesia, pero cada uno en su casa y Dios en la de todos.
Probablemente la LODE (Ley del Derecho a la Educación, 1985) necesitaría una oportuna revisión también.
Por encima de la controversia excluyente entre educación pública y educación privada debería estar la defensa de la educación sin apellidos, la educación en mayúscula. Y esto se me antoja que se nos olvida con demasiada frecuencia.
¿Qué cuál sería esa educación en mayúscula?: una educación laica que se sustente en los principios de equidad, inclusión social e igualdad de oportunidades.
Y esto a ser posible para toda la población escolar española.

martes, 27 de septiembre de 2011

LA GRAN VUELTA EN AUTOBÚS

Hace algunos años cualquier celebración en una ciudad dejaba un reguero de huellas que recordaban la naturaleza de la misma, en una especie de epílogo con regusto a nostalgia. Cuando finalizaban los días de feria los niños nos quedábamos varios días saboreando los buenos momentos vividos con los restos de casetas, columpios, puestos de turrón y barretas o alguna tómbola remolona que no habían sido aún retirados.
Hoy todo vestigio de celebración se limpia con una rapidez inusitada. No sé si es mejor o peor, sinceramente (supongo que dependerá del evento, porque imaginen lo que es dejar la basura generada por el botellón), pero lo cierto es que se acomete con la diligencia que impone la gestión eficaz que se exige ahora.
No obstante, también quisiéramos la misma celeridad para que desaparezcan carteles, pegatinas y otras muestras de las campañas electorales. ¿Quién no ha visto en su ciudad esos carteles que perduran días y días hasta que los agentes atmosféricos destiñen la cara del candidato u ondulan inevitablemente el papel?
La patrona de Granada es la Virgen de las Angustias y el último domingo de septiembre ‘procesiona’ por las calles más céntricas de la ciudad. Este último también lo ha hecho y, como cualquier año, dejando el asfalto salpicado de la cera de los cirios que portan los que componen la comitiva.
En los últimos años el Ayuntamiento de Granada se ha apresurado a eliminar la cera para el día siguiente. Este año eran las seis de la madrugada del lunes y un ejército de operarios se afanaban porque no quedara rastro alguno del evento del día anterior. Y en este caso con una razón de peso: la cera es un mal aliado para el tráfico rodado.
Pero ese mismo lunes el autobús que habitualmente tomo para desplazarme al trabajo llegó a la parada con notable retraso. Después vino una vuelta interminable, casi un paseo turístico por la ciudad (que la verdad, lo merece). El centro de la ciudad estaba cerrado a la circulación rodada por mor de las tareas de limpieza de la cera. Y como consecuencia: el resto de la ciudad sumida en un monumental caos circulatorio. Fue un lunes donde mucha gente llegó tarde al trabajo, a la cita con el médico o con el notario, y hasta con el amigo por no llegar a la hora acordada para tomar el café.
No sabría qué es mejor, si que se suspendan las procesiones, o que no se enciendan cirios en ellas o que después de los domingos de procesión las empresas, comercios y oficinas retrasen el horario de entrada al trabajo el lunes.
Al día siguiente, la festividad de la patrona de la ciudad sólo era un fervoroso recuerdo para los que la habían acompañado por sus calles, pero un incordio mañanero para todos los que habían de moverse en transporte público o vehículo propio.
Aunque acaso lo que lamento es que con la limpieza de la cera también haya desparecido esa otra gran fiesta que acompaña a esta festividad: la de los frutos del otoño y los dulces típicos para la ocasión. Acerolas, azufaifas, nueces, avellanas o tortas de cabello de ángel tuvieron en los tenderetes una exposición tan efímera como la de la cera en el asfalto. Quizá los hubiéramos disfrutado más si se hubieran ofrecido durante dos o tres días en los atractivos puestos de venta que ocupaban en la Fuente de las Batallas.
Por cierto, ahora que somos tan aficionados a ponerle precio a todo, ¿se ha calculado el coste en horas de trabajo, productividad y desgaste de nervios que sumó el caos circulatorio de la ciudad por mor de la dichosa cera?

domingo, 25 de septiembre de 2011

ESTADO PALESTINO

Hay acontecimientos históricos que nos acompañan toda la vida. Se asemejan a ese familiar al que vemos esporádicamente, pero con la frecuencia suficiente para mantener vivos unos lazos fraternales que nos recuerdan un sentido de pertenencia.
Con el conflicto de Oriente Próximo me ocurre algo parecido. Es como si formara parte de mi historia personal. De esa dimensión planetaria que inevitablemente nos sitúa como ciudadanos del mundo.
El conflicto palestino-israelí ya existía antes de que yo naciera, como mis abuelos o mis tíos.
Desde que tengo conciencia de los problemas del mundo (por entonces un imberbe púbero con aspiraciones a adolescente) he vivido con imágenes en la televisión donde una panda de jóvenes desarrapados lanzaba piedras a carros de combate monolíticos y a soldados bien pertrechados con casco calado, que me recordaban a los iconos militares de la primera guerra mundial. La misma imagen que avivaba los recuerdos de guerrillas a pedrada limpia que forjábamos los niños del barrio bajo y del barrio alto.
Desde que se hizo el color en la televisión de casa en las noticias de mediodía y la noche aparecían imágenes de cadáveres envueltos en telas de horrible estampado levantados por una turba arracimada profiriendo consignas ininteligibles, gemidos desgarrados, mujeres empapadas en lágrimas y deseos de venganza.
Desde que las cámaras de televisión han proliferado como hormigas hemos visto a un niño que moría en los impotentes brazos de su padre, el impacto de la sangre derramada (incapaz ya de reclamar nacionalidad alguna), sangre cubriendo el asfalto o chorreando por el respaldo del asiento de un autobús; hemos visto rollos de alambre de espino impidiendo el paso, altos muros de hormigón y hasta como la aridez se adueñaba de las calles, de los campos y de los rostros envilecidos.
Desde que las imágenes no han cesado de repetirse un día y otro, desde que las palabras no han sonado nada más que a mentiras, a desengaño, a promesas incumplidas, mi capacidad de rechazo, y hasta de indignación, lamentablemente no han hecho más que ‘acomodarse’, pero no languidecer.
Abu Mazen ha pedido a la ONU el reconocimiento de Palestina como Estado, mas no tiene visos de prosperar en un organismo con las manos atadas. EEUU pretende impedirlo.
EEUU se equivoca, Obama se equivoca. Ya sé que está el lobby judío, el poder financiero y muchas cosas más. Pero en este momento Obama se equivoca. Antepone otros intereses (seguramente más sustanciales para él, electoralmente hablando) a caer en la flagrante contradicción histórica de alentar cambios democráticos en los países árabes, al tiempo que cierra las puertas a la independencia de uno de ellos.
Quiere argumentarlo aduciendo a uno de los grandes fiascos de la historia: las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos (tan sólo tiremos de hemeroteca). Nadie cree en ellas, ni los que negocian. No es más que una táctica dilatoria. En ambos países hay potentes poderes fácticos que se encuentran cómodos en la actual situación: ultraderecha judía y radicales palestinos. Estos tienen secuestrada a gran parte de la población de ambos países que sí quieren la paz.
No sé si se llegará a un Estado palestino o no, pero había que dar este paso en la ONU. Sólo cuando se produzca este reconocimiento internacional habrá paz.

martes, 13 de septiembre de 2011

SOCIALDEMOCRACIA: ¿PENSANDO EN LA RECONSTRUCCIÓN?*

Desde el Tratado de Maastricht, en que se potencia la unión económica y monetaria, la socialdemocracia, instalada en la confusión, se ha dejado llevar por los cantos de sirena del desarrollo económico más puro. Hasta el punto de ceder parte de sus creencias y principios en detrimento de una verdadera Europa de los ciudadanos que pudiera salvar el galopante sesgo de destrucción del Estado del bienestar que ha supuesto la construcción europea en términos del liberalismo ultramontano.

En el fundamento de la socialdemocracia existe un delicado equilibrio en el conflicto que se suscita entre la economía capitalista de mercado y la existencia de la sociedad del bienestar, es decir, entre el papel que juega el Estado y la inmersión en un sistema económico donde el mercado es la base que lo regula. De la preponderancia de uno u otro dependerá la dimensión social que se alcance en la sociedad, así como que se hagan realidad en mayor o menor grado las aspiraciones de justicia social, amparo a la dignidad humana y los derechos humanos, y la calidad de la democracia.

La coexistencia del pensamiento socialista en el seno de un sistema capitalista de mercado es lo que ha propiciado que la socialdemocracia lleve establecida en el mundo occidental democrático casi más de un siglo como una opción viable de poder. Pero esta coexistencia ahora parece estar en peligro ante la dimensión de la economía y los derroteros a que la han llevado las prácticas neoliberales. El mercado es insaciable y no entiende de justicia social, ni de Estado del bienestar, ni nada que se le parezca, tan sólo de beneficios y balance favorable de cuentas de resultados. ¿Qué tendría que hacer la socialdemocracia en esta encrucijada a que la ha llevado el mercado ultraliberal?

El mundo de hoy es un mundo globalizado. La socialdemocracia, obviamente, se tiene que adaptar a la globalización, lo contrario sería intentar navegar desde el fondo de la cascada hacia su inicio. Mas si tiene que entrar en la era de la globalización ha de procurar ir provista de principios de justicia social y patrones éticos y morales emanados de los derechos humanos. No siempre lo ha hecho y, por tanto, lo que aquí le reprochamos es que haya tratado o trate de adaptarse a cualquier precio.

¿Ante los retos del mundo globalizado necesitaría la socialdemocracia reconstruirse? Es obvio que cualquier sistema existente no es ajeno a la galaxia donde se integra y la interrelación que se produce entre sus componentes hace que las influencias sean recíprocas. En nuestro caso, el intercambio de planteamientos entre la socialdemocracia y el capitalismo se produce con más o menos intensidad e influencia, según acontezca. En este juego de fuerzas es donde la socialdemocracia no debe claudicar frente al neoliberalismo y mantener su rol de motor de cambio histórico ante las desigualdades e injusticias sociales. Un ejemplo: el impresionante crecimiento económico y tecnológico que se ha producido en las últimas décadas no ha evitado que vivamos en un mundo más injusto, más desigual y menos solidario. Ahora que vivimos una terrible crisis económica no sólo el crecimiento económico, como proclaman algunos visionarios, nos sacará de ella, sino también una mayor justicia social, mayor igualdad y otro modelo de relaciones internacionales que reduzca el desigual reparto de la riqueza.

Por otro lado, ¿es cierto que la globalización, la sociedad de las nuevas tecnologías o la debilidad y limitaciones de los Estados frente al ultraliberalismo económico han afectado tanto a la socialdemocracia hasta el punto de convertirla en un modelo inservible que necesita una transformación en sus fundamentos? Que el mundo ha cambiado es una realidad, pero no menos cierto es que desde distintas tribunas se ha instigado un pensamiento que devalúa a la socialdemocracia como opción válida para afrontar los retos del mundo actual. Se escuchan voces pidiendo que la socialdemocracia europea se transforme o, de lo contrario, podría ser barrida por una especie de huracán desencadenado por la competitividad mundial en lo económico. Y nos preguntamos: ¿en qué sentido tendría que transformarse, en adoptar los patrones del neoliberalismo triunfante o seguir fiel a sus postulados? El neoliberalismo es un depredador insaciable que busca que todo esté bajo su carpa, bajo la tiranía del patrón que lo rige: el mercado. Su objetivo, como el de otros grandes sistemas, es engullir al contrario, y la socialdemocracia está en el punto de mira.

Me preocupan las ideas y los discursos que últimamente se están escuchando desde la izquierda, en nuestro país referidos a la inminente reforma constitucional. A veces se expresan con el mismo lenguaje y los mismos términos que lo hace la derecha cuando hablan de desarrollo económico. Líderes de la izquierda que cuando todo iba bien se subieron a la cresta de la corriente favorable y, sin embargo, no introdujeron reformas y cambios para frenar la expansión alocada de la especulación. Líderes de la izquierda que han servido de bomberos para apagar el fuego que podría haber zarandeado los cimientos del sistema económico que nos ha llevado a la crisis: el neoliberalismo. Una más de las contradicciones de la Historia.

A tenor de lo dicho, ¿tendríamos que hablar de la reconstrucción de la izquierda? Quizá, pero también de la reconstrucción de un mundo que será imposible que siga sosteniendo todas las conquistas sociales que costó siglos alcanzar, y que ahora pueden desvanecerse en poco tiempo. De nada le serviría a la izquierda reconstruirse para perder lo ya conquistado, y lo peor: obcecada por intentar mantenerse en el mundo que otros le han diseñado pretender una reconstrucción bajo los patrones de este.

Reconstruir la socialdemocracia sí, pero no para perder sus señas históricas de identidad y dejarse arrastrar al piélago del neoliberalismo.

*Artículo publicado en el periódico Ideal, 10/09/2011.