A veces uno no sabe si le decepcionan más los hombres que los dioses. En la situación actual de crisis los dioses es difícil que hagan algo; en principio hay que creer en ellos, pero los hombres, que sí pueden, tampoco lo están haciendo. En dioses parecen convertirse algunos hombres para otros hombres cuando se encargan de custodiar o administrar las instituciones que son de todos. Unas palabras pronunciadas por el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, diciendo algo así como que el BCE hará lo necesario para sostener el euro, y sentenciado: “Y, créanme, eso será suficiente”, rebajó el día de ayer las tensiones y la continua extorsión que ejercen los insolentes y chantajistas círculos especuladores (mercados de acciones y de deuda) sobre España. La crisis ya ha provocado víctimas, y no me refiero a los desempleados, que también lo son, sino a personas que han muerto o se han suicidado por no soportar la ignominia de no tener trabajo o no disponer de los recursos suficientes para subsistir. En ello, los hombres-dioses parecen no reparar. No obstante, hay otros muertos que también deberían despertar al menos el sonrojo de los hombres-dioses, y no lo están despertando. Me refiero a los que se están produciendo en Siria.
El Consejo de Seguridad de la ONU, encargado de velar por la paz y la seguridad mundial, es el foro donde se deberían resolver muchos de los problemas que asolan rincones del planeta, pero no es así. Más bien parece un organismo dedicado a tareas más sórdidas, como el mercadeo con los muertos, porque eso es lo que parece, incapaces como son de tomar decisiones entretanto mueren cientos de personas a manos de la tiranía de Al Asad. Porque muertos es lo que hay en Siria desde hace muchos meses; los muertos de la vergüenza, para quien la tenga. La situación en este país, y supongo que las matanzas que allí se provocan, son debatidas en su seno, pero la impresión que da es que se debaten para ser obviadas anteponiendo los intereses personales, nacionales y/o internacionales. Si acaso es que piensan en el futuro de Siria, es obvio que se están olvidando de los niños muertos que ya no tendrán futuro. Que no sabrán más de las innobles intenciones que alimentan el ego de las naciones deliberantes, todas mirando su mejor posición geoestratégica. La estructura retrógrada e injusta del Consejo de Seguridad les da una prebenda de veto a algunos países que usan con vileza. La matanza de la ciudad de Al Haula de hace unos meses casi se llegó a justificar como una inmolación de las víctimas, y nada hicieron. En las semanas siguientes han muerto niños y mujeres, muchos civiles, pero nada se mueve en ese ridículo juego de tronos en el que se enredan las grandes potencias. Los muertos a lo que se ve sirven para negociar. ¿Hasta qué número?
Y al frente de esas naciones, dirigentes que quizá se crean dioses, o que nosotros los creamos dioses. Hombres-dioses de los que dependen muchas vidas humanas y el bienestar de los pueblos. Y siendo así, como lo es, quizá estén jugando el papel de deidades griegas, dotadas con todos los defectos de los hombres, como no puede ser de otra manera. Acaso algunos crean que son más dioses que hombres, pero lo malo es que son hombres de verdad y su juego lamentablemente tiene consecuencias fulminantes.
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